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ANTIPOESÍAS
por Guillermo Gómez Rivera
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Tras la reciente publicación en 2011 de Con címbalos de caña, Sevilla, Moreno Mejías-Wanceulen, el poemario que recoge la obra de toda una vida, Guillermo Gómez Rivera, en lugar de acomodarse al puesto que le ha deparado la historia, se revela contra ella para acometer una revolución estética. Siendo el portaestandarte de la prosodia clásica castellana en Filipinas, en estos díasquizá con bastantes años de retraso por causa de la estoica paciencia filipinaconfrontado con una realidad que le desagrada empieza a componer en una nueva poética. Dado que la poesía se demuestra ineficaz en nuestros días para arrastrar con su voz la revolución popular que antaño pudieron hacer idealistas como Miguel Hernández o Gabriel Celaya, la antipoesía se impone. Pero de nuevo, componer antipoesías a destiempo causaría el suicidio de la lírica, la justificación absoluta de la muerte de los poetas, cuando los críticos literarios más respetables están prontos a firmar el acta de defunción de un género literario que consideran obsoleto en el siglo XXI. Viendo el precipicio al que se acercaba, Gómez Rivera sacrifica la rima, abandona la rima interna del verso libre, e incluso la prosa rimada. Importa el metro, el metro más castizo castellano, el endecasílabo, un endecasílabo aleatorio que exprese la monotonidad de la vida ordinaria, de la vida consagrada a los fueros de un idioma que se golpea contra la pared en el reino del mercantilismo. Ese idealismo tozudo y contumaz, incorregible pero que al fin llena de admiración, hace que el nuevo experimento poético gomezriveriano sea bienvenido, lo sea en un ambiente en el que a la poesía se le ha escrito el epitafio borgiano, sepultus in inferno. Démosle un voto de confianza a Gómez Rivera en estos años donde la poesía universal anda a la deriva, y la poesía filipina en español está encontrando un camino de dignificación, una voz que se eleve frente al triunfo del capitalismo, cuando se pensaba que el estado del bienestar había triunfado. Nos equivocamos, y todavía hay mucha poesía por la que luchar, y mucho idealismo que escribir.
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ISAAC DONOSO
Manila, 23 de julio de 2012 |
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ES ANTIPOESÍA a José María Fons Ahora sí que me entero. Lo que escribo Ya no es poesía. Es antipoesía. Y así tiene que ser pues, en este mundo ya no puede haber nada de poesía como antes se entendía. Los poetas debemos ser rebeldes. Empuñemos la tralla y fustiguemos a los políticos porque son los virtuales enemigos de la vida ordinaria y productiva. Mientras los ordinarios trabajamos sin parar como hormigas, los políticos charlan, mandan, legislan y proyectan robarnos el erario popular con los grandes sueldazos, comisiones, bónuses y retiros que se pagan, que, al fin de cuentas causan una crisis en las economías nacionales que todos los demás abajo tienen que sufrir con recortes, privaciones y ajustes que fastidian y molestan... Pocos son los políticos que sirven al pueblo de un país. Usualmente no valen para nada por corruptos. En Filipinas, cuando los señores políticos hablaban español, como los Recto, Cuenco, los Osmeña, Briones, Quirino y Laurel, la corrupción era menos. El costo de la vida no era tanto. No había tantos impuestos. Ni la electricidad costaba tanto Como para mermar los presupuestos personales y dar hambre y miseria cruel a la mayoría de este pueblo. La terrible avaricia de banqueros mundiales es la raíz de la crisis de todos los mercados y las bolsas. Y mientras esa falta no se enmiende las actuales penurias seguirán adelante con todos sus estragos. Ante estado tan lóbrego de cosas sólo puede surgir la antipoesía. Pues todos los poetas, a la fuerza, debemos ser rebeldes, activistas, insurrectos, en contra de los políticos. Ciudad de Makati, 8 junio 2012 ¿PARA QUÉ TANTOS RASCACIELOS? ¿Quiénes ocuparán los edificios que se van levantando por doquier? ¡Son de cincuenta plantas! ¡Rascacielos! Y en cada planta treinta o más viviendas. ¡Ya con ciento cincuenta apartamentos!... ¿Cómo se llenarán dichas viviendas? Filipinas ya tiene cien millones de almas, pero son pobres. No podrán pagar los alquileres de esos pisos. El corriente pinoy gana poco. ¿Quiénes serán entonces los futuros inquilinos? ¿Los chinos? ¿Los turistas? ¿Quiénes? ¿Los coreanos? O, ¿serán los miembros del ejército de China Comunista que vienen a decirnos que las Islas de Spratley son de Beidyín? Y, ¿que el Bajo de Masinloc también es de China? ¿Por qué los rascacielos tanto se multiplican a estas alturas? ¿Quiénes se alojarán en ellos? ¿Quiénes? 6 junio 2012 |
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