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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
ACADÉMICOS DE LA LENGUA

PDF:
Daisy López


LA LENGUA NO NECESITA PASAPORTE NI VISADO

DAISY LÓPEZ Y PARGAS
ACADEMIA FILIPINA DE LA LENGUA ESPAÑOLA

Un encuentro fortuito con académicos
Fue una de aquellas ocasiones aleatorias que nunca esperaba. El año pasado, habiendo renovado el visado, me vi con la suerte de viajar a España para asistir a la Asamblea de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) que se celebró del 3 al 9 de noviembre de 2019. Aunque las reuniones del Congreso tuvieron lugar en Sevilla y Córdoba, el acto de inauguración se ofició en la sede de la Real Academia Española (RAE), en el edificio de estilo clasicista situado en el distrito fascinante de Retiro de Madrid, colindante al Museo del Prado y la iglesia de los Jerónimos. Para el solemne acto, se abrieron las puertas —unas cancelas de hierro forjado, altas y pesadas—por las que accedíamos tras subir las escalinatas grandiosas en la fachada principal del local.
….Cruzar este umbral, como llegaría a saber en breve, es una ocurrencia que se hace sólo raras veces, como por ejemplo para recibir a los académicos cuando se reúnen en una asamblea especial. De lo contrario, se entra por una puerta chica lateral.
….Éramos unos 120 miembros de número de la Real Academia, tanto venidos de 24 países, como actuales miembros españoles que viven en España y que ocupan un sillón en esta ilustre institución. Trasportados en autobuses y furgonetas desde nuestros respectivos hoteles, el cortejo llegábamos al recinto de modo sistemático y con una organización admirable. Este modo de proceder tan organizado se pudo palpar en todo momento, desde cuando nos recogieron en el aeropuerto, y a lo largo de las jornadas de la Asamblea. Se dirigía a todos los delegados con exquisita atención y eficacia, con gran cuidado de los pormenores: en asignarnos un acompañante para cada grupo, en proporcionarnos enseguida algún obsequio, proveer todo el material de trabajo e información sobre los horarios, etc. Se respiraba un aire de seriedad y profesionalidad, lo cual ratificaba la importancia de este evento y, sobre todo, la importancia de los participantes de este congreso.
….Inmediatamente, me percaté de esta realidad: desde luego, estaba rodeada de gente venerable. Y acto seguido, de modo espontáneo, me entró la sensación rara de estar fuera de lugar. Sin duda, a todos nos unía la lengua —mejor dicho, el amor por la lengua española—, pero con la diferencia de que los colegas la hablan todo el día. De hecho, la hablan desde la niñez. Yo, en cambio, la tuve que aprender.
….En el cóctel de aquella tarde, y después en múltiples ocasiones, me preguntaban: “¿En Filipinas todavía se habla el español?”. A la primera, hice un rápido recuento mental de cómo mi respuesta a dicha pregunta ha ido evolucionando a lo largo de los años: antes contestaba con un “Sí, se habla aún el kastila por un grupo perteneciente a un estrato de gente mayor; diría además que lo hablan con su peculiar acento y un léxico particular”; luego, pasé a decir “Bueno, sí, pero sólo por poca gente; yo los llamaba «los últimos de Filipinas»”, y más tarde, respondía con un “Se habla casi nada…”; y finalmente, esa tarde, me salió un “¿Si se habla? No. Ya no se habla. Pero se estudia”.
….Mis interlocutores, en cuanto salían de su cara de asombro —no por descubrir un dato nuevo, sino por haber corroborado una información ya sabida—, pasaban a preguntarme: “¿Cómo es qué hablas español?” y yo respondía: “Lo he estudiado”.

Una alumna empeñada… y afortunada
Cursé mi licenciatura con especialización en español (Bachelor of Arts, Major in Spanish) en la Universidad de Filipinas en Dilimán, el campus principal. En los años 70, la carrera no era nada popular ni atractiva. Era tan poco atractiva, que yo estaba sola (sí, ¡sola!) en mi promoción. De allí, pasé toda mi carrera estudiando español siendo la única alumna en clase. A veces, para maximizar las clases, asistía a clases con una compañera que me llevaba un año o dos de carrera, o con alumnos que cursaban Historia. Otra alternativa propuesta administrativamente era colarme en alguna asignatura de Máster, que luego convalidaba para mi licenciatura. El caso es que, estando casi siempre sola en la clase, no quedaba otra opción que “lucirme”, estudiar bien para, por así decir, complacer a mis profesores. Evidentemente, la única alumna no podía faltar a las clases.
….Durante mi estancia en la universidad, lo que más eludía era que me preguntaran por qué escogí mi carrera. Temía que parientes o amigos, más por curiosidad que por sarcasmo, me hicieran la pregunta: “¿Y por qué estudias español? ¿Qué vas a hacer después?”. No como los jóvenes de ahora que entran en la universidad ya bien equipados con miras claras acerca de su carrera hasta considerar su trayectoria profesional al finalizar sus estudios, yo, a los 15 años cuando ingresé para los estudios universitarios, no pensaba ni en las salidas profesionales ni en las ventajas lucrativas de mi carrera. La realidad es que yo decidí estudiar español sólo para poder leer el Don Quijote de la Mancha en su lengua original. Así de sencillo.
….En casa hablábamos chabacano. Mi abuela, que era de Ermita, y mi madre nos hablaban en chabacano a mis hermanos y a mí; sin embargo, aunque lo entendíamos perfectamente, ninguno lo hablamos. Luego, en algún momento dado, lamentablemente tuve que desprenderme de esta lengua, porque, aunque era verdad que el saber chabacano facilitaba el conocimiento de léxico español, me parecía también un obstáculo muy grande para el aprendizaje de la gramática española. Hoy en día, de vez en cuando, me viene a la cabeza la carga de retomar al chabacano… pero eso será para otro artículo.
….Fue de puro milagro que sobreviví a mis clases y a las preguntas de la gente. Al graduarme en la universidad, tuve la suerte de recibir del gobierno español una beca para estudiar en Madrid. Permanecí cinco años en la capital hasta que terminé mi tesis de Máster. En los tres últimos años madrileños, obtuve otra beca para apuntarme a los Cursos de Literatura y Lingüística en la Oficina de Investigación de Español (OFINES) en la Universidad Complutense. Allí bebía directamente en las fuentes de filólogos de renombre: Rafael Lapesa, Fernando Lázaro Carreter, Manuel Alvar, José Manuel Blecua, Eugenio Coseriu, Emilio Alarcos Llorach, Gregorio Salvador, Humberto López Morales, Alonso Zamora Vicente… por mencionar unos pocos. Además, en varios actos académicos, tuve la suerte de conocer personalmente y escuchar a escritores como Miguel Delibes, Luis Rosales, Gerardo Diego y Vicente Aleixandre. Estos recuerdos cuentan entre mis tesoros invaluables. Y no los cambiaría por nada en el mundo. Todo empezó con el sencillo empeño de leer la versión original del Quijote. Pero terminé leyendo muchas novelas, muchos cuentos y mucha poesía.

….Vuelvo al día de la inauguración de la ASALE.
….Estos académicos —yo pensé— se expresaban con su lengua materna… mientras yo me comunicaba con ellos con mi tercera, o tal vez la cuarta (según cómo se mire, siendo tagalo, inglés, chabacano y español, mis lenguas, de primera a cuarta, respectivamente). Ni qué decir que, ante la presencia de la asamblea respetable, en todo momento procuraba hablar con cautela, muy atenta a no cometer errores gramaticales.

Por la enésima vez:
“Si ya no se habla en Filipinas, ¿cómo es qué hablas español?”
“Porque lo he estudiado”.
Y seguidamente:
“¿Y cómo es qué hablas bien el español?”
“Porque lo tengo que enseñar. Y nadie da lo que no tiene”.

Una profesora privilegiada
Decidí volver a mi alma mater, la Universidad de Filipinas, en 1987. Justo ese año, al promulgarse la nueva Constitución Filipina, el español dejaba de ser asignatura obligatoria en la universidad.
….¿Qué hacía yo, pues, solicitando una plaza para enseñar español en el Departamento de Lenguas Europeas justo cuando se suprimía su enseñanza impuesta? Lo que algunos veían como momento inoportuno, yo lo vi como tiempo propicio. Me entusiasmaba la perspectiva de enseñar a alumnos que se matriculaban en las clases, no porque se les exigía, sino porque querían. Para mí esto era muy positivo: tener estudiantes que deciden a favor del español y lo cursan como asignatura optativa.
….La tarea del profesor va más allá de enseñar la gramática, la correcta pronunciación y el modo de hablar con soltura. Para empezar, capitalizo en este interés personal por aprender, animando a los alumnos, asegurándoles que vienen a la pelea bien armados con la munición más importante: su interés, con el cual ya tienen media batalla vencida.
….Después, les brindo a admirar la posibilidad de comunicar con unos 400 millones de personas que hablan el español como lengua materna y otros 100 millones que lo tienen como segunda lengua. Por lo tanto, es una ventaja con grandes repercusiones mundiales. Luego, subrayo la relativa facilidad del español para un filipino, ya que el tagalo y las principales lenguas filipinas tienen una base significativa de vocabulario que viene del español, por lo que el español es una lengua sencilla de aprender. Trato también, siempre que pueda, de hacer al alumno comprender y apreciar nuestro pasado hispánico, desprendiéndose de la llamada “leyenda negra”, de prejuicios y consideraciones históricas nacionalistas que les habían inducido a creer que los españoles sólo causaron daño y no hicieron nada bueno, lo cual son noticias falsas, fake news, más falsas que Judas.
….El español se eliminó del plan de estudios universitarios, pero el interés no se disminuyó. Como profesor, trato de mantener las antenas y los sensores del radar siempre listos para captar indicios de interés de parte de los estudiantes… y, de ahí, animar. Creo que sigue habiendo demanda para las clases de español. Hay mucho interés por aprenderlo. Incluso, si pueden, si los horarios y los demás factores lo permiten, hay alumnos que continúan con su Máster y estudios de Doctorado, que son programas que sólo se dan en la Universidad de Filipinas, o en el extranjero.
….Una vez, en una clase de Máster, les invité a reflexionar: “¿No os parece extraño que aquí, a las 7 de la mañana, a 11.000 kilómetros de España, estemos reunidos para estudiar una lengua que, por decirlo así, ni siquiera es la nuestra, con tal empeño y profunidad? ¿No os parece esto una locura?”. Un alumno, dijo sin pestañear: “Es un milagro, profe”.


….Vuelvo al día de la inauguración de la ASALE.
….En el amplio salón de actos me fijé en una vidriera con el escudo de la Real Academia con el lema inscrito alrededor “Limpia, fija y da esplendor”. En ese momento, pensé en mi compromiso de más de 30 años en la actividad docente. Tal vez mi lema ha sido siempre un: “Anima, anima…y anima más”.

Mitos y polémicas
En mi cometido de enseñar —y, de paso, conservar y propagar— el español en mi país, me topo con creencias, mitos y puntos de vista diversos, a veces exacerbados. Contemplo atónita todo debate desde una atalaya para no entrar en polémicas, sin poder hacer nada más que sacudir la cabeza con perplejidad.
….Asistí una vez a un simposio sobre la situación del español en Filipinas. Una de las ponentes aseguraba que en Filipinas se habla todavía el español, pero que no nos damos cuenta de esto. Según ella, el español se habla porque existe en los nombres de las ciudades o en los apellidos de la gente y, a continuación, da un elenco largo de ejemplos de estos lugares y apellidos. Para mí, sólo significa que hay residuos o vestigios de la lengua española en el país. Si queremos, podemos incluso añadir todo el vocabulario sobre las prendas de vestir, artículos en el comedor, nombres de cargos y profesiones, etc. Pero, no quiere decir que el español se siga hablando. De la misma manera que en muchas partes de los Estados Unidos o Canadá hay ciudades o pueblos con nombres indígenas, pero no quiere decir que aún se habla el americano de los nativos.
….Durante la campaña electoral en las últimas elecciones senatoriales en Filipinas, publiqué en Facebook la foto de una exalumna, candidata para senadora. La endorsaba, por supuesto, pero meramente quería decir que la conozco porque fue alumna mía en español… y punto. Me sorprendió la cantidad de comentarios variopintos. Los había motivadores que aludían a los logros de la candidata, lo mismo había otros disidentes que hasta hacían referencia al hecho de que ella había estudiado la lengua. Una persona que no apoya su candidatura escribió, bastante simplista: “¿Y cómo crees tú que se solucionarían los problemas del país sabiendo español?” y otra persona a favor de la candidata apostilló: “Ojalá gane, para que el español vuelva a ser idioma oficial en Filipinas”. ¿Mi reacción? Lo siento pero no aspiro ni a uno ni al otro.


….Me permito a volver a la ASALE del noviembre del año pasado para relatar una anécdota afín.
….Durante la clausura de la Asamblea en Sevilla tuve la oportunidad —la suerte otorgada sólo a unos cuantos delegados— de saludar al actual rey de España, Felipe VI. Hablaría después en mi cuenta de Facebook, muy escuetamente sobre el evento. Uno comentó: “¿Le dijiste al Rey que haga todo lo posible para que el español vuelva a ser idioma oficial en Filipinas?”. Desde luego, me pareció un comentario curioso. Y mi respuesta: “No”.
….Reconozco la importancia del español en Filipinas. Y no hace falta, para convencernos de ello que nos repitamos la consabida letanía de que nuestra primera constitución como república independiente, nuestro himno nacional, nuestras declaraciones y decretos gubernamentales, etc., se escribieron en esta lengua. Sin embargo, no estoy como para anhelar que el español vuelva con su estatus de lengua oficial. Tal vez sea demasiado ambicioso, por irreal.
….No hay que culparles a los americanos, como lo hacen algunos, si los filipinos desde la primera mitad del siglo XX empezaron a abrazar el inglés en la vida diaria. Las causas son muchas y variadas: desde razones geográficas o por asuntos administrativos, sistemas educativos, motivos de comercio, etc. Creo también que hay que dejar de echarle la culpa a la expresidenta Corazón Aquino por la pérdida del español en la vida cotidiana, ya que aún antes de la Constitución de 1987, cuando se eliminó el español como asignatura obligatoria en la universidad, ya no se hablaba el español. Un hito anterior fue en 1973, cuando el español dejó de ser como idioma oficial.
….Sin lugar a duda, tenga el español un carácter oficial o no, acogemos con beneplácito el crecido número de filipinos que se matriculan en cursos de español, o bien por motivos profesionales, como es el caso de los representantes de servicio al cliente o call center agents, o bien por un interés personal particular de “algo” español contemporáneo, por ejemplo: la cocina española, el tenis, el fútbol, la película o las teleseries. Asimismo, observamos con agrado cómo, hoy en día, está surgiendo una tanda de historiadores jóvenes con verdadero interés por entender la historia desde las fuentes, lo cual precisaría que se entienda bien la lengua. ¡Cuánta historia nuestra, escrita en español, queda por leer y estudiar! Indudablemente, el español es menester para que podamos conectar con el pasado, pero no para volver al pasado.
….Por el vínculo histórico de muchos años con España, es indiscutible que contamos con una herencia hispánica riquísima. Tenemos tantos tesoros culturales, un patrimonio de bienes tangibles e intangibles heredados de nuestros antepasados españoles. Sin embargo, por mucho que abunden los rasgos hispanos en la identidad filipina, sería un error pensar que la hispánica o la hispanizada es la única identidad que tenemos. Respeto la postura de quienes se empeñan en el complejo tema de recuperar la identidad. Pero ¿qué identidad? Deberíamos dejar de buscar nuestra única identidad hispánica, porque ya la hemos ido cambiando. La transformación es una constante. Somos un gerundio viviendo. Quiénes éramos, quiénes somos y a dónde vamos… no tienen por qué coincidir. Lo que tenemos que hacer es seguir adelante… move on. La cultura no es tema de aduana. De modo irremediable, a lo largo de los siglos, nos hemos estado abrazando e introduciendo distintos componentes foráneos en nuestra cultura. De ahí, hemos estado cambiando nuestro modo de pensar, de vivir, de hablar. Nuestra herencia es mixta, con elementos en mayor o menor grado distintos: austronesios, melanesios, anglosajones, estadounidenses, influencias sudeste asiáticas, etc., sin que esto se vea como una contaminación o corrupción de la cultura, sino más bien un enriquecimiento de nuestra cultura e identidad; más importante aún, sin que esto perjudique nuestro afecto y apego por la cultura hispánica y la lengua española.

Iniciativas
Para hablar del futuro prometedor del español en Filipinas, es imposible no mencionar la labor que hace el Instituto Cervantes de Manila bajo la dirección hábil del arquitecto filólogo hispanista Javier Galván Guijo y de su encargado cultural José María Fons Guardiola. Entre las clases impartidas en el Instituto y la gama amplia y variada de programas culturales que ofrecen ininterrumpidos, inspiran a los filipinos a enlazar con las culturas española e hispanoamericana en todo el mundo, y a seguir conectando con su propia cultura hispanofilipina.
….Entre los proyectos de mayor envergadura del Instituto Cervantes está la publicación de los Clásicos hispanofilipinos cuya finalidad es recuperar obras en español escritas por autores filipinos durante la primera mitad del siglo XX y darlas a conocer en Filipinas y en el mundo hispanohablante, recalcando su relevancia tanto en la cultura filipina como en los estudios de filología hispánica.
….Igualmente colabora al avance de la lengua española la Consejería de Educación de la Embajada de España en Manila, actualmente encabezada por Sandra Lozano Alberich, entre las cuales destaca el Programa de Auxiliares de Conversación en España, que ofrece a jóvenes filipinos la posibilidad de pasar una temporada en una ciudad española.
….Mención especial merece la publicación digital llamada Revista Filipina, fundada en 1997 por Edmundo Farolán y actualmente dirigida por Edwin Lozada y con la asidua colaboración de Isaac Donoso. La iniciativa se presenta como un punto de encuentro para los escritores, filólogos, estudiosos e investigadores hispanistas. Un fenómeno que cabe resaltar es la representación elevada de extranjeros que promueven de forma infatigable la literatura y cultura hispánicas. A este grupo pertenecen Beatriz Álvarez, Isaac Donoso, Salvador García, Rocío Ortuño, Jorge Mojarro, Paula Park, para mencionar unos pocos.
….Desde hace dos años, la Revista Filipina colabora con la Sección Española del Departamento de Lenguas Europeas de la Universidad de Filipinas en Dilimán para organizar anualmente el Premio Rafael Palma, un concurso literario de lengua española para universitarios. A pesar de su relativa novedad, es innegable su éxito en despertar el interés por la creación literaria española entre los jóvenes filipinos. Así comprobamos que se sigue viviendo el milagro del español.
….Otra iniciativa notable, la Colección Oriente, a cargo de Andrea Gallo, desde 2009 se dedica a publicar obras literarias contemporáneas escritas por filipinos, no sólo en el archipiélago, sino también en la diáspora, con verdadero afán de dar a conocer a autores que siguen cultivando, hoy en día, las letras hispánicas, reivindicando la relevancia de la ascendencia hispana de nuestra cultura. Entre los títulos que ha publicado la Colección están Con címbalos de caña, un poemario por Guillermo Gómez Rivera, que es el miembro más antiguo de la Academia Filipina, Hexalogía Teatral de Edmundo Farolán y Recuerdos de Edwin Agustín Lozada, de inminente aparición. La publicación de cada obra inédita va acompañada por un análisis crítico literario y un prólogo de otro escritor hispano miembro de una de las Academias correspondientes.
….Es irrebatible que a pesar de los grandes retos, prevalecen los esfuerzos formidables por restaurar y preservar nuestra tradición literaria hispana. Tal vez sean pasos pequeños, pero son pasos seguros. Y merced al entusiasmo inestimable y trabajo concreto de hispanistas serios, los pasos de bebé se trocarán en pasos gigantes hacia la empresa deseada.

Trayectoria personal
Termino resumiendo brevemente el itinerario de lo que era la lengua española para mí.
….Lengua para leer. Así fue mi primer encuentro con el español, considerarla como vehículo para poder leer a Cervantes. Luego, de modo natural, el español llegó a ser para mí una lengua para hablar y enseñar. Después, el destino me impuso otra profesión gratificante y enriquecedora: la de traductora. Capacitada con el español para traducir, he colaborado hasta ahora en grandes proyectos históricos y literarios (alrededor de 30 libros) y en documentos legales (más de mil) desde un certificado de nacimiento hasta un acta de defunción… y todo tipo de documentos entre las dos etapas: certificados de bautismo, expedientes académicos, diplomas, contratos de empleo, títulos de propiedad, certificados de matrimonio, escrituras de venta, patentados, litigaciones, testamentos. Poco después, iniciaría mi trayectoria con la lengua española para interpretar, trabajando entonces como intérprete simultánea o consecutiva en más o menos 30 conferencias internacionales, o compareciendo ante el tribunal, o acompañando a individuos para sus trámites profesionales, por razones comerciales y negocios, o para asuntos personales. La interpretación, como oficio, me ha brindado la inmensa suerte de viajar y, aunque pasaba horas y horas metidas en una cabina técnica, me ha dado la oportunidad de visitar muchos lugares y conocer a muchas personas.
….Un último reto en mi itinerario personal con el español es atribuirlo como lengua para escribir. Inesperadamente, me vi escribiendo versos… en español. ¿Y por qué escribía en una lengua que, de entrada, no era mía? No sé. Tal vez porque en español me expresaba mejor. Pero, estaba claro que escribía sólo para mí, porque la idea de publicar en aquel momento era algo absolutamente lejano. Entre varias consideraciones, había dos fundamentales: primera, “¿Yo? ¿Publicarme? ¡Ni hablar!”; y segunda, simplemente me parecía absurdo publicar poemas en español en un país donde no se habla la lengua. De todas maneras, y de modo paulatino, los iba recopilando… hasta que un día llegó a Manila un amigo italiano, Andrea Gallo, arriba mencionado, que luego sería el Director encargado de Colección Oriente, que se interesó por mi pequeño repertorio y que insistió a que yo recopilara los papelitos sueltos en donde había garabateado los versos. En resumidas cuentas, abreviando una larga historia, se publicó mi poemario titulado En la línea del horizonte en dos ediciones en España1.
….Por lo tanto, se confirmó la realidad deleitable de que la literatura no tiene que ser del país de cada uno.
….Con la publicación de mis poemas, me vi animada a participar en concursos literarios en el extranjero. Hasta este momento, me han sido galardonados los siguientes títulos: “Saudade…Breve itinerario”, Primer Certamen Internacional Toledano; “Un cuento…y nada más”, Convocatoria Internacional de Poesía Libróptica; “Canto al mar y al sueño”, Convocatoria Internacional de Poesía Libróptica; “Antes era una rosa”, Convocatoria Internacional Grito de Mujer de Poesía Femenina2.
….La literatura puede viajar sin pasaporte y sin visado. A Dios gracias.

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1   ArCiBelEditores, Sevilla, 2009 y Editorial Hispano Árabe, Barcelona, 2016.
2   “Saudade…Breve itinerario”, Primer Certamen Internacional Toledano, en Casco histórico. Ed. Toni Gil. Toledo, España: Editorial Celya, febrero 2013, pág. 128; “Un cuento…y nada más”, Convocatoria Internacional de Poesía Libróptica, en Latidos de la vida: Antología de poesías. Ed. Karina Kresisch, Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Libróptica, noviembre 2013, pág. 139; “Canto al mar y al sueño”, Convocatoria Internacional de Poesía Libróptica, en Latidos de la vida: Antología de poesías, Ed. Karina Kresisch, Buenos Aires, Argentina: Publicaciones Libróptica, noviembre 2013, págs. 140-141; “Antes era una rosa”, Convocatoria Internacional Grito de Mujer de Poesía Femenina, Somos la voz, Ed. Fundación Mujeres Poetas Internacional MPI, Inc., República Dominicana, marzo 2020,págs. 108-109.