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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
DIPLOMÁTICOS

PDF:
Virgilio Reyes Alcántara


EL IDIOMA ESPAÑOL EN FILIPINAS: REFLEXIONES DE UN DIPLOMÁTICO FILIPINO

VIRGILIO REYES ALCÁNTARA
EMBAJADOR
Cuando yo crecí en Manila en los años 60 y 70, el idioma español ya no era tan vibrante como lo había sido en la era anterior a la guerra, cuando los poetas filipinos como Jesús Balmori o Fernando María Guerrero reinaban. Casi nadie hablaba castellano en las calles o en los pasillos del Congreso. Se decía que todavía se hablaba español en el Palacio Presidencial de Malacañán hasta la época del presidente Diosdado Macapagal (1961-1965). El español se cultivó en círculos sociales de élite y en escuelas favorecidas por los mestizos hispanofilipinos como el Colegio De La Salle, San Juan de Letrán o San Beda para lo chicos, y el Convento de la Asunción y el de Santa Escolástica para las señoritas. El bastión de los hispanistas estaba en la venerable Universidad de Santo Tomás, dirigida por dominicos españoles. Había una clara división cultural entre estas “viejas instituciones escolares” y la vanguardia del jesuita Ateneo de Manila (el Alma Mater de Jose Rizal ahora dirigida por estadounidenses) y la Universidad de Filipinas o la Universidad de Silliman en el sur, ambas fundadas durante la era estadounidense. En estas últimas escuelas, el inglés era el rey y representaba todo lo que era moderno, progresivo y actualizado. Aquellos que dominaban el inglés también estaban seguros de tener éxito en estas escuelas, así como en sus carreras posteriores.
….Aunque todavía había algunos periódicos en español como El Debate, estos no eran tan ampliamente distribuidos o tan leídos como los periódicos en inglés como The Chronicle, el Manila Bulletin, el Manila Times o The Herald o incluso las publicaciones en tagalo como el Taliba o los cómics locales. Las películas filipinas en español habian desaparecido. Los jóvenes que iban a dedicarse al periodismo tenían más probabilidades de perfeccionarse y tener una carrera exitosa en el idioma inglés en lugar del idioma hablado por sus abuelos. Raros fueron los periodistas y escritores, como Carmen Guerrero-Nakpil y su hermano León María Guerrero III, que hablaban con fluidez ambos idiomas. En otras palabras, la campaña implacable que los estadounidenses habían liderado durante su dominio desde 1898 hasta 1946 (con el interregno japonés de 1941-1945) para establecer el inglés como medio principal de la comunicación, había tenido éxito a costa del español (anteriormente la lingua franca) y de los idiomas locales. Aunque en teoría la independencia de Filipinas había sido concedida en 1946, el “poder blando” de Estados Unidos todavía se ejercía a través del sistema educativo y de los medios de comunicación, que hicieron eco de gran parte las tendencias que se producían en el continente americano. Si había alguna duda sobre esto, el mensaje seguía siendo vehiculado por las poderosas bases militares estadounidenses en territorio filipino y por las escuelas privadas católicas dirigidas por órdenes extranjeras que apoyaban el uso del inglés como medio de instrucción.
….La guerra había devastado los centros donde se hablaba español en Manila, como Intramuros, Ermita y Malate. Curiosamente, se había desarrollado un patois nativo allí, una mezcla de español y tagalo llamado lengua de tienda. Atrapados en la reconstrucción de su nación recién establecida y dependiente de apoyo estadounidense, los filipinos, que ahora hablaban más inglés que español, difícilmente lucharían por la preservación de un idioma asociado con su antiguo colonizador, que había sido relegado a un estado de segunda clase. Además, el español sufrió la reputación de ser un “idioma snob” hablado por los elitistas (más tarde etiquetadas como “niñoscono”) que no deseaban frotarse los codos con las masas; los filipinos no sabían que en América Latina, el español era un lenguaje callejero e incluso revolucionario.
….En mi lado paterno, mis bisabuelos habían hablado español en la escuela y en casa. Mi bisabuelo don Eduardo Reyes (cuyo hermano José había sido conocido como Pepeng Kastila) había sido gobernadorcillo o alcalde de la ciudad de Maragondón, Cavite, y su madre, Romana Argüelles, era de pura sangre española, de Cádiz. Registros de sus nacimientos, matrimonios y defunciones aún existen, en español, en el archivo y en los documentos de la iglesia parroquial de esta ciudad histórica, donde el héroe Andrés Bonifacio fue juzgado en nuestro hogar ancestral.
….La familia de mi madre era principalmente de los antiguos distritos de Binondo y Malate en Manila; mi bisabuelo Felipe Tempongko, de origen malayo-chino, y su esposa Leocadia Lheritier tenía, en parte francesa, fueron educados en español y lo hablaban junto al tagalo con sus hijos. La siguiente generación, que estudió tanto en escuelas públicas como privadas, en realidad se sentía más a gusto con el inglés. Mi madre había hablado español de niña (haciendo sus propias palabras como “bicicletar”) pero había cambiado al inglés cuando había entrado al colegio. Recordaba que su Lola (abuela) Leocadia leía sobretodo novelas de centavo en español y estaba encantada de poder decir alguna palabra en inglés como “fish”; en cambio mi madre con su abuela hablaba en tagalo.
….Yo hablaba inglés y tagalo en casa y era vagamente consciente del español, que a veces era hablado por personas mayores como mi abuela, Esther Tempongko-Alcantara y su prima Flora Ongpin-Heras. Estas mujeres habían experimentado todo el esplendor del español como lenguaje dinámico de la Manila de los años 30 y 40. Mi hermano y yo nos divertíamos con el ‘mestizo itinerante’ que tocaba el timbre y en español ofrecía longanizas para comprar a mi madre.
….También estábamos intrigados y aterrados por la familia mestiza española que vivía en otro bloque y cuyos bruscos modales parecían contrarios a los valores alentados en nuestro hogar. En De La Salle College, donde mi hermano fue educado, y en Santa Escolástica frecuentada por mis primos, los mestizos españoles compartirían en voz alta las respuestas a los cuestionarios entre ellos en su lengua exclusiva. Una consecuencia de todo esto fue la impresión de que el español era una lengua solo para los ricos y privilegiados.
….Eso fue un mundo que no parecíamos compartir hasta que un día, a los 14 años, yo comencé a explorar Intramuros por mi cuenta y decidí que debería aprender ese idioma. Fue en esa época que las historias de Nick Joaquin habían comenzado a impresionarme. Mi abuela Esther (o Eya, como la llamamos) fue la primera persona con la que pude comenzar a hablar este idioma; de manera reveladora, una tía materna estaba molesta porque probaría mi español ante ella, como si me estuviera dando aires. Recuerdo históricas de una tía paterna que contaba como anécdota graciosa cuando su padre contrató un tutor de español para enseñarles a ella y sus hermanos el idioma: era el equivalente a que se les enseñaran algunas piezas de música de piano, para ser convenientemente olvidadas acto seguido.
….Además de todo lo dicho, el español fue mal enseñado en las instituciones académicas. Una ley requería que los estudiantes universitarios estudiesen 24 unidades de español, equivalente a un curso completo, rebajadas después a 12, requisito previo para graduarse, dicha medida resultó ineficaz. Generaciones de estudiantes instruidos de esta forma resultaron no ser capaces de completar una mínima frase o de comprender historias simples y anécdotas. Lo único que le quedó a la mayoría de los estudiantes fueron algunas estrofas del Último Adiós de José Rizal. A diferencia de antes de la guerra, ya no había películas en español en los cines, no había programas de radio (¡televisión ni hablar!), no había teatro en español y existían pocos centros culturales o bibliotecas para libros en español. Esta fue una consecuencia natural de la disminución de la presencia hispana en Filipinas, que había sido suplantada por la estadounidense.
….Para un entusiasta incipiente como yo, tal situación solo fue remediada por autoestudio y por el estímulo de profesores dedicados en la universidad (cuando yo estudié el requisito se había reducido a solo 12 unidades). Esto sentaría las bases para mis estudios que perfeccioné en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, así como durante mis asignaciones como Oficial de Servicio Exterior en México y en Chile. Coincidiendo con mis períodos latinoamericanos y la celebración del Centenario de la Revolución Filipina en 1998, escribí y publiqué un libro en español titulado La Revolución Filipina: El Nacimiento de Una Idea (Santiago de Chile, 1998).
….Conocer del español no solo me ayudó en mi carrera diplomática sino que me permitió también aprender francés y especialmente italiano, ya que terminaría mi mandato de 35 años como embajador de Filipinas en la República Italiana. Habiendo sido asignado también a la Misión de Filipinas ante las Naciones Unidas en Nueva York, sabía cómo el español podría ser un puente hacia las naciones latinoamericanas en este organismo internacional. Esto continuó en mis tareas en otros países, donde el enlace hispano a América Latina demostró ser valioso.
….El español hoy en Filipinas ya no lleva el peso de los siglos de colonización. Es considerado como un idioma entre muchos, es decir puede significar ingresos para quienes trabajan en el extranjero o en los centros de llamadas que son un pilar de nuestra economía. Para los estudiantes que ya no están obligados a estudiarlo, el español abre una puerta a quienes deseen comprender mejor su cultura, ya sea en las artes, en la arquitectura, en el patrimonio histórico o en la gastronomía; y efectivamente una conferencia en la Casa Azul del Instituto Cervantes, en Intramuros, ahora atrae espontáneamente a multitudes de jóvenes.
….Con la difusión de las redes sociales y la facilidad de los viajes internacionales, aprender español y comunicarse con hispanohablantes es fácil y económico. Los filipinos con su cultura variada e internacional pueden ser un puente entre los mundos hispano y anglosajón. Por ejemplo, la elección de Teresita Marquez, una miss filipina, como Reina Hispanoamericana en el homónimo concurso de belleza, va estableciendo una nueva tendencia.
….Mi esperanza es que una nueva generación de filipinos pueda estar motivada por su cuenta para aprender a sentir el ardor del Himno Nacional de Filipinas en el original español y recitar El último adios con plena conciencia de lo que José Rizal quiso decir en sus palabras originales, es decir, será el momento en que Filipinas deje de ser de una vez para siempre “Nuestro perdido Edén”.


Nueva York, 15 de marzo de 2020