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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Verano 2020, volumen 7, n
úmero 1

ENSAYOS
ESCRITORES Y ARTISTAS

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Edwin Agustín Lozada


SE HA CANCELADO LA CLASE DE ITALIANO

EDWIN AGUSTÍN LOZADA
ESCRITOR, DIRECTOR DE REVISTA FILIPINA
A lo largo de los años he conocido a filipinos de cierta generación que tienen una conexión directa e íntima con el castellano. Por ejemplo, una amiga me contó que en su casa solamente hablaban español y fuera de la casa, inglés en la escuela y tagalo con los amigos. El marido de una prima me dijo una vez, cuando se enteró de que yo hablaba español, que él de niño hablaba español con sus abuelos y que sin haber estudiado formalmente el español, tenía cierto nivel del idioma cuando llegó a la universidad. Pero dejó de hablarlo porque en esa época a principios de los años setenta, cuando estuvo en la universidad, en ciertos ambientes universitarios se consideraba el hablar español como algo vil, y que la manta de la leyenda negra sobre España estaba plenamente desplegada. Con frecuencia estos cuentos tenían un aire de nostalgia y, al escucharlos, te daba una sensación de añoranza y pérdida de parte de los hablantes.
….No tengo un trasfondo idealizado ni nostálgico en cuanto al origen de mi conexión con el castellano. No vengo de una familia hispanohablante. Mi lengua materna es ilocano. En la escuela aprendí tagalo e inglés. Pero el haberme criado en un ambiente plurilingüe me inculcó el interés por aprender idiomas.
….Mi familia y yo salimos de Filipinas en 1968 para reunirnos con Andrés Hidalgo, mi abuelo materno que llegó al continente norteamericano en 1926. Yo tenía diez años pero con una identidad filipina ya formada y establecida. Seguí hablando ilocano en casa y de cuando en cuando el tagalo con algunos parientes y amigos. Al despertar cada día en los EE. UU. afirmaba mi identidad: soy filipino. Como no enseñaban historia filipina en la escuela, en mi adolescencia, yo mismo buscaba información sobre la historia de mi país en las enciclopedias y lo que encontraba en la biblioteca. Estaba terminando el octavo grado cuando tuve la oportunidad de inscribirme en una clase de idioma extranjero, y en la escuela Marina Junior High, mis opciones eran el español, el francés, el italiano o el chino mandarín. En Filipinas mis hermanos mayores estudiaron español en la escuela, aunque verdaderamente hablaban muy poco kastila. Decidí estudiar italiano: algo diferente. Total, vivía en la ciudad cuyo nombre era del santo italiano, San Francisco.
….Me compré un ejemplar de Italian Made Simple y durante el verano estudié y aprendí la mitad del libro. Quería impresionar a la profesora. Cuando por fin comenzó el semestre y asistí a mi primera clase de italiano, la profesora inmediatamente anunció a las cinco almas, ansiosas de aprender, que se presentaron a la primera sesión de italiano, que, por ser una clase tan pequeña, que desgraciadamente, se iba a cancelar la clase. Mamma mia todos mis esfuerzos para aprender italiano durante el verano y para luego impresionar a la profesora resultaron vanos y tenía que volver a escoger otro idioma: el francés, el español o el mandarín. Esta vez no dudé. Iba a estudiar español. Pensé en los vínculos culturales e históricos entre España y Filipinas. Para mí, aunque el español parecía ser abandonado por muchos en mi tierra natal, todavía tenía cierto prestigio y de repente me interesaba. Mi abuelo paterno, Agapito Lozada Ravelo, que era de Caridad, Ciudad de Cavite, hablaba el chabacano, el criollo filipino español. Mis hermanos estudiaron español. Ahora yo también iba a conocer la lengua de Cervantes, la lengua de Rizal. Aquella misma noche empecé a hojear el texto de lengua española que teníamos en casa y que usaron mis hermanos cuando estudiaron en Filipinas. Iba descubriendo que tantas palabras en filipino eran palabras españolas. Fue el comienzo de una revelación, una nueva aventura lingüística y cultural.
….Mi clase de español muy pronto se convirtió en mi clase preferida. Me preparaba diariamente para la clase y estudiaba más de lo exigido. Me adelantaba en el estudio de los capítulos. El estudio del idioma me resultaba fácil y me revelaba el origen de tantas palabras filipinas. Pensaba que no era una lengua extranjera y sentía que estaba recuperando algo perdido.
….Después del noveno grado, que en aquel entonces era el último año de junior high school, fui al senior high school que iba del décimo hasta el duodécimo grado. Por tener calificaciones bastante buenas, fui aceptado a la escuela preparatoria Lowell High, la escuela preparatoria pública con más prestigio en San Francisco. Me colocaron en una sección avanzada del segundo año de español. Muchos de los alumnos en la clase eran hispanohablantes de México, Centroamérica y Sudamérica. Seguí con mi empeño en aprender todo lo que pudiera de la clase y de mis amigos latinoamericanos. A diario hablaba con algunos amigos principalmente en español. Aparte del idioma, aprendí que los latinos y los filipinos compartíamos muchos elementos culturales e históricos. No eran extranjeros, sino primos o hermanos. Saber español me ofreció una comprensión más amplia y profunda de las vidas de mis compañeros latinos. Hablaba con tal fluidez que el profesor una vez me preguntó si yo hablaba español en casa. Le dije que hablábamos ilocano.
….En aquel entonces, en Lowell High School se enseñaban once idiomas extranjeros—me imagino que es algo insólito para escuelas preparatorias en el mundo entero. Aproveché esta oportunidad y en mi último año estuve en un curso avanzado de español, un curso intensivo de francés y griego moderno. Estaba en la gloria. También en mi último año, por fin, en la biblioteca central de San Francisco encontré el texto del "Último adiós" de José Rizal. Había oído muchas veces de filipinos decir que habían estudiado español en la escuela y que muchos habían tenido que aprender de memoria el poema, aunque sospechaba que muchos ya no entendían o no recordaban mucho de lo que significaba el poema que habían tenido que recitar. Leí mi primer texto filipino en español. ¡Qué pasión, qué lenguaje, qué dominio del idioma y por un filipino! Me emocioné y lloré. El poema me infundió orgullo en ser filipino, en ser un filipino que hablaba y entendía español. Todos mis estudios del español hasta entonces me prepararon para aquel momento cuando pude leer y comprender los últimos pensamientos de José Rizal, de don Pepe, que pronto se convirtió en mi ídolo.
….En la Universidad Estatal de San Francisco (SFSU) estudié español, música y francés. Un día cuando investigaba los libros que tenía la biblioteca universitaria sobre la literatura filipina, encontré un ejemplar de Poética, Antología de Poetas Filipinos por Alfredo S. Veloso. ¡Madre mía! ¡Qué revelación! ¡Tantas voces filipinas expresando perfectamente su creatividad, sus visiones y sentimientos en lengua española! Entonces yo también aspiraba a escribir poesía en español como esos poetas filipinos de la antología y de alguna manera contribuir a esa tradición de literatura en español creada por filipinos.
….Mi tercer año universitario lo pasé en Madrid donde estudié en la Complutense. Llegué con un acento más o menos sudamericano y salí con un acento español. Estar y estudiar en España fue como un sueño. Pude sentir la presencia de los ilustrados filipinos decimonónicos en toda la ciudad y era como si siguiese las sombras de sus pasos. En Madrid estudié lengua española, literatura, arte, historia, y por fin, el italiano. Entablé amistades con españoles que han durado hasta hoy. Hasta estudié flamenco por seis meses con una bailaora que bailaba en el Corral de la Morería. (Varios años después de mi estancia en Madrid, fui un miembro de la Compañía de Rosa Montoya Bailes Flamencos en San Francisco durante seis años.) Me sumergí en la lengua, la historia y la cultura. Fue un año que indudablemente cambió mi vida.
….Desde que tenía once años estudiaba el piano. En la universidad también estudié para ser concertista y cuando por fin dejé la universidad, solo me faltaba un año más para completar mis estudios y sacar un Bachelor of Music in Piano Performance. Ya desde que estaba en la escuela preparatoria, con mi interés en lo español, estudiaba la música de compositores españoles como Enrique Granados e Isaac Albéniz. En SFSU yo era uno de los pocos estudiantes de piano que siempre estudiaba composiciones españolas. Además de Granados y Albéniz, también estudié la música de Mompou, Ravel (su madre era de origen vasco), Soler, Scarlatti (casi era español) y de Falla. Conocer la tradición musical de España me ayudó a entender y apreciar mejor cierta música clásica filipina para piano o para la guitarra y las canciones kundiman con letras en español. (Una vez, en un recital donde toqué Luha del compositor filipino Francisco Buencamino, una prima que se graduó de un conservatorio en Filipinas me acusó de tocar la composición a la manera de Granados. Yo no sabía si debería haberme sentido halagado o insultado. Opté por "halagado".)
Durante muchos años me gané la vida dando lecciones de piano, pero en algún momento ya no aguantaba enseñar a niños que no querían estudiar. Ya era hora de buscar otra carrera, la de la docencia, de ser profesor de español. Volví a SFSU para sacar mis credenciales para enseñar idiomas en las escuelas públicas de California. Ya llevo treinta años enseñando español desde el nivel para principiantes hasta cursos avanzados de lengua y literatura para hispanohablantes.
….En 2000, como profesor de español en California, recibí una beca Fulbright-Hayes para ir a Chile aquel verano y estudiar su cultura e historia. Allí el país y el paisaje me inspiraron a escribir una colección poética que aparece en mi primer poemario en lengua española titulado Sueños anónimos. En 2001 recibí una beca literaria de San Francisco Individual Artists Commission por mi proyecto poético "Sueños anónimos". Con la publicación del primer poemario, realicé mi meta de contribuir a la literatura filipina en español. En 2002 publiqué Bosquejos, mi segunda colección poética. El año que viene saldrá Recuerdos, mi tercer poemario.
….Aprender español ha marcado definitivamente mi trayectoria personal, profesional y artística. Conocer la lengua, la cultura y la historia de España es conocer mejor la identidad filipina, o por lo menos me ha ayudado a comprender mejor mi propia identidad como filipino. En mi poema "La dama de blanco", la dama es un fantasma que representa el elemento hispano en Filipinas, un elemento que algunos quieren negar u olvidar, por ignorancia o por sus creencias. El poema épico termina con estos versos:




Oh, viajero, si por la noche
tú te encuentras por estos caminos,
recuerda que por aquí va andando
y sigue aún la dama de blanco
en busca de su hogar perdido.
No le tengas miedo, posee
la llave escondida
de quién eres tú
….¡Y todo empezó cuando se canceló mi clase de italiano en el noveno grado en San Francisco!