Primavera 2016, Vol. 3, Núm. 1
ARTÍCULO
PDF: GGR: Un antipoeta filipino…Paula C. Park
PDF: Revista Filipina–Primavera 2016
GUILLERMO GÓMEZ RIVERA.
UN ANTIPOETA FILIPINO
PAULA C. PARK
Wesleyan University
Todo es poesía menos la poesía
Nicanor Parra
Ante estado tan lóbrego de cosas
sólo puede surgir la antipoesía
Guillermo Gómez Rivera
Guillermo Gómez Rivera, quien opta por escribir en castellano, una lengua que ha estado en decadencia en Filipinas por muchas décadas, lucha en sus versos contra el capitalismo y las injusticias de su país; lucha además guiado por un idealismo que es difícil encontrar en la actualidad. Es por eso que los críticos de su obra —tales como Donoso, Gallo y Hernández Hortigüela— aseguran que Gómez Rivera es una especie de Quijote asiático moderno. Sin embargo, en vista de Antipoesías filipinas, texto inédito que esperamos que se publique el próximo año, Gómez Rivera toma otro giro que nos recuerda a otra gran figura del otro lado del Océano Pacífico: nos referimos a Nicanor Parra. Si a través de los años Gómez Rivera ha estado involucrado en diversas actividades culturales que le permiten ser llamado poeta, cuentista, ensayista, dramaturgo, etnógrafo, periodista, notable instructor de baile español y más recientemente novelista ―con su primera novela Quis ut Deus (2015), galardonada con el I Premio José Rizal de las Letras Filipinas―, ahora falta añadirle uno más: el de antipoeta.
Aunque Gómez Rivera no menciona al antipoeta chileno en ninguna ocasión en su antología, en Antipoesías filipinas impera un tono satírico que sin duda nos recuerda a Poemas y antipoemas (1954), La cueca larga (1958) y otras publicaciones posteriores de Parra. Como en el caso de Parra, los poemas (o antipoemas) de Gómez Rivera son deliberadamente coloquiales; responden a la realidad inmediata y a veces resultan ser golpes directos a políticos o a otros intelectuales y escritores filipinos.
El título completo y exageradamente largo del antipoemario —Antipoesías filipinas o endecasílabos de chunga para que se conozcan los sucesos actuales del país— demuestra de inmediato que todavía queda mucho por decir, y Gómez Rivera no se urge en decirlo en rimas ni en estructuras poéticas fijas, sino en un metro endecasílabo “aleatorio”, según Donoso, que expresa la “monotonidad de la vida ordinaria, de la vida consagrada a los fueros de un idioma que se golpea contra la pared en el reino del mercantilismo”1. Se podría también añadir que muchos de los antipoemas —casi todos dirigidos o dedicados a una figura intelectual, política o una amistad— funcionan como crónicas, ya que tienen un aire de crítica periodística.
Gómez Rivera elogia constantemente a varios escritores filipinos como José Rizal, Cecilio Apóstol, Jesús Balmori, Antonio Abad y Manuel Bernabé. Expresa su respeto también hacia Nick Joaquín, escritor filipino anglófono que fue gran defensor del valor de la literatura hispanofilipina. Sin embargo, el estilo que cultiva en Antipoesías filipinas no tiene precursores en el archipiélago. Consciente de la novedad de sus versos, hacia el comienzo, a modo de manifiesto, afirma:
ya no es poesía. Es antipoesía.
Y así tiene que ser pues, en este mundo
ya no puede haber nada de poesía
como antes se entendía. Los poetas
debemos ser rebeldes. Empuñemos
la tralla y fustiguemos a los políticos
porque son los virtuales enemigos
de la vida ordinaria y productiva.
[…]
Ante estado tan lóbrego de cosas
sólo puede surgir la antipoesía.
Pues todos los poetas, a la fuerza,
debemos ser rebeldes, activistas,
insurrectos, en contra de los políticos.
violenta, brutal, áspera y grosera
porque estamos hablando de un mundo
violento, brutal, áspero y grosero…
nos lamenta ofender las almas nobles,
que quedan en sus torres de marfil,
con esta nueva forma de expresarse;
pero esas almas nobles ya sabrán
perdonarnos los versos iracundos
que, a veces, escribimos con pasión,
porque la antipoesía debe hablar
claro, duela a quien duela, por justicia.
Por último, los poemas “Enfado”, “Carta a mi hija difunta” y “Saulo Stefano” revelan una de las aflicciones más profundas de Gómez Rivera, la angustia personal a raíz de la pérdida de su hija Mayen. Aquí percibimos a Gómez Rivera en una postura de derrota ante las injusticias y la falta de sentido en la vida. En el poema “Enfado” se lamenta con un tono desesperado: “Esto que es vida nadie lo comprende”. Pero en otro poema dedicado a su hijo Guillermo Gómez y Ordóñez, con un tono de esperanza inagotable, Gómez Rivera retoma su lucha y dice: “Luchar por el purísimo placer / de luchar. Ese es el lema que adopté / con miras de animarme la existencia”.
En suma, Gómez Rivera escribe en un idioma que le pertenece, pero que lamentable muy poco se habla en Filipinas; sueña con un mundo ya no idealista sino imaginario. En este sentido, Gómez Rivera es como el “hombre imaginario” de Nicanor Parra:
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario
1 “Antipoesías por Guillermo Gómez Rivera”, en Revista Filipina, Verano-Otoño 2012, tomo XVI, núm. 2: <http://revista.carayanpress.com/antip.html>.