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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
INVESTIGADORES Y PROFESORES

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Diego Abad


EL ESPAÑOL: PUENTE AL PASADO

DIEGO ABAD
UNIVERSIDAD DE EXTREMO ORIENTE (FEU), MANILA

Tras la eliminación del estatus del español como lengua nacional en la Constitución de 1987, el español fue progresivamente suprimido de los planes de estudios nacionales de educación general —de 24 unidades, a 12, y posteriormente convertido en una opción de lengua extranjera1— reduciendo de manera efectiva la exposición al lenguaje de las generaciones filipinas futuras. Nacido en 1985, me convertí en parte de una generación que creció sin la menor noción de la relevancia de la lengua española para la historia y la cultura filipina.
….Creciendo a finales de los 80 y principios de los 90, el sentimiento general hacia el español era que se trataba del idioma de los ‘viejos’; nadie más que tus abuelos lo hablaba. Para mí, estaba muy lejos de mi mente que una vez había sido una lengua nacional, y aunque se sabe comúnmente que hay muchas palabras en filipino que son préstamos del español, veía esas palabras como filipinas, no como españolas: esto se debe a que el inglés y el tagalo dominaban la vida cotidiana. En casa sólo hablaba inglés y tagalo, afuera, era muy similar: señales de calles, anuncios, programas de radio y televisión... casi todo estaba, y está, en inglés o en tagalo, y si había algo originalmente español, como los libros de Rizal o las telenovelas, siempre se traducían. Casi lo mismo se puede decir de las escuelas, excepto que, debido a que el español era una lengua extranjera opcional, todavía había una posibilidad de que los estudiantes pudieran aprenderlo.
….A pesar de su descenso de lengua nacional a lengua extranjera opcional, fue en la escuela secundaria donde aprendí mis primeras palabras en español, y casi por casualidad. En el instituto, el plan de estudios incluía dos cursos de lengua extranjera que podrían haber sido cualquier lengua extranjera, aunque el español fue finalmente elegido por la sencilla razón de que la escuela sólo era capaz de contratar a un profesor de español. Sin embargo, dos semestres para aprender español, naturalmente no fueron suficientes para que uno dominara el idioma ni desarrollase un aprecio adecuado por él, y como no veía ninguna utilidad en aquella lengua para mi vida, tan pronto como los cursos terminaron olvidé todo lo que había aprendido. En la universidad me encontré de nuevo en otro curso de español como asignatura de ‘lengua extranjera’ pero, debido a la falta de correlación y continuidad entre los cursos de lengua extranjera en la escuela secundaria y los de la universidad, infelizmente estos nuevos cursos universitarios fueron una repetición de lo estudiado en secundaria (es decir, Español 1 y 22). Del mismo modo, también lo fueron los resultados: tras finalizar los cursos, mi interés en el idioma disminuyó.
….Si bien los cursos de español no tenían impacto, fue la música la que marcó la diferencia. Empecé a escuchar a Devendra Banhart3, una artista musical que escribía en inglés y español. Me gustaron especialmente sus canciones españolas, pero debido a mi falta de comprensión de los textos, tuve que hacer uso de traductores y diccionarios online para aprender el significado de cada canción. Cuantas más canciones españolas escuchaba, más crecía mi interés hacia el idioma y a sugerencia de un amigo, decidí inscribirme en el Instituto Cervantes.
….Recuerdo sentirme bastante intimidado antes de entrar a mi primera clase. Creo que aprender un nuevo idioma a una edad más avanzada es un poco más difícil que aprender un idioma a medida que uno crece debido a las destrezas que uno adquiere hablando principalmente en otro idioma. Al inicio me basaba fundamentalmente en traducciones literales sin tener en cuenta los diferentes aspectos de la lengua española, como expresiones y aforismos. Lo que también agravó mi dificultad para aprender español fue la limitada influencia del idioma fuera del Instituto. Para hacer frente a estos desafíos, me inscribí en el programa súper intensivo que me permitió asistir a clases durante cuatro días consecutivos cada semana y aproveché los programas extracurriculares que la escuela llevaba a cabo.
….A finales de la primera década de 2000, los sentimientos sobre España y la lengua española habían cambiado debido en gran parte a los esfuerzos de la entonces presidenta Gloria M. Arroyo para reconectar con España. Lo que siguió fue una especie de renacimiento español. Más empresas y productos españoles llegaron a Filipinas y con ellos un renovado interés por el idioma español y nuestro pasado español. Un verano, vi un anuncio en el Instituto sobre un programa de lengua y cultura que llevó a los estudiantes a diferentes partes de España en una inmersiva gira de tres semanas, y aproveché la oportunidad. Si bien mi falta de español se hizo más evidente durante el viaje, también mejoró de forma incalculable. Literalmente, lo que habría aprendido en un mes en Manila, lo aprendí en una semana en España. Pero más que mejorar mi comprensión del idioma, el cenit del viaje fue cómo me hizo más consciente de quién soy como filipino. Cuanto más iba aprendiendo sobre España, su lengua y su gente, más notaba la huella que dejaba en mi propia lengua y cultura; fue casi como descubrir una parte de mí mismo que nunca me había dado cuenta de que la tenía. Empecé a entender más quién soy como filipino.
….Cuando regresé a Filipinas a tiempo para mi último año de universidad, tuve como curso optativo Literatura Filipina en español. Hasta entonces, las únicas obras filipinas en español que conocía eran las de Rizal porque no estudiábamos ninguna otra. El curso me presentó a escritores de nombre familiar pero cuyas obras nunca había leído. Por nombrar citaré solo algunos: Claro M. Recto, Jesús Balmori, Fernando Mª Guerrero, José Palma, Cecilio Apóstol y, ¡para mi gran sorpresa!, mi abuelo Antonio M. Abad. En el pasado, mi padre había mencionado que mi abuelo era escritor, pero, debido a que había fallecido antes de que yo naciera, nunca tuve la oportunidad de conocerlo y no sabía cómo era considerado en el contexto de la literatura filipina. Esto no sólo despertó mi creciente interés por la historia filipina-española, sino que también encontré una conexión mucho más profunda con ella. Y de nuevo, mi interés por el español me había llevado a descubrir algo nuevo sobre mí mismo.
….La Constitución de 1987 pudo haber tenido razones prácticas para eliminar el español como lengua nacional, pero al hacerlo, también rechazó una parte del pasado que dio forma a la nación que es hoy. Puede haber servido involuntariamente para desconectar a su gente del pasado, sin embargo, hay demasiada historia filipina que está ligada a España que no puede ser ignorada. Como filipino innegablemente tengo mi idiosincrasia, con mi propia cultura. Pero también soy indiscutiblemente hispánico porque la historia filipina se entrelaza con la de España. Negar la lengua española es negar mi herencia española, y eso sólo me alejaría de la raíz de mi propia identidad. Y en un país que es tan culturalmente diverso como Filipinas, lo que me ha mantenido conectado a lo largo del tiempo es el uso del lenguaje. Para tomar prestadas las palabras de Donoso:




Las lenguas son instrumentos vivos de comunicación entre seres humanos, instrumentos que permiten identificar unidades comunes de relación (comunidades étnicas), lo que eventualmente puede desarrollar cultura material y sofisticación (civilización) para establecer una administración políticamente compleja (Estado)4.

Si bien las lenguas inglesa y tagala sirven para este propósito hoy en día, no se debe olvidar que el idioma español fue el nexo que unió a la nación filipina. Y ahora, o al menos por el momento, puede servir de puente una vez más, sólo que esta vez es el puente imprescindible para ayudarme a redescubrir el pasado.

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1   cf. “Philippine Constitution 1987, Article XIV, Section 7”, officialgazette.gov.ph, [Consulta: 21 de diciembre de 2019],
<
www.officialgazette.gov.ph/constitutions/1987-constitution/>.
2   El título oficial de los cursos de idiomas era Español 1: Introducción al español y Español 2: español intermedio. A pesar de los nombres, los cursos eran más o menos comparables a nivel A1 y A2 del currículo del Instituto Cervantes.
3   Devendra Banhart (1981-presente): Cantante, compositora y artista visual venezolana-estadounidense nacida en Houston, Texas. En 1983, se mudó con su madre a Caracas, Venezuela. En 1998, regresó a los Estados Unidos para desarrollar una carrera musical. Ha publicado 10 álbumes de estudio y su arte ha aparecido en museos y exposiciones de todo el mundo. (Garrett Kamps, “Man of La Mantra: The psychedelic folk of wandering minstrel Devendra Banhart”, SFWeekly.com, <www.sfweekly.com/music/man-of-la-mantra> [Consulta: 21 de diciembre de 2019].
4   Isaac Donoso, “El español y la política lingüística filipina”, Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, idem (ed.), Madrid: Editorial Verbum, 2012, pág. 429.