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III Certamen juvenil de creación literaria
“Rafael Palma” (2021)

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I Premio


ALA

de
Francisco del Rosario III

(alumno de la Universidad de Filipinas, Dilimán)

El otro día, me acordé de un reloj de pared que compré en secundaria. Era un reloj hecho en Filipinas que tenía, como marcadores de hora, palabras en lugar de números. Escritas en negro y con mayúsculas, indicaba ALA UNA, ALAS DOS, etcétera. Estaba fascinado por este extraño reloj que favorecía las letras más que las cifras. Era un reloj que luchaba contra las convenciones de medir las horas, pensé. Yo, que pertenezco a una generación que crecimos diciendo la hora en inglés en vez de en hispano-tagalo, ahora entiendo que mi compra estaba vinculada al tema de la pérdida del pasado. Me percaté que este reloj me instó a recuperar el español, un idioma laguna que perdura en nuestro presente, aunque en grado mínimo. Yo no quería perder un argumento al que no estaba acostumbrado. Cuando tuvieron que repintar mi dormitorio en 2011, se extravió el reloj en una caja guardada en la casa de mis abuelos. Nadie sabe dónde se fue a parar.
      Al mismo tiempo cuando compré el reloj, seguía a una bloguera que se llamaba Ala. Era hija de un cantante popular y su carrera de farándula se estrenó como modelo para anuncios de televisión. Sólo ganó pequeña popularidad por su belleza poco convencional: tenía piel oscura, pelo rizado. Era una habladora inteligente. Luego, se convirtió en VJ en el canal de música MYX. También, por una temporada, era la vocalista de la banda Hiraya. Mientras presentaba los programas de MYX, ella escribía en su blog y compartía sus obras de acuarela, historias familiares y sentimientos sociales. Yo simpatizaba con Ala porque, aunque era de clase media alta, usaba la plataforma para causas artísticas, políticas y ambientales. En 2006, después de anunciar su mudanza a Australia, su familia tuvo que afrontarse con la reacción violenta del público. Unos años después, Ala cerró su blog.
      En 2019, un año después de empezar a estudiar español, fui con mi hermana a Siargao donde conocimos a dos jóvenes holandeses. Me pareció interesante cuando uno de ellos nos contó que su familia pasaba sus vacaciones de verano a España desde que era pequeño. Comentó que español es fácil de aprender. Cuando intenté hablar en mi español chapurreado, él se rió de mí y me contestó, ¿Eso es todo el español que sabes? Esto me llevó a preguntarme, ¿Con qué propósito estudio el idioma del otro?
      Más tarde, cuando averigüé en clase el verdadero significado de ala, me pareció divertido todo. A veces pienso que la migración de Ala prefigura mi aprendizaje de español. En español, ala se asocia con volar, y por eso, yo nunca podría separar la figura de Ala de la idea del vuelo, o mejor la identifico con un pájaro, de aquella especie migratoria. En 2009, Ala resucitó su blog y lo rebautizó Ala‟s Dos. Aquí, como antes, volvió a plasmar experiencias y escritos de su memoria. Caí en la cuenta de que la palabra ala cuando se repite, significa 'memoria' en tagalo. Entonces ala es para volar. ¿Y ala-ala? ¿Para qué sirve?
      En tagalo, habiendo tomado prestado del español, ala indica un concepto que sigue el estilo de otro. Por ejemplo, el plato arroz a la cubana provino del plato español. En Filipinas, no es así como en España o en Hispanoamérica. Hemos modificado su nombre e ingredientes. Aquí se escribe, sin arroz ala cubana espacio entre la “a” y la palabra “la”, y su modo de prepararse es distinto. Ala sin duda es una palabra que demuestra cómo los filipinos han resistido a imitar y copiar. En mayo de 2019, me fui a la Ciudad de México cuando me registré en un curso intensivo de español. Como había estado estudiando español peninsular desde pequeño, tuve que adaptarme una vez más a este nuevo entorno léxico. Debido a que el español e incluso el náhuatl impregnan el tagalo, los primeros niveles de aprendizaje del español fueron similares a reencontrar a un ser querido perdido. Como mi reloj, me enamoré de este nuevo viejo amigo. Espero no perderlo. Me quedé allí durante siete semanas. Cuando regresé a Manila, me matriculé en el programa de historia del arte de la Universidad de Filipinas. En el campo de historia, específicamente con referencia a materiales y objetos, la memoria sirve, en las palabras de la historiadora Michael Ann Holly, para enterrar las inquietudes que no se nos escapan. Escribimos la historia para despedir a las preocupaciones. Ala-ala existe para que nuestros pensamientos, como angelitos, puedan extender sus alas y sobrevolar por encima de los escritores, vigilándoles y protegiéndoles.
      En el vestíbulo de Palma Hall, hay un mural por el pintor Vicente Manansala que se llama Artes y ciencias, hecho en 1960. Esta obra, para mí, proviene de la convivencia de las humanidades y las ciencias para capturar la esencia de la vida escolar que es esencial para la vida. El mural muestra una balanza de la justicia: en un platillo está el corazón y en el otro, el cerebro. Da a entender la importancia de recobrar las fuerzas de los dos campos conjuntamente. Sin las letras, los números serían fútiles. Lo mismo, sin las ciencias, las artes serían estériles. Hoy, el campo de la historia del arte parece estar volviendo a sus orígenes en las humanidades y las ciencias, donde el escritor ejercita simpatías más amplias. En este sentido, alam, la palabra raíz de ala, ilumina. En tagalo significa „entendimiento‟ o „conocimiento‟.
      En febrero, recibí un proyecto protagonizado por la escritora Rosario Cruz-Lucero. Su próximo libro cuenta la historia de la universidad. En este trabajo en que yo hice el diseño, miraba furtivamente, una y otra vez, las fotos de las personas que han venido antes de mí. La señora Cruz-Lucero me dijo que no incluyera a los que se habían ido del país. El darme cuenta de que ala originó de alam, entiendo completamente su decisión de valorar a quienes no olvidaron, o como ahora lo veo, a quienes decidieron mantener su ala-ala por encima del ala.
      Ala es una palabra que nos facilitaron los mundos de tagalo y español. Como estudiante de español, representa a la vez el desconcierto y comprensión. Ala, esa palabra curiosa, capta los conceptos de vuelo, modo, memoria y conocimiento, que son, sobre todo, nociones muy prácticas para contar la historia exigente al igual que tal vez contar el tiempo perdido.


II Premio


LA MÁSCARA

de
Joshua John S. Cabal

(alumno de la Universidad del Ateneo de Manila)


con una identidad cubierta
puedo ser cualquier persona,
ocultado en la ambigüedad
y mezclándome con la sociedad

sin saber la verdad,
la gente pasa a mi lado en la oscuridad
todos son espectadores con los ojos vendados
están vacíos de emoción y despreocupados

las voces en mi cabeza me gritan
pero me asustan más cuando se callan;
en una época de enfermedades, soy el más enfermo,
atrapado en el infierno en un combate eterno

cada emoción y sentimiento
se esconde en la máscara que llevo,
como me rodeo de la multitud ocupada,
no hay entrada para mi alma atascada

la calma en mi cara es un pecado continuo;
me saluda como un sentimiento antiguo.
he construido una pared para mantener el mundo fuera,
mi mentira frágil se derrumba de cualquier manera

me quedo sin mucha opción
por eso, camino hacia mi propia destrucción;
juego con las aguas furiosas,
estoy encarcelado por esposas angustiosas

la soledad me consume como un preso perdiendo los años
hasta que mi vida es tragada por miedos interminables y desengaños;
un lienzo en blanco, mi rostro es incapaz de pintar ni una sola palabra,
esperando a que alguien vea que llevo puesta una máscara

y cuidado suficiente para quitarla
aguardan con mucha esperanza
una plétora de sentimientos
esperando a ser liberados
de mi jaula.

quiero gritar tan fuerte como pueda
y pedir ayuda detrás de la máscara,
pero no sale ningún sonido;
solo me quita todo el aliento

dentro de nosotros, siempre se libra una batalla
y ya sé que estoy perdiendo la mía
entonces toco una canción con una melodía familiar
para dejar de pensar en los miedos que necesito enfrentar

mis pensamientos más profundos ya no me atormentan
no importa cuánto intentan;
aunque parezco libre de las señales
todavía aparecen en todas partes

esta generación es la mejor en fingir que todo va bien;
las máscaras ayudan a hacernos los mejores mentirosos también

—y no soy una excepción.
ay, qué difícil es vivir con depresión...


III Premio


UN JUEGO DE TRONOS: LA LLUVIA DEL TERROR

de
Clarisse R. Patricio

(alumna de la Universidad de Filipinas, Dilimán)

En cada seis años, el Juego de Tronos comienza en un reino situado en el sudeste del mundo. Las familias poderosas y las personas influyentes compiten ansiosamente por la oportunidad de convertirse en la persona más poderosa de todo el reino. Todos los vencedores cambian el tejido social del reino. Algunos son peores que sus predecesores, otros son mejores, en algunos aspectos. Pero el juego es una ilusión hecha para engañar al pueblo y hacerle creer que tiene el poder de elegir a sus próximos líderes y que puede decidir por su futuro. Este es un relato del reinado del decimosexto vencedor del Juego de Tronos, y su reinado será recordado como el periodo más oscuro de la historia del reino.



I. Antes de la tormenta…

En retrospectiva, el comienzo de su reinado fue como la calma antes de la tormenta. El pueblo pensó que lo que veía era la esperanza de un nuevo comienzo, pero resultó ser un espejismo. Nadie podía imaginar los horrores que tendrían lugar.

El vencedor prometió que en un plazo de tres a seis meses la vida de la gente mejoraría. Los cánceres que enfermaron a su sociedad durante tanto tiempo serían erradicados. ¡Qué plan tan maravilloso!

Pero eso no ocurrió.

Alguien dijo una vez, "cuando salgas de la tormenta, no serás la misma persona que entró." Eso es exactamente lo que ha supuesto esta tormenta.


II. Durante la tormenta…

Comenzó con una dispersión de lívidas nubes negras por el cielo. La mayoría no le dio importancia y siguió con su vida cotidiana, riendo y hablando. Sin embargo, a algunos les invadió un mal presentimiento que no querían aceptar conscientemente. De repente, un rayo cruzó el cielo, pero las luces eran extrañas... eran azules y rojas. Atravesaban la noche oscura como nunca antes habían visto. Unos instantes después, oyeron un fuerte y agudo estallido. Reverberó por todo el paisaje, dejando un inquietante eco en sus oídos.

El trueno, pensaron. Sin embargo, de alguna manera no sonaba natural. Fue entonces cuando empezaron a temer la tormenta.

 "Quédate tranquilo. Mantén la calma". Se dijeron a sí mismos.

Inmediatamente le siguió una lluvia torrencial que atacó el reino a raudales. La lluvia, una salva impenetrable de balas, martilleaba el suelo. Era como si se hubieran abierto las negras puertas del infierno, que engullían todo y a todos en su abismo sin límites. El terror goteaba como la propia lluvia de sus rostros. El viento gritaba más que aullaba. La lluvia no caía, sino que era impulsada, dura, despiadada. Lo que hacía diferente a esta tormenta era el hecho de que su lluvia mataba a la gente, concretamente a la que estaba involucrada con las drogas. La lluvia no tenía conciencia ni la capacidad de entender que todo el mundo merecía un proceso legal si era sospechoso de cometer un delito. No pensaba, sólo mataba. Las nubes se volvieron más oscuras y amenazantes. Los truenos surcaban el cielo y parecían partir el mundo en dos y revelar la furia de los dioses. Cada noche, el pueblo oía la lluvia de disparos. Sonidos que llenaban sus corazones de miedo. Pero se acostumbraron, tuvieron que hacerlo. Los relámpagos rojos y azules iluminaban la lamentable escena de abajo. A veces, también había relámpagos blancos, pero no venían del cielo. Procedían de las cámaras de los cronistas, que capturaban simultáneamente una fotografía, una tras otra. Documentando cuidadosamente cada muerte, incluso a riesgo de sus propias vidas.

Se produjo una carnicería. La gente aterrorizada empezaba a morir de hambre mientras la pobreza seguía aumentando. "¡Por favor, ayúdanos!" Suplicaron al hombre más poderoso del reino que acudiera en su ayuda, pero sus ruegos cayeron en saco roto. El hombre más poderoso del reino estaba decidido a librar a la tierra del mal que corrompe las mentes de la gente, o al menos eso era lo que se decía a sí mismo por la noche. Rezaba a los dioses por esta tormenta. Incluso alardeaba de ello ante sus amigos de otros reinos. Mintió a su pueblo, pero la mayoría no se dio cuenta porque estaban ocupados luchando entre ellos. El portador de la tormenta se sentó sin inmutarse en su trono viendo cómo se destrozaban unos a otros. Entonces llegó la inundación que llenó las calles. La inundación ya no era sólo agua. La sangre roja fresca rebosaba de los canales, goteando de los cuerpos de los muertos por la lluvia. La calle yacía bajo el agua turbia, de un rojo pardo enfermizo, arrastrando consigo la basura que habitualmente adornaba las aceras. La gente recordaba haber rezado para que la lluvia bendijera sus suelos deshidratados, para que ese precioso líquido encendiera la vida en los campos. Pero en ese momento, sólo rezaban para que dejara de llover.


III. Esperando el final de la tormenta

Lo que empezó como unos fuertes vientos y un poco de lluvia se ha convertido en la peor y más larga tormenta en una generación. Se acurrucaron en casas que no eran lugares acogedores ni espacios seguros. No parecía haber nada que pudieran hacer mientras la violencia a su alrededor destrozaba lo que había costado décadas construir. Siguieron rezando para que cesara la brutalidad y pidieron misericordia y fuerza para reconstruir. Estaban cansados, pero se negaban a rendirse. Habían pasado años desde que empezó la tormenta. Habían esperado lo suficiente para que la tormenta terminara. Por fin había llegado el momento de detener la tormenta por sí mismos. Esta tormenta, más malvada que cualquier otra que se recuerde, destruyó todo y cualquier cosa. Se desconoce el número total de muertes, sólo se registraron algunas. Sin embargo, el pueblo se negó a ser reducido por esta tormenta. Eran conocidos por su espíritu indomable. Haría falta algo más que una tormenta para doblegarlos.

El nombre de esta tormenta era “Tokhang.”