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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2022, volumen 9, n
úmero 1

BIBLIOTECA
PDF: Memorias de un estudiante

MEMORIAS DE UN ESTUDIANTE DE MANILA.
CÁPTULO VI.
DESDE EL ABRIL DEL 77 HASTA EL DICIEMBRE DEL MISMO AÑO.


JOSÉ RIZAL
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Despiértate, corazón, vuelve a encender tu apagada lumbre para que a su calor recuerdes aquel tiempo al cual no me atrevo a juzgar. Ve, mente pensadora, y recorre de nuevo aquellos lugares, aquellos momentos en que bebiste junto con el néctar la amarga hiel de los amores y desengaños.
….Después de la vacaciones de aquel memorable año, busqué una casa en Intramuros y la encontré en la calle de la Solana, cuyo casero era un sacerdote. Mi madre decía que con lo que sabía, me bastaba ya, y no volviera más a Manila. ¿Habrá mi madre tenido presentimiento de lo que me iba a suceder? ¿Tendrá en efecto doble vista el corazón de las madres?
….Matriculéme en metafísica, porque además de que dudaba sobre el estado que iba a seguir, mi padre quiso que la aprendiera, pero tampoco afición tuve a ella que ni siquiera compré el libro de que se servían los demás. Encontrábame en Manila como atontado. Un compañero mío de colegio, que había salido tres meses antes del colegio vivía a la sazón en la misma calle que yo, era entonces el único amigo con quien contaba: mis compañeros de casa eran de Batangas, recién llegados a Manila. Mi amigo H. iba todos los domingos y otros días a casa y después, junto, nos dirigíamos a Trozo a casa de una abuela mía, amiga de su padre. Transcurrían feliz y silenciosamente los días para mí, hasta que un domingo que fuimos a Trozo encontramos una jovencita de sus catorce años tal vez, fresca, agradable y simpática. que recibió a mi compañero con mucha familiaridad, de donde deduje que sería su hermana, de la cual ya tenía noticias de que se iba a casar con su pariente cuyo nombre no recordaba. Encontramos efectivamente allí a un hombre alto, vestido con pulcritud y que pareciera ser su novio. Ella era bajita, de unos ojos expresivos y ardientes a veces y lánguidos otras, rosada, una sonrisa tan encantadora y provocativa que dejaba ver unos dientes muy hermosos; un aire de sílfide, un no sé qué de halagador desparramabas por todo su ser. No era la más bella mujer que vi, pero no he visto otra más encantadora y halagüeña. Dijéronme que la retratase, yo me excusé porque efectivamente no sabía; al fin se me obligó e hice un mamarracho. Jugué´we al ajedrez y a las damas con su novio, y o bien sea que estaba distraído viéndola, bien sea que me adulaba, o bien sea que no sabía, el caso es que perdí! De cuando en cuando me miraba ella y me ruborizaba yo. Al fin se habló de novelas y otras cosas de literatura y entonces tercié en la conversación con ventaja. Trascurrió aquel día hasta que la joven K. entró en el colegio despidiéndose antes de los demás que allí estaban. Yo me retiré a mi casa y no volví a pensar seriamente en aquel día. Llegó un segundo domingo y la vi seguida siempre de su novio y otras jóvenes.
….Sucedió que cambié de domicilio y que una hermana mía entró en el Colegio de la Concordia, en donde la joven K. era pensionista. Fui a visitarla y ella apareció en la sala de las visitas en compañía de la jovencita que se había hecho su íntima amiga. Yo, como no tenía ninguna cosa que decirla ni tampoco había tenido el honor de ser presentado a ella, además de mi cortedad de colegial, no la dirigí mas que un ceremonioso y mudo saludo al que ella contestó con una gracia y delicadeza admirables. Cuando volví en compañía de mis tías, las encontramos de paseo; mi hermana nos siguió en el coche, y fuimos al colegio en donde poco después se presentó la joven, No hay ningún incidente digno de decirse que nos haya pasado.
….Un día de jueves mi amigo M., que era el hermano de la señorita K., fue a invitarme a que fuéramos juntos a la Concordia para visitar a nuestras hermanas respectivas. Acepté gustoso tal invitación y fuimos. Encontramos a su hermana en la sala, nos saludó y me preguntó si quería que ella llamase a mi hermana Olimpia, dile las gracias y ella se fue ligera pero siempre con una gracia que no he visto en ninguna otra. Poco tiempo después aparecieron las dos y nosotros formamos un pequeño círculo. Hablamos desde entonces, y la animación reinó en nuestra reunión. Su hermano nos dejó y fue a hablar con una joven con la que se casó después.
….Yo no me acuerdo cómo comenzó nuestra conversación, pero sí recuerdo que ella me preguntó cuáles eran las flores que yo quería más; dijese que quería todas, pero que prefería las blancas y las negras; ella me dijo entonces que quería las blancas y las rosas y se puso pensativa; mas después añadió:
….—Sí, quiero también las negras.
….Yo me callé.
….—¿Tiene V. novia? —me preguntó después de un rato de silencio.
….—No —respondí—, nunca pensé en tenerla porque sé bien que nadie fijaría en mí su atención; sobre todo las bellas.
….—¡Cómo! ¡Se engaña V.! ¿Quiere V. que le procure una?
….—Gracias, señorita —la dije—, pero no quiero molestarla.
….Habíame acordado en aquel momento de que ella se casaría con su tío el Diciembre siguiente, y entonces la pregunté:
….—¿Se retira V. por Diciembre a su pueblo?
….—No —me contestó secamente.
….—¿Dicen que allá en su pueblo de V. se celebrará una fiesta muy grande, en la que V. tomará mucha parte, y que es fácil no se siga aun su asistencia.
….—No —dijo ella y se sonrió—. Mis padres quieren que yo me retire pero yo no quisiera, pues deseo estar en el colegio por cinco años todavía.
….Iba yo poco a poco bebiendo la dulcísima ponzoña del amor, a medida que proseguía la conversación. Sus miradas eran terribles por lo dulces y expresivas, su voz era tan armoniosa que un encanto acompañaba siempre a todas sus acciones. De cuando en cuando un lánguido rayo penetraba en mi corazón, y sentía un no sé qué hasta entonces desconocido para mí. Y ¿por qué tan rápidamente trascurrieron los años y no tuve tiempo de gozar de ellos? Por fin, cuando dieron en el reloj las siete, nos despedimos mi amigo y yo de nuestras hermanas respectivas, y ella entonces:
….—¿Tiene V. algo que mandarme? —me dijo.
….—Señorita, jamás he tenido la costumbre de mandar a las mujeres —contesté—. Espero que ellas me manden.
….Bajamos la ancha escalera del colegio y nos retiramos a nuestras casas. No me acuerdo de cómo pasé entonces la noche; era tan doloroso el tiempo que trascurrió después que se borraron de mi mente todo lo bello y dulce para no dejar más que sombras negras mezcladas con las tintas del tedio.
….Volvimos mi amigo y yo el domingo siguiente y no encontramos más que a mi hermana, pues la suya había salido aquel día en compañía de su padre. Era una noche tormentosa. Mi hermana me había preguntado si yo había mandado hacer flores a su amigo y como contesta que no, me dijo que había pedido materiales a las madres. Había yo hecho un retrato al lápiz de la señorita K, que había copiado de un retrato de fotografía que ella me había dado el jueves pasado. Después de un rato aparecieron su padres, a quien saludé pues nos conocíamos, e ella, en lo más fuerte de la lluvia. traían consigo un cucurucho de almendras, que nos ofreció en tanto que nos saludaba con su atractiva sonrisa; su hermano tomó un puñado pero yo no. Desapareció ella volviendo después con dos rosas blancas, una de las cuales, ofreció a su hermano y otra a mí, que puso ella misma en la cinta de mi sombrero. Ofrecila el retrato que había hecho, lo que le gustó. Animose nuestra conversación y después nos despedimos, aconteciendo casi lo mismo que en el jueves pasado. La rosa blanca que ella me había ofrecido dijo ser de mi hermana. Y aunque yo ya sabía que no, aparenté creerlo así. Retireme a casa y guardé aquella rosa símbolo de sus amores artificiales. el jueves que siguió a aquel domingo, fuimos mis tías y yo; ellas salieron, como siempre, llevando cada una una rosa encarnada. la de mi hermana me dio a mí y la suya a su hermano. Estábamos formando un corrillo, y tenía mi asiento inmediato al suyo. Mi hermana tuvo que comunicar yo no sé qué secreto femenil a mis tías y entonces nos dejaron solos; yo aproveché la ocasión para preguntarla sobre quién hizo aquellas rosas y decirla que consideraba incapaz a mi hermana, pues aun no sabía hacerlas tan bellas y además quería saber el nombre de mi acreedora; ella me confesó, ruborizada, la verdad; di las gracias prometiéndola conservarla mientras viviese, y añadí:
….—¿Sabe V. que es muy triste para mí el perderla a V. después de haberla conocido?
….—¡Si no me caso yo! —replicó ella y dos lagrimas se asomaron a sus ojos adivinando la intención marcadísima de mis expresiones.
….Volvieron después de esto mis tías y seguimos la conversación; el asunto giró sobre cosas fútiles. Es verdad que durante nuestra conversación nuestros ojos se encontraban, y miradas integrísimas, planeas de una expresión amantemente melancólica, tenían que encadenar mi alma para siempre.
….Seguían nuestras visitas. yo me abstuve, o mejor dicho, prohibía a mi corazón amar pues sabía que ella estaba prometida. Pero yo me decía: —¿Quizás me ame efectivamente; quizás su amor hacia su futuro no sea más que un amor de niña, cuando su corazón aun no ha abierto su seno para recibir los verdaderos amores.? Además yo no soy rico, ni hermoso, ni galante ni llamo la atención; y si ella me ama su amor será verdadero, pues no se funda en vanos y movibles cimientos. Pero aun así, tomé el designio de callarme y hasta ver mayores pruebas de simpatías entre nosotros no me sujetaré a su yugo ni me declararé a ella.
….Una vez que fui solo al colegio llevaba yo cartas y encargos para ella y por consiguiente podía llamarla al recibidor; pero no lo hice así sino que aguardé a su hermanita y le entregué para que se lo diere a su hermana. Salió al mía diciéndome que K. estaba muy triste por lo que yo había hecho; yo no dije nada. Al cabo de algún rato llegó su hermano y la hizo llamar. Ella salió muy seria y formal, yo le saludé y apenas me contestó con una ligera inclinación de cabeza pero sin sonreír, y se dirigió a otro grupo. Yo volví entonces a mi asiento y empecé a hablar con su hermano. Al cabo de poco rato volvió hacia donde estábamos; alegre, locuaz y decidora nos entretuvo deliciosamente con agradable conversación. Cuando llegó la noche, la luna se elevó majestuosamente, y nosotros tuvimos que despedirnos. Su hermano y yo nos íbamos a retirar juntos y cuando estábamos en el coche me llamó mi hermana y me dijo—“K. te encarga que no vengas sino en compañía de su hermano para que la puedas visitar”. Grata alegría recibí, pero un extremo marmóreo lo ocultó a todos; dije un sí y partí. Desde entonces ya cambió todo para mí.
….Entre tanto la fama vocinglera y mentirosa divulgaba ya como ciertos nuestros amores imaginarios y aun en embrión; en todas partes sólo oía de nuestras relaciones hablar, y a decir verdad, nos amábamos sin que nos hayamos declarado claramente sino solamente nos comprendíamos en nuestras miradas.
….Pasaba entre tanto el tiempo, yo en ir todos los jueves y domingos, y ella en recibirnos siempre encantadora y atractiva, siempre vencedora de mi corazón que todavía se negaba a entregarse. sucedió una vez que mis tías, otra joven y una hermana mía tuvieron que hacer flores para no sé qué santo, y para esto iban al colegio por la mañana, teniendo yo que sacarlas por la tarde; fui yo dos veces, una cedí a mi amigo y otra no fui diciendo que estaba enfermo. Al día siguiente las encuentro en la meseta de la escalera, a ella, a mis dos hermanas, a una tía mía y a otra joven. Ella estaba sencilla pero graciosamente vestida, con el cabello suelto y con la sonrisa en los labios. ¡Oh, siempre la he visto asía aun en mis ensueños! Recibiome alegremente, acompañándonos ella y mi otra hermana hasta el coche. Mi hermana colegiala hablaba con mis tías y ella conmigo.
….—¿Ha estado V. enfermo? —me preguntó con su dulce voz.
….—Sí —le contesté—, pero hoy ya me hallo muy bueno gracias a vuestra…
….—¡Oh! —replicó—anoche estuve rogando por V., temerosa de que algo malo le suceda.
….—Gracias —le repliqué—. Pero siendo así desearía enfermarme siempre, puesto que de eso modo tengo la dicha de ser recordado por V., además de que la muerte me podría hacer mucho bien.
….—¿Cómo? —contestó ella—. ¿Desea V. morir? Pues lo siento.
….Y nos callamos; yo no me acuerdo ahora de lo que entonces salieron de nuestros labios, pero debimos haber hablado mucho, puesto que la noche nos alcanzó. ¡Ay, era tan dulce nuestra conversación, aunque no nos habíamos declarado aún, que vino a afirmar más y más el yugo que ya iba imponiendo sobre mí!
….¡Ah!, recuerdos alegres un tiempo, hoy desgarradores para mi corazón. ¡Oh!, borraos de mi memoria ya que en vez de traerme la dicha, aviváis mi desesperación y mi escepticismo.
….Reflexionaba entonces en mi situación. Nuevas inquietudes, nuevos cuidados, nuevas ideas, nuevos sentimientos me embargaban. A lo mejor pasaba la noche sin dormir casi, sin conciliar el sueño, embargado en mis reflexiones. Mi rebelde corazón, que quizás presentía lo que después había de ocurrir, se negaba aún a manifestarse, y por consiguiente doblegar su cuello, temeroso tal vez de confiar su felicidad en tan frágiles manos. ¡Ay!, ¿por qué no he seguido los impulso de mis presentimientos, y he seguido otro rumbo, fascinado por al melodiosa voz de esta sirena, mucho más terrible y poderosa que las de la antigüedad?
….Llegó el ocho de Diciembre, fiesta del colegio del cual era pensionista. Era un sábado, con un sol envidiable. Fuimos al colegio algunos estudiantes y yo. Estaba adornado de banderolas, faroles, flores, etc. Subimos y allí encontré a mi (palabra ininteligible), bella como siempre, pero con cierto aire de severa y reservada que no me expliqué. Pedí a mi hermana, quien se presentó y procuró llamar a ella, pero solamente se acercó a nuestro grupo llevando algunos retratos que dejó en poder de mi hermana. Yo tomé uno de ellos sin decirlo a ella, pues no tertulió aquella mañana con nosotros. Dieron las doce e íbamos ya a partir; entonces me acerqué a ella y le dije:
….—¿Señorita, V. me perdonará el que haya tomado su retrato sin su permiso. ¿No se ofenderá V. porque yo lo conserve?
….—No —dijo ella con una sonrisa que hizo olvidar su seriedad, y después llamó a un amigo suyo, cortándose así nuestra conversación.
….Despedímonos: cuando llegamos nuestras casas guardé el retrato y aparenté no estar de mal humor.
….Un día mi abuela me llevó por la mañana al colegio e hizo llamar a mi hermana y a ella. A´¨n me parece verla salir pálida y jadeante y dirigirme una mirada que me inundó de contento aunque no disipó mi secreto pesar. Entonces supe que su madre, habiendo parido un ni˜õ a quien llamaron José, le mandaba retirar aquel mismo mes. Un presentimiento doloroso oprimió mi corazón, pero lo oculté bajo una capa de indiferencia. Mi abuela y la madre se marcharon dejándonos allí a los cuatro, es decir, a ella, a mis dos hermanas y a mí; llegaron al poco rato mi abuela y la madre y bajamos por no sé qué. Mientras descendíamos por la escalera ella se quedó detrás; preguntela entonces si no la disgustaría ser de mi pueblo y contemos ruborizada que no.
….Ella se detuvo al lado del coche y yo también, y quedamos allí mirándonos, pues nuestras compañeras se habían alejado por ver no sé qué.
….Llegó el tiempo de despedirnos, y montamos mi abuela, mi hermana y yo en el coche. Mi abuela me entregó la carta en que su padre le mandaba retirar. La leí r releí y pensaba mientras tanto en lo que sería después de nosotros, si ella llegaba a ser mi compañera. ¡Oh sueños!
….Llegó por fin el día de jueves y fuimos al colegio para visitarlas, y despedirme porque tenía que retirarme al día siguiente. Hablamos muy pocas palabras pero tristes y expresivas. Díjome que ella se retira el sábado siguiente, es dieeir, un día después de mi proyectada salida. Contesta entonces que una vez que había yo decidido retirarme el viernes me era muy feo retractarme, pero que de todos modos nos veríamos en mi pueblo. Callo, pero s puso meditabunda y alzó los ojos al cielo. Aún hoy me parece la veo apoyada en la puerta, en aquella actitud tan reflexiva que tanto me ha hecho discurrir.
….Despedime de ella como las otras veces, y la luna que en aquel entonces estaba en su apogeo, iluminó a la que tanto había de modificar mis ideas, de pie en la meseta de la escalera, siempre poética para mi imaginación.
….Aquella era la primera noche y la primera vez que sentí un zozobra y esa inquietud parecida al amor, si no a los celos, tal vez porque veía que me separaba de ella, tal vez porque un millón de obstáculos se levantaría entre nosotros, así es que mi naciente amor se acrecentaba y parecía que tomaba rigor en el combate. Desde entonces conocí que la amaba yo verdaderamente y a mi modo, es decir, muy diferente a los otros amores que yo he oído mencionar.
….Como había prometido, retireme efectivamente al siguiente día y hallé en el vapor a una joven colegiala de Sta. Catalina, de la misma edad que K., de mi pueblo, que también se retiraba por algunos días a Calamba con su padre después de haber estado cinco años casi en el colegio.
….Nos conocíamos mucho, pero la educación que daban las madres de su colegio la hacía sumamente encogida y vergonzosa, tanto que yo, que ni la menor palabra ambigua me he permitido usar, tuve que resignarme a hablar con sus espaldas. Su padre iba con nosotros. Preguntábale yo para distraerle durante el viaje, de su colegio, sus amigos y sus esperanzas o ilusiones. contestábame por monosílabas y noté que ella había olvidado la mitad del tagalo sino todo.
….Al fin llegamos a mi pueblo; yo un poco quejoso del mal trato que recibí de mi compoblana, a pesar de que continuamente asediado por la idea de mi amada no podía pensar en embromar a otras mujeres.
….Cuando llegué a nuestra casa, mi madre, que había perdido ya mucho de su vista, no me conoció sino al cabo de haberme reparado mucho tiempo. Aquello me entristeció al principio, cuando aún no sabía la causa. Mis hermanas me recibieron alegremente y leía su placer en sus rostros. Pregunáronme por la K. y estuvieron bromeando conmigo. A todo esto mi padre era el que más contento mostraba y el que menos hablaba.
….¡Júzguese de mi situación y de mis ilusiones! Mi familia se extrañó cuando supo que yo manejaba las armas, pues aquella misma noche probome el mejor espadachín de mi pueblo.
….Al día siguiente, a la hora en que debía llegar el vapor y por consiguiente la familia de mi amigo o de mi amada, después de haberla esperado por espacio de algunos minutos, supimos por mi padre que había ido a encontrarla, que el vapor, a causa del viento, no tocó en Calamba sino que los pasajeros desembarcaron en Biñan. Por consiguiente esperaban, su padre con todos sus compañeros, los parientes del prometido y otros que formaban la escolta, fuera del pueblo, para desde allí dirigirse a Lipa. Hice que ensillaran un caballo blanco y monté en él saliendo del pueblo porque esperaba verla por última vez. Dirigían hacia Biñan y pasaba precisamente por el punto donde estaban acampados todos aquellos que los esperaban; piqué mi caballo como si no hiciera caso cuando oí que uno me gritaba.
….—Pare, pare.
….Volví los ojos y no vi a nadie que me hablase y traté de seguir mi camino y entonces se repitió la misma llamada. Busqué: encontré al padre de ella que sonriendo me preguntó desde cuando había llegado.
….—Ayer —respondí saludando.
….—Pues ellos llegan hoy —replicó.
….—Sí —respondí—, me parece que mi amigo me dijo algo sobre eso.
….Pero bastante sabía que el día aquél era el día de su llegada.
….No proseguí mi camino y tomé otro en dirección de Los Baños, mas pensé que sería mejor que me fuera a nuestras tierras ya que por allí pasarían para ir a su pueblo.
….Hícelo así, como lo había pensado, y lancé el caballo a la carrera hasta llegar a nuestra máquina. Bajé del caballo y me entretenía en mirar el agua que corría por el canal comparando su velocidad con mis días.
….En esto llegó un coche solo y vi que bajaron de él la colegiala de Sta. Catalina, una tía suya, un tío, y un joven, que acababa de llegar aquel día de Manila, colegial del Ateneo. base a sus tierras que se llaman (Presa). Yo les acompañé a pie, dejando mi caballo atado a una estaca.
….Cuando hubimos llegado a su máquina de azúcar, despedime para volver al pueblo, pero verdaderamente para esperar otra vez en el camino por si no han pasado aún. Llegué allí y pregunté si habían pasado cabalgatas o carromatos. Nadie me pudo dar razón.
….Senteme triste junto a la orilla del arroyo que movía la antigua máquina que teníamos en sus aguas, pensando en muchas cosas a la vez y no pudiéndome fijar en nada. Veía yo las rápidas ondas llevarse las ramas que de los arbustos desgarraba y mi pensamiento, vagando en otras regiones y teniendo otros objetos, no hacía caso de ellas. De repente percibí un ruido, alcé la cabeza y vi, envueltos en una nube de polvo, calesas y caballos. Latió mi corazón violentamente y debí ponerme pálido. Di un corto paseíllo volviendo a donde tenía el caballo atado. Allí esperé.
….La primera carromata llevaba al padre de K. y otro señor. Aquel me convidó a su pueblo; dile las gracias. ¡Bien hubiera querido ir! El coche que tras venía estaba ocupado por K., su hermana, y otras más niñas de la Concordia. Saludome sonriendo y agitando su pañuelo; yo sólo me descubrí y no dije nada. ¡Ay! tal me ha sucedido siempre en los momentos más dolorosos de mi vida. Mi lengua, asaz habladora, enmudece cuando mi corazón estalla en sentimientos. Pasó el coche cual rápida sombra y sin dejar más huella que un horrible vacío en el mundo de mis afecciones. Monté a caballo mientras llegaba el tercer vehículo do iba mi amigo; detúvose y me invitó a que fuera a su pueblo. Iba a seguirles pues sonaba un caballo bastante bueno. Pero en los momentos críticos de mi vida siempre he obrado contra mi voluntad obedeciendo a distintos fines y a poderosas dudas. Piqué mi caballo y tomé otro camino sin haberlo elegido. Esto se concluye así. ¡Ah, cuánta verdad, cuánto instinto había entonces en estas palabras. Concluyeron mis juveniles y confiados amores! Concluyeron mis primeras horas de mi primer amor, mi virgen corazón llorará por siempre el arriesgado paso que dio en el abismo cubierto de flores. Mi ilusión volverá, sí, pero indiferente, incomprensible y preparándome la primera decepción en el camino del sentimiento.
….Las dos noches que siguieron a este día las empleé en visitar, juntamente con L., a una joven que vivía hacia el Oriente en una casita a la derecha. Esta era una soltera mayor que nosotros, blanca y de ojos seductores y atractivos. Ella o nosotros, hablamos de amores, pero mi corazón y mi pensamiento seguían a K., al través de la noche, hasta su pueblo. Si me hubiese dicho el más inmundo cadáver que ella también pensaba en mí, yo le hubiera besado de gratitud.
….Los últimos días de Diciembre los pasé en esa monotonía melancólica tanto más implacable cuanto que no hallaba yo otro objeto en quien distraer mis ideas. Mi padre, que había sabido nuestras visitas, nos prohibió continuarlas, tal vez porque no entraba en sus cálculos el nombre de la dalaga oriental. No he vuelto a visitarla.

….Manila, 16 de noviembre de 1881. Salió L.L.


D
ESDE EL ENERO DEL 78 AL DICIEMBRE DEL MISMO.

….Las vacaciones pequeñas terminaron sin importantes sucesos. El 6 de enero despedime de mis padres para volver a Manila, mi segundo pueblo.
….La antigua casa de la calle de Magallanes volvió a recibir al huésped que desde niño se acogió a su sombra. Un no sé qué de malestar y tristeza como remordimiento se apodera de mi corazón. La noche la pasé en vagas reflexiones a cual más melancólicas. Amaneció.! Senteme en mi perezosa y casi lloré al acordarme de mi familia y de mis antiguas relaciones. Mi compañero de cuarto, L. M., me halló rezando.
….Los días de Enero, Febrero y Marzo transcurrieron sin incidente ninguno casi. Esperaba sólo algunas noticias de ella. En estos meses tuve el acto de Metafísica, es decir, sostuve cuestiones intocables en latín a cual más embrolladas. Salí muy medianamente pues no me había preparado como convenía. Examineme en metafísica al llegar los exámenes de Marzo y obrube la nota de sobresaliente. Igual éxito en los de topografía, llevando además dos medallas en ésta y en agricultura. Mi madre me había dado para mis gastos de aquel mes una cosa de 15$. Compré una cajita de carey y se la regalé a mi profesor de dibujo. Y no teniendo ya nada que hacer fuime a mi pueblo para celebrar las vacaciones grandes.

JOSÉ RIZAL

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El manuscrito original de 53 páginas,
titulado
P. Jacino: Memorias de un estudiante de Manila,
se encuentra en la Biblioteca Nacional de Filipinas
[National Library, Filipiniana Division].

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Segunda Katigbak y Solís
(National Historical Commission
of the Philippines Library Collection)

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Mariano Katigbak y Solís


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Foto de Rizal con su uniforme
del Ateneo Municipal, circa 1877
(National Historical Commission
of the Philippines Library Collection)