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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
INVESTIGADORES Y PROFESORES

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Elmar Manzano Parpan


UNA LUCIERNÁGA EN UN ESPESO ÁRBOL DE BAMBÚ

ELMAR MANZANO PARPAN
LICEO DE SÚBIC (LSB)
Nací en 1987, el año en que se abolió el idioma español siguiendo el mandato de la Constitución de Filipinas. Años después imaginaba, en el teatro silencioso de mi mente, las sonrisas traviesas de los estudiantes universitarios que, en aquellos días ya podían dejar de luchar con las conjugaciones españolas porque aquel requisito académico ya había venido a menos. Asimismo, pude oler la decepción de los maestros filipinos de español que, inútilmente, habían dado lo mejor de sí para salvar el idioma. De haber sido yo mayor en aquellos días, habría asistido a la agonía de un mundo. Si hubiera sido joven en los 80, tal vez habría escrito poemas melancólicos sobre el uso del moribundo idioma español en mi país; tal vez habría cantado el heroísmo de épicos guerreros en los campos de batalla conquistando fortalezas con determinación y valor; tal vez, habría defendido la importancia de la lengua española con valentía y amor. En fin, habría podido hacer algo, si no hubiera sido un niño que lloraba en el regazo de su madre ansiando leche y abrazos.
….Han pasado tres décadas, ahora tengo 32 años: me siento afortunado, agradecido, orgulloso de ser un ‘narrador de historias’.
….Comencé la escuela en 1993, ya no había rastros del español en ninguna forma cuando nos presentaron por primera vez letras y números. Ya no había ni “Hola” ni “¿Qué tal?”. El “adiós” había sido reemplazado por un goodbye. Las asignaturas se impartían en inglés. “Hermano” ahora se decía brother, el color amarillo se decía yellow y el nombre del país ya no se deletreaba “F-i-l-i-p-i-n-a-s” sino “P-h-i-l-i-p-p-i-n-e-s”. No teníamos más nada en español. Claro, nuestros nombres seguían siendo españoles, recuerdo a Alberto José y a Ricardo Manuel, quienes eran muy juguetones y algo traviesos en clase, eran mis compañeros de juego en la primaria. A las 5 de la tarde regularmente jugábamos a las cartas con dibujos animados... buenos amigos en tiempos felices. Si no hubiera sido por ellos, nuestro maestro no habría abusado de la frase, esta sí en español, “silencio, por favor”. ¿Y cómo olvidar a Catalina que me había enseñado la empatía? Cuando mi madre, sin darse cuenta, había olvidado poner mi merienda dentro de mi vieja mochila, la dulce Catalina me salvó compartiendo su comida y sus galletas sin una sombra de duda. Esa fue la primera comida gratis que tuve en mi vida. Catalina me dijo que le gustaba mucho mi estuche con pegatinas de Quasimodo en la parte superior. Quasimodo era el personaje de la novela de Victor Hugo, el jorobado de Notre Dame que busca el camino hacia El Dorado. Entonces se las di como un acto de agradecimiento. Esperaba que Catalina también hubiera encontrado su propio camino a El Dorado. En el futuro, cuando la tenga, llamaré a mi primogénita Catalina.
….Y así, las historias de mis primos y vecinos, bautizados con nombres españoles, se hicieron populares cuando las telenovelas comenzaron a emitirse en Filipinas a partir de 1994. Dos años después, Marimar encontraba su hogar en la televisión filipina y el resto es historia. Lo que hacía que los episodios fueran tan relevantes para la audiencia filipina era que los locales podían identificarse fácilmente debido a la proximidad con nuestra cultura y nuestra fe. Lo llamaría un efecto de “plato combinado” con café al lado. No se trataba de programas de televisión sin sentido, como en un principio se podría pensar, sino que presentaban problemas sociales que eran, e incluso actualmente son, relevantes para nuestra sociedad y su forma de ser: presentaban valores centrados en la familia, se aferraban a la fe cristiana mientras ofrecían importantes lecciones de esperanza. Los modelos humanos aumentaban la resistencia y la flexibilidad de los espectadores revistiendo de reflejos plateados las oleadas de penurias, las lluvias torrenciales y los desgarros inimaginables que la gente vivía y vive. Los guiones habían sido escritos por creadores de emociones, ¡Bravo! ¡Enhorabuena! Hay que decir que los telespectadores filipinos son considerados uno de los mejores públicos de televisión del mundo, especialmente para las telenovelas. Realmente los fans serían capaces de imitar perfectamente aquellas escenas y dominarían las canciones de la cabecera en español acompañándolas con su coreografía.
….A los 10 años descubrí que tenía un interés especial por la historia, la cultura, la religión y las ciencias sociales. Le dije a mi padre que me comprara libros de historia a modo de premio cada vez que sacaba buenas notas. Me habría gustado que mis maestros reconocieran que era el candidato adecuado para los concursos de historia y de cultura, por ello en la escuela trataba de hacer lo mejor que podía. Tomaba apuntes para las clases de historia cuando veía algún programa cultural en la tele. Leía páginas de gordos libros de historia de Filipinas, me detenía a admirar las fotos y luego continuaba devorando los capítulos que quedaban hasta muy tarde, como un niño pequeño que quiere más churros con chocolate mientras tiene paella al lado. Sentía una tremenda hambre de conocimiento sobre mi pasado. Así fue como me apasioné a nuestra historia.
….Hojeando las páginas, notaba muchas anécdotas, palabras, narraciones, cartas y todo estaba escrito en español. Ahí fue donde comencé a sentirme triste porque ya no podía entender el contenido, aquello estaba más allá de mi comprensión. Susurré para mis adentros: Ojalá mantengamos el uso del idioma español como parte del plan de estudios junto con el inglés y el filipino porque nuestra cultura solo puede entenderse completamente si tenemos un conocimiento apropiado del idioma español. De hecho, lo que pensé en aquel momento sigo pensándolo ahora: creo que ya es hora de revivir el español y es imprescindible hacerlo ahora mismo, ya que aún estamos a tiempo para salvar el idioma. Deberíamos darle a la lengua española la oportunidad de exhibir su gracia y encanto como se la daríamos a una dama vestida de su más bella librea; y cuando oscurezca, dejemos que su belleza siga brillando una vez más como en los viejos tiempos. Preservemos su valor y encanto.
….Tanto a mis amigos como a mí nos encantaría leer los poemas, las canciones y las obras maestras escritas en español por los artistas y los padres de la nación, nuestros Ilustrados. Quisiera investigar y examinar la antigua correspondencia comercial entre Filipinas y España y estudiar las biografías de los grandes filipinos del pasado comprendiendo a fondo los principales símbolos del país. Si hubiéramos mantenido el uso del idioma español, sin duda ya desde niño me habría dedicado con esfuerzo a su estudio asiduo hasta alcanzar la meta. Como entusiastas de la historia de Filipinas, no podemos simplemente ignorar el idioma español ya que es solo dominándolo que podemos entender completamente nuestro pasado, nuestra herencia común, nuestros tesoros nacionales. Cuando nuestros bisabuelos escribieron sus pensamientos y obras literarias, tenían tantas expectativas que un día habríamos leído sus obras sin el auxilio de ninguna traducción en su forma más pura; esperaban que nosotros también nos convirtiéramos en hispanohablantes, pero en eso fallamos.
….Tan pronto como comencé a ganar mi propio dinero, no dudé en gastar una cantidad significativa en libros en español y me matriculé en el Instituto Cervantes. El Instituto de Manila fue fundado en 1991 y es el tercero más grande del mundo, al mismo tiempo, hasta la fecha, es la institución más grande en nuestro país dedicada a la enseñanza del español. Con una determinación y optimismo, invertí gran parte de mi tiempo, recursos y energía para poder aprender el idioma en poco tiempo. Regularmente asistía a las clases del sábado y renunciaba a actividades no esenciales para estudiar y preparar mis exámenes; la distancia desde mi ciudad al Instituto era mucha, tardaba 4 horas en autobús y otras 4 horas para regresar a casa. ¡Qué desafío! Mi cuerpo a veces se quejaba, así como mis bolsillos, pero no me desanimé, tanta era la pasión. Realmente disfruté mis clases y aprecié mucho la didáctica. Allí entablé relaciones humanas enriquecedoras, traté con profesores intachables, insuperables y mis compañeros me apoyaron mucho. Fue sin duda alguna, una de las mejores decisiones que tomé en mi vida y estoy contento de mi elección, pues, gracias a este camino intelectual, no solo he aprendido algo importante para mí, sino que, de algún modo, he contribuido a la preservación y promoción del idioma español en Filipinas.
….Desearía algo más de nosotros los filipinos, y especialmente de los jóvenes: deberíamos hacer nuestra parte para aprender y perpetuar el idioma español no solo como herramienta útil para la vida moderna, sino también como idioma propio, como medio de comprensión, como reflejo del pasado, como luz de esperanza. Confío que habrá una recuperación del idioma en este país.
….Esta es mi historia, soy una luciérnaga en un grueso árbol de bambú.