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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Primavera 2019, volumen 6, n
úmero 1
PDF: Literaturas de Filipinas


ARTÍCULOS Y NOTAS

LAS LITERATURAS DE FILIPINAS
Y LA HISTORIA CRÍTICA

ISAAC DONOSO
Universidad de Alicante

Resumen
La diversidad lingüística del archipiélago filipino ha generado una multiplicidad de producciones literarias, bien desde la oralidad prehispánica a la consolidación de tradiciones escritas históricamente arraigadas y definidas en abecedario latino, bien desde el uso y apropiación de dos de las mayores lenguas del planeta, el español y el inglés. A todo ello se suma una tradición que comienza a ser rescatada en alifato árabe (yawi) de literatura islámica, y una literatura sínica de diversa concreción y expresión. Por todo ello no existe una única literatura filipina, sino literaturas que forman, o deben aspirar a ser entendidas, como formas de un todo archipelágico que constituyen las Letras Filipinas. Este trabajo analiza el estado actual de las principales literaturas de Filipinas a través de su historiografía.

Palabras clave:
Historia crítica, literaturas, Filipinas, comparatismo, historiografía, Letras Filipinas


Concepto de Letras Filipinas
      La creación literaria presenta en el archipiélago filipino varias problemáticas que hasta la fecha no han sido resueltas, y que afectan perjudicialmente al valor que del hecho literario se posee en Filipinas1. La principal barrera que impide tener una visión de conjunto de la literatura producida en Filipinas es la división lingüística, no sólo geográfica en virtud de los diferentes grupos culturales de las islas (tagalo, bisaya, ilocano, bicolano, pampango, pangasinense, ilongo, waray-waray, tausug, maranao, maguindanao, etc.), sino también, debido a la peculiaridad geoestratégica del archipiélago a lo largo de la historia, la adopción de las principales lenguas internacionales de la Edad Moderna: español, inglés, chino y árabe (y, en extensión, sus fenómenos lingüísticos de aculturación: el criollo chabacano, el patois urbano taglish, el chino lan-nang o min nan filipino, y la escritura yawi para escribir lenguas filipinas islamizadas).
      Ante este escenario babilónico, la actual crítica literaria no ha sido capaz de asumir el conjunto de la producción literaria, y se ha refugiado en explicar el fenómeno empleando parámetros anglosajones en lengua inglesa dentro de un contexto postcolonial. El resultado ha sido escindir la literatura en islas lingüísticas, con dos posibles paradigmas: a) pretensión de recopilar la literatura culta escrita en lenguas tagala e inglesa, junto a las obras de José Rizal consideradas en traducciones; y b) la reivindicación de las literaturas regionales, folklóricas y orales, como el conjunto de la literatura nacional. En cualquiera de los dos casos, el objeto, presentado como un todo, no refleja sino una parte del hecho literario, perjudicando irremediablemente a la valoración de la literatura como el conjunto patrimonial y cultural de una nación. Así, tanto el empeño en la nacionalización como gran literatura culta del país de la escritura en tagalo o inglés, como la proyección del folklore al estrato de literatura nacional, obvian que desde finales del siglo XVI hasta la Segunda Guerra Mundial, la literatura culta y nacional estuvo escrita en español, afectando a su vez a los ámbitos populares y regionales y al conjunto de la cultura de Filipinas.
      La drástica posición minoritaria de la lengua española después de la Segunda Guerra Mundial, y su final eliminación como lengua oficial filipina en 1987, ha tenido consecuencias dramáticas para el patrimonio nacional: la reclusión de cuatro siglos de historia en olvidadas bibliotecas, la marginación del creador filipino en lengua española, la ruina de la filología y el triunfo de la traducción, y el establecimiento de un canon literario inamovible. En otras palabras, se crearon las bases para hacer inoperante la explicación del hecho literario: crítica, estética e historiografía al servicio de la traducción y el libro de texto. Reduciendo toda la literatura a un patrimonio folklórico y a una lucha anticolonial y postcolonial, Filipinas ―escenario único de la mundialización― acababa victimizada como una más de las regiones traumatizadas por el colonialismo en el Tercer Mundo. Y fue fácil identificar el colonialista con el español, y la lengua y la literatura en español con un mundo elitista que se debía olvidar, para dar paso a un escenario “indigenista” en tagalo o “pensionado” en inglés:




El establecimiento en la nación de una cierta élite fue el producto de la división/ separación entre filipinos en dos clases: 1) la sociedad-cultura de la aculturada élite de lengua anglo-americana, después de haber sido de lengua española; 2) la cultura y habilidades de la nación que tiene por lengua general de comunicación actualmente el tagalo/ filipino, teniendo en la diversas regiones las lenguas locales, que conforman las raíces de la cultura de la nación. La cultura-sociedad que forma el dominio de la élite fue creada por los esfuerzos de los diferentes tipos de “intelectuales” formados por los acontecimientos políticos y los procesos de aculturación social. La aculturación de éstos queda pues en evidencia, como sucesión: ladinos > curas seculares > ilustrados > pensionados > becarios Fulbright-Mombusho, hasta los intelectuales del presente […] Los pensionados y otros nuevos aculturados —y con ellos la élite— aprendieron la lengua inglesa y las actitudes de los americanos, creando una nueva nación después de la guerra hispano-norteamericana. Ciertamente fue difícil la transición para el ilustrado decimonónico, como demuestra la obra de Nick Joaquín (¡en inglés!). Los pensionados llegaron a obtener más relevancia que los ilustrados cuando quedó establecido el sistema educativo americano del nuevo colonialista2.

      Así pues, dos posibles explicaciones generalistas se han formulado en las últimas décadas para solucionar el problema de la literatura filipina: a) la idea marxista-indigenista, para la que habría una literatura en tagalo/filipino y en otras lenguas vernáculas que representaría la única y verdadera literatura del país; y b) la idea postcolonialista, para la que la literatura en inglés vendría a redimir un pasado colonial e insertar en un contexto internacional de literaturas asiáticas en inglés a los autores filipinos. Las dos posturas siguen reflejando una falacia ya que, por un lado, poco de nacionales tienes literaturas folklóricas y orales que reivindican el regionalismo frente al nacionalismo filipino3 y, por otro, los autores filipinos siguen siendo de los más desconocidos en el mundo de las literaturas anglófonas. Todo ello cuando precisamente los autores que construyeron, lucharon y reivindicaron el nacionalismo filipino lo hicieron en lengua española. El resultado de este experimento de ingeniería cultural es la división aún más aguda entre una élite anglófona y una masa vernácula, y la lapidación del nacionalismo filipino, expresado en español4.
      Por consiguiente, en un marco general de creación literaria filipina, la escrita en lengua española ocupa el lugar central, por varios motivos, pero sobre todo tres incuestionables: 1) cuatro siglos de producción, culta y popular, continuada, desde el siglo XVI hasta el presente; 2) la nómina más sobresaliente, por cantidad y calidad, de autores literarios filipinos; y 3) la voluntad de construcción de una entidad cultural llamada «Filipinas» y la transformación nacional de la producción en español, hasta constituir el clasicismo filipino.
      Los lugares contiguos los ocuparían las otras dos literaturas con proyección nacional en el conjunto del archipiélago: por un lado, la literatura escrita en tagalo, lengua principal de Manila que ha acabado en la segunda mitad del siglo XX constituyendo la base principal de la lengua nacional (wikang pambansa) y generalizándose en el país; y por otro lado, la literatura escrita en inglés, cuya producción es mínima desde 1898 hasta la Segunda Guerra Mundial, a partir de la cual y hasta el presenta ha tratado de ocupar el espacio de la literatura culta nacional.
      En tercer lugar, en los lugares limítrofes, aparecerían las literaturas en lenguas vernáculas regionales, orales o escritas en bisaya, ilocano, bicolano, pampango, pangasinense, ilongo, waray-waray, tausug, maranao, maguindanao, como lenguas principales, o en otra de las muchas lenguas filipinas, desde el ibatán en el norte al sama en el sur. A esta sucesión habría que sumar el chabacano, criollo filipino de base hispánica naturalizado tanto en la isla de Luzón (Cavite y Ternate) como en la de Mindanao (Zamboanga, Basilan, y en mucha menor extensión en Cotabato y Davao). Por rebasar los límites de la regionalidad, la literatura en chabacano sería la única literatura en una lengua regional con proyección nacional.
      Por último, en los lugares marginales, nos encontraríamos con literaturas en una lengua foránea que no ha llegado a nacionalizarse: la literatura china de Filipinas, históricamente escrita en tagalo y español, y en la actualidad en inglés y chino; y la literatura islámica de Filipinas, escrita históricamente en lenguas vernáculas con grafía árabe (fenómeno aljamiado que se conoce como escritura yawi), siendo casi inexistentes las muestras de literatura filipina en árabe (a pesar de que el árabe es en la actualidad lengua constitucional de Filipinas al mismo nivel que el español).
      Todo este conjunto de tradiciones han sido estudiadas como islas autónomas, sin conexión entre ellas, compartimentos estancos que cada autor ha tratado de elevar según sus intereses, muchas veces obedeciendo a razones políticas y de agenda. Pero la crítica literaria no puede en el siglo XXI plegarse a la fragmentación, o esquivar en pleno siglo comparatista y global la realidad cultural filipina, sin duda una de las sociedades pioneras enfrentadas a los desafíos de la mundialización (cuya resolución a finales del siglo XIX fue trasmutada por tal vez uno de los mayores experimentos de ingeniería cultural: la sajonización con centenares de profesores de un pueblo asiático hispanizado). Filipinas ha sido y es un archipiélago multilingüe. Precisamente por esta característica archipelágica de la geografía filipina, su cohesión cultural debe atender al entendimiento comparado de sus diferentes tradiciones literarias como un único cuerpo común, producido en diferentes lenguas, pero con una semejante coyuntura:




La historia es lo que somos; la literatura nacional es lo que aspiramos a ser. Bajo esta luz, nuestra literatura nacional puede estar escrita en cualquier lengua, pero no puede hablar de otra cosa que no sea filipino. Siendo benevolentes y no polémicos, purificaremos nuestra conciencia archipelágica5.

      En otro lugar explicamos la problemática del método para el estudio de la creación literaria filipina6. Si indispensable es el proceso de comparación interna — intracomparatismo― como herramienta en la construcción de un método eficaz en la comprehensión del objeto de estudio, ahora planteamos la necesidad de abarcar el objeto en su totalidad. No es posible seguir fragmentando el objeto y explicar cada parte con una crítica de circunstancias, o de forma aun más grave, tomar la parte por el todo. Es improrrogable afirmar un marco general y conceptual de «Letras Filipinas» como objeto, en el que el método comparatista sea imprescindible, pero no único, y en el que las literaturas filipinas ocupen su verdadero lugar en la contribución específica de cada una a la historia de la literatura en el archipiélago asiático.


Literatura filipina en español

      «Literatura filipina en español» hace referencia a una literatura escrita en Filipinas en lengua española. «Literatura hispanofilipina», a pesar de su paralelo con «Literatura hispanoamericana», es un concepto que puede presentar problemas dependiendo del contexto y el receptor. En efecto, por “hispanofilipino” se puede llegar a entender únicamente lo racialmente hispano, disociando al creador filipino por motivos raciales. De forma más peligrosa, postulados marxistas han asociado lo “hispanofilipino” a la élite hispanohablante, de modo que esta argumentación racista llevaría a caracterizar a la literatura “hispanofilipina” como una literatura elitista, extranjerizante y ajena al conjunto de la masa filipina. Nada más lejos de la realidad, que se comprueba sencillamente viendo las fotos y los fenotipos de los autores filipinos sin necesidad de hacer un análisis genético. Así pues, en un contexto hispanohablante es posible emplear el concepto “hispanofilipino” vinculado a su par “hispanoamericano” en un marco de literatura mundial en lengua española. Pero en un contexto anglosajón, e incluso dentro de la propia Filipinas, “hispanofilipino” puede ser malinterpretado consciente o inconscientemente7. Se recomienda siempre tener claro que el uso del concepto no dé pie a malinterpretaciones.
      Si desde el marxismo y el indigenismo se ha hecho una crítica xenófoba del hecho literario, no ha sido mejor la contribución de la crítica formada en parámetros estadounidenses. Incluso los propios hispanistas filipinos no han caído en la cuenta de que «Literatura fil-hispana» les coarta, haciendo el juego a marxistas (asumiendo que “fil-hispano” se refiere a una nómina reducida de autores hispanizados y, aprensivamente, aculturados) y a postcolonialistas (asumiendo que se trata de una parte concreta y limitada de la literatura filipina y, por lo tanto, en último extremo prescindible o confundible en traducciones)8. El concepto “fil-hispano”, o “fil-hispánico”, tanto gramatical, como literaria y culturalmente, es inadecuado, ya que viene a plantear que sólo un grupo minoritario de filipinos, movidos por “hispanofilia”, cultivan el español ―por intereses que pueden ir del chovinismo al arribismo socio-político―, siendo así la literatura filipina en español no la centralidad, sino una parte marginal, fruto de una élite hispanizada disociada de la masa vernácula. No obstante su inadecuación, consciente o inconscientemente ha seguido siendo empleado por una parte de la crítica, redundando en la parcelación del objeto con etiquetas confusas, cuando lo sencillo y sensato es hablar de una “literatura filipina” diferenciada sólo es su lengua de expresión9.
      Otro de los grandes problemas de la actual crítica literaria es excluir, ignorar o negar toda la literatura escrita en español desde el siglo XVI hasta prácticamente comienzos del siglo XIX como parte de la literatura filipina10. Como si en América Latina se excluyese toda la literatura virreinal de su patrimonio histórico-cultural, lo sucedido en Filipinas ha impedido hasta el presente entender el hecho literario en el país, al tratar de pasar desde la oralidad tribal a la literatura revolucionaria decimonónica sin solución de continuidad11. Las reivindicaciones criollas de comienzos del siglo XIX sí han recibido mayor consideración —al menos como pertenecientes al paradigma nacionalista—, aunque son también mínimas las obras críticas al respecto12.
      Teniendo en cuenta pues el lastre historiográfico de haber definido mal tanto terminología como objeto de estudio, nos encontramos con las dos obras que han conformado la crítica moderna sobre la historia literaria hispanofilipina: Estanislao B. Alinea, Historia analítica de la literatura filipinohispana (Desde 1566 hasta mediados de 1964), Ciudad de Quezon, Imprenta Los Filipinos, 1964; y Luis Mariñas, La literatura filipina en castellano, Madrid, Editora Nacional, 1974. A pesar del título tan general con el que ambas se anuncian, estas dos obras no dejan de ser un esbozo introductorio, con listas prolijas de autores, ideas generalistas, periodización rudimentaria y mínimos análisis de textos13. Como obras introductorias podrían haber valido pero, ante la falta de trabajos más sólidos, historiograficamente se han consolidado como canónicas. Lamentablemente, la escasa crítica allí operada se ha demostrado perjudicial para el desarrollo historiográfico, al consagrar y viciar lugares comunes y verdades asumidas.
      Luis Mariñas creará escuela entre los diplomáticos españoles en Filipinas, y dos obras más serán redactadas por embajadores destinados al archipiélago: Pedro Ortiz Armengol, Letras en Filipinas, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores de España, 1999; y Delfín Colomé, La caución más fuerte, Manila, Instituto Cervantes, 2000. Si valiosa resulta la obra de Armengol —al rastrear la presencia de Filipinas en la literatura española―14, elemental es la de Colomé, donde destaca al menos el gran hallazgo del título.
      Todas estas obras se caracterizan por estar escritas en un periodo en que la literatura filipina en español perdía su estatus de nacional para pasar a ser claramente una literatura marginal. La conciencia de estar recogiendo los restos de un naufragio determinará una posición condescendiente que elevará la elegía a ser argumento capital, tan capital que la crítica dejará de operar, y buscará cantar el De profundis cuanto más pronto mejor15. Habrá que esperar muchos años hasta volver a ver una obra que analice el conjunto de la literatura filipina en español, recuperándola y reivindicándola además en su periodo histórico más comprometido, desde la eliminación del español como lengua oficial filipina en 1987 hasta el 2010: Isaac Donoso & Andrea Gallo, Literatura hispanofilipina actual, Madrid, Verbum, 2011.16 La obra fue galardonada con el «I Premio Juan Andrés de Ensayo e Investigación en Ciencias Humanas» e hizo que después de muchos años la creación literaria filipina fuera reconocida en el ámbito hispanohablante.
      El resurgimiento de esta literatura se verifica igualmente con la consolidación de la «Colección Oriente» dirigida por Andrea Gallo, donde sólo se publican autores filipinos vivos17. Otra colección fundada recientemente publica por primera vez ediciones críticas y filológicas de «Clásicos Hispanofilipinos», iniciativa del Instituto Cervantes de Manila18. En fin, incluso en el ámbito estadounidense aparecen obras tan ambiciosas como la de Adam Lifshey, The Magellan Fallacy: Globalization and the Emergence of Asian and African Literature in Spanish, Ann Arbor, Universidad de Michigan Press, 2012, que se arrogan la invención del objeto de estudio (a través de varias estrategias, quizá la más recuperable la de señalar que la literatura hispanofilipina puede también analizarse desde las literaturas hispánicas de Estados Unidos, pues los autores filipinos desde 1901 a 1946 escriben bajo la bandera de las barras y las estrellas).
      En efecto, un episodio riquísimo de la crítica literaria filipina —prácticamente ignorado— es el desarrollado durante la llamada “Edad de Oro” coincidiendo con el periodo de dominación americana. Por ejemplo, Joaquín Pellicena Camacho escribió numerosos artículos y reseñas19, y a W. E. Retana hay que atribuir una obra crítica fundamental que influyó en los propios autores filipinos: De la evolución de la literatura castellana en Filipinas: los poetas. Apuntes críticos, en Nuestro Tiempo, enero de 1909, vol. IX, núm. 121, pp. 5-36 (edición limitada en tirada aparte: Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1909)20. Más conocida resulta la magna antología de Eduardo Martín de la Cámara, Parnaso Filipino. Antología de poetas del archipiélago magallánico, Barcelona, Maucci, 1922. Habiendo envejecido mucho mejor que el resto de obras, la antología de Martín de la Cámara es excepcional no sólo por la cantidad de autores y obras recogidas, sino también por incluir una extensa sección de poetas españoles afincados en Filipinas.
      Con la independencia filipina, la antología se afianzó como un género socorrido, sobre todo por la dispersión y disparidad de materiales, y la necesidad de crear un canon coherente que pudiera ser asumido fácilmente por las masas estudiantiles que pronto tuvieron que enfrentarse a la literatura filipina en español como materia obligatoria. En este sentido, se cuentan por docenas los libros de texto que incluyen obras en español y tratan de una manera más o menos directa el patrimonio literario filipino en lengua castella21. A estas antologías escolares habría que añadir las obras con fines más académicos, donde existe no sólo la recopilación sino también la edición y la traducción, sobre todo en la gran antología del cuento hispanofilipino realizada por Pilar Mariño, Philippine Short Stories in Spanish (1900-1941), Quezon City, Universidad de Filipina, 1989.22 Finalmente habría que señalar esas antologías extranjeras que se interesan por dar a conocer una literatura incomprensiblemente desconocida en el mundo hispanohablante23.
      Al margen de la antología, de la divulgación escolar y de las obras de Alinea y Mariñas, en los años de la tercera República surgen otros libros, a veces menos conocidos desafortunadamente (ya que su conocimiento hubiera evitado repetir errores). Sobre todo habría que destacar la obra del polígrafo Jaime C. de Veyra, “La Hispanidad en Filipinas”, en Guillermo Díaz-Plaja (dir.), Historia General de las Literaturas Hispánicas, Barcelona, Vergara, 1949, vol. V, pp. 509-525. Después de la obra de Retana, el texto de Veyra será el que más influencia ejercerá sobre el conocimiento de la literatura hispanofilipina en España24.
      También sería reseñable el manual en inglés de Teófilo del Castillo y Tuazon & Buenaventura S. Medina, Jr., Philippine Literature. From Ancient Times to the Present, Manila, Philippine Graphic Arts, 2002 (1974)25. Para nosotros se trata de la obra historiográfica que mejor ha sabido entender la personalidad multilingüe de la literatura filipina, sin etiquetas extrañas, sin divisiones arbitrarias, y tomando el objeto de estudio como un todo. Dada la extensión de la materia que trata, a veces son demasiado recurrentes las listas de autores y obras, pero aun así es una obra que puede ofrecer todavía multitud de información valiosa, sobre todo en lo que se refiere a comienzos del siglo XX.
      En tercer lugar, el Centro Cultural de Filipinas publicó a comienzos de los noventa unos cuadernos con ediciones en español que, por su rigor, diseño y autoría, son guías valiosas para iniciarse en la cultura filipina26. Por último, ante los cambios drásticos en la política cultural del país a partir de 1987, el ejercicio crítico quedó supeditado a trabajos finales de grado, máster o doctorado, y textos en inglés aparecidos esporádicamente27. Hay que destacar igualmente el papel continuado que ha tenido desde 1997 la Revista Filipina. Revista de lengua y literatura hispanofilipina la cual, de forma ininterrumpida, ha servido y sirve como el órgano de expresión filipina en español, reseña de filipiniana y biblioteca de textos y estudios.
      En cuanto al teatro y las artes escénicas, la obra clásica sigue siendo la de W. E. Retana, Noticias histórico-bibliográficas del teatro en Filipinas desde sus orígenes hasta 1898, Madrid, Victoriano Suárez, 1909. A diferencia de Vicente Barrantes, quien trata y maltrata el teatro tagalo28, Retana hace un estudio exhaustivo de todas las formas teatrales en Filipinas, también de las obras en lengua española. Sin embargo no existe un libro que hable del teatro estrictamente español en Filipinas, aunque todas las obras lo reflejen de algún modo como origen de los géneros vernáculos: comedia o moro-moro, zarzuela y cenáculo29. En cuanto al teatro contemporáneo, también está por escribir la historia del «Nuevo Teatro Fil-Hispánico»30, las representaciones en español y el impacto de las obras de dramaturgos filipinos contemporáneos31.
      Por último, es necesario tratar el tema por excelencia de la literatura filipina en español, materia que ha acabado constituyendo un campo bibliográfico independiente: la rizaliana. En efecto, la relación de los estudios, mayores y menores, sobre la vida y obra de José Rizal, podría llegar a ocupar un volumen enciclopédico32. Gracias a la labor en 1961 de la Comisión Nacional del Centenario de José Rizal (CNCJR), muchos de sus textos secundarios, dispersos e inéditos fueron correctamente recopilados y editados por un grupo de expertos filipinos, culminando en varios volúmenes que son a día de hoy un tesoro en cualquier biblioteca filipina33. No obstante, después de prácticamente medio siglo desde su realización, resulta obvia la necesidad de revisar y reeditar los textos atendiendo a los originales, dado que la gran mayoría pueden ser consultados en la Biblioteca Nacional de Filipinas.
      El año 2011 se celebró el sesquicentenario del nacimiento de héroe nacional filipino, durante el cual publicamos la primera edición crítica de su novela Noli me tangere, obra cumbre de la literatura filipina que hasta el momento sólo contaba en el país con ediciones facsímiles o traducciones34. Junto a la edición de sus novelas inéditas y principales ensayos publicados un año después35, la restauración filológica de la obra de José Rizal debe preludiar un movimiento de resurgimiento que sitúe la literatura filipina en español en el lugar de centralidad que le corresponde dentro de las Letras en Filipinas.


Literatura filipina en filipino
      Por «Literatura filipina en filipino» se entiende la literatura escrita en el idioma nacional (wikang pambansa) creado por iniciativa de Manuel L. Quezon en 1935, denominado primero pilipino (con carácter purista, tagalista y excluyente de influencias tanto españolas como inglesas) y, a partir de 1987, filipino (con carácter sincrético, basado en todas las lenguas vernáculas, y con préstamos de español e inglés)36. Dado que al final wikang pambansa ha acabado constituyendo la formalización del habla de Manila, en esta tradición literaria habría que incluir la producción en tagalo que, por otro lado, ha tenido siempre vocación de ámbito nacional.
      En efecto, influenciada por la tradición hispánica, la literatura vernácula formalizó una serie de géneros que se reproducirán hasta prácticamente comienzos del siglo XX: en poesía, la introducción del Romancero hispánico y su adaptación en lenguas vernáculas a través de las formas poéticas conocidas como awit y corrido; en teatro, los dramas de capa y espada y la tradición de moros y cristianos, a través de la komedya o moro-moro; en prosa, la primera novela en lengua tagala, Baarlan at Josaphat en 1712, traducción de la misma en español por Baltasar de Santa Cruz en 1692, que eclosionará con el Realismo en una profusión novelística a comienzos del siglo XX. Se trata así de una literatura, en origen oral y popular que, a través de los siglos, se formalizará constituyendo el clasicismo tagalo, y repercutiendo en el resto de tradiciones vernáculas del archipiélago.
      Por consiguiente, no sólo el Renacimiento y el Barroco hispánicos generaron una creación literaria inusitada en el contexto asiático en lengua española, sino que influyeron irreversiblemente en la literatura vernácula en lenguas autóctonas, hasta el grado de que prácticamente todos sus géneros literarios son producto de una aculturación de base hispánica: novena, cenáculo, loa, comedia, zarzuela, pasión, corrido, etc37. Primero los ladinos filipinos que comprendían tanto latín como español y, a partir del siglo XIX, los incipientes ilustrados que formalizan los géneros en origen hispánicos como tradición autóctona, culminan la consolidación cultural de una literatura asiática en clave hispánica. Dos libros han sido capitales para explicar este proceso: Bienvenido L. Lumbera, Tagalog Poetry 1570-1898. Tradition and Influences in its Development, Quezon City, Ateneo de Manila, 1986; y Vicente L. Rafael, Contracting Colonialism. Translation and Christian Conversion in Tagalog Society under Early Spanish Rule, Quezon City, Ateneo de Manila, 1988. El último peldaño será la creación de una épica popular desde el modelo de vida y muerte de Jesús, esto es, la pasión de Cristo como narración revolucionaria, episodio que será magistralmente explicado en el libro de Reynaldo C. Ileto, Pasyon and Revolution: Popular Movements in the Philippines, 1840-1910, Quezon City, Ateneo de Manila, 1979.
      La poesía filipina prehispánica ―de tradición oral, aunque también susceptible de ser escrita al conocerse al menos dos sistemas escriturarios antes de la llegada de los españoles38―, será descrita hasta el grado de la poética, especialmente en los tratados de Gaspar de San Agustín y Francisco Bencuchillo. Virgilio Almario ha recopilado, estudiado y traducido los originales españoles de las cuatro poéticas tagalas clásicas en Poetikang Tagalog: mga unang pagsusuri sa sining ng pagtulang Tagalog. Fray Gaspar de San Agustín, Fray Francisco Bencuchillo, José P. Rizal, Lope K. Santos, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1996.
      Una obra surgida también en los tumultuosas años finales de la década de los ochenta es la magna empresa de Damiana L. Eugenio, Awit and Corrido. Philippine Metrical Romances, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1987. Se trata de una obra descomunal, en la que se recopilan prácticamente todos los romances filipinos con versiones escritas y se realiza un análisis exhaustivo de cada uno de ellos. Por otro lado, traducción al ingles de cinco romances se publicó en el volumen realizado por varios autores para la Anthology of Asean Literatures, Philippine Metrical Romances, Manila, Nalandangan, 1985.
      Fundamental en términos históricos es la traducción que el polígrafo Epifanio de los Santos hizo del considerado romance nacional filipino, Florante at Laura, obra de Francisco Baltazar, conocido como Balagtás (1788-1862): Vida de Florante y Laura en el Reino de Albania, deducida de la historia o crónica pintoresca de las gestas del antiguo Imperio Heleno y versificada por un amante de la Poesía Tagala, [s.l], [s.n], 1925.39 En el mismo orden de cosas se puede señala el primer intento riguroso por sintetizar la historia de la literatura tagala, realizado por el mismo autor, Literatura tagala: conferencia leída en el Liceo de Manila ante el “Samahan ng mananagálog”, Madrid, Est. tip de Fortanet, 1909.
      A partir de la obra pionera de Epifanio de los Santos (personaje prácticamente desconocido en nuestros días, aunque la principal arteria de Manila lleve su nombre), se entienden las posteriores historias, como la de Eufronio M. Alip, Tagalog Literature: A Historico-critical Study, Manila, Universidad de Santo Tomás, 1930. Lo curioso será la enorme politización del tema al erigirse paulatinamente el tagalo como lengua nacional, y la substitución del español por el tagalo como lengua del nacionalismo. Lo cierto es que durante el periodo norteamericano la novela en tagalo adquirirá completa madurez ―en paralelo con la novela en español―40, y se abandonará el medievalismo del romance a lo Balagtás para edificar un Modernismo al servicio del nacionalismo41.
      Durante la segunda mitad del siglo XX habrá que destacar, por el peso de sus autores y las diferentes aproximaciones al objeto, tres obras: A Preface to Pilipino Literature, Manila, Alemar-Phoenix, 1971, desde el marxismo de E. San Juan; Salimbibig: Philippine Vernacular Literature, Quezon City, Ateneo de Manila, 1980, por el jesuita Joseph A. Galdon; y Philippine literature: A History & Anthology, Manila, National Book Store, 1982, desde el comparatismo de cuño nacionalista de Bienvenido Lumbera & Cynthia Nograles Lumbera. Como puede verse, se hace historia de la literatura tagala, de la literatura filipina, o de la literatura en lengua filipina, empleando el inglés. Ésta será la tónica general a lo largo del siglo: hacer crítica literaria de la creación en tagalo o filipino empleando el inglés, certificando en consecuencia la situación diglósica de sometimiento de la lengua vernácula. Escasos serán los intentos de hacer una crítica rigurosa en filipino42.
      Junto al problema de la lengua y la enorme politización del tema, el otro principal obstáculo que encontrará la literatura en filipino (tagalo) será la de querer erigirse como la única tradición legítimamente filipina, obviando o ignorando otras tradiciones y afectando de ese modo al canon que se aprenderá en las escuelas. De hecho, mientras las obras académicas historiográficas se escriben en inglés, las antologías y manuales escolares suelen estarlo en filipino, siendo numerosas las obras que llevan por título Panitikan, “Literatura”. Nos encontramos así frente a una disyuntiva popularista de literatura vernácula para consumo escolar, y una literatura en filipino que acaba siendo explicada académicamente en inglés.
      Finalmente sobre el teatro clásico filipino, son indispensables todos los trabajos de Nicanor G. Tiongson, crítico que no ha desmayado al escribir en filipino obras decisivas para la historiografía: Kasaysayan at estetika ng sinakulo at ibang dulang panrelihiyon sa Malolos: kalakip ang orihinal, partitura; mga larawan ng pagtatanghal, Quezon City, Ateneo de Manila, 1975; Kasaysayan ng Komedya sa Pilipinas: 1772-1982, Manila, Universidad de la Salle, 1982; Komedya, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1999; Sinakulo, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1999. Doreen G. Fernández, siendo igualmente una personalidad en la historia de la crítica filipina, ha preferido el inglés: Palabas: Essays on Philippine Theater History, Quezon City, Ateneo de Manila, 1996. No se puede cerrar este capítulo sin señalar el volumen especial aparecido en Philippine Humanities Review, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2009-2010, vol. 11-12, recopilando los artículos de los magnos festivales de Komedya y Sarsuwela celebrados en la Universidad de Filipinas bajo la organización de Virgilio Almario.


Literatura filipina en inglés
      La «Literatura filipina en inglés»43 es la desarrollada en el archipiélago por la imposición a partir de 1898 de un sistema singular de ingeniería escolar en lengua inglesa por medio de centenares de profesores estadounidenses44. La consigna era tabula rasa: “A people that had got as far as Baudelaire in one language was being returned to the ABC’s of another language45. El fenómeno creó, en primer lugar, una literatura imitativa, de naturaleza principalmente escolar y artificial46.
      Sin embargo, después de 1945 y gracias al triunfo del inglés en la Filipinas postamericana y postcolonial, la extensión y preponderancia de esta lengua para el ámbito culto hará que muy pronto sea considerada como la herramienta para crear una literatura de ámbito nacional, en paralelo a la sustitución generacional de los hablantes de español. En esta operación tendrá capital importancia la aparición de dos obras: la recopilación bibliográfica de Leopoldo Yabes, Philippine Literature in English: 1898-1957. A Bibliographical Survey, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1958; y sobre todo la definición del objeto de estudio por Miguel A. Bernad S. J., Philippine Literature: A Twofold Renaissance, Manila, Bookmark, 1963.47 La operación del padre Bernad, si bien reconocía el legado de la literatura en español, también daba por fenecido el ciclo hispánico, para dar paso una literatura de expresión inglesa con la consigna de “renacimiento” literario48.
      En este momento es cuando surge la obra de los tres principales críticos de la literatura filipina en inglés: Epifanio San Juan, Jr.49, Gémino H. Abad50, y Leonard Casper51. Junto a ellos, numerosos textos aparecen con el fin de recapitular, antologar o estudiar un aspecto de una literatura que empezaba a ser notable en cantidad, ansiaba la calidad, pero que, en cualquier caso, había logrado imponer el inglés como lengua del debate crítico52. Serán también esenciales las contribuciones que manifiesten el dinamismo y la capacidad de la literatura en inglés para agitar el mundo literario filipino, frente a la clara desintegración de la literatura en español y las tensiones de la literatura en filipino53. Finalmente hay que señalar una nueva crítica que, una vez realizado el trabajo de recopilación y aproximación formalista, se cuestiona la propia realidad de una expresión literaria desarraigada, tanto en suelo filipino como en la diáspora norteamericana54.


Literatura filipina en lenguas regionales
      Por «Literatura filipina en lenguas regionales» se entiende la creación literaria en una de las numerosas lenguas autóctonas del archipiélago, bien sean de ámbito supraregional (bisaya, ilocano, bicolano, pampango, pangasinense, ilongo, waray-waray, tausug, maranao, maguindanao y chabacano), regional (ibatán, ibanag, palawano, calamiano, subanon, manobo, sama, etc.), o local (aeta, kinaray-a, mangyán, kalinga, ifugao, ibalói, gaddang, tboli, batak, etc.). La principal problemática que tienen estas literaturas es la de su marginalidad, agudizada más en unas que en otras, pero todas sufriendo de falta de medios de difusión, reconocimiento y apoyo públicos, y en muchos casos falta de los mínimos elementos lingüísticos de normalización y normativización. En este escenario es donde se encuentra también en la actualidad la literatura filipina en español, en el espectro de las numerosas literaturas marginadas y condenadas a la diglosia por la preponderancia del inglés como lengua culta y del filipino como lengua nacional.
      Otra de las problemáticas de estas literaturas es la de constituir principalmente un conjunto de tradiciones orales, epopeyas, narraciones épicas, proverbios, adivinanzas, mitos y leyendas, magistralmente recopilados sin embargo por la monumental e imprescindible obra de Damiana L. Eugenio, en ocho volúmenes: Philippine Folk Literature Series: An Anthology (I); The Myths (II); The Legends (III); The Folktales (IV); The Riddles (V); The Proverbs  (VI); The Folk Songs (VII); The Epics (VIII), Quezon City, Universidad de Filipinas, 1981-2001. Se trata de una colección muy bien planificada que responde a un programa, el de hacer accesible en una lengua común el patrimonio de las diferentes comunidades etnolingüísticas. El problema de esta empresa es que, a través de la traducción, y en muchas ocasiones de ofrecer únicamente la traducción, el texto original se desvanece, con la consecuente distorsión de lo que verdaderamente es el objeto lingüístico y literario55.
      Con la hispanización del archipiélago, por medio de artes y vocabularios se desarrollaron tradiciones escritas: romances, comedias, sermones, pasiones, loas y doctrinas. Para finales del siglo XIX, muchas literaturas contaban con una incipiente tradición culta, que eclosionó definitivamente en el siglo XX con obras historiográficas particulares de las principales literaturas: cebuana56, bicolana57, pampanga58, ilocana59, ilonga60, waray,61 y chabacana62.
      Se han intentado llevar las literaturas regionales al ámbito de la nación63, con el objetivo de llegar algún día a estar en condiciones de componer un canon literario que, desde las obras regionales, estableciera el patrimonio nacional. Sin embargo, el laissez faire no ha ido mucho más allá de los mismos resultados acontecidos con la construcción de la lengua nacional, como suma de todas las lenguas filipinas. A lo máximo que se ha llegado hasta el momento es a redactar obras misceláneas donde se incluyen de forma miscelánea secciones de literaturas regionales para las enseñanzas primaria y secundaria64.
      Finalmente, se trata de literaturas con escasas posibilidades de difusión, al existir tan sólo semanarios divulgativos para las principales lenguas (Liwayway para tagalo, Bannawag para ilocano, Bisaya, e Hiligaynon), y prácticamente nada para el resto de lenguas65. Aún así, las literaturas regionales están en proceso de expansión y son cada vez más numerosas las publicaciones e incluso los premios literarios, como el «Premio Tomás Arejola para sa Literaturang Bikolnon»66.


Otras literaturas filipinas
      El cuadro de las literaturas filipinas lo completan las obras generadas por influencia de las dos grandes civilizaciones asiáticas que se habían expandido en la región antes del proceso de hispanización, y que perdurarán y se adaptarán de forma secular: la cultura islámica y la cultura china. En efecto, ambas tradiciones, si no han llegado a influir en la totalidad del archipiélago, sí han conseguido naturalizarse a través de estructuras sincréticas totalmente consolidadas.
      Por «Literatura islámica filipina» se entiende la literatura de naturaleza islámica del archipiélago, el material que específicamente reproduce un mensaje religioso islámico, compuesto por documentación en aljamiado ŷāwī, sermones (juṭba), libros teológicos o místicos (kitāb), genealogías (silsila), y obras de ficción con contenido islámico67. En este sentido, la literatura propiamente de los grupos etnolingüísticos islamizados en el archipiélago no tiene por qué ser de contenido islámico. Más bien al contrario, mucha de esta literatura y tradiciones orales suelen reflejar un mundo preislámico. Así, el estudio de la literatura de las comunidades islámicas en Filipinas se ha desarrollado como el resto de literaturas regionales, hablando por consiguiente de “literatura tausug”, “literatura maguindanao”, “literatura maranao”, etc.68. De forma general y en extensión, también podría llamarse «Literatura mora», en virtud de que a la comunidad islámica filipina se le conoce genéricamente con el concepto de “moros”69.
      En cuanto a la «Literatura china filipina» ―del mismo modo que sucede con la literatura islámica, donde no hay prácticamente nada en lengua árabe70―, por “literatura china” no hay que entender la literatura escrita en lengua china, sino la literatura escrita por filipinos de origen étnico chino. Dado que se trata de filipinos, su lengua de expresión no será diferente al devenir natural del país, esto es: empleando español, inglés o tagalo como principales medios, según las circunstancias históricas. Lo curioso en este caso es que esta literatura se inició en chino71, siguió en español e inglés, y en la actualidad empiezan a ser reseñables de nuevo las obras filipinas en chino72. Es decir, durante el periodo español la identidad étnica china se subsumía en el conjunto filipino, mientras que en nuestros días se pone de relieve el hecho diferencial, primero con el desarrollo notable de una literatura china filipina de expresión inglesa y, como hemos mencionado, con la proliferación de obras en lengua china73. Sin embargo, no existe todavía una obra crítica, coherente y global que pueda explicar la singularidad de esta literatura, desde los sangleyes a la actualidad.

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1  Es materia capital para reubicar el objeto de estudio, y sobre la que hemos tratado en numerosas ocasiones en los últimos años: “La formación de la historiografía literaria filipina”, en Perro Berde, 2010, núm 1, pp. 107-111; “Intracomparatismo literario: El paradigma filipino”, en Pedro Aullón de Haro (ed.), Metodologías comparatistas y Literatura comparada, Madrid, Dykinson, 2012, pp.527-533; “Cuestiones de historiografía literaria filipina”, en Revista Filipina, verano 2013, vol. 1, núm. 1; “Ensayo historiográfico de las letras en Filipinas”, en Transmodernity. Journal of Peripheral Cultural Production of the Luso-Hispanic World, 2014, vol. 4, num. 1, pp. 8-23; “Historiografía comparatista de las Letras Filipinas”, en Pedro Aullón de Haro (ed.), Historiografía y teoría de la historia del pensamiento, la literatura y el arte, Madrid, Dykinson, 2015, pp. 689-706; “La relatividad de lo Clásico en la literatura: los casos árabe y filipino”, en Pedro Aullón de Haro y Emilio Crespo (eds.), La idea de lo Clásico, Madrid, Instituto Juan Andrés de Comparatística y Globalización y Fundación Pastor de Estudios Clásicos, 2017, pp. 237-250. Presentamos aquí la versión más elaborada en fichas bibliográficas del texto publicado en 2015.
2  Nuestra traducción desde el filipino de Zeus A. Salazar, “Ang Pantayong Pananaw Bilang Diskursong Pangkabihasnan”, en Atoy Navarro, Mary Jane Rodríguez y Vicente Villan (eds.), Pantayong Pananaw: Ugat at Kabuluhan. Pambungad sa Pag-aaral ng Bagong Kasaysayan, Quezon City, Palimbagan ng Lahi, 2000, p. 99. Traducción completa del artículo en “Pantayon Pananaw como discurso civilizacional”, Cuaderno Internacional de Estudios Humanísticos y Lingüística (CIEHL), 2009, vol. 13, pp. 131-143.
3  En efecto, ¿cómo se puede hablar de literatura nacional, e incluso nacionalista filipina, si el concepto que se tiene en mente no es Filipinas?: “Me sorprende si en el debate sobre la identidad original de los filipinos no hay un inconfesado deseo de volver a la posición fetal, un deseo, debería decir, de reducirnos y asumir la más anodina identidad de un niño. Las tribus paganas llamarían a tal deseo un acto vergonzoso; los cristianos lo calificarían como el pecado frente a los malos espíritus; pero ciertos militantes de nuestros días lo llamarían nacionalismo, cuando es precisamente lo más opuesto al nacionalismo. Nacionalismo es un complejo y avanzado estadio del desarrollo político de un pueblo, algo que ocurre tarde en la historia, y sólo después de superar el estadio clánico y tribal. Por tanto, ¿cómo podemos decir que somos nacionalistas si pretendemos recuperar una identidad anterior a 1521, siendo ésta una identidad clánica, tribal? Para restablecer nuestra identidad anterior a 1521, deberíamos abolir primero esta nación llamada Filipinas”, nuestra traducción de Nick Joaquín, Culture and History. Occasional Notes on the Process of Philippine Becoming, Manila, Solar Publishing Corporation, 1989, p. 245.
4  Incluso Zeus Salazar —fundador de la nueva historiografía filipina— admite que la construcción nacional filipina se hizo en lengua española: “Antes de la venida de los españoles en el siglo XVI, no había un pantayong pananaw (perspectiva autónoma) uniforme al conjunto de los grupos etnolingüísticos del conjunto del archipiélago Filipino, a pesar de su parentesco racial y kalinangan (cultural). La nación filipina no existía tal y como la entendemos hoy en día, y ciertamente no cubría al conjunto de pueblos que hoy se describen bajo el término “filipino”. La nación filipina fue hecha únicamente en la segunda mitad del siglo XIX, como fruto del esfuerzo realizado por la élite del sistema colonial español, expuesta a la cultura occidental que se transformó a través de la lengua española y la cultura hispánica. Llamo a la élite «grupo aculturado de población» por tales motivos”, nuestra traducción desde el filipino de Zeus A. Salazar, ob. cit., p. 87. Seguimos nuestra traducción de 2009.
5  Traducción nuestra desde el inglés, en Cirilo F. Bautista, “Some Thoughts of this matter of National Literature”, en Elmer A. Ordóñez (ed.), Many Voices: Towards a National Literature, Manila, National Commission for Culture and the Arts, 1995, p. 10. “Lo que es necesario es una lectura ‘archipelágica’ —para usar una metáfora de la geografía del país— donde las diferentes literaturas filipinas, la escrita en español incluida, sean leídas como parte de un gran corpus conectado con una historia común, aunque articulado en diferentes lenguas”, en Wystan de la Peña, “¿Dónde se encuentran las Letras Fil-Hispánicas en el canon de los estudios literarios filipinos”, en Perro Berde, 2009, núm. 00, p. 79.
6  “Intracomparatismo: El paradigma filipino”, loc. cit.
7  Peor sería incluso emplear el par “hispano-filipino”, haciendo exógeno lo hispánico al sema “filipino”. La historiografía de la problemática conceptual puede verse en Andrea Gallo, “Contemporary Hispanophilippine Literature”, en I. Donoso (ed.), More Hispanic than We Admit. Insights into Philippine Cultural History, Quezon City, Vibal Foundation, 2008, pp. 377-379; I. Donoso y A. Gallo, Literatura hispanofilipina actual, Madrid, Verbum, 2011, pp. 13-15; y A. Gallo, “El sino actual de la literatura filipina en español”, en I. Donoso, Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2013, pp. 529-549.
8  Su origen hay que situarlo en la obra de Estanislao Alinea, quien señala: “Se debe de llamar FILIPINOHISPANA (con la palabra ‘FILIPINO’ antes del vocablo ‘HISPANA’) y no HISPANOFILIPINA o mucho menos ESPAÑOLA porque se refiere a las obras literarias escritas y publicadas por los escritores y literatos o filipinos (o españoles que se consideraron filipinos a sí mismos) en el país”, en Historia analítica de la literatura filipinohispana (Desde 1566 hasta mediados de 1964) Ciudad de Quezon, Imprenta Los Filipinos, 1964, pp. xiii-xiv. Es posible que testimonios del concepto aparecieran anteriormente, pero es desde la consigna de Alinea cuando de “filipinohispana” se consolida “fil-hispana”.
9  En Filipinas el Departamento de Lenguas Europeas de la Universidad de Filipinas ha logrado establecer los tres ciclos de enseñanza en español, con un doctorado especializado en Literatura filipina en español, crear un órgano académico —Linguae et Litterae (revista hoy extinta), y erigirse en promotor del español en el ámbito académico filipino: “Today, unforgettable personally for me because of the meaning of this ceremony we are holding, I would like to share with you the little-known story of how the University of the Philippines (U.P.) has taken up the cudgels for Spanish, of Hispanic culture and of the Fil-hispanic identity; in other words, how an educational institution established in 1908 by the Americans to, among other things, propagate English as part of their colonization strategy, became the bulwark of the very same language which had been eyed for marginalization”, en Wystan de la Peña, “The University of the Philippines in Defense of Spanish”, en Linguae et Litterae, 2008, núm. VI, pp. 6-17. Sin embargo creemos que el empleo del concepto “fil-hispánico” va en detrimento del propio fin, al segregar en Filipinas lo hispánico de lo no hispánico, y considerar una identidad “fil-hispánica” que obviamente debe oponerse a otra identidad filipina no hispánica, cuando la construcción civil y nacional filipina es fruto de la hispanización, como hemos visto en las citas de Nick Joaquín y Zeus Salazar, autoridades filipinas en lenguas inglesa y tagala, y ahora vemos en la cita de uno de los principales antropólogos filipinos, Fernando Ziálcita: “The Spanish period if often dismissed today as ‘the colonial period.’ In fact is more than that. During this period, civil culture, in this case the Western, finally plunged deep roots in the lowland, coastal settlements of Luzon and Visayas. The Spanish period thus plays a role in Filipino culture far different from that of the Dutch period in Java or the French period in Vietnam. In the latter two, pre-Western civil cultures were already large, ancient trees at Western contact in the sixteenth century […] Questions can be raised about how urban pre-1571 Manila and Tondo were, but not about Intramuros de Manila […] Under Spain, an all-inclusive moral system, Catholic Christianity, spread. This was accompanied by an abstract, speculative system of thought, Scholasticism that was transmitted via an exact script, stored in libraries, and taught by professional thinkers. Starting in the nineteenth century, a skeptical Rationalism deriving from the Enlightenment gained ground”, en Fernando Ziálcita, Authentic Though not Exotic. Essays on Filipino Identity, Quezon City, Ateneo de Manila, 2005, p. 168. En resumen, una literatura “fil-hispánica” así planteada siempre acaba teniendo que justificarse, como vemos en Ma. Elinora Peralta-Imson, “Philippine Literature: Spanish Evolving a Nacional Literature”, Linguae et Litterae, 1997, núm. II, pp. 1-19.
10  El origen de esta mutilación hay que buscarlo igualmente en Alinea, quien dedica dos páginas y media en su libro de 178 para resumir más de dos siglos en lo que llama “El periodo de aprendizaje y preparación”.
11  Tratamos del Renacimiento, el Barroco y la Ilustración en Filipinas, en los siguientes textos: “El Renacimiento europeo en la formación de la literatura clásica de Filipinas”, eHumanista. Journal of Iberian Studies, 2011, vol. 19, pp. 407-425; “La literatura filipina en español durante la era barroca”, Humanities Diliman, enero-junio 2016, vol. 13, núm. 1, pp. 23-61; y “La Ilustración en Filipinas”, en Araceli García Martín (ed.), La Ilustración Hispánica: mestiza y universal, Madrid, AECID, 2018, pp. 92-111.
12  Sobre todo destaca la tesis doctoral y las obras de Ruth de Llobet, en especial: “El poeta, el regidor y la amante: Manila y la emergencia de una identidad criolla filipina”, en Istor: revista de historia internacional, 2009, vol. X, núm. 38, pp. 65-92. Véase para la parte histórica Clarito Nolasco, «The Creoles in Spanish Philippines», en Far Eastern University Journal, 1970, vol. XV.
13  Cecilia Q. Cañiza, “Introducciones a la literatura filipina en español: Análisis de las obras de Estanislao Alinea, Luis Mariñas y Delfín Colomé”, en Revista Filipina, 2012-2013, vol. XVI, núm. 3.
14  Diferente operación será la realizada por Beatriz Álvarez Tardío, “La Literatura Hispano-Filipina en la Formación del Canon Literario en Lengua Española”, en Linguae et Litterae, 2008, pp. 62-79.
15  El certificado de defunción se establecerá primero en 1987, con el paso de los años se trasladará sin mayor consideración a 1945.
16  Existe segunda edición: Madrid, Instituto Juan Andrés, 2018.
17  Se han publicado hasta el momento cinco obras: Daisy López, En la línea del horizonte; Edmundo Farolán, Hexalogía teatral; Guillermo Gómez Rivera, Con címbalos de caña; Macario Ofilada, Abad de Dios; y Guillermo Gómez Rivera, La Nueva Babilonia.
18  Hasta el momento se han publicado cuatro obras: Adelina Gurrea, Cuentos de Juana. Narraciones malayas de las Islas Filipinas, 2009; Jesús Balmori, Los pájaros de fuego, 2010; Antonio Abad, El Campeón, 2013; y Enrique K. Laygo, Relatos, 2015. Diferente propósito y características posee la publicación del «Fondo Alfredo S. Veloso» por parte de su viuda, Estela Robles, colección denominada «Fil-Hispanic Classics Series» con fines divulgativos y que aparece bajo el sello Old Gold Publishing. Hasta el momento han aparecido: José Palma, Melancólicas, 2010; y Retorn from Oblivion. Selected Poems to José Rizal, 2010. Para un estudio de las colecciones literarias hispanofilipinas véase nuestro trabajo “El español como medio de expresión en la Filipinas actual”, en I. Donoso (ed.), ob. cit., 2013, pp. 551-572.
19  Muchas veces Joaquín Pellicena escribió bajo el pseudónimo de “Francisco Quintero”, como en “Apuntes bibliográficos: Melancólicas, por José Palma.—Manila, 1912”, en Cultura Filipina, 1912, vol. 1, num. III, pp. 253-254. Está todavía por hacer un estudio detallado de este personaje y su obra, junto a Retana, los primeros críticos de la literatura filipina moderna.
20  Publicamos edición del texto con estudio introductorio en: “Retana y la crítica al Modernismo: De la evolución de la literatura castellana en Filipinas [1909]”, en Revista Filipina, 2008, vol. XII, núm. 1 (2008). Existe también documento de trabajo con las notas textuales, realizado por el equipo del Instituto Juan Andrés para la Biblioteca Humanismo-Europa: < HYPERLINK "https://humanismoeuropa.org/asia-filipinismo-americanismo/filipinismo-textos/"https://humanismoeuropa.org/asia-filipinismo-americanismo/filipinismo-textos/>. El estudio de la crítica al Modernismo lo realizamos fundamentalmente en la introducción a la edición de Jesús Balmori, Los pájaros de fuego, Manila, Instituto Cervantes, 2010, pp. Ix-xciii; y “Crónica de Filipinas en la obra de Zoilo Hilario”, en Kritika Kultura, Universidad Ateneo de Manila, 2012, vol. 20, pp. 205-231.Véanse también Beatriz Álvarez, “Un bizarro poema de granito al infinito”. Modernismo and Nation-building in Philippine Poetry in Spanish”, en Unitas, 2019, vol. 92, núm. 1, pp. 167-199; y Miguel Ángel Feria Vázquez, “El modernismo hispanofilipino ante la crítica española (1904-1924)”, en Revista de crítica literaria latinoamericana, 2018, núm. 88, pp. 241-266. Estudios de la perspectiva filipina pueden verse por ejemplo en la edición de Antonio Molina a la poesía de Lorenzo Pérez Tuells, La vuelta de Don Quijote: poesías, Manila, Universidad de Santo Tomás, 1973; en Reynaldo D. Coronel Jr., Los elementos del Modernismo en la lírica de Jesús Balmori, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1986 [tesis masteral inédita]; y también en varios de los trabajos de Erwin Thaddeus Bautista.
Retana también redactó una columna regular para El Renacimiento desde enero de 1909 con título «Para Inter Nos», en la que trata sobre todo de la crisis de la literatura filipina en castellano. La recopilación de los artículos daría un delicioso texto. Finalmente, muchas de las noticias que llegaron a España de la literatura hispanofilipina lo hicieron desde Retana, de modo que su pesimismo se extendió influyendo en los eruditos españoles interesados por conocer noticias filipinas después del 98.
21  La obra más sólida en este sentido es Por la Patria. Discursos de Malolos y Poesías Filipinas en Español, Manila, Departamento de Educación, 1ª ed., 1959 (119 pp.), 3ª ed. revisada y aumentada 1963 (228 pp.). El prolífico escritor Remigio S. Jocson publicó coetáneamente su propia antología con vocabulario y notas (en competencia con la oficial del Departamento de Educación que no contenía más que textos, fotos y escuetas biografías): Florilegio Hispanofilipino (con los Discursos de Malolos), Manila, Manlapaz, 1961. A partir de aquí señalamos, a título de ejemplo, varios de los numerosos libros de texto aparecidos en estas décadas y que trataban directamente de literatura hispanofilipina: R. S. Jocson, Practical Exercices in Spanish, Quezon City, Mamlapaz Publishing, 1965; Rosa Reyes Soriano, Cultura hispano-filipina: Breve historia de la literatura hispanofilipina, Manila, Nueva Era Press, 1965; AA. VV., Héroes filipinos y escritores filipinos en castellano, Iloílo, Universidad de San Agustín, 1968; AA. VV., Llamas de nacionalismo. A textbook for Spanish 4-N consisting of selected patriotic topics to enhance totally our love for country and encourage appreciation of its culture and traditions, Quezon City, Reliable Publishing House, 1978; Edmundo Farolán, Literatura filipino-hispana: una breve antología, [s.l.], [s.n.], 1980; Mariano Marzán Balmadres, Aula de la Fama (Hall of Fame), La Trinidad, Solid Offset Press, 1983; Guillermo Gómez Rivera et al., La literatura filipina y su relación al nacionalismo filipino. Texto para español, Manila, [s.n.], 1984; Guillermo Gómez Rivera, “Comienzos de la literatura filipina”, en Español para todo el mundo 2, Manila, [s.n.], 1996, pp. 175-206. Éste último es una recopilación con estudio biográfico y ejercicios de varios autores y poemas ladinos que, salvo excepciones muy conocidas, son de apócrifa procedencia, fruto del quehacer gomezriveriano. Todo ello nos indica que la enseñanza de esta literatura había cambiado mucho con los años, quizá demasiado y de forma irreversible, desde la auctoritas como doctrina nacional de los héroes de la patria, hasta el solipsismo y la irrelevancia.
22  Una obra menos ambiciosa pero igualmente válida es la recopilación y traducción de siete cuentos, esta vez al filipino, por Magdalena C. Sayas, Cuento/ Kwento. Pinili at isinalin sa Filipino, Manila, Universidad de la Salle, 1997.
23  Éste sería el caso de Jaime B. Rosa, Lo último de Filipinas. Antología poética, Madrid, Huerga & Fierro, 2001, obra manufacturada con demasiada celeridad sin atender a los requisitos mínimos de lo que una antología debería de ser, sobre todo en la parte de textos castellanos. Al menos tiene el mérito de haber traducido al español poesía filipina actual en filipino e inglés. Una antología de cuentos clásicos filipinos, magníficamente elaborada, es la de Manuel García Castellón, Estampas y cuentos de la Filipinas hispánica, Madrid, Clan, 2001; y de cuentos contemporáneos la de Edmundo Farolán & Paulina Constancia, Cuentos Hispanofilipinos, Quezon City, Central Books, 2009. Finalmente, hay que destacar la pequeña pero elegante antología mexicana de Pablo Laslo & Raúl Guerrero Montemayor, Breve antología de la Poesía Filipina (poetas de habla española), estudio preliminar de Luis G. Miranda, México, B. Costa Amic, 1966.
24  Apareció en tirada aparte en La Hispanidad en Filipinas, Madrid, Publicaciones del Círculo Filipino, 1961.
25  Una versión inicial en Teofilo del Castillo y Tuazon, A Brief History of Philippine Literature, Manila, Progressive Schoolbooks, 1937.
26  Tendríamos que destacar tres obras que resultan especialmente pertinentes: Doreen G. Fernández, Panitikan. Un ensayo sobre literatura filipina, traducción de Edgardo Tiamson Mendoza, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1990; Nicanor G. Tiongson, Dulaan. Un ensayo sobre teatro filipino, traducción de Emmanuel Luis Romanillos, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1990; y Resil B. Mojares, Panitikan. An Essay on the American Colonial and Contemporary Traditions in Philippine Literature, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1994. Esta última, a pesar de que su título puede confundir, trata en su mayoría de literatura en español, ya que durante el periodo americano fue la predominante junto a las literaturas vernáculas.
27  Algunas referencias pueden verse en Jorge Mojarro, “El estudio de la literatura hispanofilipina durante el siglo XX”, Nueva Revista de Filología Hispánica, 2018, vol. 66, núm. 2, pp. 651-681 .
28  El teatro tagalo, Madrid, Tipografía de Manuel G. Hernández, 1889. Ciertamente ésta es obra deliciosa, de la que se extraen multitud de datos y reflexiones, pero que hay que tratar con gran prudencia ante el objetivo explícito de su autor, a saber: demostrar que el teatro indígena es vulgar imitación del español.
29  Véanse Isagani R. Cruz (ed.), A Short History of Theater in the Philippines, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1971; Cristina Lacónico-Buenaventura, The Theater in Manila. 1846-1946, Manila, Universidad de la Salle, 1994.
30  Luis Cuesta, recientemente fallecido, tuvo la bondad de darnos una serie de Programas del Nuevo Teatro Fil-Hispánico y la Casa de España, que serán esenciales en la reconstrucción de esta olvidada parte de la historia literaria: De profesión, sospechoso de Alfonso Paso (1983); A Belén, Pastores de Alejandro Casona (1985); La Herida Luminosa de José María de Segarra (1986); El casado casa quiere de Alfonso Paso (1991); Casado de Día. Soltero de Noche de Julio Mathías (1992) Amor en blanco y negro de Julio Mathías (1992).
31   Otro aspecto diferente es el de la música popular hispánica, tanto la de naturaleza vernácula como la vernaculizada. Coplas, tangos, villancicos, y estudiantinas pueden verse en Romeo C. Gatan, Cancionero de Aires Hispánicos. 60 Popular Songs in Spanish, Manila, Development Research Center, 1969. Sin duda hay que citar también las grabaciones de Guillermo Gómez Rivera, recientemente remasterizadas: Nostalgia Filipina. Antología del folclore filipino de los siglos XVIII y XIX, Manila, Instituto Cervantes, CD-musical,2008; y Nostalgia Filipina, vol. 2: El collar de sampaguitas y Zamboanga Hermosa, Manila, NCCA & Fundación Vibal, CD-musical, 2009.
32   Entre las obras mayores, habría que señalar: W. E. Retana, Vida y Escritos del Dr. José Rizal, Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, 1907; Austin Craig, Lineage, Life and Labors of José Rizal, Philippine Patriot. A Study of the Growth of Free Ideas in the Trans-Pacific American Territory, Manila, Philippine Education Company, 1913; Carlos P. Quirino, The Great Malayan. The Biography of Rizal, Manila, Philippine Education Company, 1940; Rafael Palma, Biografía de Rizal, Manila, Bureau of Printing, 1949 (traducción inglesa: The Pride of the Malay Race. A Biography of José Rizal, Nueva York, Prentice-Hall, 1949); Sixto Y. Orosa, José Rizal: el héroe nacional filipino, Manila, Nueva Era, 1956; León María Guerrero, The First Filipino: A Biography of José Rizal, Manila, Instituto Histórico Nacional, 1963; Austin Coates, Rizal. Philippine Nationalist and Martyr, Hong Kong, Oxford University Press, 1968 (traducción española: Rizal, nacionalista y mártir filipino, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 2006); José Barón Fernández, José Rizal: médico y patriota filipino, Madrid, Manuel L. Morató, 1980 (traducción inglesa: José Rizal, Filipino Doctor and Patriot, Manila, San Juan Press, 1981); Antonio M. Molina, Yo, José Rizal, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 1998. Véase también José Ricardo Manapat, Las biografías de Rizal: un estudio crítico de las obras biográficas escritas desde 1897 hasta el 2000, Universidad de Filipinas, Quezon City, 2001 [tesis inédita]; y Asunción López Bantug, Lolo José: An Intimate and Illustrated Portrait of José Rizal, Quezon City, Vibal Foundation, 2008.
33   Cf. I. Donoso, “Publicaciones de la «Comisión Nacional del Centenario de José Rizal (1961)»”, en Revista Filipina, verano 2011, vol. XV, núm. 2.
34   José Rizal, Noli me tangere, edición crítica de Isaac Donoso, traducción inglesa de Charles E. Derbyshire, prólogo de Ambeth Ocampo, epílogo de Ino Manalo, ilustrada por Juan Luna, Quezon City, Vibal Foundation, 2011
35   Volumen realizado siguiendo los originales y con tabla de variantes: José Rizal, Prosa selecta. Narraciones y Ensayos, edición de I. Donoso, Madrid, Verbum, 2012. Edición de bolsillo de poesía y prosa según los volúmenes de la CNCJR por José Francisco Ruiz Casanova: José Rizal, Poesía completa. Ensayos escogidos, edición de, Madrid, Cátedra, 2014.
36   Para aclarar todos los detalles en torno al desarrollo del filipino como lengua nacional, véanse: Madalas Itanong Hinggil sa Wikang Pambansa. Frequently Asked Questions on the National Language, Manila, KWF, 2014; y Pagpaplanong Wika at Filipino. Language Planning and Filipino, Manila, KWF, 2015. Tratamos de la cuestión en “Philippine Linguistic Policy in the Global Context”, en The Normal Lights, 2012, vol. 6, núm. 1, pp. 80-94.
37   Así puede verse en Jaime Biron Polo, Panitikan. An Essay on the Spanish Influence on Philippine Literature, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1992; Nicanor G. Tiongson, Dulaan. An Essay on the Spanish Influence on Philippine Theater, Manila, Centro Cultural de Filipinas, 1992. Estudio breve, autorizado y reciente sobre la materia puede verse en Virgilio Almario, Ang Pangangailangan sa Haraya. The Necessity of the Imagination, Manila, Aklat Bulawan, 2014.
38   Baybayin y yawi. Hemos tratado la escritura filipina prehispánica en “El Humanismo en Filipinas”, en Pedro Aullón de Haro (ed.), Teoría del Humanismo, Madrid, Verbum, 2009, vol. VI, pp. 283-328. Trabajos recientes que analizan el uso del baybayin por parte de los primeros misioneros en Alexandre Coello de la Rosa, “¿Por qué no hubo campañas de extirpación de idolatrías en las Filipinas (siglo XVII)?”, en e-Spania, junio 2019, núm. 33; e I. Donoso, “Letra de Meca. Jawi script in the Tagalog region in the 16th century”, en Journal of Al-Tamaddun, 2019, vol. 14, núm. 1, pp. 89-103.
39   Aparte de ésta, las únicas traducciones hechas a una lengua española de romances filipinos son las que realizamos junto a Jeannifer Zabala de Don Juan Tiñoso y del Caballo de madera, ambas traducidas al valenciano (Romanços filipins del Regne de València, Onda, Ajuntament, en prensa). En la actualidad trabajamos en el estudio y traducción de los romances Bernardo Carpio, Siete Infantes de Lara y Rodrigo de Villas.
40   Véanse Soledad S. Reyes, Nobelang tagalog, 1905-1975: tradisyon at modernismo, Quezon City, Ateneo de Manila, 1982; y Patricia May B. Jurilla, Tagalog Bestsellers of the Twentieth Century. A History of the Book in the Philippines, Quezon City, Ateneo de Manila, 2008.
41   Virgilio S. Almario, Balagtasismo versus Modernismo: Panulaang Tagalog sa ika-20 siglo, Quezon City, Ateneo de Manila, 1984. Véase también el eclecticismo de la respuesta literaria nacionalista que se producirá desde esta época en Elmer A. Ordóñez (ed.), Nationalist Literature. A Centennial Forum, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1996.
42   Incluso para una personalidad tan influyente como Lumbera, quien como mucho llega a una situación de equilibrio entre las lenguas: Writing the Nation / Pag-akda ng Bansa, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2000. Un caso como el de Virgilio Almario es prácticamente excepcional en el contexto actual, junto a una nómina bastante reducida de autores con compromiso lingüístico (quizás el reciente Rolando Tolentino, y autores vinculados al bagong kasaysayan y la escuela de Zeus Salazar, sin olvidar el folletín y la novela rosa que se venden en las esquinas de Manila).
43   El concepto «Literatura anglofilipina» nunca ha sido empleado por la crítica, siendo el prefijo “anglo-” ambiguo al reflejar en primer término no la lengua inglesa, sino la influencia inglesa, mientras que en el contexto filipino la influencia es norteamericana. En este caso, el concepto categorizado por la crítica —para la literatura escrita por filipinos en Estados Unidos— es el de Phil-Am (Philippine-American) Literature.
44   Es tema que, a pesar de ser conocido, no está completamente estudiado, y todavía existen muchas lagunas sobre su aplicación y resultados. Sin duda el libro de Jonathan Zimmerman, Innocents Abroad: American Teachers in the American Century, Cambridge, Harvard University Press, 2006, ha reubicado la cuestión en un marco más elaborado. Nosotros tratamos los procedimientos asociados a la sustitución lingüística en “El español y la historia de la lectura en Filipinas” (junto a Heidi Macahilig-Barceló,), en I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2012, pp. 385-427; y “Enseñándole su lengua a nuestros huérfanos”. La expresión en un contexto de intervención lingüística colonial: los casos de Argelia y Filipinas”, en Montserrat Planelles, Cristina Carvalho y Elena Sandakova (eds.), De la langue à l'expression: le parcours de l'expérience discursive. Hommage à Marina Aragón, Alicante, Universidad de Alicante, 2017, pp. 295-312.
45   Had Two Navels, Manila, Bookmark, 2005, pp. 170-171.
46   Edilberto N. Alegre & Doreen Fernández, The Writer and His Milieu: An Oral History of First Generation Writers in English, Manila, Universidad de la Salle, 1984.
47   En este año también aparece el pequeño pero instructivo folleto An Introduction to Philippine Writing in English, Manila, Literary Guild of the Philippines, 1963.
48   De ahí que los autores de sensibilidad progresista se vean en la obligación de usar el inglés para atacar precisamente el modelo capitalista americano impuesto en Filipinas. Libro pionero en este sentido será el de Salvador P. López, Literature and Society, Manila, Philippine Book Guild, 1940, autor que conviene revisar.
49   El marxismo vertebra toda su obra, llevando por bandera la consigna de intelectual tercermundista residente en Estados Unidos, y especializándose en las relaciones literarias filipino-americanas. Sus principales obras son: The Radical Tradition in Philippine Literature, Quezon City, Manlapaz, 1970; Carlos Bulosan and the imagination of the class struggle, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1972; Toward a People's Literature: Essays in the Dialectics of Praxis and Contradiction in Philippine Writing, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2006 (1984); Subversions of desire. Prolegomena to Nick Joaquín, Quezon City, Ateneo de Manila, 1988; History and Form. Selected Essays, Quezon City, Ateneo de Manila, 1996; y Writing and National Liberation: Selected Essays 1970-1990, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1991.
50   Hijo del escritor en español Antonio Abad —uno de los principales novelistas en la historia del país—, Gémino ha dedicado toda su vida a la consagración de la literatura en inglés como la principal literatura culta de Filipinas en época contemporánea. Para ello ha recopilado gigantescas antologías, y ha publicado una obra profusamente prolija: Man of Earth: Filipino Poetry and Verse from English, 1905 to the mid-‘50s (co-edited with Edna Z. Manlapaz), Quezon City, Ateneo de Manila, 1989; A Native Clearing: Filipino Poetry and Verse from English Since the ‘50s to the Present, 1993; A Habit of Shores: Filipino Poetry and Verse from English, ‘60s to the ‘90s, 1999, todas publicadas en Quezon City, Universidad de Filipinas; Gemino H. Abad & Cristina Pantoja Hidalgo, Our people’s story : Philippine literature in English, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2003; Our Scene so Fair. Filipino Poetry in English, 1905-1955, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2008.
51   Formalista norteamericano, casado con la novelista filipina en inglés Linda Ty-Casper, y cuya labor ha tenido como fin explicar el valor literario per se de las obras en inglés, independientemente de su realidad contextual filipina. Sus principales obras son: Six Filipino Poets. Amador T. Daguio, Oscar de Zúñiga, Edith L. Tiempo, Dominador I. Ilio, Carlos A. Ángeles, Ricaredo Demetillo, with an Introduction by Leonard Casper and Notes by N. V. M. González and Jean Edwardson, Manila, Benipayo Press, 1954; y New writing from the Philippines: A Critique and Anthology, Nueva York, Syracuse University, 1966.
52   Entre otras citamos Francisco Arcellana (ed.), Philippine Anthology of Short Stories, Manila, Regal, 1962; Richard V. Croghan, The development of Philippine literature in English (since 1900), Quezon City, Alemar-Phoenix, 1975; y Joseph A. Galdon, Essays on the Philippine Novel in English, Quezon City, Ateneo de Manila, 1979. Cita aparte merece Antonio G. Manuud (ed.), Brown Heritage: Essays on Philippine Culture Tradition and Literature, Quezon City, Ateneo de Manila, 1967, una obra referencial en muchos aspectos, también la de haber sabido dar cabida a la literatura en español. También cita aparte merece Resil B. Mojares, Origins and Rise of the Filipino Novel: A Generic Study of the Novel until 1940, Quezon City, Universidad de Filipinas, 1983, en este caso y, a pesar de la brillantez del estudio y del autor, por hablar de la novela filipina sin ser consustancial con la importancia de la novela en español.
53   En este perfil habría que incluir las interesantes entrevistas de Roger J. Bresnahan, Conversations with Filipino Writers, 1990, y Angles of Vision. Conversations on Philippine Literature, 1992, ambas en Quezon City, New Day.
54   Citamos por ejemplo a Augusto F. Espíritu, Five Faces of Exile: The Nation and Filipino American Intellectuals, Stanford, Stanford University Press, 2005; y Jennifer C. McMahon, Dead Stars: American and Philippine Literary Perspectives on the American Colonization of the Philippines, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2011.
55   La historiografía principal en torno a las epopeyas filipinas se completa con E. Arsenio Manuel, “A Survey of Philippine Epics”, en Asian Folklore Studies, 1963, núm. 22, pp. 1-76; Nicole Revel (ed.), Literature of Voice. Epics in the Philippines, Quezon City, Ateneo de Manila, 2005; y Grace Nono, The Shared Voice Chanted and Spoken Narratives from the Philippines, Manila, Anvil, 2008. Son de especial relevancia los trabajos realizados por la investigadora francesa Nicole Revel, en razón de lo cual el Archivo de la Universidad Ateneo de Manila en Quezon City posee el mayor registro audiovisual del patrimonio oral filipino, fondo conocido como Philippine Oral Epics (actualmente en proceso de digitalización).
56   Cf. Resil B. Mojares, Cebuano literature: a survey and bio-bibliography with finding list, Cebú, Universidad de San Carlos, 1975; AA. VV., Cebuano Poetry / Sugbuanong Balak until 1940, Cebú, Cebuano Studies Center, 1988; AA. VV., Dulaang Cebuano, Quezon City, Ateneo de Manila, 1997.
57   Cf. María Lilia F. Realubit, Bikol Literary History, [s.l.], [s.n.], [s.a.]; Paz Verdades M. Santos, Maharang, Mahamis na Literatura sa mga Tataramon na Bikol (Spices and Sweets: Literature in the Bikol Languages), Manila, Universidad de la Salle & Veepress, 2010.
58   Cf. Rosalina Icban-Castro, Literature of the Pampangos, Manila, University of the East Press, 1981; Edna Z. Manlapaz, Kapampangan literature: a historical survey and anthology, Quezon City, Ateneo de Manila, 1981; Evangelina Hilario-Lacson, Kapampangan writing: a selected compendium and critique, Manila, Instituto Histórico Nacional, 1984.
59   Cf. Leopoldo Y. Yabes, A brief survey of Iloko literature from the beginnings to its present development, with a bibliography of works pertaining to the Iloko people and their language, Manila, [el autor], 1936.
60   Cf. Lucila V. Hosillos, Hiligaynon literature: texts and contexts, Quezon City, Aqua-Land Enterprises, 1992; también por Hosillos hay que señalar la obra crítica sobre literatura hiligaynon más ambiciosa, la edición, traducción y estudio de Juanita Cruz en tres volúmenes: Juanita Cruz: Nobela nga Nasulat sa Panugiron kag sa Binisaya nga Hiligaynon; Juanita Cruz: A Novel, traducida por Ofelia Ledesma Jalandoni; Interactive Vernacular, National Literature: Magdalena G. Jalandoni’s Juanita Cruz as Constituent of Filipino National Literature, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2006.
61   Cf. Gregorio C. Luangco, Waray Literature: An Anthology of Leyte-Samar Writings, Tacloban, Divine Word University Publications, 1982; Victor N. Sugbo, Tinipigan: An Anthology of Waray Literature, Manila, National Commission for Culture and Arts, 1995.
62   Cf. Orlando Cuartocruz (dir.), Zamboanga Chabacano Folk Literature, Zamboanga, Western Mindanao State University, 1992.
63   Siendo quizá uno de los intentos más sólidos el que de forma individual realizó Lucila V. Hosillos, ya citado. Como estrategia general hay que destacar el volumen de Elmer A. Ordóñez (ed.), Many Voices: Towards a National Literature, Manila, National Commission for Culture and the Arts, 1995.
64   Por ejemplo Orlando M. Viar & María Clara V.Ravina, Treasures of Philippine regional literatures, Manila, Rex Book Store, 2006.
65   A excepción de publicaciones muy locales, y trabajos lingüísticos específicos, traducciones y folletos de entidades prosélitas como SIL (Summer Institute of Linguistics) o JW (Testigos de Jehová). De esta última pueden consultarse en su página electrónica publicaciones en cebuano, chabacano, hiligaynon, ibaloi, ibanag, ifugao, ilocano, ivatano, kankanaey, maranao, paganisán, tagalo y waray-waray.
66   Como botón de muestra, mencionamos que en 2006 la obra ganadora fue la de Jaime Jesús U. Borlagdan, Que lugar este, Tabaco, Suralista Press, 2009. Como puede verse, los numerosos hispanismos en las lenguas filipinas hacen de las literaturas regionales un verdadero mosaico cultural.
67   Véase nuestro trabajo “Philippine Islamic Manuscripts and Western Historiography”, en Manuscripta Islamica: International Journal for Oriental Manuscript Research, San Petersburgo, Peter the Great Museum of Anthropology and Ethnography, 16-2 (2010), pp. 3-28. Las tres principales obras que señalan la historiografía de la literatura islámica filipina son: Juan R. Francisco, “Islamic Literature in the Philippines”, Solidarity 10 (1976), pp. 18-39; Samuel K. Tan, The Development of Muslim Literature, [s.l.], [s.n.], 1978; y Nagasura T. Madale, “A Preliminary Classification of Muslim Literature”, en Tales form Lake Lanao and other essays, Manila, NCCA, 2001, pp. 39-70.
68   Sobre la literatura de las comunidades islámicas de Filipinas son de especial relevancia todos los números publicados en Sulu Studies, Joló, Notre Dame College, así como los trabajos realizados por la investigadora francesa Nicole Revel. Es de señalar la identificación del Mi‘rāŷ en una epopeya sama por su equipo de trabajo. Vid. Silungan Baltapa: Le Voyage au ciel d’un hero Sama/ The Voyage to Heaven of a Sama Hero, París, Geuthner, 2005; y Gérard Rixhon, “A Journey into Sama Literature”, en Nicole Revel (ed.), Literature of Voice, ob. cit., pp. 23-58. Por lo que se refiere a obras concretas, se pueden mencionar las siguientes: Juan R. Francisco, Maharadia Lawana, edited and translated with the collaboration of Nagasura T. Madale, Quezon City, Philippine Folklore Society, 1969; Nagasura T. Madale, Raja Indarapatra: A Socio-Cultural Analysis, Quezon City, Asian Center, Universidad de Filipinas, tesis doctoral, 1982; Clement Wein, Raja of Madaya. A Philippine Folk-Epic, Cebú, Universidad de San Carlos, 1984; Ali Aliman, Lagia Indarapatra, A Magindanaon folk narrative: Some notes on Islamic influence, Quezon City, Instituto de Estudios Islámicos, Universidad de Filipinas, tesis de máster, 1986; AA.VV., Darangen: in original Maranao verse with English translation, Marawi City, Mindanao State University, 1986-1992, 5 vols.; y Gerard Rixhon, Voices from Sulu: a collection of Tausug oral traditions, Quezon City, Ateneo de Manila, 2010.
69   Tratamos la cuestión en “Morología: el Malayismo y la Escuela española de estudios sobre Mindanao y Joló”, en eHumanista/IVITRA, 2016, núm. 10, pp. 414-430.
70   Salvo escasos textos que pueden aparecer, como la carta de Alimudín que estudiamos junto a Mourad Kacimi en “A Royal Letter, in Arabic, by Sultan ʿAẓīm al-Dīn I”, en Journal of Islamic Manuscripts, Brill, 2019, núm. 10, pp. 24–43.
71   Con dos de los tres primeros incunabula filipinos: 1) Doctrina Christiana en letra y lengua china, compuesta por los padres ministros de los sangleyes, de la Orden de Sancto Domingo. Con licencia, por Keng yong, china, en el parian de Manila, sin fecha. Fue señalado como el segundo impreso princeps de la imprenta en Filipinas. Cf. Doctrina Christiana. Primer libro impreso en Filipinas. Facsímil del ejemplar existente en la Biblioteca Vaticana, con un ensayo histórico-bibliográfico por Fr. J. Gayo Aragón, O.P., y observaciones filológicas y traducción española de Fr. Antonio Domínguez, O.P., Manila, Universidad de Santo Tomás, 1951; y 2) Hsin-k’o seng shih Kao-mu Hsien chuan Wu-chi t’ien-chu Cheng-chiao chen chuan shih-lu, obra de Juan Cobo con título español Apología de la verdadera religión, fechada en 1593, el tercer incunable de la imprenta en Filipinas. Cf. Pien cheng-chiao chen-ch’uan Shih-lu. Apología de la verdadera religión por Juan Cobo O.P., Manila, 1593 ¿Primer libro impreso en Filipinas? Reproducción facsímil del original chino impreso en Manila en 1593, hecha sobre el único ejemplar conocido, existente en la Biblioteca Nacional de Madrid, con introducción de Alberto Santamaría O.P., Antonio Domínguez O.P. y Fidel Villarroel O.P.. Editado por Fidel Villarroel O.P., Manila, Universidad de Santo Tomás, 1986.
72   Por ejemplo Ching Tam Cua, Flores de Mayo: Tatlong Piling Kwento, traducción de Joaquín Sy, Manila, Kaisa Para sa Kaunlaran, Inc., 2003.
73   Las obras que explican este decurso son Andrew K. Arriola & Grace C. Pe (eds.), Discovering New Horizons: Anthology of Chinese Filipino Literature in English, Manila, World News, 1989; Shirley O. Lua, An introduction to Chinese-Philippine Drama: A Survey of its Development and Analyses of Four Selected Plays, Manila, Universidad de La Salle, 1995; y Caroline S. Hau (ed.), Intsik: An Anthology of Chinese Filipino Writing, Manila, Anvil, 2000. Una obra transcendental en la consolidación de la literatura filipina escrita en clave china es la de R. Kwan Laurel, Ongpin Stories, Manila, Kaisa Para sa Kaunlaran, 2008.