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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Invierno 2018, volumen 5, n
úmero 2
PDF: V.A. y la encrucijada filipina


ENSAYO


VIRGILIO ALMARIO Y LA ENCRUCIJADA FILIPINA*

PEDRO AULLÓN DE HARO
Universidad de Alicante
Instituto Juan Andrés




Tanto la obra poética como la obra crítica de Virgilio Almario poseen un especial significado en la cultura filipina contemporánea y actual. Es más, a mi juicio la obra de Almario en su conjunto significa la configuración de una postura muy relevante ante la más importante problemática heredada y presente de la cultura filipina. Esta problemática de la cultura filipina constituye una suerte de encrucijada. De hecho, Filipinas se diría que define en general un devenir reiteradamente anudado en forma de encrucijada, ya geográfica y geopolítica, lingüística y social, religiosa…, culturalmente en suma, por reducir todo ello a los términos neutros que refieren el resultado de la actitud y la actividad de sus gentes y de los poderes fácticos. La relevancia que se desprende de la posición intelectual y la correspondiente actividad de Almario se debe al sentido fundamentador y de largo alcance que pone de manifiesto y las consecuencias constructivas que del mismo derivan o pueden derivar. No se trata de lo que se podría llamar una actitud ideologizada, una propuesta para intereses de efecto inmediato o una acción circunstancial sino todo lo contrario, pues se trata de un verdadero proyecto destinado a afrontar la difícil encrucijada de la cultura filipina.
      El poeta, crítico y filólogo Virgilio Almario ha afrontado en verdad la encrucijada filipina tomando en amplio sentido esos tres campos propios de especialización y actividad en tanto instrumento de reconstrucción, fundamentación y elevación del filipino con base en el tagalo como lengua nacional filipina (wikang pambansa). Esto es lo que vamos a denominar los tres programas de un mismo proyecto. En este proyecto la asunción de la lengua propia como base, sustancia e instrumento no es preciso subrayar, pero lo haré, que es decisión ajena tanto a una afirmación ideológica como a una mera rememoración del nacionalismo romántico a la europea del siglo XIX, más tarde reformulado en términos de indigenismo excluyente en países ya desvinculados de las antiguas potencias coloniales. Es más, conviene recordar que cuando las proyecciones sobre la base de una lengua no se fundan en la verdad, es decir la verdad tanto de la razón teórica como de la razón histórica, esas proyecciones no son sino armas del diablo y están destinadas al error en el mejor de los casos, al desastre humano por lo más común. Así ha sucedido con especial virulencia durante toda la época moderna y así continúa sucediendo hoy, en la Europa de nuestro tiempo, por extraño que pueda parecer, cuando nuevas derivaciones insospechadas de la ideología reúnen de manera posmoderna degradación y cinismo.
      Es decir, resulta muy interesante poder observar, y en estado de culminación, la limpia confluencia de la razón teórica y la razón histórica en un proyecto como el de Virgilio Almario. Esto induce a rememorar, a propósito de las decisiones de Almario, la idea política en el sentido aristotélico, o de la ética, pues tanto da puesto que en el pensamiento del Estagirita es inconcebible la una sin la otra, y de ahí que incluso podamos transponer una significación extraordinaria en que la Retórica aristotélica o la Filología occidental sustenta un proyecto intelectual como auténtica idea política, de manera análoga a como lo ejercieron en el siglo XX, por ejemplo y de manera excelsa, Curtius para Europa mediante Literatura europea y Edad Media latina o Henríquez Ureña para América mediante la suma de Historia cultural y literaria de la América Hispánica. Estas obras fundan cuando menos el símbolo vivo y veraz, y por ello permanente, de una idea cultural reificada sobre la base de la Política aristotélica. Y porque además, la encrucijada filipina requiere una decisión intelectual política que no puede ser de sesgo asiático o chino sino de sesgo occidental, entre otras cosas, y no la menor, por ser resultado de dos encuentros o confrontaciones, el imperial hispánico y el neocolonial norteamericano.
      Virgilio Almario ha dado en diseñar a lo largo de su vida intelectual un proyecto que ha devenido una suerte de programa cultural en el sentido bien entendido de que la recuperación y profundización de la lengua propia es el único modo posible de futuro eficaz y digno para el país. Esta evidencia, escamoteada durante más de un siglo, es aquello que irrumpe con todo rigor erigido en lo que podemos denominar un método, según parece desprenderse de la labor intelectual de Almario en amplio sentido. El método de Almario atañe en realidad, como intentaré explicar, a un programa desglosadamente relativo a los estadios altamente elaborados de la lengua propia a fin de contribuir al fundamento e incremento de esa lengua común y popular del país, que necesariamente es la misma y lo es por otra parte en sus diferentes idiomas de la propia familia1.
      Valga de radical ejemplo para introducir la dimensión práctica y circunstanciada del problema heredado del siglo XX esta suerte de gran paradoja: la enseñanza superior, es decir el dominio de la cultura universitaria filipina se desarrolla en lengua inglesa, siendo que la mayor parte de la población posee como lengua materna las lenguas autóctonas y entre éstas el tagalo con predominio por ser la más cuantiosa en número de hablantes. O lo que es lo mismo, no existe continuidad entre la realidad básica y mayoritaria de la población y el mundo académico superior, al cual comúnmente sólo se puede acceder por intermediación de lengua ajena o por situación adquirida de inmersión privilegiada en ésta. Ciertamente, ambas posibilidades son erróneas, aunque de muy diferente modo.
      La contradicción es, pues, insalvable y su necesaria superación sólo es posible mediante el allegamiento de dos elementos: primero, la expansión y penetración de la lengua propia altamente elaborada y, segundo, la progresiva acción político-administrativa capaz de asumir esa lengua propia como medio académico de docencia e investigación en uso y completo. El asunto no sólo es de gran envergadura sino que además, como fácilmente se podrá suponer, tiene muchos flecos y tiene una historia, pero reducido a ese esquema sencillo y actualizado resulta suficientemente clarificador para lo que ahora nos proponemos.
      La gran ventaja del método de Virgilio Almario destinado a afrontar filológica, crítica y artística o poéticamente, esto es asumir en todo lo que le es posible abarcar, el problema de la encrucijada filipina, es una doble ventaja. Y lo es en razón de que se basa, por una parte, en el desarrollo unitario ideado por una sola persona para los tres sectores que constituyen su propia obra y, por otra parte, en la natural y fructífera relación o entretejimiento de dichos sectores. No podemos entrar en la dimensión pragmática y de efectividad del proyecto de Almario en los ámbitos administrativos, editoriales, pedagógicos, académicos y demás, que los tiene y muy notables, pero sí podemos afirmar, en la medida de nuestras posibilidades, que su ideación es sólida, coherente y sobresale de manera extraordinaria en el contexto actual de la cultura filipina, pues ha demostrado sobrepasar limitaciones y anclajes ideológicos y acceder a un estadio superior de pensamiento identificable sin transiciones con la ética del bien común y los intereses generales2.
      El programa filológico de Almario, que es lingüístico en sentido estricto por principio de necesidad, va dirigido, como no podía ser de otro modo, al léxico. La palabra como unidad o célula, su tratamiento lexicográfico, no ya es que remita a la base primera y eficiente del idioma sino que acentuadamente en el caso filipino sustenta la base primordial de muchas operaciones y razones históricas o culturales. El que la gramática y el vocabulario de las lenguas autóctonas del archipiélago fuese disciplinarmente elaborado por los misioneros españoles significa ya de hecho que tomaron cuerpo en el seno de la lengua española, la de sus primeros estudiosos. Esta sencilla evidencia, que no ha sido bien comprendida o asimilada por las corrientes indigenistas, es la principal trampa salvada por Almario al abordar la reconstrucción y fundamento de la lengua autóctona, como veremos. Prueba de ello es la decisiva edición del Vocabulario de la lengua tagala de los padres Noceda y Sanlúcar3, obra que en realidad otorga por sí misma, en 1860, definitivo cuerpo a una prolongada tradición lexicográfica y gramatical, ya justamente integrada en la visión general de las lenguas del mundo por el universalista Lorenzo Hervás, y luego reiniciada, en 1889, por el Diccionario Hispano-Tagálog de Pedro Serrano Laktaw4.
      Aquí se suscita un asunto importante, al cual se debe dar una orientación puramente técnica, la cual por otra parte no es sencilla, pero sí la exigible y conviene por ello determinarla con la mayor precisión posible. Se ha de comenzar por afirmar que es acertada la hoy vigente adopción oficial filipina de un criterio de convivencia entre lenguas hermanas, y ello teniendo en cuenta la extraordinaria multiplicidad idiomática del archipiélago ya dentro de su gran familia austronésica, pero estableciendo a su vez una elección razonada y proporcional la cual recae como necesaria decisión de primera lengua nacional sobre la base de aquella dominante tanto en sentido cuantitativo como de proyección histórica y actual, esto es el tagalo5.
      Es de recordar por otro lado que el idioma español define, por proceso histórico natural, una importante base léxica del tagalo, y por tanto del idioma filipino, pero análoga base léxica es además compartida por las diferentes lenguas filipinas, hecho que por lo demás ignora actualmente el común de los hablantes. Pero este fenómeno es en verdad histórico-lingüísticamente notable y de gran funcionalidad cohesiva. Es decir, las lenguas española y filipina poseen un parentesco de hermandad el cual, además, no sólo es determinable en el pasado sino que brinda un proceso vital de acompañamiento futuro. Por estas razones ya es de reclamar un lugar bien reconocible para el estudio de la lengua y la literatura filipinas en España y en general en el ámbito hispánico, al igual que de la lengua y las literaturas española e hispanoamericana en Filipinas, cosa que hasta el presente no se ha cumplido como es debido por ninguna de las partes, pero resulta ser una exigencia tanto científica objetiva como de cultura ética de las naciones.
      El programa crítico literario y por extensión histórico-literario y educativo de Almario se encamina a la focalización de las grandes claves, ejemplarmente la primera obra clásica vertida en tagalo, Florante at Laura, de Balagtás6, de la que Epifanio de los Santos, padre del Filipinismo junto a Wenceslao Retana, decía ser el mayor monumento de la lengua tagala; naturalmente también se aplica Almario al estudio de la literatura de la época de la revolución y el Katipunan7 y al principal de los clásicos modernos y padre de la patria, José Rizal8, autor clásico de la lengua española en el archipiélago y condición de toda ideación filipinista; asimismo a la Historia literaria9 y la tradición de la poesía antigua y moderna10, del idioma y la cultura11, e histórica y folclorística, lo cual atañe al romancero, al teatro y el corrido12, género sobresaliente de relación popular. Es extraordinariamente relevante que, a diferencia de otros autores, Almario realice su obra fundamentalmente en filipino. Otro campo importante de la contribución filipina de Almario es el concerniente a la Poética, habiendo editado y reconstruido para ello la tradición poetológica hispano-filipina y tagala (Fray Gaspar de San Agustín, Fray Francisco Bencuchillo, Lope K. Santos, José Rizal13) pasando naturalmente por Rizal y su peculiar circunstancia. Pero Almario se atiene además a Platón y a Aristóteles, cosa que lleva implícita la fidelidad a la cultura clásica como inteligente reconocimiento de integración y propuesta de colección de textos para un público amplio (“Aklat ng Bayan”, en la Komisyon sa Wikang Filipino, la institución académica de la lengua filipina), pues otra elección no hubiese podido ser más que la de un pseudoindigenismo impropio o la mirada a la lejana pero tan próxima China. Se trata de la traducción en 2016 de La República (Ang Republika) de Platón y, aún más recientemente, de la imprescindible Poética aristotélica (Poetika. Ang Sinig ng Pagtula) en 2017. Es muy significativo, pues, el propósito de Almario, en cuya colección referida el texto programático se refiere a “una iniciativa de largo plazo que puede considerarse destinada a resaltar la capacidad de la lengua filipina como idioma de creación e investigación”14.
      El programa poético o artístico, la obra poética de Almario, que editamos representativamente en el presente volumen para el mundo hispánico y europeo, configura el tercer y solidario elemento de un proyecto que a fuer de necesidad expresiva personal, al igual que nacional, ha de ser capaz sin embargo de conformar un procedimiento de integración poética del mundo y en su mundo de lengua filipina. Finalmente podría entenderse como una derivación de la vieja idea reformulada por Goethe de acceso a la poesía de lo universal desde la particularidad de lo individual, que Almario cumple en una suerte de síntesis fiel tanto a su propia cultura como al arte de la poesía y el saber literario universal. Esta dualidad o duplicidad vamos a ver que se cumple en el sentido y en la forma concreta de la obra poética de Almario en todos sus diferentes planos de ejecución y, además, como permanente aspiración a una síntesis a modo de convivencia integradora posterior.
      Si Almario asume la propia tradición nacional del verso y sus posibilidades, ello se ejecuta integradoramente mediante una significativa selección de elementos de la tradición universal, desde el jaiku japonés, por lo demás altísimamente occidentalizado, sobre todo en las literaturas hispánica y anglosajona, hasta el poema en prosa distintivo de la modernidad literaria desde los orígenes del romanticismo hasta los últimos estadios de la Vanguardia histórica; desde la ritualidad letánica del verso tradicional hasta la vanguardista superación de la lógica gramatical en favor de la abstracción o incluso retazos de superrealismo. Se detecta incluso un indisimulado criterio de sumarización de formas y posibilidades expresivas que, es preciso recordar, está a la base de algunas de las más importantes creaciones cenitales de la poesía moderna, ya sea el Cancionero de Unamuno o los Cantos Pisanos de Ezra Pound, las cuales constituyen fórmulas ‘enciclopedizadas’ de la historia literaria y de la poesía del mundo. La obra poética de Almario configura un discreto catálogo universalista.
      La referida duplicidad de la obra poética de Almario se funda y atañe también a su génesis más interna, que se manifiesta como doble esfera de los impulsos humanos, así como cognoscitiva y comunicativa, de representación realista-descriptiva al tiempo que de expresión impresionista-abstracta, incluso sencillamente de oposiciones de oscuridad y luz, de claroscuro que permanece existencial pero referido al mundo de la vida del hombre y a un cierto expresionismo artístico bien estratificado y conjugado con la tradición, pues nunca cae en referencialismo tópico ni en soluciones de vía rápida. Almario ha estudiado sin duda las deficiencias del pasado y ha meditado acerca de sus resoluciones posibles a fin de alcanzar un paradigma culminante para la moderna historia literaria filipina. Se trata de un paradigma necesario, obra poética imprescindible para una cultura elaborada y adecuada a nuestro tiempo que en el caso filipino estaba por cumplir en lengua propia. De hecho Almario se ha multiplicado echando sobre sí el peso de varias generaciones que no habían entendido ni el problema ni su dimensión; y se ha multiplicado en programas y esfuerzo, encontrando en su obra poética un completo y vivo tránsito, principio y final, de su proyecto.
      Se trata, pues, el de Almario, de un proyecto de síntesis con orientación universalista adecuado para la particular circunstancia filipina y para una visión del mundo integrada y con pleno sentido no ya como balance de una historia literaria nacional, sino también como modo convincente de relación con el mundo cultural al que pertenece y los nuevos tiempos de globalización generalizada.

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*  Se publican aquí algunos fragmentos del punto número III de la introducción al libro Virgilio Almario (Río Alma), En tiempos de la vendedora y del criminal = Sa Oras ng Tindera't Kriminal, Madrid, Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización, 2018.
1  Entre éstos, los más importantes como cebuano, ilocano, ilongo y la familia bisaya, bicolano, samareño…, pero también chabacano, esto es el criollo resultado del español de Filipinas que permanece vivo en Zamboanga y otras provincias, aunque no tanto en la legendaria Cavite.
2  Existe un caso bien distinto pero a su modo también extraordinario y llamativo en el contexto de la actual cultura filipina. Es el de Guillermo Gómez Rivera, folclorista, periodista, escritor y profesor de español cuya labor prohispánica permanente e insobornable es ejemplo de abnegación y apasionamiento intelectual. La gran diferencia, finalmente, consiste en que Gómez Rivera, a diferencia de Almario, desempeña una acción menos precisa y dirigida a un mundo de población, el de habla española o de viva actitud cultural hispánica, progresivamente cada vez más restringido. El mensaje de Gómez Rivera ya sólo puede ser recibido por una minoría hablante y escuchado o rechazado por una minoría culta, mientras Almario habla o puede hablar a una gran mayoría, tanto culta como incluso iletrada.
3  Véase el Vocabulario de la Lengua Tagala nina P. Juan de Noceda at Pedro de Sanlúcar, ed. de Virgilio S. Almario, Elvin R. Ebreo, Anna Maria M. Yglopaz, Manila, Komysion sa Wikang Filipino, 2013. Así como Virgilio S. Almario, Introduksiyon sa Leksikograpiya sa Filipinas, kalakip ang mga saliksik nina Cesar A. Hidalgo at John Leddy Phelan, Manila, 2017.
4  Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1965, 3 vols.
5  Nótese que una opción lingüística oficial distinta a la actual daba lugar, y con el agravante de un país con casi cien millones de habitantes y una decena de lenguas con nutrido número de hablantes, a la progresión de una diglosia establecida ya sobre gran parte de la población, quedando establecido el inglés como lengua dominante de prestigio, cada lengua autóctona de una región como lengua materna y real de comunicación popular pero no académica, aunque materna para iletrados al igual que para población escolarizada en inglés, y el tagalo como lengua nacional cooficial pero materna sólo en una región aunque muy importante. Una tal situación hace inviable el futuro de un país. Por lo demás, el caso del español, queda usualmente relegado a una realidad ya sobrevenida residual, correspondiente a lengua ‘clásica’ para unos, desconocida para la absoluta mayoría, y a evitar para otros, como si la historia de una lengua se pudiese borrar o trastocar al gusto de las ideologías o de intereses circunstanciales.
6  Virgilio S. Almario, Si Balagtas at ang Panitikan para sa Kalayaan, Manila, Komisyon sa Wikang Filipino, 2014.
7  Cf. Virgilio S. Almario, Panitikan ng Rebolusyon (g 1896). Isang Paglingon at Katipunan ng mga Akda nina Bonifacio at Jacinto, Manila, Komisyon sa Wikang Filipino, 2013, 3ª ed.
8  Virgilio S. Almario, Rizal: Makata, Manila, Anvil Publishing, 2011. Por otra parte, Rizal redacto un breve Arte Métrica del Tagalog que tradujo al alemán y del que existe edición trilingüe con introducción de Almario, en Manila, Komisyon sa Wikang Filipino, 2014.
9  Virgilio. S. Almario, Balagtasismo versus Modernismo. Panulaang Tagalog sa Ika-20 Siglo, Quezon, Ateneo de Manila, 1984.
10  Virgilio S. Almario (ed.), Hiyas ng tulang tagalog, Manila, Komisyon sa Wikang Filipino, 2015.
11  Virgilio S. Almario, Tradisyon at wikang filipino, Manila, Komisyon sa Wikang Filipino, 2017, 2ª ed. (1ª ed. 1997).;
12  Virgilio S. Almario, Komedya de Baler, Pambansang Komisyon sa Kasaysayan ng Filipinas, 2012 [Ed. trilingüe tagalo-español-inglés]; Id. (ed.), Pacto de sangre. Spanish Legacy in Filipinas, Manila, Philippine-Spanish Friendship Day Committee, 2003.
13  Virgilio S. Almario (ed.), Poetikang Tagalog. Mga Unang Pasusuri sa Sining ng Pagtulang Tagalog, Quezon, Sentro ng Wikang Filipino, 1996.
14  “bahagi ng isang pangmatagalang… upang massimulan ang maaring ituring na… magtatampok sa kakayahan ng wikang Filipino bilang wika ng paglikha at saliksik” (“Aklat ng Bayan”), programa de la Colección, en Aristotle, Poetika. Ang Sining ng Pagtula, Manila, Komysion sa Wikang Filipino, Manila, 2017, p. 90. Es la misma colección de la arriba referida edición de Platón.