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Revista Filipina, Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2013, Vol. 1, N
úm. 1

C
REACIÓN LITERARIA Y ACTUALIDAD
PDF: Gumamela
PDF: Revista Filipina–Verano 2013

El nombre de la gumamela

CARLA MONTEMAYOR

Texto original publicado en inglés en el semanario filipino Newsbreak
el 9 de julio de 2011. Traducción al español de Raymundo Addun Pascual.



Londres. Hay tres preguntas que se han hecho de mí por mi apellido en los últimos años. Primero, ¿se trata mi nombre de un pseudónimo? Segundo, ¿estoy relacionada con Nora Aunor? La respuesta a ambas preguntas es no. De hecho, Montemayor es mi verdadero apellido. Puede sonar como el nombre de pantalla de una bold star, pero no lo es. Y no, no estoy relacionada con la superestrella, cuyo apellido real es Villamayor ¡Lastima! Ya que si fuera una actriz sexy de la gran pantalla, esa conexión sería muy útil.
      La tercera pregunta es, ¿por qué no he cambiado a mi nombre de casada? Responderé a esa pregunta más adelante.
      Debo admitir que mi apellido puede ser un problema. Se ha pronunciado mal y también se ha escrito mal muchas veces. Ya he dejado de enojarme. Por aquí es pronunciado “Montemehyor” por la mayoría. En un caso, lo escribieron Montmayer. ¿Qué?, ¿de pronto soy judía?
      He hecho algunas investigaciones sobre la historia de mi familia durante los últimos diez años, más o menos, como un proyecto personal. El lado paterno es más fácil de investigar, ya que existe un árbol de familia reunido por mi tío abuelo, Félix M. Montemayor (distinguido hijo de Alaminos, 1983). Lo que he encontrado es que Montemayor, en cierto sentido, no es mi apellido “verdadero” y sí, podría haber una relación judía tenue.

      He aquí algunas cosas que he podido recopilar:

      1786: Un tal Martín Montemayor aparece en la lista de los líderes locales de Sarapsap (nombre antiguo de Alaminos, Pangasinán), el primero con ese apellido. Sabemos que los políticos del pueblo de la época fueron nombrados debido a su estatus social y su riqueza, por lo que concluimos que Martín tenía los dos. Si fue blanco, tal vez tambaleó su camino hacia la respetabilidad. Bastante fácil para los aventureros de la época, nadie lo podría buscar en Google.
      Entonces, ¿quién fue el primer Montemayor de Alaminos? ¿Fue Martín? ¿Fue un español que se aventuró a la colonia en busca de fortuna o tal vez para escapar de sus desgracias en la Península? ¿Era de México, donde hoy en día se encuentra la mayoría de los Montemayor?
      México parece ser el eslabón más lógico. El galeón de Manila (Manila-Acapulco), zarpaba el océano Pacífico desde 1565 hasta mediados del siglo XIX. Diego de Montemayor (1530-1611), un explorador español, fundó la ciudad de Monterrey en el noreste de México en 1586. Nacido en el sur de España, lo más probable es que fuera de ascendencia judía sefardí. Fue él quien trajo el apellido Montemayor a México.
      ¿Hizo uno de sus descendientes un viaje a Acapulco, se enroló en un galeón de Manila y cruzó el Pacifico? ¿Cómo lo hizo y cómo pudo luego llegar a Alaminos?
      1840: A comienzos del siglo XIX, los Montemayor parecían muy bien arraigados en Sarapsap. Algunos de ellos aparecen en la lista de los dirigentes locales a lo largo de los siglos XVII y XIX.
      En 1840, la iglesia de Sarapsap fue reconstruida después de un incendio. Entre los residentes prominentes para poner las primeras piedras de la nueva iglesia fue un Domingo Montemayor. También estuvo presente el padre cura, José Tornos (c.1824-1878), un sacerdote español de la misión de los Recoletos, y amante de la “señorita” del pueblo, Fruta Montemayor (1835-1907). Puedo rastrear mi familia directa de la rama Tornos-Montemayor.
      El Padre Tornos supervisó las obras en la iglesia desde 1849 hasta el año de su muerte, 1878. Un momento: si realmente nació en 1824, esto significa que hubía una diferencia de once años entre él y Fruta. Bueno, si se hicieron pareja en la década de 1850, él habría estado en sus veinte y ella en su adolescencia ¡Ah, el viejo verde!
      1849: El decreto del Gobernador Narciso Clavería Zaldúa se emite, obligando a todos los filipinos a escoger un apellido de un catálogo de apellidos de España.
      Téngase en cuenta que el primer Montemayor que aparece en los registros de Alaminos data de 1786. Esto significa que poseía el apellido antes del ejercicio en masa de 1849. Luego lo pasó.
Sin embargo, mi rama de la familia heredó el apellido, no de un hombre, sino de Fruta Montemayor, cuyos hijos no podían llevar el apellido de su padre por ser un hombre de la sotana. Es en este sentido que Montemayor no es nuestro “verdadero” apellido, pero igual de bien porque suena mejor que Tornos.
      Siempre me he preguntado sobre Fruta. Ella y Padre José tuvieron seis hijos. Eso significa que no era exactamente un romance secreto. ¿Fueron condenados al chisme o al ostracismo del barrio? O si no, ¿tal vez eran considerados como una pareja de poder? ¿Realmente estaban enamorados el uno del otro? ¿Y Fruta?, ¿tenía elección en cuanto al tema?
      Aquí es donde los registros históricos me fallan: la historia de su unión, prohibida como la fue, se pierde en el olvido. Ella nunca se casó tras la muerte del Padre José. Él dio instrucciones para que su cuerpo no fuese enviado a España. Ambos fueron enterrados en la iglesia que él ayudó a construir.
1872: Se cambia el nombre de Sarapsap a Alaminos después de una visita del Gobernador Juan de Alaminos, y como resultado de la campaña de Domingo Montemayor.
      1906-1909: Mi bisabuelo, Ciriaco Montemayor, fue concejal en el Ayuntamiento de Alaminos. Se casó con una prima, también de apellido Montemayor (en aquella época no estaban demasiado preocupados con la genética).
      1935: Mi padre, Carlos Montemayor (1935-2003), descendió de Leoncio, hijo de Ciriaco.
Lolo Leoncio era un estudiante de derecho en Manila cuando se fue a su casa durante una vacación de verano y se fugó con Dominga Dona, hija del inquilino más molesto de los Montemayor. La pareja joven fue desterrada. Mi padre pasó sus primeros seis años de vida en un pueblo agrícola con sus familiares maternos. Cuando llegó a la edad escolar, su padre rogó a sus padres para que lo aceptasen en su casa, y pudo asistir a la escuela municipal de Alaminos.
      Así fue como mi padre conoció a sus parientes paternos y su patrimonio colorífico. Y mientras él adoraba a sus abuelos y vivió una infancia feliz en su casa, él también sabía que su otra mitad no estaba allí: su madre siempre sería tratada como una sirviente y una intrusa. Fue una lección de injusticia que nunca olvidó.
      Esto es lo que yo tengo por ahora. No tengo pretensiones de gloria ni grandeza. Es sólo la historia de las personas que vinieron antes de mí. Como en todo clan, hay caballeros y villanos, triunfadores y locos, las disputas por el dinero, la crueldad. Sólo puedo estar orgulloso de mi propio padre, que se sobrepuso de la pobreza, trabajando para terminar sus estudios de derecho, y llegó a ser un respetado fiscal. Lo que importa, él me solía decir, es lo que uno hace de su propia vida, y que sea más humilde con las personas que no tengan poder sobre él.
      Es por la memoria de él que he decidido mantener mi apellido. También le doy un guiño a Fruta, que no tenía más remedio que mantener el suyo.


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