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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
ACADÉMICOS DE LA LENGUA

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Wystan De La Peña


MI HISTORIA DE AMOR CON EL ESPAÑOL

WYSTAN DE LA PEÑA
ACADEMIA FILIPINA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Las primeras frases en español que encontré fueron dedicatorias escritas al dorso de unas fotografías de los años veinte entre los recuerdos de mi abuela materna. En ellas las mujeres llevaban el atuendo tradicional filipino que se llamaba balintawak. Y es que mi abuela materna hispanoparlante pertenecía a esa última generación de féminas filipinas educadas en español.
….Unos treinta años más tarde, tenía una vida profesional de ensueño: de día, profesor titular de español en la Universidad de Filipinas, dando clases de nivel básico; y de noche, jefe de turno y luego redactor-jefe en el servicio de inglés de la Agencia EFE, traduciendo —prefiero la palabra ‘reescribiendo’— las noticias que venían de EFE Madrid para un mercado angloparlante.
….Lo que me ha pasado durante este último medio siglo es mi historia de amor con el español.
….De las pocas frases que pronunciaba Mamá, solo recuerdo tres, una amenazadora: “Cállate, te voy a pegar” cuando hacía mucho ruido; una enfadada: “¡Cierra la boca!” cuando chillaba; y una tierna: “¿Quieres tú más?” durante las horas de comer. Fueron frases sin duda aprendidas de mi abuela, que, según me contaron, no quería hablar inglés sino solo español durante toda su vida. En vez de la lengua de Shakespeare, hablaba el tagalo cuando tenía que hacerse entender a la gente.
….Murió la abuela a finales de la década de los 60 y dejó una cantidad de dinero para sufragar mis estudios. Ahora sospecho que había dado instrucciones de ingresarme en un colegio que enseñaba español, porque mi madre me llevó a un colegio de los sacerdotes dominicos. Allí bajo el tutelaje de una estricta profesora monja, aprendí la conversación básica y adquirí un vocabulario que me fue útil cuando empecé los estudios universitarios. Tras tres años en ese colegio, nos mudamos a Ciudad Quezón y perdí el contacto con el español, salvo por un libro de gramática que tenía mi madre.
….Así pasaron ocho años sin español —perfeccionando en aquel tiempo mi dominio del inglés— hasta entrar a la Universidad de Filipinas (UP). Allí gané una plaza para estudiar química, uno de unos 90 aceptados. Pero, deseoso de conseguir una beca, la rechacé y competí por una plaza en la Facultad de Música. Me aceptaron, pero no conseguí la beca.
….Un año y medio antes de terminar la carrera, durante el cual fue profesor mío Ryan Cayabyab, ahora Artista Nacional de la Música, me pasó algo cómico: mi profesora de español era hermana de mi profesora de piano y ambas sabían que era estudiante de la otra. En aquel momento, ya preparaba la documentación necesaria para solicitar mi traslado al Departamento de Lenguas Europeas (DEL) y estudiar filología española. Había tenido un accidente que dañó mi mano derecha, justo en la semana de exámenes finales. Entretanto, un día en clase, mi profesora de español, al notar mis errores en los exámenes, me preguntó: “¿No quieres estudiar español?”. Y su hermana, dándose cuenta de que ya no ensayaba con la dedicación de antes, se enfadó un día y me dijo: “¿Por qué? ¿Ya vas a dedicarte al español?”
….Me aceptaron entonces en el DEL. Al principio, me sentía muy inseguro, ya que mis compañeros, muchos de ellos hijos de expatriados españoles, hablaban bien el castellano, por ser la lengua en casa. Fueron años de mucho estudio y mucha lectura de material histórico escrito en español —ya que otro amor mío era, y sigue siendo, la historia— además de estudiar minuciosamente las prescripciones en el libro de gramática de la Real Academia.
….Tan empapado estaba en la lectura que leía todo cuanto encontraba en español y durante horas, pues no tenía a nadie con quien hablar y practicarlo fuera del aula. De hecho, un día, en una asignatura avanzada, me dio la risa cuando la profesora me comentó: “Señor Wystan, hablas como un libro.”
….Aprendí a hablar como un hispanoparlante normal durante mi estancia en España, siendo becario del Ministerio de Asuntos Exteriores. En Madrid, fui a clases en la Facultad de Filosofía y el Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores, ambos de la Universidad Complutense de Madrid, y en el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Una oficial de UP, de visita en la capital española, me dijo: “Me dicen que no vas a la biblioteca”. Respondí: “Señora, estoy en las calles escuchando a la gente y tomando apuntes. Toda la ciudad es mi biblioteca”.
….Una digresión: al empezar los estudios de filología hispánica, me sentía raro. ¿Por qué estudiar español en una época en la que toda la gente clamaba por la abrogación de la ley de enseñanza obligatoria de ese idioma en las universidades? Estudiar español en un momento en el que se lo denunciaba como el idioma de la opresión y de la colonización (¡y estas denuncias se hacían en el idioma de otro colonizador que nos oprimió y tiranizó!) suponía para mí el planteamiento de una interrogación importante: ¿Qué voy a hacer al terminar los estudios? ¿Ser profesor por ser la única trayectoria profesional disponible en aquel momento? Me dije: ¡Ni pensarlo! Mamá era profesora y era testigo de lo duro era su trabajo y lo poco que cobraba. ¡La docencia no es para mí! Pensaba entonces: ser traductor, sí, puede ser… pero en aquel momento, no había mucha demanda para traductores en español. El país, “tras medio siglo en Hollywood”, según el lema de un conocido escritor, se convirtió en angloparlante, y debido al estatus de lingua franca mundial que adquirió el inglés, todo el mundo pensaba que el español no era necesario: “El inglés basta”, hecho que sobresale, por ejemplo, con la contratación de la mano de obra filipina en otros países; ¿su mejor cualidad? El dominio del inglés, o por lo menos, eso pensaban los que no lo dominaban (recuerdo cuando estudiaba traducción e interpretación en francés en Singapur cómo resentía el comentario de mis compañeros de otros países asiáticos según los cuales era un “filipino americanizado” solo por dominar el inglés).
….En aquella época, la industria de los centros de llamada todavía no existía; ahora contratan a nuestros estudiantes a partir del segundo año de estudios (con un sueldo que rivaliza con el de sus profesores). El aquel momento, el mundo todavía no había lanzado el proceso de globalización. ¿El idioma del comercio internacional? ¿El idioma de la diplomacia? ¿El idioma de las ciencias? ¿El idioma que usaba la gente cuando viajaba a otros países? No había otro que el inglés. “English, please”, eso dije a un policía ruso en San Petersburgo que se me acercó con una carpeta para enseñarme la infracción que había cometido por haber tomado unas fotos en el metro. “Only English is spoken here” decía un letrero en una universidad que visité una vez. Me escandalicé.
….Hoy día, los que hablan español además del inglés, cobran como el 30% más de salario que sus colegas no hispanoparlantes. Hoy día existe la demanda comercial por el español. Hoy día, los hijos de los manifestantes que gritaban por la eliminación del estudio del español en el ámbito universitario no comparten la visión de sus padres. Hoy día, para estos jóvenes, el español no es lengua de una colonización pasada sino una lengua para comunicar con el mundo; para ellos, el español no es la lengua que sólo hablan los hijos de expatriados españoles o de las viejas familias adineradas que conservan el español en casa, ¡ya es lengua para ganarse el pan del día! En breves palabras: hoy día, el español ya tiene valor profesional y económico.
….Testigo de este fenómeno es el Instituto Cervantes de Manila. Durante el lustro que trabajé allí como colaborador, me comentó un día José Rodríguez, el entonces director y también mi ex jefe en la Agencia EFE, que Filipinas tenía el mayor número de estudiantes inscritos en todos los centros del Cervantes en el mundo. Los profesores de plantilla no enseñaban solo en el edificio del Cervantes, sino también en universidades (que habían eliminado el español años atrás), colegios, empresas, el Instituto de Formación Diplomática del Departamento de Asuntos Exteriores, y aún en las oficinas o casas de diplomáticos, comerciantes y gente importante.
….Otra señal de la relevancia que ha adquirido el estudio del castellano la vemos en la Universidad de Filipinas que tiene una larga historia de enseñanza del español: cuando se eliminó dicho idioma en los currículos universitarios, se notaba que, pese a un aumento en el número de estudiantes del francés, el español seguía siendo la lengua de preferencia para estudiar entre los que hacían el Máster y el doctorado, en particular los de Ciencias Sociales y Humanidades.
….Volviendo a mi historia... tras los estudios, rechacé la oferta de enseñar en DEL, prefiriendo hacer traducciones de documentos en el Archivo Nacional al mismo tiempo que hacía el Máster en español. Pero tras medio año en este empleo, acepté finalmente la oferta del departamento a condición de que no tuviera que renunciar a mi trabajo de traductor: en aquel momento, estaba colaborando en los proyectos de libro de la historiadora María Luísa Camagay, profesora emérita de UP, y luego, del cineasta-historiador Nicanor Deocampo. Fuera del aula, hacía traducciones para agencias gubernamentales e internacionales, ONGs, además de hacer interpretaciones para algunas empresas y el Departamento de Asuntos Exteriores (DFA) de Filipinas.
….El año 1992 fue un año de triunfos: terminé el Máster; compartí con el historiador Ambeth Ocampo el premio accésit en un concurso de investigación sobre la hispanidad en Filipinas (ese mismo año, su libro ganó el National Book Award); recibí con mucha satisfacción la noticia de que una empresa filipina había ganado el derecho de construir una terminal de carga en Buenos Aires (fui miembro del equipo encargado de la traducción, y yo traduje la mayor parte de los documentos técnicos); y me contrataron en una empresa de informática para la preparación de documentación de software para América Latina.
….Entre los años 1993-1998, también escribía artículos de historia filipina para la “Crónica de Manila”, una sección en la edición dominical del periódico Manila Chronicle. Esa sección despareció a finales de los 90 a causa de la falta de ingresos publicitarios.
….En 1997, fue finalista en el National Book Award, sección de traducción, mi versión en filipino de Cartas sobre la revolución (1997), una recopilación de la correspondencia de Mariano Ponce (1863-1918), uno de los primeros dos representantes diplomáticos de Filipinas en Japón. Se repitió la candidatura casi veinte años más tarde con mi traducción anotada en inglés de Retrato del artista en 1956 (2016) del poeta español Jaime Gil de Biedma (1929-1990).
….En 2007, siendo jefe del DEL, decidí abandonar la docencia del español para dedicarme al estudio de la literatura filipina en castellano, teniendo como propósito la defensa de dicha literatura y su inclusión en el corpus de la crítica literaria en Filipinas.
….En la actualidad, estoy ultimando un libro recopilatorio de mis artículos tanto los ya publicados en revistas académicas, como los destinados a ponencias y congresos nacionales e internacionales. Estoy preparando también la publicación de otros dos trabajos: mi traducción al filipino —inédita durante estos últimos 20 años— de Doña Perfecta (1876) del novelista Benito Pérez de Galdós (1843-1920), mi versión al filipino de las poesías selectas de Gloria Fuertes (1917-2000) -trabajo inédito durante 18 años- y un poemario en español.
….Así han sido mis años con el español, mi ‘lengua enamorada’.