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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Invierno 2022, volumen 9, n
úmero 2

Artículos y Notas


MANILA 1945:
DE JESÚS BALMORI A JORGE ORDAZ

ISAAC DONOSO
Universidad de Alicante


Durante el mes de febrero de 1945 la ciudad histórica de Manila fue completamente arrasada. Sobrevivieron bastantes lienzos de la muralla que rodea Intramuros, la iglesia de San Agustín, y los muros de la catedral. El resto de construcciones y edificios fue calcinado o dañado, si no irremediablemente, los equipos de limpieza posteriores, con maquinaria pesada, y la desidia de los solares ruinosos, acabó con las obras que quedaban en pie. Así sucedió por ejemplo con una de las más bellas edificaciones manileñas, la barroca iglesia de los Recoletos, que fue todavía escenario cinematográfico en Anak Dalita (1956)1. No obstante, algunos edificios efectivamente se han reconstruido, como la propia Catedral, o recientemente el Ayuntamiento, con una respetuosa intervención, fiel al original incluso en los pequeños detalles. Pero mucho del espacio físico sólo puede ser hoy en día contemplado a través de fotografías, como en el delicioso libro de Jaime Laya y Esperanza Gatbonton, Intramuros of Memory (Manila, Administración de Intramuros, 1983).
….Por lo que respecta al espacio metafísico, a las vivencias que allí tuvieron lugar, y al infierno sufrido en el holocausto de 1945, sólo la palabra puede revivir y recrear la vida y muerte de lo que allí pudo acontecer. Es lo que se propuso el escritor español Jorge Ordaz, cuando en 2011 publicó El fuego y las cenizas (Morcín, Pez de Plata), en una cuidada edición con ilustraciones originales de Enrique Oria. Y es lo que hizo el escritor filipino Jesús Balmori, como testigo y víctima de la guerra, al redactar su última novela Los pájaros de fuego en 1945. Tras un largo periplo, el manuscrito de esta obra fue publicado por primera el año 2010, recuperando uno de los testimonios más relevantes del episodio bélico. La casualidad ha decidido que Ordaz reencarne el espíritu de Balmori (quiera que sea por antiguos y mistéricos vínculos asturianos) y haya simultáneamente redactado las páginas novelescas de aquellos días. Aún más, Luis Eduardo Aute compuso en esos momentos su trigésimo quinto álbum de estudio, El niño que miraba el mar (2012), inspirado igualmente en los sucesos de 1945, que vivió en carne propia. No puede haber título más evocador, ni imagen más bella, que la que ilustra este álbum, ni canción más hondamente sentida.
….Ciertamente no fueron unos acontecimientos culturales aislados o anecdóticos, sino la constatación de que Manila sigue muy presente en la cultura española, y de que regularmente se le rinde tributo, aunque sea en rictus elegíaco. Tanto Aute como Ordaz volvieron a recordar al público español la terrorífica destrucción de Manila en 1945, y construyeron dos obras bellísimas desde los grises y las sombras. En su momento nos ocupamos de estudiar la obra de Luis Eduardo2. Queremos ahora centrarnos en este trabajo en la novela El fuego y las cenizas de Jorge Ordaz, como obra que se enmarca en una consciente tradición que tiene como objeto el recuerdo y la memoria de lo que un día fue Manila, para que nunca se olviden los sucesos de 1945, siquiera sea en recreación metafísica, cuando ya no quedan ni cenizas ni palabras castellanas que resuenen en sus calles. Queda el silencio, las fotografías en blanco y negro y, de vez en cuando, una elegía por su sufrimiento.

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Fotografía aparecida en la entrevista realizada por
Manuel Bernabé a Jesús Balmori al regresar éste de una gira poética por México.
Revista Excelsior,
30 de mayo de 1932.

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Fotografía de Jorge Ordaz reproducida al comienzo de la novela El fuego y las cenizas (2011).

I. LITERATURA SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE MANILA EN 1945

….Como es sabido, la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico constituye uno de los episodios más horrendos de la historia humana. Existe una enorme bibliografía que testimonia los crímenes contra la humanidad que la pluma pudo recuperar del olvido3. En el caso particular de Filipinas, es de notar que desde el primer momento se creó una tradición de testimonios en español4, debido probablemente al hecho de que el conflicto bélico fue especialmente duro con la población hispanohablante de la capital. Los barrios de mayor abolengo de Manila fueron completamente arrasados, por cañones americanos a distancia y por tropas japonesas desde tierra5. Ello supuso la irreparable desaparición de todo un patrimonio material, cultural y lingüístico insustituible, que marca un antes y un después en la historia de la civilización filipina. Terminada la guerra, el chabacano ermitaño desapareció, muchos manileños emigraron y la población hispanohablante filipina no sólo perdió el protagonismo social de antaño, sino que en buena parte se dispersó6.
….Un testimonio directo de un filipino que sufrió las torturas japonesas nos lo ofrece Benigno del Río (1907-1969), escritor que ganó el Premio Zóbel en 1936 por el drama El hijo de Madame Butterfly. El texto denuncia sin ambages la vacuidad de los tópicos culturales al uso y da fe del desengaño orientalista tras la destrucción de la idea de Asia fomentada por el imperio japonés:


No menos de veinte golpes recibió la mestiza con resignación mientras susurraba a media voz y en español:
….—Más lo es tu madre. Más lo es tu madre…
….Y ¡coincidencia!: antes de terminar aquel espectáculo tan inhumano, la luna se cubrió para no ser testigo de esa bestialidad nipona.
….—¡Cobarde! ¡Cobarde!
….Sí. Había sido una escena repugnante, nauseabunda. ¡Por los suelos quedaba la tan cacareada galantería y caballerosidad nipona, del Bushido y de los Samurais!7.


….La literatura será usada como crónica de los espantos de la guerra, y son bastantes las obras que autores filipinos redactan testimoniando a través de la recreación los terribles sucesos8. Tal es el caso del poema “¿Qué nos dieron?” de Guillermo Gómez Windhan (1880-1957), donde denuncia las atrocidades cometidas por Japón en Filipinas:

….Vinieron de guerra en son
nuestras playas invadiendo,
nuestros pueblos sometiendo
a dura y cruel opresión.
Sin motivo y sin razón
a millares insultaron,
tundieron y torturaron,
aun a viejos y a mujeres
pues no como a humanos seres
los nipones nos trataron.
[…]
….Nuestras casas nos quitaron,
nuestros barcos los hundían,
nuestros puentes destruían,
y los templos profanaban.
Y al fin, cuando ya escapaban
—de vencer sin esperanza—
padecimos su venganza:
el incendio y el pillaje;
a la mujer, el ultraje,
a los hombres, la matanza.
[…]
….Ebrios de insania y crueldad,
embriagados de sadismo,
aun a su aliado mismo
atacaron sin piedad.
Jamás en reciente edad
ni en el remoto pasado
del hombre incivilizado,
en el tiempo paleolítico
se le mató al paralítico
o a la mujer en estado
9.

….Durante la Segunda Guerra Mundial la literatura filipina no podía ser sino testimonio del mundo caótico existente10. Los tiempos del hedonismo exotista habían acabado. El orientalismo había revelado su más evidente desengaño, el de ser una fabulación literaria. El mito asiático creado por el imperio japonés quedaba así destruido y, con él, toda Asia. Solo quedaba apelar un rescate, una liberación de todo aquel infierno vivido. Así es cómo, seguramente, debe de leerse el abrupto final de Los pájaros de fuego (bien un rescate físico por parte del ejército norteamericano, bien una liberación metafísica por parte de la cultura hispánica) tras la narración del holocausto descrito por Jesús Balmori:


….Sentía sed, una sed espantosa, devoradora. Intentó incorporarse, andar, y no lo consiguió. Desmayaba de nuevo. Cerró los ojos…
….Y de pronto todo el espacio y todo el mar se hicieron luz. Sobre las aguas surgió una nave. Y de la nave se alzó un grito en español…
….¡Cristóforo Colombo, Almirante glorioso! Alto y divino el día en el que sobre el puente del “Santa María” gritó tierra ante la visión de América. Postrado de hinojos ante ella, la vio aparecer hermosa y virginal como una aurora de dulce fuego caída de las manos de Dios sobre las olas. Y entonces besó su desnuda carne iluminada por el relámpago de sus piedras preciosas. Y entre las plumas de águila de su corona prendió la cruz de su pendón soberbio. Y abrumado por su encanto inenarrable, rindió la espada a sus desnudos pies. ¡Inmortal, grande hazaña, Almirante! Pues que ya presentía su corazón romántico que al través de la vida y de la historia, la visión maravillosa que temblando de ilusión adoraba, iba a ser redención para los pueblos sin libertad, firme sostén para la humanidad caída, pan y vino de amor para los que han hambre y sed de justicia, lecho de plumas y flores para el mundo herido…

FIN

New Manila
Quezon City, año 1945.



.
II. LA TRILOGÍA FILIPINA DE ORDAZ

….Del mismo modo que Manila vive en el subconsciente de la población española —idealizada y añorada más que conocida o visitada—, al mismo tiempo una parte de la población se interroga y anhela acercarse a la producción cultural que pueda provenir de Filipinas, de esa «Perla del Oriente» cuyo territorio se presiente vinculado a la lengua, y hasta 1898 políticamente suelo español. Así las cosas, y ante la escasez de obras filipinas actuales que puedan circular de forma natural y ordenada en las librerías de España o América11, un cierto tipo de obras de temática filipina o filipinista se han ido publicando12, sobre todo novelas históricas, pero también relatos13 y poemas14.
….En este contexto las obras de Jorge Ordaz Gargallo (Barcelona, 1946) ocupan un espacio destacable. Más allá de la simple recreación de un espacio, en este caso el filipino, como mero telón de fondo donde ubicar una trama narrativa cualquiera, Ordaz ha demostrado un exquisito compromiso con Filipinas y su cultura. Como escritor no le faltan credenciales, pues entre otros reconocimientos fue finalista del «Premio Nadal» en 1993 por la obra La Perla del Oriente, primera de sus novelas que trata de Filipinas. Junto a Perdido edén (1998) y El fuego y las cenizas (2011), el autor construye una “trilogía filipina” de enorme poder sugestivo, que ha inspirado vocaciones filipinistas en las últimas décadas. Cabe recordar que Ordaz posee otro mérito —también poco reconocido— al ser editor e introductor de la edición española del Noli me tangere aparecida en 1992, después de prácticamente un siglo sin que en España se diera a la estampa la obra rizaliana. El acontecimiento fue llevado a cabo por la Agencia Española de Cooperación Internacional, la heredera del Instituto de Cultura Hispánica, en una bellísima y atenta edición, dentro de la efímera pero inspiradora «Biblioteca Literaria Iberoamericana y Filipina».
….Lo cierto es que al profesor Ordaz no le hacía falta dedicar horas a la escritura, y mucho menos a Filipinas, pues ya tenía, y ha tenido, una sobresaliente carrera profesional como profesor titular de Petrología y Geoquímica en la Universidad de Oviedo. Todo el esfuerzo y el tiempo que ha consagrado a la escritura —también al trabajo filológico y al estudio de personalidades como Rizal, Jovellanos o Feijoo— queda al margen de los quehaceres obligados. Resulta por lo tanto encomiable su actividad literaria y, para nuestro interés, el empeño personal y desinteresado que ha consagrado a la cultura filipina.
….La Perla del Oriente (1993) ya fue un texto elocuente. En esta novela pergeñaba la trama de un marinero que va cayendo en las redes de las conspiraciones filibusteras, al tiempo que en las manos de Lóleng, personaje enigmático de similares características a las de Tala en la película Los últimos de Filipinas (1945). El protagonista se empeña en conocer la realidad de la colonia, y poco a poco se percata, así también el lector, de que las cosas son más complejas de lo que parecen, sin duda mucho más complejas del embeleso inicial de una sonrisa embaucadora. Ordaz es capaz de escenificar una trama rica y diversa en detalles, dibujando con pequeños elementos las historias que lleva adelante la novela, hasta el final desengaño que conduce a izar velas:


Lejos quedan ahora los tiempos de la vela; lejos la inocencia y la ilusión. Todo viene a indicar que ya no volverán. A pesar de todo, fueron buenos tiempos aquellos. Se me hace difícil evocarlos si no es con un punto de nostalgia.
[…]
….Atrás dejo Manila y con ella un jirón de mi pasado. Ahora es preciso mirar hacia adelante, mantener firme el rumbo y los ojos bien abiertos. Esto es lo importante, por el momento.
….Y esperar que la mar nos sea propicia15.


….Una de las funciones importantes que han tenido estas novelas de ambientación filipina escritas en las últimas décadas ha sido (cuando la voluntad del autor o la autora ha ido un poco más allá del mero color localista) la de hacer uso de filipinismos léxicos que, de otro modo, acabarían completamente ignorados. En efecto, hemos tratado de la problemática en otro lugar16, y advertido del poco espacio real para el uso de este acervo léxico, dada la extinción que se está produciendo en estos días al dejar de transmitirse el español en Filipinas como lengua materna. Muchos filipinos aprenden español, pero ya no la propia variedad, sino la norma internacional que enseñan profesionales de E/LE.
….Al tiempo que el dialecto filipino de la lengua española desaparece, con su riqueza léxica, no parece que la Academia Filipina de la Lengua Española aconseje acertadamente a su matriz madrileña, pues vemos corregir de forma desafortunada filipinismos tan clásicos como “castila”, que ahora, según el DRAE, corresponde ultracorregir según el alfabeto del tagalo moderno (no así el clásico), es decir, como “kastila”. No hay explicación lingüística que respalde semejante arbitrariedad17. En todo caso, y para lo que ahora nos convoca, los textos de Ordaz destacan por el uso relevante y numeroso de filipinismos. Obviamente el autor se ha formado, ha leído, y tiene especial cuidado por la palabra18. No sólo se queda ahí, sino que incluso trata de reconstruir diálogos en español de tienda, de una forma admirable:


—Buenos también —contestaría la estanquillera—. ¿Cosa quieres?
—Primelo da tú conmigo tabacos.
—Cosa tabacos.
—Maso de superiores. Son pal apó.
—¿El castila capitán?
—Sí mismo.
—Pal tu apó siempre lo mejor.
—Justo parejo.
—¿Y tú contento con aquel tu apó?

—¡Abá! Paga cuatro pisos y no pega aunque cosa19.

….Perdido edén (1998) —con título igualmente inspirado en el “Último adiós” rizaliano— es la segunda novela de este periplo. En ella Ordaz ensaya igualmente un thriller absorbente, donde el lector poco a poco cae atrapado hacia un mundo que se auto- aniquila. Quizá sea ésta una de las principales características comunes a las tres obras: elementos de novela negra, intriga, conspiraciones, personajes femeninos con fuerte personalidad, y el caminar hacia el abismo, para terminar con un leve hálito de optimismo, al estilo de Balmori. Esta segunda novela se desarrolla en los últimos años de la colonia española, con un mayor desarrollo económico de las islas pero, al mismo tiempo, con agitaciones cada vez mayores y una red clandestina katipunera que Ordaz es capaz de esbozar con brillante realismo.



III. APROXIMACIÓN A EL FUEGO Y LAS CENIZAS

….No se queda ahí, sino que Ordaz es capaz de hacer frente a la mayor, así el desafío de ensayar el mismo modelo aplicado a la Segunda Guerra Mundial y al holocausto de la ciudad de Manila. Éste es el propósito que se presentaba a la hora de escribir El fuego y las cenizas (2011), novela de intrigas diplomáticas a base de narraciones, diálogos y diarios, y con varias técnicas singulares a la hora de ordenar los materiales. A este respecto, comienza el prólogo con la llegada del barco Karnak a Manila en 1935, llevando a Julio Palacios, Gerardo Diego, y un tercer pasajero que va camino del consulado de España. Y concluye el epílogo cuando Fidel Zuazo desembarca en Barcelona del barco Haleakala en 1947. Gerardo Diego será el cronista de la repatriación de estos españoles, en un artículo aparecido en el ABC con título “Filipinas en España”. Como se puede desprender, emplea elementos de la realidad histórica, como el viaje realizado por estos “embajadores culturales” en 193520, o la crónica de Gerardo Diego, junto a otros aspectos ficticios.
….Los dibujos originales de Enrique Oria ilustran el volumen y la portada, un tanque sobre escombros, todo en gama de grises. Diferentes citas van encabezando los capítulos, entre ellas la primera de Leopoldo Marechal, que introduce el volumen: “La guerra ya no es un arte: es una demolición”. La novela se compone de tres capítulos enmarcados por Prólogo y Epílogo: Primera parte: Maniobras clandestinas; Segunda parte: Bajo la férula japonesa; Tercera parte: Entre ruinas.
….Dos historias principales vertebran la trama: la del diplomático español Ximénez de Gardoqui y la informante filipina Gloria Calisig, y la del soldado filipino del ejército estadounidense Romualdo Cumplido y la escritora americana Kate Ferguson. A estos cuatro personajes rodea una serie de individuos de toda índole, comenzando por el taxidermista Odon Matsu, en verdad un espía japonés que ya laboraba antes de la invasión. La prosa de Ordaz se demuestra aquí excepcionalmente técnica:


Una vez suspendido el animal de una cuerda se le da la vuelta a la piel a modo de dedo de guante. Luego, dispuesta la cabeza sin tegumento externo, se procede a enuclear los glóbulos oculares, extrayendo la lengua y agrandando el agujero occipital por la base del cráneo hasta la apófisis pterigoides del esfenoides, y por esa apertura se extrae la masa encefálica. Odon Matsu había ya aplicado con éxito las fases precedentes a un ejemplar de Galeopithecus volans, variedad Filippensis, vulgo caguang o mono volador21.


….De nuevo, las coincidencias con Los pájaros de fuego son interesantísimas, pues la obra de Balmori se inicia cuando Lino Robles alaba la labor de sus dos jardineros japoneses, Kenjiro y Otta, en verdad dos espías que preparaban el terreno de la futura invasión, igual que Odon Matsu hará:


Cuando Don Lino Robles descendió el último tramo de la suntuosa escalinata, lo primero que descubrió, a lo lejos, entre el ramaje y la neblina matinal, fue a los dos japoneses curvados sobre un arriate de crisantemos.
….¡Gente asombrosa! Nadie como ellos para convertir en frondosos árboles y maravillosas flores los troncos más raquíticos y las raíces más ingratas22.

….Otro de los personajes sobresalientes de la novela, aunque efímeramente, es el de Graciela, compañera de Gloria, que es salvajemente asesinada por el sicario Silverio, comisionado por Werner Hauptmann. Aquí la prosa de Ordaz se vuelve sórdida, demasiado hiriente, previniendo la seriedad de lo que está por venir:


Graciela, asustada y rendida, se despoja de la parte superior del vestido y se desabrocha el sostén, dejando al descubierto sus senos pequeños y firmes. En la cara de Silverio se refleja la excitación. Mientras su mano izquierda agarra con fuerza el pecho izquierdo de Graciela con la derecha mueve el arma, adentro, afuera, adentro, afuera, cada vez con mayor celeridad23.


….Pasamos así a la invasión militar, a un sálvese quien pueda, y a las dudas que comienzan a aparecer en los círculos fascistas de españoles y alemanes sobre la condición del imperio japonés. Ordaz hace uso de la magnífica obra de Florentino Rodao, Franco y el imperio japonés (Barcelona, Plaza & Janés, 2002), para poder interpretar la complejidad de posturas, inquietudes y movimientos que en esos días van tejiendo y destejiendo al ritmo de los avances militares. Comienzan a llegar los pájaros de fuego: “En los días siguientes, enjambres de aviones enemigos sobrevolaron el país en todas direcciones. Manila asistía entre enfebrecida y desconcertada a la amenaza japonesa” (p. 73).
….Aún queda un último momento de despedida, con no otro espléndido telón de fondo que el Manila Hotel, y con una escena ciertamente cinematográfica en donde Rummy y Kate bailan agarrados en solemne himno que preludia la ruina: .


Como un espejismo de luz en la noche espectral, el Manila Hotel lucía esplendoroso. Unas decenas de personas se habían congregado en sus salones para celebrar el revellón de fin de año, huyendo por unas horas de la agobiante realidad. A la medianoche, sonaron las campanas y la orquesta comenzó a entonar el Auld lang syne.

Aunque olvidemos las viejas amistades,
y ni volvamos a acordarnos de ellas;
aunque olvidemos a los viejos amigos
y los maravillosos viejos tiempos…
24


….Al igual que Los pájaros de fuego, el desenlace final del holocausto manileño es rápido, preludiado por una serie de hitos en el vía crucis hacia el horror, tales la marcha de la muerte de Bataan, el campo de concentración de Santo Tomás, o las torturas en el Fuerte de Santiago. Llega así el mes de febrero de 1945, cuando Manila es el infierno en la tierra:


Mientras andaba, empezó a apoderarse de Gloria un miedo frío, como si le hubiesen inyectado mercurio en las venas. De repente, de entre las sombras, surgió un hombre de mediana edad, vestido con harapos y con la cara chamuscada. Se acercó a Gloria y le pidió algo para comer. Gloria lo rehuyó y aceleró el paso. Había aprendido a desconfiar de todo el mundo. Dos cuadras más adelante, Gloria vio en la acera un bulto. Era el cadáver de una mujer. Tenía el vientre reventado y a su lado un flaco perro amarillo hurgaba entre las vísceras25.

….Son francamente parangonables, en valor literario y capacidad narrativa, estos momentos descritos en las novelas de Balmori y Ordaz, dos momentos elegíacos donde el escritor se ve desafiado a ser capaz de mostrar, con palabras, el horror condensado en unas líneas. Después de tramar unas intrigas, de urdir unos sentimientos en personajes ficticios, el narrador se encuentra ante el verdadero reto, el de describir las propias vísceras. Balmori lo vivió, Ordaz lo recrea. Veamos cómo lo resuelve cada autor.
….Dice Balmori:


Corrió hacia el balcón, lo abrió de par en par, miró hacia fuera. La calle hervía de tropas japonesas en rabiosa retirada. Y de toda la Ermita y de todos los demás distritos se elevaban enormes pirámides de fuego surgiendo de los edificios y los bloques de casas incendiados y dinamitados. A lo largo de todas las calles las ametralladoras disparaban contra el vecindario que trataba de ponerse en salvo angustiosamente. Y Fernando pudo ver, antes de cerrar el balcón, horrorizado, cómo una infeliz mujer cayendo de rodillas ante un soldado japonés, sostenía en alto el cuerpecito de su hijo, clamando misericordia. El japonés le arrebató el niño ensartándolo en su bayoneta, lo arrojó muerto contra las piedras y luego disparó contra la infortunada26.


….Dice Ordaz:


Gloria Calisig es conducida por un soldado a la biblioteca y allí, sobre una mesa, es violada. Luego, cuando cree que van a ejecutarla, el capitán, desde fuera de la sala, llama al soldado y éste se marcha abrochándose los pantalones. Gloria trata de escapar por la puerta de la cocina que da al jardín. En su huida ve cómo un soldado arrebata de los brazos de su madre a un bebé, ensartándolo con la bayoneta. Cuando por fin logra escapar del colegio Gloria no sabe si vale la pena dar gracias a Dios por estar viva27.


….Con el Epílogo que devuelve a la península a Ximénez, ahora convertido en Fidel Zuazo, se acaba la obra. El escritor, como albacea de la memoria colectiva y de la responsabilidad de custodiar, con palabras, el recuerdo, ha hecho una obra de bien. También Jesús Balmori escribió dos novelas románticas, de amores, enredos y costumbres, como fueron Bancarrota de almas (1910) y Se deshojó la flor (2015). No podía dejar de escribir, tras vivir la guerra, una obra que la tratara, que la denunciara, pues obligaba la realidad, más allá de la ficción. Así redactó su tercera y mítica novela. Del mismo modo, tras dos obras germinales, Ordaz culmina su trilogía con un texto de excepcional responsabilidad, y nos da la dimensión exacta de la función del escritor:


La batalla de Manila había dejado tras de sí un inmenso rastro de destrucción y muerte. La capital filipina no era sino un desolado campo de ruinas, un recuerdo demolido. En un solo mes, entre el 3 de febrero y el 3 de marzo de 1945, la ciudad quedó destruida. Las bajas militares fueron 1.010 americanos y 16.665 japoneses. El número de civiles muertos, entre hombres, mujeres y niños, rondaba los 100.00028.


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Imagen de portada de El fuego y las cenizas de Enrique Oria

_______________________
1   La película puede verse en Youtube (https://www.youtube.com/watch?v=JI4JIRs9I4Q). La balaustrada del coro se destruye como parte del escenario en el minuto 110.
2   Véase “Luis Eduardo Aute y Filipinas”, en Revista Filipina, Invierno 2016, vol. 3, núm. 2, pp. 15-43.
3   A título de ejemplo véanse: Iris Chang, The Rape of Nanking. The Forgotten Holocaust of World War II, Londres, Penguin Books, 1998; Lord Russell of Liverpool, The Knights of Bushido. A Short History of Japanese War Crimes, Londres, Greenhill Books, 2002 (1958). Específicamente sobre Filipinas: María Felisa A. Syjuco, The Kempei Tai in the Philippines: 1941-1945, Ciudad de Quezon, New Day, 1988; Benito J. Legarda, Jr., Occupation: The Later Days, Manila, Universidad De la Salle y Filipiniana.net, 2007; José Ma. Bonifacio Escoda, Warsaw of Asia: The Rape of Manila, Manila, Giraffe Books, 2000; Joaquín L. García, It took four years for the rising sun to set (1941-1945): Recollections of an unforgettable ordeal, Manila, Universidad De la Salle, 2001; Marcial P. Lichauco, “Dear Mother Putnam”; A Diary of the Second World War in the Philippines, Ciudad de Quezon, Cornelia B. Lichauco Fun, 2005; y María Rosa Henson, Confort Woman. Slave of Destiny, Manila, Philippine Center for Investigative Journalism, 1996.
4   Cf. Antonio López de Olaguer, El terror amarillo en Filipinas, Barcelona, Juventud, 1947; José G. Reyes, Terrorismo y Redención. Casos Concretos de Atrocidades Cometidas por los japoneses en Filipinas, Manila, [s.p.], 1947; Benigno del Río, Siete días en el infierno (En manos de la Gestapo Nipona), Manila, Nueva Era Press, 1950. La tradición llega hasta la época actual, como en María Dolores Tapia del Río, Mis memorias de la guerra de Filipinas, Barcelona, Parnass, 2004 y Carmen Güell, La última de Filipinas, Barcelona, Belacqva, 2005.
5   Cf. Alfonso J. Aluit, By Sword and Fire. The Destruction of Manila in World War II, 3 February–3 March 1945, Manila, Bookmark, 1994.
6   Cuenta María Dolores Tapia del Río en sus memorias que la Compañía Aérea Filipina (PAL), dirigida por Soriano, trató de contratar a filipinos hispanohablantes después de la guerra, siendo el español la lengua que se hablaba en las oficinas y los vuelos. Éste fue el caso de Carmen Madrid Murillo, única superviviente de su familia que fue contratada por la PAL y trabajó como azafata de vuelo. Véase Isaac Donoso, “Vida de Carmen Madrid Murillo, manileña de Intramuros”, en Revista Filipina, tomo XII, núm. 3, otoño 2008 <http://revista.carayanpress.com/cmadrid1.html>; et idem, “The last time Carmen Madrid heard the Intramuros Bells”, en Gaceta de Intramuros, Octubre-Diciembre, 2008, vol. I, núm. 3, p. 5.
7   Benigno del Río, op. cit., p. 33.
8   Vid. Adam Lifshey, “América is in the Archipelago: Mariano De la Rosa’s Fíame and the Filipino (American) Novel in Spanish of World War II”, Kritika Kultura, 2012, núm. 18; y Rocío Ortuño, “Los sonidos de la II Guerra Mundial en Manila: ruido y autorepresentación en Nuestros cinco últimos días bajo el yugo nipón, de María Paz Zamora-Mascuñana”, Revista de crítica literaria latinoamericana, 2018, núm. 88, pp. 291-314.
9   En José G. Reyes, op. cit., pp. 83-85. Las atrocidades fueron poniéndose por escrito como testimonio de lo acaecido, y como prueba ante el juicio contra los mandos japoneses. Los periódicos de la época recogieron diariamente los nuevos datos: “Vi por lo menos a tres muchachas yaciendo en el suelo, después de haber sido violadas repetidas veces. Vi por lo menos a veinte japoneses abusar de una niña de 13 años. Luego le cortaron los pechos y se estuvieron riendo. Parecían disfrutar mucho con lo que hacían”, en La Voz de Manila, Sábado 3 de Noviembre, 1945, vol. II, núm. 106, p. 6.
10   Sobre la actividad cultural filipina desarrollada durante la dominación japonesa véase AA.VV, Panahon ng Hapon: Sining sa Digmaan, Digmaan sa Sining (Studies on Philippine Art and Society, 1942-1945), Manila, Sentrong Pangkultura ng Pilipinas, 1992.
11   Tratamos la problemática en I. Donoso y Andrea Gallo, Literatura hispanofilipina actual, Madrid, Verbum, 2011. En los últimos años ha ido mejorando la oferta de obras, en parte gracias a la «Colección Oriente», con sus diez título publicados (http://www.editorial-hispanoarabe.com/coleccion-oriente/), y al «Premio José Rizal de las Letras Filipinas», que galardona obras de autores filipinos en lengua española.
12   Véase Rocío Ortuño, “Manila existe: Filipinas y la recuperación de la memoria histórica en la novela española”, Neophilologus, 2015, núm. 99, pp. 433-448; y nuestro comentario bibliográfico de las obras recientes en “La novela filipinista: Filipinas en la novela española actual”, Revista Filipina, Primavera 2017, vol. 4, núm. 1.
13   Por ejemplo, la obra ganadora del «XXXIV Premio Felipe Trigo de narración corta», escrita por José María Fons Guardiola, Los variados avatares de Chejov, Badajoz, Diputación de Badajoz, 2015.
14   Así tratamos de hacer en nuestro poemario Tíndalo de sinamay, Nueva York, Centiramo, 2022.
15   La Perla del Oriente, Barcelona, Destino, 1998, p. 192.
16   Véase “Sociolingüística histórica de la lengua española en Filipinas”, en I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2012, pp. 325-383.
17   Véanse nuestras reflexiones en “Introducción a la lexicología hispanofilipina y al filipinismo léxico”, Revista Filipina, Verano 2018, vol. 5, núm. 1.
18   Isidro Martínez, “Perdido edén filipino”, Literatura española alternativa. Consulta 06/12/2022: [http://literaturaespanolaalternativa.blogspot.com/2011/04/perdido-eden-filipino-en-preparacion.html]
19   La Perla del Oriente, ob. cit., p. 119.
20   Rocío Ortuño, “Embajadores culturales: recepción y trascendencia del viaje de Gerardo Diego a Filipinas en el archipiélago asiático”, Revista de literatura, 2018, tomo 80, núm. 159, pp. 223-243.
21   El fuego y las cenizas, Morcín, Pez de Plata, 2011, pp. 15-16.
22   Jesús Balmori, Los pájaros de fuego. Novela filipina de la guerra, edición de I. Donoso, Manila, Instituto Cervantes, 2010, p. 13.
23   El fuego y las cenizas, ob. cit., p. 50.
24   Ibid., p. 81.
25   Ibid., p. 192.
26   Los pájaros de fuego, ob. cit., p. 208.
27   El fuego y las cenizas, ob. cit., p. 195.
28   Ibid., p. 198.