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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Primavera 2019, volumen 6, n
úmero 1
PDF: Quijote en Filipinas


ARTÍCULOS Y NOTAS

NOTA A “EL QUIJOTE EN FILIPINAS”:
UN BREVE ENSAYO DE GUILLERMO GÓMEZ WINDHAM


ANDREA GALLO


En su artículo “El Quijote en Filipinas” (Barcarola, mayo 2005, núm. 65-66) Antonio Caulín Martínez trataba de reseñar la presencia de la obra maestra cervantina y, sobre todo, las menciones y referencias al Manco de Lepanto y a su personaje más famoso, en los autores hispanohablantes de la ‘Asia española’. Más que reseñar la fortuna de las aventuras del ingenioso hidalgo en las comarcas orientales, se destacaba el uso de “la lengua de Cervantes” por aquellos escritores (Apóstol, Bernabé, Balmori, Guerrero, etc.) tan auténticamente filipinos en su visión estética y en su forma de ver el mundo, como sinceramente hispánicos en su sentimiento de afección a la lengua de Rizal.
      No obstante, dicho artículo no considera la difusión de Cervantes y de su magistral novela en las lenguas indígenas y su recepción en la cultura más propiamente popular y vernácula. En realidad, alguna traducción existe y en su época ha tenido cierta resonancia: en 1940 el ilustre poeta y novelista bulaqueño Teodoro Gener publicó Ang palaisip na maharlikang si DonQuijote de la Mancha, versión al tagalo de la creación de Cervantes, y quizá la fatiga literaria que más prestigio le ha brindado a Gener, entre otros un reconocimiento por parte de la Tabacalera.
      A esta traducción se refiere, aunque de manera no explícita, Guillermo Gómez Windham en su breve ensayo “El Quijote en Filipinas” (igual título escogería Caulín seis décadas y un lustro después), única contribución en lengua española incluida en el clásico Literature under the Commonwealth, texto editado en ese mismo año por Manuel Arguilla, Esteban Nedruda y Teodoro Agoncillo (Manila, Philippine Writers' League, 1940; el ensayo gomezwindhamiano ocupa las páginas 83-87).
      El volumen aborda el tema de una literatura nacional y su relación con la tradición no sólo la indígena sino evidentemente la de lengua castellana también y con la reciente, en aquel entonces, producción en lengua inglesa. En esta perspectiva, es decir la recepción de un clásico de la literatura universal en el seno de la incipiente literatura nacional filipina, Gómez Windham enfoca el tema componiendo:




Algunas divagaciones sobre el posible efecto que causará entre los lectores tagalos la publicación del Quijote recientemente traducido, teniendo en cuenta la psicología de aquella parte de nuestro pueblo a quien va dirigida esta traducción.

      Nuestro autor concuerda con el juicio que Pompeyo Gener en su Historia de la literatura (Barcelona, Montaner y Simón, 1902) ofrece del Quijote, en donde se afirmaba que según cita Gómez Windham con el Quijote había entrado en la literatura peninsular el buen sentido, “el sentido común, el pensar y sentir del hombre de la calle”. Por ello:




El Quijote viene a ser una obra democrática, porque brilla en todas sus páginas el reflejo del pensar y del sentir de las gentes vulgares, de la generalidad, de los que antes se llamaban el “demos”, y hoy la “masa” [...] Allí siempre tienen razón y obran lógica y humanamente el humilde cura de aldea, la sobrina, el ama, el bachiller Carrasco, los posaderos, los yangüeses hasta los galeotes, y aun el socarrón de Sancho Panza, el burdo e inculto aldeano que tan ingeniosamente templa la justicia con la equidad cuando le dan la ocasión de ser juez.
      Sin embargo, esta apreciación del buen sentido del hombre común frente al fracaso constante de los nobles intentos del Caballero de la Triste Figura no niega valor al idealismo del protagonista; de hecho, afirma Gómez Windham:




El ideal sublime de bondad y de justicia [...] ese ideal profundamente cristiano [...] no queda menguado ni vacilante ante la constante imposibilidad de realizarlo [...] Quien lee la gran novela no cierra el libro renegando de los altos propósitos del andante caballero [...] sino más bien lamentando que la imperfección y el egoísmo humanos no hicieran practicable el entronamiento del ideal.
      Y efectivamente Don Quijote nunca resulta ser enteramente ridículo “ni cuando le voltean los molinos de viento” ya que “su intención es alta, limpia y noble” y por ello “la risa que inspiran sus malandanzas es siempre una risa piadosa y compasiva”.
      Y aquí, según Gómez Windham, reside el principal interés del Quijote para el pueblo filipino: la tragedia del protagonista “no es su monomanía, sino la inmensa desproporción entre las ambiciones que profesa y los medios de que dispone para conseguirla”. Ésta es entonces la clave de lectura para que los filipinos puedan sumamente apreciar la novela e identificarse de alguna forma con el destino de su protagonista: “Como él, profesamos los filipinos un ideal alto y sublime, y sufrimos igualmente de cortedad de medios, no ya para lograrlo, sino para afirmarlo y conservarlo”. Pero diferentemente del loco idealista Quijano, los filipinos “nos percatamos de nuestras limitaciones y nos preparamos a remediarlas y a suplirlas”.
      Por lo tanto, la razón principal por la que el Quijote será apreciado por los lectores filipinos es que:




Nuestro pueblo psicológicamente es idealista y quijotesco en su ambición sin dejar de ser práctico y realista en la consideración de los medios para lograrla [por ello] podemos predecir sin temor a equivocarnos que la historia famosa del ingenioso hidalgo será recibida con admiración y con placer por los lectores tagalos [...] El ansia noble de misercordia y de bondad que informa los sentimientos y los actos de Alonso Quijano hará vibrar esas mismas cuerdas existentes en el corazón de nuestra masa popular. [...]
   El buen sentido sancho-pancesco recibirá la aprobación del lado práctico y realista de nuestro espíritu, que tan exactamente refleja aquel personaje rizaliano, Tasio el filósofo, el Sancho de nuestro quijótico Ibarra.
      Sigue Gómez Windham enumerando los miles de aspectos interesantes que encontrará el lector tagalo en esta gran novela: se deleitará con los varios relatos cortos, reirá con los refranes, donaires y aventuras de Sancho, apreciará los juicios salomónicos del escudero y notará aquella coincidencia “cuando Don Quijote, a punto de morir, sana de su noble locura como si quisiera sugerirnos la idea de que cuando el ideal muere, muere también quien lo sustenta”.
      Y, citando al Ariosto a través de la mención cervantina puesta al final de la última parte del Quijote, “Forse altri canterà con miglior plettro”, formula el auspicio de que alguien, algún día, con mayor exactitud que él, pueda describir la acogida entre los lectores filipinos de la versión tagala del Quijote.

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1   Sin duda hay que destacar los recientes y nuevos hallazgos documentales: Miguel Martínez, “La cuarta salida. Un testimonio inédito sobre el Quijote en las Filipinas (1623)”, en Nuria Morgado y Lía Schwartz (eds.), Cervantes ayer y hoy, Nueva York, Hispanic Seminary