Primavera 2016, Vol. 3, Núm. 1
ARTÍCULO
PDF: Lo quimérico: Notas…Isaac Donoso
PDF: Revista Filipina–Primavera 2016
LO QUIMÉRICO:
NOTAS DE ESTÉTICA GOMEZRIVERIANA
ISAAC DONOSO
Universidad de Alicante
I. CATEGORIZACIÓN DE LO QUIMÉRICO
Si algo hay en la personalidad y obra de Guillermo Gómez Rivera es su estridentismo, que seguramente es connatural al conjunto del gusto filipino. Es tropical, malayo, chino y español, es ilustrado y barroco, es una mezcla heterogénea del vivir académico entre libros de la más alta erudición, y cintas de VHS de la Argentinita y Sara Montiel. Sus conversaciones no tienen igual en toda Filipinas, y cualquiera que vaya a Manila tiene que rendirle visita obligada, por el deleite inigualable que disfrutará en el largo o corto tiempo que dure la visita, que acabará siendo en casi todos los casos uno de los mejores recuerdos que se lleve de su viaje. Quien haya atendido uno de los exclusivos ensayos que Gómez Rivera imparte en la Philippine Women’s University al Bayanihan, la compañía nacional de ballet de Filipinas, sólo podrá sentir que está en el mayor de los embelesos artísticos, donde se aúnan danza, música, vestuario y un sinfín de atractivos para los sentidos. Guillermo vive con igual pasión el baile y el ballet y la escritura. En su caserón de la calle Mola está siempre repasando algún libro, o frente al ordenador respondiendo algún correo, escribiendo en algún blog, o componiendo alguna obra. Entre títulos académicos firmados por Laín Entralgo o Dámaso Alonso, trajes de lo más variopinto podrían formar un museo de la danza en Filipinas.
Esta vocación y casi necesidad por expresarse, contrasta con la hierática voluntad que Gómez Rivera tiene por las formas clásicas, por lo regular y ordenado, cuando todo a su alrededor es barroco, casi gótico, casi bohemio, casi decadentista. Pero ciertamente estamos en un contexto tropical, donde un terremoto puede suceder en cualquier momento, donde los baguios pueden hacer que la propia calle Mola pase a ser un río más, y donde el ruido a motor y olor a humanidad es difícilmente evitable. Guardar las formas, el rigor, el gusto por la línea recta y la estructura ordenada queda un poco al margen del quehacer humano, a lo sumo, se puede ver en los rascacielos de Manila o los numerosos centros comerciales SM paralelepípedos. Pero en la creación literaria o intelectual es difícil mantener una vocación clasicista. Nick Joaquín ya lo planteaba con su Tropical Gothic y A Portrait of the Artist as Filipino, rememorando la salida de Eneas llevando a Anquises. En Gómez Rivera también encontramos una lucha por preservar las formas clásicas, en verso y prosa, pero de igual modo, a medida que avanza el tiempo, lo dionisiaco se apodera de su quehacer, pues es en todo él orgía expresiva: poemas, tebeos, viñetas, novelas, ensayos, artículos, blogs, manuales, dramas, comedias, canciones, letras, traducciones, y horas y horas de bailes, la jota moncadeña y el fandango sa ilaw. En este variopinto mundo artístico, donde Gómez Rivera dibuja, canta, baila y escribe, lo más milagroso es que el nudo gordiano tiene en verdad una consistencia inmarcesible, que es el vivir por y para el arte filipino. Pero como para Gómez Rivera la filipinidad es parte de la hispanidad, y lo hispánico se ha ido erosionando en el archipiélago, ese vivir se transformó en un sinvivir. Aquí encontramos la idea que vertebra toda la obra gomezriveriana: la defensa apasionada del idioma español y de la tradición hispánica en Filipinas.
Y, como defensa apasionada, muchas veces excede al canon del formalismo y de lo formalmente correcto. Guillermo ansía la sobriedad, pero le devora la pasión. Hubiera querido lo Bello, pero los tiempos no son propicios, y lo Sublime está fuera de lugar. Sólo queda invertir en el ansia, y dejar obrar a la expresión, la voluntad de que el mundo fuese de otro modo, el deseo de remediar el entuerto cultural, la locura de un hispanohablante que se ha quedado sin nadie con quien conversar. Lo Quimérico es lo único posible, y hay que buscarlo en Fernando María Guerrero, en la culminación de una tradición que aúna esteticismo con quijotismo, panegírico con elegía, y la altivez propiamente filipina de la conmiseración, la temeridad de quien lo ha perdido ya todo, menos la capacidad de idear. Damos a continuación ejemplos del uso conceptual en la poesía de Guerrero:
y el Derecho parece una quimera,
pero aun hay fe, y allí donde yo llego.
ha de llegar conmigo mi bandera1.
* * *
Una selva es la casa de todas las quimeras,
las quimeras del viento, del agua y del color;
es la sala en que ríen las Reinas Primaveras,
entre un eco de flautas sollozantes de amor…2
* * *
Cuando despunta un sueño
y florece en la vida una quimera,
el fondo de las cosas es risueño,
porque es azul como una primavera3.
* * *
Te hablo en tu lengua; mis vernos
te dirán que hay un amor
que, en la hecatombe pretérita,
su raigambre conservó
en lo más hondo y arcano
de mi pecho. Es como flor
que han respetado celliscas
y avalanchas de pasión,
flor abierta suavemente
en cumbres llenas de sol
a donde sube el espíritu
de sus quimeras en pos,
para rezarte:—¡Oh Hispania!
¡oh dulce idioma español
el del arcipreste de Hita,
el de Lope y Calderón,
el de Juan Mena y Cervantes,
de Pereda y de Galdós!4
* * *
la fuga de las dichas, la muerte de las rosas.
algo como el deshoje de ingrávidas quimeras
que se llevara el hálito de brisas pasajeras
hacia los horizontes de un país muy distante,
tal vez fantasmagórico, quizás alucinante5.
* * *
Un murmullo de frondas, un frufrú de quimeras
que volasen por entre los jardines del alma;
unas cosas aladas, vagarosas, ligeras
que nos diesen un beso y llorasen en calma6.
Guerrero verbaliza también el concepto, empleando el verbo “quimerizar”:
Dale a besar tus anillos
en que Véspero escintila,
tus collares, tus zarcillos,
tu boca roja y tranquila…
Y cuando tu seducción
divina y crepuscular
conquiste para tu rito algún nuevo corazón
que sepa quimerizar,
extiende sobre el neófito tus manos en bendice
¡oh Madona!
y alrededor de su sien
pon las perlas de nostalgia que tiemblan en tu corona
por toda su vida. Amen.
Como colofón, Guerrero compone un poema completo dedicado “A S. M. la Reina Quimera”, una verdadera declaración de intenciones que, pudiera ser decadentista y propiamente parnasiana, si no fuera por lo que ya explicamos en relación a Jesús Balmori y su “orientalismo desde Oriente”: la apropiación de técnicas modernistas para la creación de un mundo estéticamente filipino que pueda enfrentarse a la agresión cultural del colonialismo americano. El poema de Guerrero no es un mero artificio, sino que invoca a la “bandera”, “tus vencedoras manos”, “mis pensamientos”, “mis desgracias”, y “esos rayos que tú despides”, en alegoría ciertamente del primero de los símbolos, el sol de la bandera filipina:
A S. M. LA REINA QUIMERA
Reina Quimera,
Reina que cubres con tu bandera
todas las almas, todas las cosas;
Reina en quien puse mi fe primera,
y oyó mis versos, y oyó mis prosas;
Reina hechicera,
dame una rosa de entre tus rosas.
de los jardines de los ensueños,
de los cabellos de primavera.
y los risueños
coros alados de mariposas
con que engalanas
la excelsa gloria de tus mañanas.
Reina Quimera!
¡Reina Quimera! Tu alto palacio
hecho de gemas deslumbradoras,
de oro y topacio,
lo han erigido tus vencedoras
manos que abarcan todo el espacio.
Tu cetro brilla,
tu cetro impera
y rige pueblos y corazones,
Reina Quimera,
luz sin mancilla,
luz que colora las ilusiones
con que decoras la tierra entera,
¡Reina Quimera!…
¡Reina Quimera, Reina amorosa,
Reina que dentro de mí suspiras!
Tu voz mimosa
deja vibrando todas las liras
y en cada labio deja una rosa.
Por ti en la mente de los poetas
arden mil piras;
por ti las almas viven inquietas,
por ti están tristes cuando suspiras,
Reina Quimera…
¡Reina Quimera! Mis pensamientos,
cuando en mi pecho tu canto exhalas.
se enfloran todos de primavera,
se hacen sutiles como los vientos
y tienen alas
para buscarte. Reina Quimera…
Reina Quimera, Reina que sabes
de mis desgracias y mis dolores
y dudas graves;
Reina que vagas por mis caminos
y que conoces todos mis rastros:
dame tus flores,
dame los rayos esmeraldinos
de esos tus ojos, que son dos astros…
Del bello triunfo de tus jardines.
coge un capullo;
dame la nieve de tus jazmines,
dame tu arrullo,
y cubra mi arpa tu cabellera.
Reina Quimera…
¡Reina Quimera! mi ruego es éste:
de mis tristezas jamás te olvides.
Dame esos rayos que tú despides
de luz celeste,
y doren ellos mi vida entera,
cuando despierte, cuando me acueste
¡Reina Quimera!…
II. El QUIMERISMO LITERARIO FIIPINO
Lo Quimérico había sido uno más de los recursos modernistas empleados para contribuir a la gestación de una estética netamente filipina, la cual permitiese crear una ideología nacionalista con la que enfrentarse a la agresión cultural norteamericana. Como hemos señalado en otras ocasiones, W. E. Retana criticó abiertamente esa tendencia parnasiana de los vates filipinos, acusándoles de escapismo cuando debían de enfrentarse intelectualmente a Estados Unidos. Después de decir sobre el poema “A S. M. la Reina Quimera” que “es fantásticamente vago y delicado”, Retana insiste de nuevo en las perniciosas consecuencias para la literatura filipina debidas al cambio estético operado por Guerrero:
Para lo que a nosotros nos interesa ahora, el tiempo de los solimanes y los rajás cada vez fue más evidente que había pasado o, con mayor propiedad, se había transformado en el culto al kayumanggi después de la Segunda Guerra Mundial, ya en clave indigenista y muchas veces xenófoba14. En todo caso el tagalismo de la nueva wikang pambansa se apropió de la reivindicación nacionalista, neutralizando el papel que había tenido la literatura en español. Muy pocos escritores hispanofilipinos, de los muy pocos que ya quedaban inaugurada la tercera República, invocaban la estética de los solimanes. Entre ellos Gómez Rivera, en su poema dedicado a Diosdado Macapagal en 1965, “Antena de la Patria”, de Con címbalos de caña:
El genio de los Cides aureola tus actos.
Patriota. Defensor de Mi patria famélica.
Paladín de la Historia. Prez de prístinos pactos.
Cual volcánica fuente surgiste al patrio trono,
al pueblo depurando de exotismos y vicios…
De la nociva influencia que incita el abandono
De nuestros sacros fueros y patrios epinicios.
La noble integridad de tu altivez malaya
te gloria proclamándote descendiente directo
de los grandes que alzaron la impávida atalaya
donde ondean los nombres de Bonifacio y Recto.
Que hacen de Hispanidad su religión;
Del idioma su altar, su alma y sus huesos;
Del patriotismo, sangre y corazón.
Mi rito y mi oración es la poesía.
Tengo por lanza el sáfico que exhorta.
De Cristo arranco toda mi energía
Y nada me estremece ni me importa.
¿Dónde está la vanguardia, dónde está la experimentación, la innovación literaria? La respuesta hay que buscarla en los autores que, por entorno familiar deberían de haber compuesto en español, pero que, por educación americana, optan por escribir en inglés. El caso más paradigmático es José García Villa, el principal poeta filipino en lengua inglesa. Recientemente la investigadora Paula Park ha descubierto en sus archivos personales sorprendentes documentos, en los que se prueba que García Villa era hispanohablante ―como no podía ser de otro modo―, pensaba en español, y experimentó poemas vanguardistas de musicalidad hispánica:
Zitame zolame zilame tu lanzita
Mirame morenita celest estel
Morame mirando morezita de miel
Yncantame yncantame yncanteress
Yncantame yncantame yncanteress16.
Y esto nos lleva directamente al gran problema que ha dominado la literatura filipina, sobre todo en lengua inglesa, en la segunda mitad del siglo XX: la esquizofrenia producida por la necesidad de amoldarse a una nueva tradición lingüística, literaria, cultural, e incluso antropológica, cuando el mundo filipino ya estaba bien anclado como parte natural de la comunidad hispánica en proceso de universalizar el español como lengua nacional del conjunto de la población del archipiélago. Esta esquizofrenia cultural fue perfectamente simbolizada por Nick Joaquín en su novela alegórica The Woman Who Had Two Navels, “La mujer que tenía dos ombligos” (1961), dos ombligos que hacen referencia obviamente a las dos matrices culturales del filipino:
Y esa generación de escritores en inglés, cuyos padres hablaban español, es el fenómeno literario que Nick Joaquín alegoriza a través de los dos ombligos, y que yo llamo «Quimerismo literario»: dos células, dos matrices culturales que se unen en conglomerado artificial y antinatural. Lo natural hubiera sido y siempre es el desarrollo espontáneo de una tradición a través de su transformación gradual, a través, llamémoslo así, de eones que se van reactualizando. Una intervención aliena al natural decurso estético y literario lo que produce es un hecho antinatural, amorfo, artificial, ajeno al pueblo que lo crea y al que va dirigido. Éste es el caso de la literatura filipina en inglés: una literatura creada para complacer al colonialista (o a unas élites asociadas al colonialista), no al pueblo filipino. Y lo mismo sucede con muchas de las literaturas modernas producto de una intervención colonial.
De suerte que lo Quimérico acaba siendo el arma estética con la que enfrentarse al Quimerismo literario filipino; la invocación al sueño quijotesco y el delirio por desfacer el entuerto de la falacia cultural, de la doble naturaleza de una literatura filipina contemporánea que ha sufrido y sigue sufriendo un trauma de definición identitaria. A todo ello habría que sumar las literaturas en lenguas vernáculas, incluido el filipino, a pesar del escaso número de publicaciones que aparecen anualmente. Todo lo cual hace que la literatura filipina presente numerosos problemas a la hora de realizar una historia crítica coherente.
Éste es el escenario en el que ha tenido que vivir y obrar Guillermo Gómez Rivera, uno de los pocos escritores filipinos que no ha sufrido el Quimerismo, la esquizofrenia por perder el sentido de la filipinidad. Precisamente es él uno de los pocos que puede llamarse a sí mismo “escritor filipino”, pues represente, continua y encarna la literatura filipina que siempre fue la nacional. El Quimerismo no le ha afectado, no el complejo de Edipo, ni tuvo que eliminar a Gómez Windham para que Gómez Rivera fuera alguien. Gómez Rivera es alguien por derecho propio, por honradez intelectual, compromiso cultural, y quizá lo más importante y lo menos conocido, por ser ―los años lo han probado― coherente con su destino histórico. La hispanidad cuenta con el mejor de sus valedores, con el que vale cien millones de filipinos. Sepamos honrarle, ahora que sigue entre nosotros. Y cuando no esté, sepamos recordar su memoria y ejemplo.
1 “Mi bandera”, en Fernando M. Guerrero, Crisálidas (Poesías), Manila, Philippine Education Foundation, 1952, p. 75.
2 “La danza de las selvas”, en ibid., p. 28.
3 “Más que todo, mi cruz…”, en ibid., p. 60.
4 “A Hispania”, en ibid., p. 75.
5 “Los espejos muertos”, en ibid., p. 78.
6 “Por el camino incierto”, en ibid., p. 89.
7 “Antifonario”, en ibid., pp. 101-102.
8 Véase “Los pájaros de fuego. Japón y el holocausto filipino en la obra de Jesús Balmori”, en Studi Ispanici, Roma & Pisa, Istituti Editoriali e Poligrafici Internazionali, vol. XXXIII, 2008, pp. 217-235, y en especial la introducción a nuestra edición crítica de Jesús Balmori, Los pájaros de fuego, Manila, Instituto Cervantes, 2010.
9 “A S. M. la Reina Quimera”, en Crisálidas, ob. cit., pp. 52-53.
10 W. E. Retana, De la evolución de la literatura castellana en Filipinas: los poetas, apuntes críticos, Madrid, Lib. General de Victoriano Suárez, 1909, p. 28. El impacto de este texto es tal, que cuando Julio Cejador y Frauca describa el Modernismo en Filipinas hará uso exclusivo del mismo. Historia de la Lengua y Literatura Castellana, Madrid, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1919, tomo X, pp. 68-69. Así pues, la crítica hispanista inició ya desde el texto de Retana una consideración negativa del Modernismo filipino. Hemos publicado los textos principales de la polémica de Retana: “Retana y la crítica al Modernismo: De la evolución de la literatura castellana en Filipinas [1909]”, en Revista Filipina, tomo XII, núm. 1, primavera 2008,
11 De la evolución de la literatura castellana en Filipinas, loc. cit., p. 17.
12 I. Donoso, “«El Jardín de Epicuro»: cenáculo modernista filipino”, en Revista Filipina, tomo XVI, núm.1, primavera, 2012: <http://www.revista.carayanpress.com/epicuro.html>.
13 I. Donoso, “Crónica de Filipinas en la obra de Zoilo Hilario”, en Kritika Kultura, Universidad Ateneo de Manila, 2012, vol. 20, pp. 205-231.
14 Como tratamos en I. Donoso y Heidi Macahilig-Barceló, “El español y la historia de la lectura en Filipinas”, en I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2012, pp. 385-427.
15 Véase “El español y la política lingüística filipina”, en I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, ob. cit., pp. 429-456.
16 Paula Park, “José García Villa’s Silent Tongue Tie: Hispanic Resonances in Filipino American Literature”, en Transmodernity: Journal of Peripheral Cultural Production of the Luso-Hispanic World, 2013, vol. 3, núm. 1: <https://escholarship.org/uc/item/7vq568nj#>.
17 Nick Joaquín, The Woman Who Had Two Navels, Manila, Bookmark, 2005, pp. 170-171.
18 Cf. “Crónica de Filipinas en la obra de Zoilo Hilario”, loc. cit., pp. 205-208.
19 Como indicaba Eugenio d’Ors en La ciencia de la cultura, Santa Coloma de Queralt, Obrador Edèndum, 2011.
20 He tratado el problema en varias ocasiones: “La formación de la historiografía literaria filipina”, en Perro Berde. Revista hispano-filipina de agitación cultural, Manila, Embajada de España, núm. 1, 2010, pp. 107-111; “Intracomparatismo: El paradigma filipino”, en Pedro Aullón de Haro (ed.), Metodologías comparatistas y Literatura comparada, Madrid, Dykinson, 2012, pp.527-533; “Cuestiones de historiografía literaria filipina”, en Revista Filipina, vol. I, núm. 1, 2013: <http://revista.carayanpress.com/resources/Historiografia.pdf>; “Ensayo historiográfico de las letras en Filipinas”, en Transmodernity: Journal of Peripheral Cultural Production of the Luso-Hispanic World, vol. 4, núm. 1, 2014:
III. ICONOGRAFÍA GOMEZRIVERIANA