Navigation
Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
2024, volumen 11, n
úmeros 1-2

BIBLIOTECA Y ACTUALIDAD

LELILIA CORTÉS

Un bosquejo histórico
de la Academia Filipina



Texto dispuesto para la imprenta
por Isaac Donoso

***

CAPÍTULO I

Origen de la Academia Filipina

Antes de tratar del origen de la Academia Filipina, objeto de nuestro modesto estudio, nos parece conveniente recordar los diversos conceptos que encierra el vocablo academia.
…..Academia procede etimológicamente de igual voz latina, academia que, a su vez, viene del término griego akademeia1. He aquí sus diversos significados:





1.
En la antigüedad vivía en uno de los suburbios de la ciudad de Atenas un acaudalado ciudadano llamado Academus. En su fértil y hermoso huerto, cercado por paredes y adornado por varias calles y árboles, Academus estableció una escuela para ejercicios gimnásticos. Más tarde el huerto de Academus fue posesión del célebre general ateniense Cimón. En esa época el huerto fue adorado con estatuas, fuentes y otros objetos de arte, según el gusto de los griegos de aquel tiempo. En esas condiciones pasó a ser propiedad pública, y luego vino, a ser lugar favorito de los filósofos griegos2.

2.
Escuela filosófica fundada por Platón, cuyas doctrinas se modificaron en el transcurso del tiempo, dando origen a las denominaciones de Antigua, Segunda y Nueva Academia.

3.
Sociedad científica, literaria o artística establecida con autoridad pública.

4.
Junta o reunión de los académicos.

5.
Casa donde los académicos tienen sus juntas.

6.
Junta o certamen a que concurren algunos aficionados a las letras, artes o ciencias.

7.
Establecimiento en que se instruye a los que han de dedicarse a una carrera o profesión3.

8.
Cicerón empleó la palabra academia para una granja que poseía en la costa de Nápoles4.

9.
Cuando en el siglo XV el renacimiento dio impulso a las letras un Europa, el nombre academia volvió a usarse, pero ahora con un significado un tanto diferente del que tenía entre los antiguos griegos y romanos. En su nueva acepción academia era una asociación de literatos formada, para el cultivo y el adelantamiento de las ciencias5.
…..En este bosquejo histórico empleamos la voz academia en su acepción tercera, aún cuando ésta no sea totalmente aplicable a la Academia Filipina, como se verá más adelante.
…..Las reuniones privadas de amigos que dedicaban ratos de ocio al cultivo de las Bellas Artes con el fin de deleitarse en el conocimiento de las producciones literarias, artísticas, y de bellas artes, han existido en todos los pueblos civilizados desde tiempos remotos6.
…..En España las academias tienen antecedentes antiquísimos. Según la historia Alfonso X reunía a los sabios en Toledo y en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIII. Por este medio logró realizar una amplia tarea de divulgación científica y pudo prescindir de diferencias de religión o de raza.
…..Los árabes españoles tuvieron igualmente diversas academias en Córdoba, Sevilla, Valencia, Játiva, Granada y otras ciudades que, además de la poesía, cultivaban la historia, la filosofía, la medicina y otras ciencias.
…..Reflejos póstumos del esplendor que, en el siglo XV, lograron las tertulias poéticas, son el Cancionero de Baena para la corte de D. Juan II en su primera mocedad, cuyas respuestas y decides de maldecir provocaron vivas controversias; el de Stúñiga, para el grupo literario español que en Nápoles mantuvo Alfonso V, el Magnánimo, y el llamado Herberay, interesante recuerdo del gusto y refinada cultura que rodearon la corte de Pamplona bajo el imperio de la célebre reina doña Leonor de Aragón, condesa de Foix, hija de don Juan II, rey de Navarra.
…..Y el célebre consistorio de la Gaya Ciencia que don Enrique de Villena presidió en Barcelona a los comienzos del mismo siglo XV y que él describe con tanto pormenor en los fragmentos conservados de su Arte de trovar, no era más que una gran Academia7.
…..Pero la Academia moderna tiene su origen en Italia. Se calcula que en 1725 había en ella no menos de 600 academias. La de Crusca, en Florencia, se estableció con el fin de depurar la lengua. En el siglo XVI existían, casi al mismo tiempo, las de los Intronata, en Sena; las de los Humoristas, en Roma; de los Linces, en Bolonia; de los Elevados, en Ferrara; de los Ociosos, en Génova, etcétera8.
…..En España, el mayor auge de estas Academias poéticas corresponde a los siglos XVI y XVII. Se fundaron en diversas comarcas de la península varios Nocturnos. El más famoso fue el Nocturno de Valencia fundado en 1591 por don Bernardo Catalán Valeriola. Se hallan poetas famosos en este grupo valenciano, que pudo, a fines del siglo XVI, contrabalancear el esplendor y la influencia de la literatura cortesana.
…..Todos sus miembros adoptaron nombres académicos alusivos a la noche y sus fenómenos y coherencias. El presidente se llamó “Silencio”9.
…..Se reunían semanalmente, por lo general, los miércoles. Se leían, por sus autores, ocho o diez poesías, un discurso e improvisaban disertaciones. Entre éstas las había de toda clase de asuntos, aún los más singulares como la que el “nocturno Fiel” dijo sobre si fue casta o no Lucrecia; o la de “Estudio” acerca de cuál sea más fuerte: el oro, el vino, la mujer, o la verdad, o bien otra de “Sombra”, referente a la excelencia del perro.
…..Entre los discursos de alabanza se encuentran uno en pro de la medicina, otro, de las matemáticas, de la ceguedad, de la mano izquierda, del laurel, de la ignorancia, de la melancolía, de la cólera, de la locura, del Carnaval, de las manos, de la cobardía, de las mujeres gordas y de la vida del pícaro.
…..Otros iban enderezados contra la vida cortesana, contra las mujeres, contra el secreto, contra la hermosura, “contra la demasiada cirimonia común”, contra la libertad y hasta contra la honra10.
…..Con respecto a Filipinas, y empleando el vocablo Academia en su acepción de junta o reunión de aficionados a las letras, podemos decir que en nuestro país ha habido tales academias.
…..Tenemos el testimonio del mejor prosista filipino y concienzudo historiógrafo, que fue el primer filipino miembro de la Real Academia de la Historia, don Epifanio de los Santos. Nos cuenta que, hacia 1892-93, funcionaba una especie de academia literaria en la casa del que años después sería miembro de la misión Filipina (que hacía las veces de Senado en el primitivo régimen civil del país), Don Vicente Ilustre.
…..Concurrían a tal reunión o academia Luis Luna y Quison, Macario Adriático, Fernando Ma. Guerrero y algún otro más. Guerrero —dice Santos— ya pasaba entonces como cantor de las aves y de las flores, y escribía en la Revista Católica; su plectro no había aún arrancado de su lira tonos vibrantes a lo Tirteo y Quintana; Adriático, por La punta del Salto, preciosa leyenda mindoreña publicada en La Moda Filipina, brillaba como escritor galano de imaginación fecunda, pero con estilo todavía a lo Bécquer. Ilustre, poeta reflexivo, tenía más de crítico que de poeta; y Luna y Quison, poeta de esperanzas, y que desde el Ateneo de Manila se las prometía felices, era el que seguía de cerca a Gregorio Aguilera, hombre de ilimitada lectura, una enciclopedia viviente, y, como Diderot, capaz de comprender y remodelar todos los sistemas, y encabezar cualquier revolución filosófica, literaria y artística… Vivió poco esta academia y sus miembros se desbandaron para librarse, según se dice, de la ojeriza de los mandones.
…..El mismo Santos cuenta además que los jóvenes que, por aquel tiempo, salían de las aulas de Letrán y del Ateneo y pasaban a ampliar sus estudios en la Universidad de Sto. Tomás, antes o después de las clases, formaban grupos para el cambio de impresiones literarias, animados por la lectura de libros modernos de que estaban atiborradas las librerías de Manila, importadas de la América española, de las Antillas y aún de España.
…..A estos jóvenes los congregaba Clemente J. Zulueta en un entresuelo de la calle de Magallanes, en el hoy destruido Intramuros, o sea, la Manila original, Sin programa, de hecho, una vez por semana, precisamente los jueves, de nuevo a doce de la mañana, y por más de un año, 1894-1896, se reunían, en el tal entresuelo, José Abreu, Juan Medina, Fernando Ma. Guerrero, Rafael Palma, Jaime C. de Veyra y el mentado Clemente J. Zulueta. Y acudían con sajona puntualidad, dice don Epifanio. De tiempo en tiempo, acudían a las tertulias, o recogían libros de la biblioteca, Isidro Paredes, aficionadísimo a Galdós y Macaulay; el maestro Antonio García, el más leído de los músicos; José Palma, adorador de Salvador Rueda, pero al que le aburrían soberanamente Castelar y Galdós; Macario Adriático, a quien los Ripios de Valbuena le hacían apretar los ijares; Ilustre, que se complacía con la Historia... de Fr. Blanco; Cecilio Apóstol, rumiador de todo género de libros, que hacía tan buenas migas con Fray Candil, Castelar como con Núñez de Arce, Olegario Andrade; Manuel Guerrero, para quien El sabor de la tierruca y La Puchera de Pereda eran sabroso manjar con que se arregostaba, y Ramón Avenceña, dialéctico, que amaba platónicamente aquella juventud arrogante y desconocedora de peligros.
…..En estas tertulias, todos daban lectura de sus trabajillos, o se leían los de los ausentes; se discutían luego desinteresadamente y se notaban los defectos y aciertos. Zulueta y Veyra actuaban principalmente de críticos orales11.
…..Estos contertulios filipinos no adoptaron nombres académicos como los “nocturnos” valencianos, pero casi todos ellos, al colaborar en la prensa o publicar sus trabajos en los periódicos, los suscribieron con seudónimos, práctica que, sin duda, copiaron de los escritores españoles de su tiempo.
…..Las mencionadas tertulias, de que nos da noticia don Epifanio de los Santos, no fueron ciertamente los antecedentes de la Academia Filipina, tomando el vocablo academia en el sentido de un grupo de personas asociadas de modo permanente con el objeto de cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua, sino que su antecedente u origen tiene que buscarse en la Real Academia Española, fundada por don Juan Manuel Fernández Pacheco (1650-1725), Marqués de Villena, Duque de Escalona, Grande de España de primera clase, Mayordomo Mayor de Felipe V, y el cual aunó felizmente la experiencia, la energía y la constancia suficientes para realizar el pensamiento que lo ha inmortalizado12.
…..Puntualizando más el origen de la Academia Filipina, añadimos que su origen remoto está en el acuerdo de la docta Corporación, adoptado en junta de 24 de noviembre de 1870, a propuesta de los señores Marqués de Molina su Director, Don Juan Eugenio Hartzenbusch, Don Fermín de la Puente y Apezechea y algunos otros señores académicos, por virtud del cual se autorizó el establecimiento de Academias correspondientes en las repúblicas americanas españolas.
…..En la nota informativa de este acuerdo se hacía constar que dichas repúblicas eran ya entonces independientes, pero siempre hermanas de España por el idioma. “La Academia tuvo para ello altísimas consideraciones de orden superior a todo interés político, que por lo mismo conviene que sean conocidas y apreciadas por los individuos de todas estas diversas naciones, que, a pesar de serlo, tienen, como se ha dicho, por Patria común una misma lengua, y por universal patrimonio nuestra hermosa y rica literatura, interesando a todas igualmente su conservación y acrecentamiento. Parece, pues, del caso reunir en un solo punto los acuerdos de la Academia y el espíritu que a su adopción presidió; y esto verificamos en los términos siguientes:




Tiene la Academia Española, según sus Estatutos, Académicos correspondientes españoles y extranjeros, cuyo auxilio basta para llenar los fines de su instituto, así en provincias peninsulares y adyacentes, como en aquellos países que, no hablando el idioma castellano, sólo pueden contribuir a su perfección muy indirectamente.
…..También tiene Correspondientes hispano-americanos, muy dignos y muy celosos por cierto; pero que si, políticamente hablando, entran en la categoría de los extranjeros, no lo son en realidad respecto del idioma, que es precisamente el asunto fundamental de las tareas de la Academia.
…..No se comprende, en efecto, que al Correspondiente en Lima o Méjico se le asimile a quien lo sea en Berlín o Londres; puesto que en Prusia, cono en Inglaterra, la lengua de Cervantes no pasará nunca de ser estudio para sabios y literatos, mientras que en el Perú y en el antiguo imperio de Moctezuma, es, y no puede menos de ser, objeto forzoso de enseñanza, desde las escuelas de primeras letras hasta las aulas universitarias.
…..Conviene tener presente estas consideraciones que tuvo la Academia al autorizar el establecimiento de las Academias Correspondientes, para que podamos darnos cuenta de las circunstancias especiales que han concurrido en la fundación de la Academia de Filipinas.
…..Las Academias Americanas fueron las hijas predilectas de la Española. A ellas volvió los ojos la Madre Patria para confiarles la vigilancia de la pureza del idioma español.
…..La primera Academia Correspondiente fue la de Colombia que se estableció en 1873, o sea, a los tres años de haber la Academia Española autorizado la creación de Academias Correspondientes en la América Española.
…..Se fundaron, después, y en el orden en que las citamos, las Academias de Ecuador, México, El Salvador, Venezuela, Chile, Perú, Guatemala, Costa Rica, Filipinas, Panamá, Cuba, Paraguay, Bolivia, Nicaragua, República Dominicana, Honduras, Puerto Rico, Argentina y Uruguay.
…..Su origen inmediato lo podemos situar en el pensamiento y el deseo de un eminente cartógrafo español que vivió muchos años en Filipinas, don Enrique D’Almonte. A otro eminente español que residió también muchos años en nuestro país debemos la noticia de este origen inmediato de la Academia Filipina. Nos referimos al inolvidable periodista don Joaquín Pellicena Camacho quien dice lo siguiente:




D’Almonte es un típico caso de la fuerza de atracción que ejerce Filipinas sobre los que han tenido fortuna de vivir bajo su cielo azul, bajo ese cielo ‘donde es amigo cuanto alumbra el sol’. Pasó los veinte mejores años de su juventud en Filipinas. Volvió a Europa, donde su estudio y su constancia le granjearon merecidos honores. Y ya viejo, después de casi otros veinte años de ausencia, la añoranza de Filipinas le obligó a desafiar nuevamente el peligro de los mares. No se contentó con un viaje. Quiso volver. Ansiaba sin duda, como contó el poeta de Filipinas, ‘morir bajo tu cielo y en tu encantada tierra la eternidad dormir’.
…..Acogió con entusiasmo la moción del Sr. Saralegui, designándole para intervenir en toda la tramitación del asunto. Pero oigamos al mismo Sr. Saralegui, que en carta me dice:




Para facilitar esta tramitación, entregué al Sr. D’Almonte ejemplares de Reglamentos y Estatutos como los adjuntos, que dicho señor se encargó de conducir a Manila personalmente; pero, habiendo naufragado con el vapor Eizaguirre, su gestión quedó paralizada y, de hecho, anulado todo lo que se había preparado. Hoy, que Ud. reanuda felizmente los trabajos y puesto que la Academia confirma su designación a mi favor para intervenir en ellos, tengo sumo placer en ponerme a sus órdenes y a las de los escritores filipinos que abrigan el agradable proyecto, pues yo no olvido, ni quiero olvidar que en el archipiélago pasé años muy dichosos de mi juventud... Pueden ocuparse, pues, con entera libertad, en la seguridad de que en la Academia han de ser recibidas con gusto sus indicaciones y de que yo he de hacer cuanto pueda conducir el asunto a satisfacción de todos.

…..¿No veis en las palabras del Sr. Saralegui una confirmación de esa voz de Filipinas que nos llana incesantemente a todos los que hemos gustado las mieles de su hospitalidad? Yo no olvido, ni quiero olvidar —dice el ilustre académico y marino— que “en el archipiélago pasé años muy dichosos de mi juventud. Toda mi juventud ahí queda. Vuestra es. Pero tampoco yo lo olvido, ni quiero olvidarlo”13.
…..De lo acotado deducimos que ya, desde el año 1918, se había pensado en la fundación de la Academia Filipina, pero aquel pensamiento no se logró realizar sino seis años después, en 1924. Sin embargo, la Academia Filipina ha precedido a las de otros países hispánicos que se habían independizado políticamente mucho tiempo antes.

_____________________________

1 Joan Corominas, Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Editorial Gredos, Madrid, 1961.
2 José Sánchez, Academias Literarias del Siglo de Oro Español, Editorial Gredos, Madrid, 1961, pág. 10.
3 Diccionario de la Real Academia Española, Madrid, 1959.
4 José Sánchez, Academias literarias del Siglo de Oro Español, pág. 11.
5 Item, pág. 11.
6 Item.
7 José Sánchez, Op. cit. pág. 11.
8 Boletín de la Real Academia Española, Febrero de 1914, Tomo I, Cuaderno I, pág. 4.
9 Sánchez, Academias Literarias del Siglo de Oro Español, pág. 223. Don Bernardo Catalán Valeriola, presidente, se llamaba “Silencio”. El Canónigo, Francisco Tárrega, llamado “Miedo”, Francisco Despluges, secretario, “Descuido”; Miguel Beneito, “Sosiego”; Gaspar Aguilar, “Sombra”; Francisco Pacheco, “Fiel”; Bernardo Pretel, “Sueño”; Maximiliano Cerdán, “Temeridad”; Fabián de Cucalón, “Horror”; y Gaspar de Villalón, “Tinieblas”.
10 Boletín de la Real Academia, febrero de 1914. Tomo 1, Cuaderno 1.
11 Vide Prólogo de Efemérides Filipinas por J. C. de Veyra y M. Ponce, Manila, 1914.
12 D. Armando Cotarelo Valledor, Bosquejo histórico de la Real Academia Española. Imprenta de la Editorial Magisterio Español, pág. 6
13 Carta del mismo Sr. Pellicena, suscrita en Barcelona el 24 de abril del mismo año 1918.