Invierno 2016, Vol. 3, Núm. 2
ARTÍCULOS Y NOTAS
PDF: Luis Eduardo Aute y Filipinas
PDF: Revista Filipina–Invierno 2016
LUIS EDUARDO AUTE Y FILIPINAS
ISAAC DONOSO
Universidad de Alicante
I. VIDA
1. Manileño de nacimiento, tradición y educación
Luis Eduardo Aute Gutiérrez-Répide1 nació el 13 de septiembre de 1943 en la ciudad de Manila como hijo primogénito del matrimonio de Gumersindo Aute Junquera (1913-1978)2, barcelonés hijo de andaluces, Luis Aute y María Junquera, y Amparo Gutiérrez-Répide Carpi (1919-1999)3, criolla manileña hija de Eduardo Gutiérrez Répide (1876-1940), afincado en Iloílo, y Julieta Carpi Millán (1887-1969), natural de la población castellonense de Nules4. Si estos datos son correctos, todo parece indicar que el nombre dado al primogénito del matrimonio se inspiraba en la unión de los nombres de los dos abuelos, Luis y Eduardo, los abuelos paterno y materno respectivamente5.
Gumersindo “fue a Filipinas porque, tras entrar a trabajar con 18 años en la Compañía de Tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona, le propusieron destino en Manila, propuesta que aceptó”6. Una vez establecido en Manila, Gumersindo llegó a ser director de la sección de compra en la Tabacalera, echó raíces, y creó una familia filipina: “Mi padre conoció a mi madre, Amparo Gutiérrez-Répide, hija de españoles (valenciana y cántabro residentes en Filipinas) y decidieron casarse. Yo nací como hijo primogénito”7. La familia Aute, formada ya por tres miembros, tuvo una relación natural con la comunidad española dentro de la excolonia, que oficialmente era un territorio anexado y administrado por Estados Unidos, desde 1935 en forma de mancomunidad tutelada. La bandera norteamericana ondeaba en los edificios oficiales, el inglés comenzaba a imponerse en la nueva élite clientelar del país, no existía la ciudadanía filipina, y los miembros de la comunidad española mantenían su nacionalidad.
En tal situación, el desamparo producido tras 1898 fue paliado por una serie de asociaciones e instituciones privadas que tenían como fin crear las estructuras sociales, asistenciales y económicas de la comunidad española en Filipinas. Sin duda la más simbólica fue el Casino Español de Manila, en cuya memoria de los años 1936 y 1937 aparece como socio numerario Gumersindo Aute y, desde 1926, Eduardo Gutiérrez Répide (1876-1940), padre de Amparo8. Empresas, como la cervecería San Miguel, las diferentes firmas de los Elizalde y, sobre todo, la Tabacalera, fueron el verdadero respaldo para la comunidad española en Filipinas, que se nutrió de gente joven venida de la península9. La «Compañía General de Tabacos de Filipinas», creada por Antonio López y López, Marqués de Comillas, en 1881 en Barcelona, representó para la Filipinas norteamericana la principal empresa económica, y un verdadero baluarte para los trabajadores españoles. Muchos catalanes llegaron entonces a Filipinas, distribuyéndose por todas las factorías que Tabacalera tenía en el archipiélago, desde Cagayán a Iloílo10. Éste fue el caso de Gumersindo.
Manila fue declarada ciudad abierta en diciembre de 1941, y al mes siguiente fue invadida por las tropas japonesas. Bajo el tutelaje de Japón se inauguró la Segunda República de Filipinas el 14 de octubre de 1943, un mes después del nacimiento del primogénito de la familia Aute. Así, Luis Eduardo nace en una Filipinas invadida por el Imperio japonés, abandonada por Estados Unidos, y convertida en un estado autónomo vinculado a la «Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental», oficialmente la Segunda República de Filipinas, cuyo tercer idioma oficial era el español11. En efecto, muchos miembros de la colonia española y de la comunidad hispanohablante filipina vieron en la intervención japonesa el remedio a la persecución de la tradición hispánica en el archipiélago. No obstante, el desengaño sería traumático a medida que pasaron los meses y, sobre todo, tras el holocausto de 194512.
La familia Aute no tuvo una residencia fija, según recuerda Luis Eduardo. Vivieron primero en el barrio de Pasay, trasladándose posteriormente a Malate, primero a la calle Singalong, y después a la calle Ayala, en el actual barangay 762.13 Es en esta última casa donde les sorprende la batalla final de Manila y, según recuerda Luis Eduardo, de la casa “no quedó piedra sobre piedra”. La familia se refugió durante la vorágine de febrero de 1945 en el Hospital General, situado hacia el norte, en el barrio de Ermita. Mientras tanto, los bombarderos americanos destruían la ciudad por cielo y tierra, desde el otro lado del río Pásig, y las tropas japonesas incendiaban Intramuros y mataban a todo el que se ponía por delante:
Philippine General Hospital, post WWII, Manila, Philippines, Nov. 1945
Fotografía de John Tewell
En el escenario posbélico de la ciudad destruida, el niño Luis Eduardo fue matriculado en el Colegio de la Salle, centro católico de instrucción en lengua inglesa, necesariamente aprendió el tagalo, lengua cotidiana de la vida manileña, y mantenía sin duda el castellano como lengua materna, junto al catalán:
Pero lo cierto es que no se puede denominar a la familia Aute, y otras muchas familias de origen español en Filipinas, como de “extranjeros-colonos”. Amparo Gutiérrez-Répide es filipina de nacimiento, criolla, y Luis Eduardo es la segunda generación nacida en el país. No era un fenómeno extraño al archipiélago, sino todo lo contrario, se venía repitiendo desde hacía más de cuatro siglos atrás. La sangre española formaba parte del adn filipino, y un español no necesitaba demasiado tiempo para aplatanarse, para filipinizarse. Tras dos generaciones, quizá Gumersindo Aute era un trabajador extranjero, pero no Luis Eduardo, nacido de madre filipina, nacido en Filipinas, y educado entre filipinos. Las modas, los gustos, y las revelaciones que el mundo le va a ofrecer a su inquietud párvula son los mismos que al resto de filipinos. En primer lugar la cultura popular, americana naturalmente, en música y cine. El cine había adquirido una extraordinaria importancia en las islas, tanto en su producción local como en la importación de cine norteamericano, incluido el mexicano21:
2. Un joven pintor manileño en la España de posguerra
Gumersindo no tenía muchas más opciones después de 1946: adoptar la nacionalidad filipina, o volver a España. Al optar por la segunda, la identidad filipina de Luis Eduardo estaba claro que tendría que ponerse a prueba en un ambiente extranjero, a pesar de que el niño de once años entendiese castellano y catalán:
Existe, naturalmente, una cultura humana filipina en la personalidad de Luis Eduardo Aute que, con el tiempo, ha sabido amoldar y, quizás, camuflar dentro de los hábitos españoles. Es innegable que, a pesar de su altura, y de que sacaría medio cuerpo a los filipinos de su edad, su espíritu se había conformado en la ruinosa pero digna Manila. La delicadeza, la ternura, las pocas palabras pero justas, la prudencia de no herir diciendo la verdad, el gusto por el arte, la reflexión introspectiva, mirarse hacia dentro y no hacia fuera, la constante interrogante metafísica, incluso la imitatio Christi como pauta vital, parecen elementos propios de la filipinidad de Luis Eduardo30. Esa búsqueda visceral de la expresión entre lo divino y lo humano, entre el sexo y el cielo, es una de las claves de la obra autiana:
II. OBRA
1. Animal de Manila y la génesis de los poemigas
Luis Eduardo Aute ha desarrollado una extensa labor como escritor, vinculada de algún modo a la composición de canciones, pero que adquirió en algún momento una realidad autónoma tendente a la creación poética35. Seguramente en el proceso compositivo, muchas de las ideas que iban surgiendo no cuajaban al final, quedaban esbozadas, desnudas, descompuestas, o sin componer, una sería de ideas abortadas o malogradas, o sólo figuradas, que resultaban ser las migajas del demiurgo. Y así parece que lo planteaba el propio Aute, como ideas con alma, animadas, que en algún momento se transformaban animalmente, y desbarataban el conato creativo, o lo exponían en su máxima crudeza. Esa reducción o exposición mínima de la creación del alma, esas migajas del animal que quería expresarse, acaban constituyendo un género poético propio: el “poemiga”. Y resulta valiosa esta creación ya que, dentro de los géneros breves universales ―jaiku, siyo, pantun, greguería, aforismo, etc.―36, no parece que se haya planteado la reducción al mínimo del acto creativo, no de la agudeza o la invención (que es lo que parece predomina en el resto de géneros), sino del propio acto de creación, exponiendo su esqueleto y la visceralidad expresiva. Es como si se mostrasen al populacho las propias vísceras del poema, en una suerte de sacrilegio poético que no busca la exaltación de la palabra (de nuevo, como parece perseguir el resto de géneros), sino la obscenidad que denuncia:
pisada en falso,
trampa sobre trampa, camisa de fuerza, policía,
Documento
Nacional
de Identidad, pretexta un ejército.
Debiera enmudecer para siempre
jamás
tal vez la palabra,
empezando por esta
que ya no nombro:37
“Magandang gabi”
Animal de Manila
sería
este autémata
que ya
soy38.
Significativamente titula este poemiga (antepenúltimo del volumen, pero que prácticamente lo concluye, pues el último es un exabrupto sobre la impertinencia de leer el libro) en lengua tagala, con la expresión “Magandang gabi”, buenas noches, una manera de concluir, dada, como siempre, a múltiples interpretaciones. Es una de las pocas licencias en tagalo que hemos encontrado en la obra escrita de Aute, tagalohablante que, sin embargo, podía haber hecho un mayor uso de la lengua. Tal vez en una España demasiado cerrada el empleo de una lengua, ciertamente exótica, como el tagalo, hubiera podido entenderse como una excentricidad gratuita, y prefirió abstenerse de ello.
2. El agua y la teoría de D(yo)s
Los poemigas revelan, en su conjunto, un buen número de ideas en todos los órdenes del conocimiento. Se podría pensar que son ocurrencias, o conatos de ocurrencias, pero demasiadas son seis libros de poemigas, el último publicado por Espasa este mismo año de 2016 en un libro de casi trescientas páginas: El sexto animal. Los libros de poemigas son además verdaderas obras artesanales, con cuidado tipográfico y anexos iconográficos, desde el primer Animal (donde se añadían a todo color veinticuatro páginas de inquietantes boligrafías) hasta el sexto (con la adenda Pornografía marmórea o sexo en la bañera de la habitación 19-12 del Holiday Inn de Puebla, México, 2015). Simbólicamente vienen presentados en cubierta con la imagen icónica de una sirena invertida, o un pez con piernas de mujer, o una mujer con cara de pez, imagen abierta a diversas interpretaciones:
de volver al agua,
al origen mismo donde se fraguara
el hierro de la vida,
con la irreductible intención de revivir,
desde las húmedas pavesas de lo vivido,
tiernos incendios de olas
en tus sueños,
y en los míos39,
yo, entre la D de Dios
(o Deseo)
y la S de Sexo
(o Ser)
que son lo mismo…
o uno mismo,
misma mente40.
a(u)teísmo
me ha llevado a la convicción
y conclusión
de que D(yo)s,
o existe,
o existo41.
Muchas de las características de los poemigas nos parecen tener vínculos con la creación oriental, incluso en la brevedad de las formas. Si hubiera sido creado en Filipinas, el poemiga adquiriría sin duda una categoría internacional al lado del jaiku japonés o el pantun malayo, y sería fácilmente convertible en el género breve filipino, pues su propio nombre es de sonora resonancia hispánica, suficientemente exótico, como Filipinas es dentro del contexto asiático. Sin embargo el poemiga es algo español, creado por un “pintor-cantante”, o un “cantante que pinta”, inclasificable, algo que aturde y confunde al común de la crítica, algo que oscurece y puede llevar el invento a lo anecdótico. No obstante, el valor intrínseco que posee el poemiga ha comenzado a difundirse, acertadamente, en el volumen Poesía amiga y otros poemigas para Aute (2014), con composiciones poemigas por parte de algunos de los más importantes poetas españoles42. Sería deseable que algún autor filipino recogiese el guante y devolviese el poemiga al agua.
3. El niño que miraba el mar
Finalmente, y después de una trayectoria de décadas en donde lo filipino se asomaba tímida y esporádicamente o, al menos, no se manifestaba de forma explícita, Luis Eduardo Aute compuso en 2012 tres obras completamente dedicadas a Manila: su trigésimo quinto álbum de estudio, El niño que miraba el mar; el cuento gráfico El niño y el Basilisco; y un cortometraje de igual nombre. Aunaba en un mismo objeto sus tres artes predilectas: música, pintura y cine. La idea de todas estas composiciones giraba en torno a una fotografía:
que huye del cliché del álbum familiar,
miro a ese niño que hace de vigía
oteando el más allá del fin del mar.
Aún resuena en su cabeza el bombardeo
de una guerra de Dragones sin cuartel,
su mirada queda oculta pero veo
lo que ven sus ojos porque yo soy él.
Y daría lo vivido
por sentarme a su costado
para verme en su futuro
desde todo mi pasado
y mirándole a los ojos
preguntarle enmimismado
si descubre a su verdugo
en mis ojos reflejado
mientras él me ve mirar
a ese niño que miraba
el mar.
Ese niño ajeno al paso de las horas
y que está poniendo en marcha su reloj
no es consciente de que incuba el mal de aurora,
ese mal del animal que ya soy yo.
Frente a él oscuras horas de naufragios
acumulan tumbas junto al malecón,
y sospecha que ese mar es un presagio
de que al otro lado espera otro Dragón.
El niño que miraba el mar es, hasta el momento, su último álbum de estudio. La canción que daba nombre al disco fue, sin embargo, posterior a la curiosidad gráfica de dibujar el cruce de miradas entre niño y adulto. Los dibujos fueron tramando una historia, cada vez más compleja y rica en matices, y era imprescindible, con la inquietud cinematográfica de Aute, poner todo aquello en movimiento. De este modo se confecciona el bellísimo cuento gráfico El niño y el Basilisco, seguramente la obra que mejor refleja, a golpe de imagen, todo ese subconsciente párvulo, quimérico, de una infancia filipina en una Manila arrasada por el holocausto. Los dibujos dieron forma así a un cortometraje animado de igual nombre, al estilo del largometraje Un perro llamado Dolor (2001).
Estas obras forman en su conjunto una aportación valiosísima a los numerosos testimonios (de todo tipo, desde memorias y diarios, a películas y composiciones) sobre la Segunda Guerra Mundial en Filipinas y, especialmente, sobre los días de febrero que arrasaron en 1945 la histórica ciudad de Manila, la segunda devastación más grande del conflicto mundial tras la de Varsovia. La obra de Aute es además singularmente original, pues no conocemos ningún cuento infantil, o recreación desde una visión párvula, de los horrores de 1945, además con una narración tan evocadora y fascinante como la de un niño que mira al mar, teniendo como telón de fondo tanques y escombros, y subiéndose a hombros de la bestia para escapar de toda aquella barbarie, sin saber que acabará siendo esa bestia, el basilisco con el que huye, el mal de aurora, la más melancólica de las penas: “Ese niño ajeno al paso de las horas/ y que está poniendo en marcha su reloj”.
Son numerosos los dibujos que por sí mismos valen una obra, desde los aviones acercándose a Manila, los pájaros de fuego45 en trazos exquisitamente realizados, hasta todos los detalles del niño entre escombros mirando el mar. Pero quizás el dibujo más evocador y complejo de toda la serie sea la fuga del niño a lomos del basilisco, desde una perspectiva cenital y sobrevolando los tanques y las ruinas, ruinas que parecen nacer de las piernas abiertas de una mujer. Como metáfora de lo sucedido en 1945, este dibujo realmente adquiere connotaciones sublimes. Por fin, Aute ha mostrado su filipinidad.
III. CONTEXTO
1. Aute y el escritor filipino de posguerra
Luis Eduardo Aute estaba destinado a seguir la escuela de pintura filipina y constituirse, probablemente, como otro Fernando Zóbel, abandonando el realismo de Amorsolo y García Llamas para crear según patrones abstractos, vanguardistas o surrealistas. Sin embargo, un accidente del destino le fue arrastrando hacia la música, la composición y ―parece ser que bastante a regañadientes― la interpretación. La composición de canciones vendría determinada por un gusto a la escritura, a la poesía, y a la creación de guiones cinematográficos durante la adolescencia. El niño Luis Eduardo escribe seguramente sus primeras composiciones en inglés. Ningún texto de este primer periodo, que sepamos, ha visto la luz. Sería muy interesante poder estudiar estas primeras obras en el contexto filipino en el que surgieron o del que nacieron, pues muchos autores filipinos en lengua inglesa comenzaron igual que Aute, con ejercicios escolares. En fin, tampoco parece que se hayan difundido los primeros textos autianos en castellano, que seguramente fueron muchos, y muy valiosos para conocer la personalidad juvenil del que luego sería uno de los mayores compositores de canción en español:
Si las inquietudes literarias de Aute no son ajenas a los jóvenes filipinos de la época, tampoco lo es su crítica a la generación ilustrada, pues ilustrados se llamaban los intelectuales filipinos que se enfrentaron a la americanización. Como hijos de un sistema americano, liberal, que forzosamente debía renegar del antiguo régimen y de la burguesía imperante (por muy burgués que uno fuese), era casi obligatorio denostar la cultura de la generación previa, y abrazar la modernidad práctica americana48. Sin duda después de que América se convirtiera no en el “colonizador”, usurpador de la República de Malolos y genocida de cientos de miles de filipinos en 1902,49, sino en el “libertador” que acabó con la barbarie japonesa. En fin, dentro de este contexto creemos que hay que situar varias composiciones de Luis Eduardo Aute que emplean explícitamente el concepto de ILUSTRADO, resaltándolo en poemigas anticlasistas que bien pudieran haberse escrito en Filipinas, y cualquier filipino los podría entender con meridiana claridad. Por ejemplo podemos citar el poemiga perteneciente a la sección “Desánimos razonablemente ilustrados”, y titulado “Laicos like us”, un juego de palabras en español e inglés muy típico filipino:
algún respetuoso lumpen llamó
“nepotismo ilustrado”
a lo que no es más que una casta
de clase dirigente
con apellidos endogámicamente
ilustres
aunque, obviously,
hijos de un pensamiento
políticamente correcto50.
I
Contra la ILUstración
Imaginación ―le propuso
(sacándose de la chistera un saco
de chistes sin fondo)
el ILUso ILUsionista
al ILUstre ILUstrado.
II
La ILUminación es el camino ―sugirió
Buda.
―¡Vade Retro, Satanás! ―le respondió
el ILUstre mercader51.
el Primer Ilustrado
cuando ordenó aquel incendiario
H Á G A S E L A L U Z
que luego Luzbel convirtiera
en dialéctrica del claroscuro,
baby?52
2. Aute y la literatura hispanofilipina actual
Si uno realiza lecturas de las obras actuales de los escritores filipinos que siguen escribiendo en español, encuentra una serie de lugares comunes que se van repitiendo. Sin duda aparece la osadía del que lo ha perdido ya todo: “Por qué el miedo a mojarme, si estoy hundido ya”, como decía al-Mutababbi. La crítica al establishment es evidente, incluso con la avaricia sexual en lo más sagrado del mundo ilustrado, las casas solariegas, como en el poema de Guillermo Gómez Rivera “Seguir viviendo”:
pero la tengo, la siento… Me incorporo
cuando me encuentro frente a las mansiones
antiguas de Intramuros, de Binondo,
Ermita, Quiapo, Paco y Santa Cruz.
Las conozco de siglos. He vivido
en ellas durante vidas anteriores.
Subí sus escaleras. En sus camas
me dormí. El amor hice por sus suelos54.
para ser cauce de alguna quimera,
aunque ese cauce tal vez no sirviera
para achicar todo el cieno estancado.
que ante estas ciencias y ficciones de vacío
mercados y banderas
cosmética y horteras…
jamás renuncie a mi incurable desvarío
de besos y quimeras.
tras robar los recursos de naciones
incautas. Las engaña y las domina
con viles amenazas y traiciones
sin pensar que, algún día, con la inquina
(que se gana), se tumban sus bastiones57.
legiones de arcángeles armados
de cólera divina fieramente resueltos
a expulsarnos del Paraíso.
[…]
Desaten sus iras, alados ejércitos
sin sexo ni cerebro, cobardes
hermanos de quien osó,
Luzbel,
imitando al Creador, ser
humano.
Ataquen inmaculadamente atacados
por la envidia de no estar hechos
a imagen y semejanza del Amo…58
Hay similitudes también entre la poesía de Aute y la anarquía intelectual de Edmundo Farolán, sus juegos de palabras, repeticiones, e inconsecuencias, que revelan el esqueleto mismo de la composición, y la incapacidad de las palabras:
están creando palabras
eternas, palabras insensatas,
palabras insignificantes,
y palabras expresando,
afirmando,
ésta mi existencia dolorosa,
indiferente, vacía,
porque dicen que soy una ansiedad
tristísima, intranquila, viviendo
en esta tierra europea, yo,
un filipino, deseando un dulce
sueño, o un palpar cálido,
significativo
lleno de eterna felicidad…
no están más
los recuerdos, y los sueños,
los frenesíes, los delirios
dinámicos del amor; sólo
se quedan estos
mis versos
sin ritmo,
sin música61.
1 En la biografía de J. M. Plaza se señala como segundo apellido de Luis Eduardo Aute el de Martínez. A indicaciones del propio Luis Eduardo, hacemos notar el error: Luis Eduardo Aute, Madrid, Ediciones Júcar, 1983, p. 9. A pesar de algunos errores notables, la obra de Plaza fue un primer intento de realizar una obra general sobre la vida y obra de Aute, con una extensa selección de canciones al final y una relación detallada de su discografía, pintura y cinematografía. Otras biografías, de las que tenemos noticia, son: David Abel, Luis Eduardo Aute: melodía poética, Valencia, La Máscara, 1997; David Shea, Aute. De la luz y la sombra: el latido de una canción, Las Palmas, La Caja de Canarias, 2003; y Luis García Gil, Aute. Lienzo de canciones, Lleida, Mileno, 2016.
2 Esquela aparecida en ABC, 20 de abril de 1978, p. 97.
3 Esquela aparecida en ABC, 9 de noviembre de 1999, p. 78.
4 Esquela aparecida en ABC, 22 de junio de 1969, p. 101.
5 Árbol genealógico de elaboración propia, por lo que asumimos cualquier error que pueda haber.
6 Palabras de Luis Eduardo el 4 de enero de 2016 en entrevista electrónica realizada expresamente para este número especial de Revista Filipina.
7 Ibid.
8 Cf. I. Donoso, Ennoblece. Historia de las instituciones de la comunidad española en Filipinas, Manila, Sociedad Española de Beneficencia, 2015, pp. 91-94.
9 Véanse los trabajos de Florentino Rodao: “Las compañías españolas después de la Revolución Filipina”, en AA. VV., 1898: España y el Pacífico, Madrid, Asociación Española de Estudios del Pacífico, 1999, pp. 557-566; “Acabando la prioridad de los lazos privados: Presencia española en Extremo Oriente alrededor de 1945”, en Cuadernos de Historia, Manila Instituto Cervantes, núm. 1, pp. 69-81; y “De colonizadores a residentes. Los españoles ante la transición imperial en filipinas, en Mª Dolores Elizalde y Josep. Mª Delgado (eds.), Filipinas. Un país entre dos imperios, Barcelona, Bellaterra, 2011, pp. 251-297.
10 Véase Emili Giralt i Raventós, La Compañía General de Tabacos de Filipinas, 1881-1981, Barcelona, Compañía General de Tabacos de Filipinas, 1981.
11 Cf. Teodoro Agoncillo, The Fateful Years: Japan’s Adventure in the Philippines, 1941-1945, Quezon City, Universidad de Filipinas, 2001, 2 vols.; y Renato Constantino (ed.), Under Japanese Rule. Memories and Reflections, Quezon City, Foundation for Nationalist Studies, 1993.
12 Véase I. Donoso, “Los pájaros de fuego. Japón y el holocausto filipino en la obra de Jesús Balmori”, en Studi Ispanici, Roma & Pisa, Istituti Editoriali e Poligrafici Internazionali, 2008, vol. XXXIII, pp. 217-235.
13 Comunicación directa en carta fechada el 11 de enero de 2016.
14 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016.
15 Sobre la destrucción de Manila, véanse entre otros: Alfonso J. Aluit, By Sword and Fire. The Destruction of Manila in World War II, 3 February–3 March 1945, Manila, Bookmark, 1994; José Mª Bonifacio M. Escoda, Warsaw of Asia: The rape of Manila, Quezon City, Giraffe, 2000; y Marcial P. Lichauco, Dear Mother Putnam. A Diary of the Second World War in the Philippines, Quezon City, Cornelia Lichauco, 2005.
16 Sobre los crímenes de guerra perpetrados por el ejército japonés se ha escrito mucho. A título de ejemplo véanse: Iris Chang, The Rape of Nanking. The Forgotten Holocaust of World War II, Londres, Penguin Books, 1998; Lord Russell of Liverpool, The Knights of Bushido. A Short History of Japanese War Crimes, Londres, Greenhill Books, 2002 (1958); y María Rosa Henson, Confort Woman. Slave of Destiny, Manila, Philippine Center for Investigative Journalism, 1996. Para el caso filipino, existe una extensa bibliografía en español escrita tanto por filipinos como por españoles: Antonio López de Olaguer, El terror amarillo en Filipinas, Barcelona, Juventud, 1947; José G. Reyes, Terrorismo y Redención. Casos Concretos de Atrocidades Cometidas por los japoneses en Filipinas, Manila, [s.p.], 1947; Benigno del Río, Siete días en el infierno (En manos de la Gestapo Nipona), Manila, Nueva Era Press, 1950. La tradición llega hasta nuestros días, ya que recientemente han surgido dos obras filipinas escritas en español sobre la Segunda Guerra Mundial en el archipiélago: María Dolores Tapia del Río, Mis memorias de la guerra de Filipinas, Barcelona, Parnass, 2004 y Carmen Güell, La última de Filipinas, Barcelona, Belacqva, 2005. No hay que olvidar las obras de Carlos Rómulo, I saw the fall of the Philippines (1942; versión española: Yo vi la caída de Filipinas, traducción de José del Río Sainz, Atlas, Madrid, 1945), y I see the Philippines rise, Garden City, Doubleday & Company, 1946.
17 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016.
18 Sobre la situación lingüística, véanse I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2012; y nuestro texto “Philippine Linguistic Policy in the Global Context”, en The Normal Lights, 2012, vol. 6, núm. 1, pp. 80-94.
19 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016.
20 Ibid.
21 Véanse las obras de Nick Deocampo, Cine. Spanish Influences in Early Cinema in the Philippines, Manila, National Commission for the Culture and the Arts, 2003; y Film: American Influences on Philippine Cinema, Manila, Anvil, 2011.
22 Entrevista con Karina Micheletto, en Clarín, 23 de agosto de 2011, citado desde Luis García Gil, op. cit., p. 18.
23 Cf. Ana María Theresa Labrador (ed.), Fabián de la Rosa and His Times, Quezon City, Museo Jorge Vargas & Filipiniana.net, 2007.
24 Cf. AA. VV., Fernando Amorsolo. Seven Museum Exhibition, Manila, CRIBS Foundation, 2008.
25 Comunicación directa en carta fechada el 20 de mayo de 2016.
26 Existe una escasísima bibliografía sobre este autor, el cual, sin duda, está esperando a ser recuperado en el puesto que merece dentro de la pintura filipina. Véase por ejemplo El pintor filipino Antonio García Llamas: [Catálogo de la Exposición de su obra en la Galería de Arte Studio], Madrid, Innasa, 1970.
27 Comunicación directa en carta fechada el 18 de mayo de 2016.
28 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016.
29 J. M. Plaza, op. cit., p. 17.
30 Sobre la imitación de Cristo en la cultura filipina, véase nuestra introducción a José Rizal, Noli me tangere, edición de Isaac Donoso, traducción inglesa de Charles E. Derbyshire, prólogo de Ambeth Ocampo, epílogo de Ino Manalo, ilustrada por Juan Luna, Quezon City, Vibal Foundation, 2011; y como obra referencial y clásica, el texto de Reynaldo C. Ileto, Pasyon and Revolution: Popular Movements in the Philippines, 1840-1910, Quezon City, Ateneo de Manila, 1979.
31 García Gil, op. cit., p. 252.
32 J. M. Plaza, op. cit., p. 26.
33 Comunicación directa en carta fechada el 18 de mayo de 2016.
34 Joana Bonet, “Aute y Gil de Biedma: una historia de Manila. El músico y el poeta proyectaron un disco que no vio la luz”, en La Vanguardia, 8 de agosto de 2015.
35 Como principal referencia a su papel como escritor, podemos destacar el texto de José Ramón Trujillo, “Luis Eduardo Aute. Una poética de la libertad y la subversión”, incluido en L. E. Aute, Volver al agua. Poesía completa, Madrid, Sial, 2015, pp. 151-186
36 Véanse entre otros Pedro Aullón de Haro, “Las categorizaciones estético-literarias de dimensión. Género/ sistema de géneros y géneros breves / géneros extensos”, en Analecta Malacitana, 2004, vol. 27, núm. 1, pp. 7-30; y su obra clásica El jaiku en España, Madrid, Hiparión, 2002.
37 Fin del poema “Palabras contra las palabras”, última composición del poemario La liturgia del desorden (1978-79), citado desde Luis Eduardo Aute, Volver al agua. Poesía completa, Madrid, Sial, 2015, p. 119.
38 Luis Eduardo Aute, Animal. Poemigas 1991-1994, Madrid, El Europeo, 1994, p. 157. “Ha decidido Luis Eduardo Aute que su palabra preferida en español es «animal», que viene del latín «anima». Y lamenta que en el género humano haya pocos animales, es decir, gente espiritual, con alma. Otra cosa, continúa, es la bestia, esa bestia que probablemente todos llevemos dentro”, introducción de Diego Galán, a Luis Eduardo Aute, El niño y el Basilisco, Madrid, Demipage, 2012, p. 5.
39 Aute, Volver al agua, ob. cit., p. 12.
40 Luis Eduardo Aute, Animal. Poemigas 1991-1994, ob. cit., p. 86.
41 Ibid., p. 87.
42 Antonio Marín Albalate (comp.), Poesía amiga y otros poemigas para Aute, Madrid, Neverland, 2014.
43 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016. “Fue en La Habana en el verano de 2010, paseando con mi mujer y mis hijos por el malecón, cuando a mi hija Laura se le ocurrió que nos hiciéramos unas fotos «turísticas». Tras mirarlas en la pantalla del móvil me vi en una de ellas sentado en el bordillo del malecón, mirando el mar. Me recordó otra fotografía que me hizo mi padre casi desde el mismo ángulo en 1945 en el malecón de Manila, ciudad donde nací”, Luis Eduardo Aute, El niño y el Basilisco, ob. cit., p. 3.
44 Ibid., p. 4.
45 Véase Jesús Balmori, Los pájaros de fuego. Novela filipina de la guerra. Edición de I. Donoso, Manila, Instituto Cervantes, 2010.
46 J. M. Plaza, op. cit., p. 24.
47 Carmen Madrid Murillo, hermana de Flavio, nos ofreció testimonios directos de la vida en Intramuros antes de su destrucción durante la guerra, y del mundo hispanohablante de la época. Sobre su vida véanse nuestros trabajos: “Vida de Carmen Madrid Murillo, manileña de Intramuros”, en Revista Filipina, tomo XII, núm.3, Otoño 2008: <http://revista.carayanpress.com/cmadrid1.html>; “The last time Carmen Madrid heard the Intramuros bells”, en Gaceta de Intramuros, Octubre-Diciembre, 2008, p. 5.
48 Sobre esta cuestión, véanse nuestros trabajos “Sociolingüística histórica de la lengua española en Filipinas”, en I. Donoso (ed.), Historia cultural de la lengua española en Filipinas: ayer y hoy, Madrid, Verbum, 2012, pp. 325-383; y “Crónica de Filipinas en la obra de Zoilo Hilario”, en Kritika Kultura, Universidad Ateneo de Manila, 2012, vol. 20, pp. 205-231. También el capítulo de libro de próxima aparición: “Enseñándole su lengua a nuestros huérfanos”. La expresión en un contexto de intervención lingüística colonial: los casos de Argelia y Filipinas”, en Montserrat Planelles, Cristina Carvalho y Elena Sandakova (eds.), De la langue à l'expression : le parcours de l'expérience discursive. Hommage à Marina Aragón, Alicante, Universidad de Alicante (en prensa).
49 Véase Gregg Jones, Honor in the Dust. Theodore Roosevelt, War in the Philippines and the Rise and Fall of America’s Imperial Dream, Nueva York, Penguin, 2012.
50 Luis Eduardo Aute, Animal. Poemigas 1991-1994, ob. cit., p. 124.
51 Ibid., p. 119.
52 Ibid., p. 126.
53 Véase como referencia I. Donoso & Andrea Gallo, Literatura hispanofilipina actual, Madrid, Verbum, 2011.
54 Guillermo Gómez Rivera, Con címbalos de caña, Sevilla, Moreno Mejías-Wanceulen, 2011, p. 47.
55 Cf. I. Donoso, “Lo Quimérico: notas de estética gomezriveriana”, en Revista Filipina, Primavera 2016, vol. 3, núm. 1, pp. 65-92.
56 Nick Joaquín, The woman who had two navels, Manila, Bookmark, 2005, pp. 170-171.
57 “La Nueva Babilonia”, poema escrito el 19 enero de 2009, Makati, en Guillermo Gómez Rivera, Obra dispersa, Manila, Revista Filipina, 2016, p. 83.
58 Luis Eduardo Aute, Volver al agua. Poesía completa, ob. cit., p. 130.
59 Guillermo Gómez Rivera, Quis ut Deus, o el Teniente Guimô, el brujo revolucionario de Yloílo, Manila, Mindmaster Publishing, 2015, p. 130.
60 Ibid., p. 166.
61 “Versos filipinos”, en Edmundo Farolán, Lluvias Filipinas, Madrid, Imprenta Murillo, 1967, p. 5.
Reproducimos a continuación diferentes imágenes que han sido publicadas en las obras de Luis Eduardo Aute y libros sobre su figura, álbum que constituye no sólo un testimonio de su infancia y familia, sino también un documento de la vida en Manila durante mediados del siglo XX, también de lo vivido y lo sentido, en los dibujos del propio autor.