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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
INVESTIGADORES Y PROFESORES

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F. Zialcita


MEMORIAS DEL ESPAÑOL EN TRANSICIÓN

FERNANDO ZIALCITA Y NAKPIL
UNIVERSIDAD DEL ATENEO DE MANILA

De niño, entre 1950 y 1955, cuando visitábamos a mi abuelo Julio Nakpil en nuestra casa solariega en el barrio de Quiapo, Manila, a veces iba con mi padre, el Dr. Hilario Zialcita, a ver películas españolas y mexicanas al Times Theater, que estaba a pocos metros; también iba con él a comprar libros en español a una librería de la calle Escolta del barrio de Binondo, en Manila, que por aquel entonces era el centro de los bancos y las tiendas más prominentes de todo el país. Todavía se hablaba español en muchos hogares de Manila, se oía el idioma en reuniones familiares, se escuchaba en la radio, pero ya había comenzado su declive en el mismo periodo. Como los Nakpil, mi padre traía un maestro para enseñarme a mí y a mis hermanos aquel idioma. Él y mi madre, Mercedes Nakpil, sólo se comunicaban en español, pero en mi generación muy pocos ya lo tomaban en serio: mis primos y yo platicábamos en tagalo y en inglés. En las escuelas, como el Ateneo de Manila, ya bajo el mando de jesuitas neoyorquinos, se impuso el inglés por fuerza. Sí, bajo la ley Cuenco y Recto, era obligatorio estudiar 24 unidades del español, apenas se impartía historia o cultura española e hispanoamericana en los otros cursos, y en realidad varios profesores tenían opiniones negativas sobre ellas. Mientras tanto, la librería y las películas desaparecieron por falta de público.
….Los años sesenta representaron el apogeo de la popularidad de los Estados Unidos: eran democráticos, liberales, prósperos y poderosos, en cambio España representaba un pasado del cual los filipinos querían escapar, con la ayuda supuestamente de los EE.UU. España estaba bajo una dictadura, era conservadora, era pobre. ¿Para qué estudiar su idioma? Y ¿por qué retener sus vestigios en la cultura filipina?
….Pero yo resistía ese impulso, gracias a mi padre quien hablaba del genocidio cometido por los anglosajones hacia los indígenas en sus colonias y gracias también a mis propias lecturas. Había descubierto a Arnold Toynbee, gran historiador británico, quien comparaba dos estilos de colonización: la anglosajona y la latina. La primera tenía horror de mezclarse con gente de color, la extirpaba o la ponía en reservas. La segunda trató de integrarla en su sociedad por el bautizo y por el casamiento. No cabe duda que, en la pirámide social, la gente de color ocupaba un rango bajo, pero por lo menos, según un autor mexicano cuyo nombre he olvidado, “nosotros los indios teníamos un rango reconocido por la Iglesia y el Estado, no como en las colonias anglosajonas”. Entonces por mi lectura, tanto sobre las artes visuales como la literatura, descubrí la riqueza de la tradición hispana que me permitió apreciar nuestra propia tradición filipina. Pasé horas leyendo las obras dramáticas del Siglo de Oro, la poesía del Romanticismo peninsular e hispanoamericano, la evolución de la pintura y la arquitectura en ambos lados del Imperio de ayer y exploré las artes visuales de Filipinas.
….Me gustaba experimentar que siendo filipino conectaba con varios mundos a la vez, el mundo angloparlante, el mundo del sureste asiático y el mundo hispanoparlante. A veces mi padre y sus hermanos invitaban a casa a conocidos nicaragüenses o argentinos. Me fascinaban sus acentos y sus cuentos. Cuando viajé con mi padre en 1964 por los EE.UU. y Europa, aprecié la gran ventaja de la hermandad hispana: donde había hispanoamericanos y españoles, nos acogían, a veces con cariño. En una iglesia de Hamburgo en Alemania unos tripulantes filipinos nos contaron cómo la comunidad de hispanos les había acogido como hermanos, aunque ellos, los filipinos, no hablaban el idioma. Nos presentaron a sus amigos que nos ayudaron durante toda nuestra visita.
….Estudié antropología porque me interesaba el tema de la identidad cultural y me inspiré en los escritos de los nacionalistas mexicanos del siglo XX. A partir de 1987, al volver a Filipinas desde Honolulu donde había obtenido mi doctorado, me dediqué a comunicarme con estudiosos en México y España, pues quería poder contribuir al discurso de la nacionalidad cultural al mismo tiempo que quería aprender de ellos; estos contactos me han resultado muy valiosos y enriquecedores.
….Entretanto en Filipinas la imagen de España cambió después de la transición democrática, a esto contribuyeron la apertura del Instituto Cervantes y más intercambios culturales. Siendo miembro de la Unión Europea, España se hizo próspera, abierta y dinámica, el liberalismo español se reveló como más fuerte y más comprehensivo que la versión estadounidense; se puso de moda querer viajar a la Península y estudiar su cultura e idioma, eso lo noto, por ejemplo, en mis alumnos de Ateneo.
….¿Y Latinoamérica? Dado nuestras noticias son filtradas por agencias estadounidenses y apenas hay cursos sobre ese continente en nuestras universidades, tiene una imagen tercermundista. Pero, de lo que oigo de las embajadas y de mis conocidos, poco a poco se abren los ojos de algunos filipinos a México y su culto de Guadalupe, al Perú con su Macho Picchu y a la Argentina con su Patagonia. Van visitando lugares en ese continente fraterno. Desde 2003, nuestro Philippine Academic Consortium for Latin American Studies (PACLAS), un consorcio de universidades organizado por el departamento de Asuntos Exteriores, ha logrado organizar cuatro conferencias internacionales sobre Latinoamérica, a pesar de nuestros recursos limitados.
….Es verdad que la época en que el español era lengua del hogar ha terminado con mi generación, pero se abren otras posibilidades. Podría servir de idioma auxiliar al inglés en nuestras relaciones internacionales y también de idioma obligatorio para cualquier estudioso que quisiera profundizar el conocimiento de nuestras tradiciones. En fin, es difícil negar el peso de la historia y de la cultura.