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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
PROMOTORES CULTURALES

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Guillermo Ramos y Gonzales


DOLOR Y GLORIA:
CRECER COMO CHABACANO

GUILLERMO RAMOS Y GONZALES
IRDS BOOK PUBLISHING
Después de ver la película de Almodóvar Mujeres al borde de un ataque de nervios, a pesar de verla con los subtítulos en inglés que me ayudaban en la comprensión, sentí algo de tristeza porque extrañé no poder entender los matices del lenguaje: el humor, la oscuridad de la película, la ironía. Pensé para mis adentros que hubiera debido tomar en serio mis clases de español en la universidad.
….Me llamo Guillermo Ramos y Gonzales, nací y crecí en el barrio Caridad, en la Ciudad de Cavite. Mi madre, Felicidad, era maestra de escuela pública y mi padre era chofer en el Sangley Point, una base naval estadounidense en Cavite. Mis padres eran ambos hablantes de chabacano y en mi familia puedo rastrear siete generaciones ininterrumpidas de hablantes de chabacano caviteño tanto en mi línea materna como en la paterna. El chabacano es nuestra lengua franca.
….Mis padres nacieron en la década de los 20 del siglo pasado. Durante ese tiempo, la ocupación estadounidense ya estaba arraigada en Filipinas, el inglés era ampliamente considerado en todas las islas y se iba institucionalizando, y la educación laica y pública era muy atractiva para la gente. Dicho eso, el chabacano todavía se hablaba mucho a pesar de la introducción del inglés. Si pienso en la época de mis abuelos, es decir unos 20 años antes de que mis padres nacieran, la gente, incluidos mis abuelos, se estaba recuperando de la revolución y de una vida incierta y precaria. En aquella época el chabacano era realmente una lengua franca, era el idioma que unía a todos: a los malayo-tagalos, a los inmigrantes chinos, a los indios, a los mexicanos y a los españoles, tanto los que venían de la Península como los criollos nacidos aquí, porque este lenguaje de la tienda o lenguaje de cocina, y hasta, diría yo, lenguaje de cama, ofrecía oportunidades y posibilitaba no solo el intercambio comercial y cultural sino que favorecía también las relaciones amorosas y los matrimonios entre grupos distintos.
….Al crecer en Cavite estaba rodeado de lo chabacano caviteño. Había (y hay todavía) un famoso restaurante en la Ciudad de Cavite llamado Cheffoo, donde se celebran los eventos de la vida de todos los caviteños: cumpleaños, aniversarios, bodas y graduaciones escolares; cuando era niño creía que era un restaurante español porque el menú estaba escrito en español, de hecho aparecían alimentos como morisqueta tostada, gallina frita, menudencia con casuy, bacalao con patatas, bola-bola agridulce... pero cuando crecí me di cuenta de que era comida cantonesa con nombres españoles-chabacanos. Crecí en nuestro barrio saludando a las personas con expresiones como "buenas", "buenas tardes", "buenas noches" como si fuera algo natural para nosotros. La forma en que vivíamos, comíamos, cocinábamos, dormíamos y moríamos se realizaba en chabacano. Celebrábamos y todavía celebramos nuestro día de Todos los Santos y, una semana después, la fiesta de nuestra Patrona, La Virgen de la Soledad de Porta Vaga, Luz de Cavite. Crecí comiendo tamales, quesillo, pancit de carajay, flor de calabasa, pancit, choko en su tinta. Mamá cocinaba albondegas con patola y misua, papá preparaba bistec con cebollas blancas cortadas en rodajas finas y lo llamaba ‘cebollada’. Mamá me llevaba al Palengke al que llamábamos también Mercado de la ciudad para comprar arroz, legumbres y pescao. Mi favorito era la secolawlaw es decir la sardina o el arenque seco y salado.
….Antes de que yo naciera, mi madre se matriculó en una maestría de psicología e idiomas. Como era maestra de escuela pública, se formó en la Escuela Normal de Filipinas (ahora Universidad Normal de Filipinas, PNU) justo antes de la segunda guerra mundial, su objetivo era enseñar a los niños chabacanos de Cavite a hablar inglés. Llevaba seis meses embarazada de mí, cuando, en 1962, defendió su tesis A Contrastive Analysis of The Sound System of the Cavite Chabacano and the English Languages. Esta tesis la ayudó a enseñar inglés como segunda lengua en la Ciudad de Cavite, pero la tesis permaneció inédita, le hubiera gustado que se publicara y sin duda hubiera podido ser útil a varios maestros.
….Cuando yo estaba en la escuela secundaria en el Colegio San Sebastián-Recoletos de Cavite, la mayoría de los sacerdotes que trabajaban allí eran de España. Esto fue a mediados de los años 70 y el fervor nacionalista se estaba fortaleciendo gracias a la descolonización de la educación y del idioma. El idioma filipino fue promovido y enseñado bien y cuando iba a ingresar al tercer año de la escuela secundaria la asignatura de español fue abolida por completo.
….En 1979, ingresé al Colegio de Arquitectura y Bellas Artes de la Universidad de Sto. Tomás. Recuerdo claramente al maestro de español que teníamos, cuyo nombre he olvidado, obviamente mestizo, mejillas sonrosadas, un poco gordito, de ascendencia española y con un ligero acento bisayo que se notaba cada vez que hablaba inglés.
….La asignatura de español que dio me resultó divertida y estaba totalmente relacionada con el curso de Bellas Artes en el que yo estaba matriculado. Todo lo que proponía estaba relacionado con el arte y la cultura; nuestro libro de texto estaba repleto de terminologías de arte y de cultura españolas; describíamos colores y texturas en español, había pasajes del Quijote y, para nuestro examen final, tuvimos que dibujar las letras del alfabeto español, o ‘El Abecedario Español’, en forma de letras y figuras en una gran pizarra o lienzo... me divertí mucho. ¡Así es como se debe enseñar el idioma!, recuerdo habérmelo dicho a mí mismo.
….Sin embargo, cuando llegaron los años 80 y la educación se volvió aburrida y tediosa, mi siguiente maestro de español (que era, por cierto, un filipino de pura sangre) no se reveló divertido en absoluto. Lo único que hicimos fue memorizar los verbos y su conjugación y cada uno de nosotros los recitaba como si estuviéramos haciendo un ejercicio matemático de la tabla de multiplicar. Recuerdo cómo memoricé y recité mecánicamente el verbo hablar, una y otra vez, porque nuestro profesor seguía corrigiéndome:

Hablo |hablas |habla | habla | hablamos |habláis |hablan |hablan and repeat!


….También recuerdo cómo me preguntó de dónde venía y le dije que era de la Ciudad de Cavite. Me preguntó si hablaba chabacano y le dije que sí. Entonces me pidió que tradujera algunas frases: “Comamos”, “¿Qué estás comiendo?”, “¿Ya comiste?” y en chabacano se dicen de la siguiente forma: Comiyanisos, Cosa to comi?, Cabao y aba tucomi? ¡Nunca me sentí tan humillado en mi vida! El aula permaneció en silencio y se podía cortar el aire con un cuchillo. Quería llorar, salir de la clase y no volver nunca más. Tenía alrededor de 17 años y estaba muy mal preparado para este tipo de enfrentamiento. No estaba preparado hacia la actitud del profesor de patrocinar la superioridad, ya que, a partir de entonces, me trataron con condescendencia en la clase. Comencé a odiar el idioma español y todas las instituciones que representaba; incluso en la Universidad, donde alguna vez me había sentido inspirado y a gusto, percibí cierto apuro y no tuve más remedio que abandonarla para no volver nunca más. Me retiré en 1983 cuando tenía 20 años y este fue el momento en que Ninoy Aquino fue asesinado. Hubo un fervor nacionalista y gran enojo contra Marcos y tres años después de eso, en 1986, estalló la Revolución del Poder del Pueblo, EDSA.
….Nunca volví a la escuela y después de eso, cuando escuché que el español se estaba eliminado totalmente del plan de estudios y del sistema educativo filipino, ni siquiera me molesté ni me preocupé.
….De todos modos, cuando mi empresa tuvo la oportunidad de trabajar con las embajadas y con empresas europeas en Manila, a finales de los 90 y principios de los años 2000, comencé a darme cuenta del valor del idioma español en una sociedad filipina moderna. Entonces comencé a investigar sobre el valor de la Hispanidad y sobre la comunidad de los países de habla hispana y empecé a considerar el valor del capital cultural como un importante indicador económico. Asimismo, volví a sentirme orgulloso de mi herencia chabacana caviteña; este orgullo me permitió escribir un libro de gastronomía sobre las historias olvidadas de la cocina de Cavite, el sabor que emana la lengua, su valor cultural y su significado, y sobre cómo todos estamos conectados con la realidad hispana, incluso sin conjugar nuestros verbos. ¡Lo más importante es que nos entendamos!