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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Invierno 2020, volumen 7, n
úmero 2

BIBLIOTECA Y ACTUALIDAD
PDF: Amelia Lapeña-Bonifacio


In memoriam


AMELIA LAPEÑA-BONIFACIO

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La noticia del fallecimiento de la Artista Nacional de Filipinas, Amelia Lapeña-Bonifacio (04-04-1930 / 29-12-2020) antes del fin del año nefasto 2020, fue para mí como un jarro de agua fría, en un momento de ''superfresco'' (por no decir, frío) en la Manila de su nacimiento y de frío sobre todo, en lo que se llama desde esta orilla, Occidente. Denominada la ''gran dama del teatro infantil del sudeste asiático'' esta catedrática de oratoria y artes escénicas de la Universidad estatal de Filipinas cultivó este género nacido en la región en que se encuentra su tierra natal y lo convirtió en un arte muy de su pueblo, sobre todo para los más pequeños. Lejos de su mente el propósito de infantilizar aún más a los niños sino más bien para enseñar a todos, incluyendo a los grandes o adultos, a ver la realidad con ojos no ingenuos sino más bien perceptivos, intuitivos, contemplativos e incluso moralizantes, propios de los niños, que distinguen por su candor natural nítidamente entre lo bueno y lo malo, yendo más allá del avivamiento de pasiones suscitadas por cuestiones éticas que a su vez tienen su origen en temas sociales candentes.
….La profesora Bonifacio era sobre todo una titiritera. Muy joven vi por vez primera una producción de su grupo Teatro Mulat (Teatro Consciente o Despierto), fundada por nuestra finada en 1977. Fue en el Colegio de los PP. Agustinos en Makati, a principio de la década de los ochenta. Me impresionaron los segmentos de las obras dramáticas escenificadas aquel día en el anfiteatro del Colegio. Pero lo que más me fascinó fue el comienzo del espectáculo con una oración o invocación, a estilo pagano —como yo sostenía entonces debido a mi ingenuidad—, pero más bien a estilo filipino, indígena, invocando el espíritu filipino, esto es, el Absoluto de nuestra cultura desde los parámetros de la misma, lo cual me resultó novedoso tras oír misas en tagalo en mi parroquia. Y luego, en la medida en que iba desarrollándose la presentación, máxime con el sonido delirante y el ritmo agresivo de los instrumentos de percusión, percibí la presencia en aquel anfiteatro de dicho espíritu que unía en clave de comunión varias creencias, tradiciones e ideologías arraigadas en el suelo de sureste de Asia pero con vuelos y matices claramente filipinos y un tono sencillo para niños, sobre todo los filipinos.
….No dejan de ser controvertidas, incluso sesgadas, las críticas de Bonifacio hacia la obra de Jim Henson. Entre otras cosas, Amelia criticaba las escenas violentas e incluso ridículas en Barrio Sésamo y Muppet Show. Metodológicamente, la profesora filipina abogaba obras más largas, reflejando las obras épicas de su querida Asia, para títeres insistiendo en que los niños son capaces de soportar o seguir con atención obras de teatro de gran duración, lo cual no fue aceptado por muchos expertos en la educación y desarrollo de los niños. Lo que Amelia abogaba, en el fondo, era la producción de obras mayores, de gran importancia para niños. La brevedad, vista desde este patrón conceptual, significaba rapidez, fugacidad, falta de importancia. El género literario y teatral infantil, conforme a este tipo de planteamiento, no debe reducirse a obras menores, empezando con su extensión. Dicho en otros términos, no es cuestión, en realidad, de extensiones materiales sino más bien hermenéuticas, es decir, la amplitud interpretativa y su carga existencial que toda obra, sobre todo la dirigida a los niños, debería poseer.
….Teatro Mulat desempeñó un papel no desdeñoso para que me despertara del letargo del confort sicológico, por formar parte de la clase media en aquellos años duros de la Ley Marcial de Marcos. Comprendí muy pronto que muchos en nuestra sociedad filipino eran o éramos títeres controlados por fuerzas despóticas bajo apariencias masivas o mastodónticas con sus máscaras atrayentes. Teatro Mulat me señaló que todo este montaje socio-cultural y político era un simulacro y que hay que estar preparados para el desvelamiento de lo verdadero, más allá de las fronteras ideológicas imperantes entonces. Esta experiencia apocalíptica llegó a su punto de ebullición para muchos filipinos en la década de los ochenta cuando una bala le segó la vida al Senador Benigno Aquino, Jr.
….Y ahí puede encontrarse el valor soteriológico de Teatro Mulat. Las aparentes moralinas de sus producciones eran en realidad epopeyas que predicaban el triunfo del bien sobre el mal, con aquellos héroes de Asia sudoriental. Aquella obra infamosa salida de la pluma de la profesora Bonifacio sobre el rey mono de la jungla, titulada Ang Paghuhukom (el juicio), era en efecto una parodia de la dictadura de Marcos. Me sigue resultando desternillante el que la entonces primera dama o ignoraba la existencia de esta obra, o no la comprendía del todo o decidió hacer la vista gorda y ordenó que el Centro Cultural de Filipinas financiara la obra de Teatro Mulat. Ello es demostración fehaciente de que las dictaduras, ante todo por la ceguera de su arrogancia, carece de la inteligencia y del valor para descifrar el sentido latente de una obra y, por tanto, incapaz de ver la realidad con los ojos perceptivos, intuitivos e incluso contemplativos de los niños. Estos últimos poseen la clave de toda creatividad que brinda vida, impulso, fuerza al proceso verdaderamente artístico desvelando lo bello en su desnudez y fluidez, desatándolo de sus ropajes culturales e incluso políticos. Dicho desvelamiento, parafraseando a Dostoyevski, será la salvación de nuestro mundo.
….El conocimiento es poder, pero el poder causa la ceguera o nos impide ver de verdad. Solo la verdad nos podrá hacer ver por lo que la verdad es servicio, el de hacernos ver la realidad desnuda, pura, límpida aunque con el ropaje inevitable y condicionado de nuestras perspectivas que incluye nuestros prejuicios y límites pero siempre sublimes puesto que son nuestras experiencias, nuestras mediaciones de vivir una realidad que solo puede ser vivida mediacionalmente, y no solo de manera mediática, como es claro. Siendo así, el teatro de títeres es una mediación destacada y no solo legítima de destape, de un striptease para los niños. Efectivamente es una mediación eficaz para desnudar, destapar, quitar las prendas gradualmente, esto es, pedagógicamente, evoco la noción de alétheia de los griegos, de una realidad cubierta por ideologías y sus correspondientes tergiversaciones. La desnudez es el rescate de las corrientes del río de Lete, del olvido, del encubrimiento que es la muerte de la verdad.
….A esta luz, es esta la gran lección de la obra de Amelia: verlo todo con ojos contemplativos. El arte es ciencia de contemplación. Solo un contemplativo es capaz de ver el triunfo del bien sobre el mal en la vida y expresarlo con el medio adecuado junto con sus vaivenes, ironías, bromas, apariencias y engaños. La vida es teatro: un conjunto de deleites para todos los sentidos, combinando la escultura, pintura, danza, música, actuación, redacción y ejecución de un texto, etc. Somos todos de alguna manera títeres o titiriteros; actores o marionetas; protagonistas, antagonistas, comparsa. Nunca meros espectadores. La vida, puesto que es teatro, nos implica a todos. Es cuestión de cómo la veamos. Y la respuesta a esta pregunta, a la postre, consiste en cómo la vivamos.
….No cabe duda de que el teatro despierto o consciente (mulat) de Amelia Bonifacio ha aportado algo en la lucha contra el somnífero de lo meramente teatrero en orden a poder ver con ojos más contemplativos, es decir, despiertos, esta misma realidad que nos toca a todos vivir. Una pena que su obra no haya explorado (que yo sepa) la dimensión hispánica de nuestro patrimonio filipino dentro de un contexto de la Asia Sudoriental. Tal vez ella quería superar o huir del dominio excesivo en las artes de lo occidental o colonial, cuya insistencia en la brevedad debido a sus teorías de capacidad de atención infantil encarnadas por Henson y compañía, hasta llegar a una postura que, a mi juicio, sigue siendo marginalizante, por no decir tendenciosa. No bastan las epopeyas largas. Es preciso, a tenor de ello, subsanar las divisiones creadas por polaridades estereotipadas con un compromiso hermenéutico universalizado pero arraigado en lo local. Sin duda, en este último ocupa un lugar eminente lo filhispano.
….La muerte de Amelia Bonifacio, sobre todo a la luz de la tarea incesante de superación de las polaridades siempre odiosas, nos sigue lanzando el mismo reto, esto es, el de dejar de ser títeres de los poderosos y manipuladores de conocimientos que ofuscan o encubren la desnudez y fluidez de la verdad.

Macario Ofilada Mina