Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Invierno 2020, volumen 7, número 2
ARTÍCULOS Y NOTAS
PDF: La “augusta mentira”…
LA “AUGUSTA MENTIRA”
DE GUILLERMO GÓMEZ WINDHAM:
UNA LECTURA DE LA AVENTURA DE CAYO MALÍNAO (1924)
EMMANUELLE SINARDET
Université Paris Nanterre
Resumen
Gómez Windham, al proponer una comedia humana filipina, elabora su propia (re)formulación de la “augusta mentira” definida por Balzac en su prólogo a la Comédie humaine en 1842. Cuando Balzac dice defender un propósito moralizante en su obra, Gómez Windham está más interesado por revelar cierta verdad del alma humana, como lo ilustra en particular la novela corta La aventura de Cayo Malínao, publicada en 1924. El fresco hábilmente elaborado por Gómez Windham, si bien no deja de recordar las Scènes de la vie privée y sobre todo las Scènes de la vie de province, está al servicio de la exploración de una idiosincrasia caracterizada por la doble moral. Describe una sociedad de las máscaras. Por lo que Gómez Windham desvela una realidad encubierta. La “mentira” sí es “augusta”, por la eficiente ilusión de realidad, por la verdad de los detalles, pero, sobre todo, por revelar que la respetabilidad y la decencia son imposturas en la sociedad filipina de finales del siglo 19 y de comienzos del 20. Este desenmascarar apunta a su vez a una verdad esencial del alma humana, por lo que La aventura de Cayo Malínao es también una novela de corte filosófico.
Palabras clave: Gómez Windham, novela, comedia humana, Balzac, verdad, mentira
Introducción
….En su prólogo de 1842 a la primera edición de la Comédie humaine, Balzac elabora la expresión “augusta mentira”:
….Pero al proponer una comédie humaine filipina, Gómez Windham también elabora su propia (re)formulación de la “augusta mentira”. Todos los personajes, por más humildes y secundarios que sean, dan cuenta de una ambivalencia esencial, ni buenos ni malos, o, mejor dicho, al mismo tiempo buenos y malos, simpáticos y antipáticos. Tal complejidad cuestiona el propósito moralizante. Nos parece que Gómez Windham está más interesado por revelar cierta verdad del alma humana, en base “a los hechos cotidianos, secretos o patentes” de los protagonistas que va creando, que por defender el orden moral. Si bien se cierran las narraciones con un castigo del vicio, el restablecimiento final del orden como respuesta a la manifestación del mal resulta ambiguo, cuando no dudoso. Aunque de ello podría dar fe la casi totalidad de la narrativa de Gómez Windham, lo ilustra en particular la novela corta La aventura de Cayo Malínao, publicada en 19243.
….La sutil relación entre verdad y mentira es central para caracterizar una obra que, a primera vista, se asocia con el costumbrismo por la descripción de tipos humanos filipinos que muchas veces pueden parecer superficiales, cuando no esquemáticos. Precisamente, es por la reinterpretación ambivalente de la “augusta mentira”, por el constante juego entre ficción y realidad, entre verdad y mentira, por lo que La aventura de Cayo Malínao escapa del costumbrismo y de su reductor couleur locale. La trama, muy sencilla, puede ser resumida en dos frases: un modesto tenedor de libros de provincias, Cayo Malínao, tímido, poco inteligente, sin imaginación, de vida rutinaria hasta la caricatura, se vuelve, pasados los cuarenta años de edad, adicto al juego; traiciona la confianza de su esposa y de su empleador, arruina su hogar, roba la casa de comercio inglesa donde trabaja desde hace décadas, y es condenado por la justicia a cinco años de prisión, cerrándose la narración con la entrada de Cayo en la penitenciaría de Bilibid.
….Nada inmoral, sino todo lo contrario, en la trayectoria de un protagonista que se entregó al vicio y fue castigado por ello. La narración omnisciente anticipa el encarcelamiento en Bilibid como una sepultación, castigo supremo: aunque el tribunal de los hombres condenó a Cayo a “solamente” una pena de cinco años y a una multa, la justicia inmanente, la que rige el destino humano, en cambio, lo sentencia a muerte. Es más, Cayo acepta tal sentencia y se arrepiente. Después de la pasión transgresiva por el juego, el orden parece estar restablecido. Pero tal univoca interpretación simplifica la sutil escritura de Gómez Windham, quien virtuosamente juega con la figura del narrador para introducir una ironía que pone a distancia –y en tela de juicio– aquel desenlace tan edificante. La conclusión nos parece excesivamente moralizante, demasiado como para llegar a ser del todo creíble e incitarle al lector a la virtud. En su prólogo de 1842, Balzac insistía en “la moralidad de otra parte destinada a formar el contraste perfecto” con la exposición del vicio: en la dinámica de la narración, la virtud debe representar el contrapunto sistemático a la exploración de los vicios. Sin embargo, La aventura de Cayo Malínao, como mostraremos, no propone tal contrapunto.
….En realidad, el fresco hábilmente elaborado por Gómez Windham, si bien no deja de recordar las Scènes de la vie privée y sobre todo las Scènes de la vie de province, está al servicio de la exploración de una idiosincrasia caracterizada por la doble moral. Describe una sociedad de las máscaras. Por lo que Gómez Windham, al aprehender la sociedad filipina “en la inmensidad de sus agitaciones”, en palabras de Balzac, no la copia, sino que desvela una realidad encubierta. La “mentira” sí es “augusta”, por la eficiente ilusión de realidad, por la verdad de los detalles, pero, sobre todo, por revelar que la respetabilidad y la decencia son imposturas en la sociedad filipina de finales del siglo 19 y de comienzos del 20. Este desenmascarar apunta a su vez a una verdad esencial del alma humana, por lo que La aventura de Cayo Malínao es también una novela de corte filosófico.
….La novela corta La aventura de Cayo Malínao, publicada en 1924, fue finalizada en agosto de 1922 en Iloílo (p. 77). No es la primera obra narrativa de Guillermo Gómez Windham, más conocido por La carrera de Cándida que le valió, en 1922, ser el primer ganador del prestigioso premio Zóbel, el más antiguo galardón literario de Filipinas. Tanto La aventura de Cayo Malínao, como La carrera de Cándida, publicada en 1921, son textos hoy olvidados, injustamente, pues representan publicaciones prominentes para las letras filipinas, no sólo por su calidad literaria, sino también por la exploración y representación del universo hispano-filipino. El hecho de escribir en castellano no es ajeno a aquel olvido de la obra de Gómez Windham. Además, Gómez Windham fue una figura discreta en el mundo cultural de la primera mitad del siglo 20 y un autor poco prolífico, probablemente por su exitosa carrera en la administración pública. Por su madre, posiblemente hija de un cónsul británico, de ascendencia española e irlandesa, dominaba el inglés. Ahora bien, en su ciudad natal de Iloílo, en 1898, eran pocos en hablar inglés, por lo que, con apenas 20 años de edad, fue empleado por las autoridades estadounidenses y comenzó una carrera en las Aduanas, una administración ampliamente descrita en Los ascensos del inspector Rojo. Ejerció varios cargos, en su provincia primero, en Manila luego, hasta ser ascendido a Subsecretario de Hacienda en 1929.4 A pesar de no ser un escritor profesional, llegó a explorar varios géneros a lo largo de su vida. Después de los cuentos y novelas cortas, especialmente a comienzos de la década del veinte, parece haber privilegiado el periodismo cultural, la crónica y el billet d’humeur, publicando artículos en varios periódicos hispanófonos. Sólo fue a partir de la década del cuarenta cuando optó por la poesía5.
….A pesar de su dominio del inglés y del bisaya también, Guillermo Gómez Windham escribió en español. Parece haberse identificado con la cultura hispánica en la que fue educado por los institutos de enseñanza españoles de su ciudad natal y por su familia, la cual –su padre, un mestizo de español, fue terrateniente y médico– formó parte de aquella burguesía que los historiadores califican de “ilustrada” y que prosperó con los procesos modernizadores de la segunda mitad del siglo XIX. No es casualidad si, en 1924, Gómez Windham fue uno de los fundadores de la Academia Filipina de la Lengua Española, de la que también fue director a partir de 1939. Desde esta perspectiva, podemos asociar a Gómez Windham con la “edad de oro” de la literatura filipina en español, entre 1898 y 1946. Sin embargo, se distingue de los autores de tal corriente, como bien subraya Andrea Gallo, al “no directamente involucra[rse] al igual que otros autores en el debate sobre el problema nacionalista o hispanista”, pues “prefiere reflexionar sobre el repentino y forzoso cambio de una sociedad en crítica evolución”6. De ello da fe el volumen La aventura de Cayo Malínao. Cierto es que, como La carrera de Cándida (conformada de dos novelas cortas, seis cuentos y tres artículos), el conjunto en que fue publicada La aventura de Cayo Malínao puede parecer heterogéneo, por reunir tres novelas diferentes: La aventura de Cayo Malínao, Los ascensos del inspector Rojo y Tía Pasia. Pero las tres obras se enmarcan en un mismo proyecto literario que les da su unidad temática y formal: inspirándose en los cuadros de costumbres de la Comédie humaine de Balzac, procuran rastrear las evoluciones de las que el mismo Gómez Windham fue testigo.
….De hecho, la narración se abre con indicaciones espaciales y temporales que la anclan en lo real, sugiriendo un discurso biográfico “verdadero”, aunque el lector sabe que se trata de una ficción, ya que el subtítulo, entre paréntesis, indica “novelas filipinas contemporáneas”:
….Bien sabemos que Guillermo Gómez Windham se inspiró en su ciudad natal, Iloílo, una animada capital provincial, para inventar San Pedro. Pero en La aventura de Cayo Malínao –como en toda su narrativa– optó por la porosidad entre realidad y ficción, al anonimizar la familiar e identificable Iloílo. El pacto de lectura que de ello deriva instala al lector frente a una ficción, pero una ficción que lleva en sí una forma de realidad, o sea, a una mentira que dice una verdad, es más, una verdad generalizable. San Pedro podría ser cualquier capital provincial del archipiélago, por lo que la realidad descrita es asumida por el lector como filipina de forma homogeneizadora. Desde esta perspectiva, la comedia humana filipina descrita aquí está al servicio de una philippineness en ciernes, una conciencia identitaria colectiva que busca definir sus contornos, rasgos y valores.
….De hecho, es parte de la historia filipina la que expone la narración a través de la vida de Cayo Malínao, aunque no se trate de una novela histórica. Cayo atraviesa trastornos históricos que conforman el telón de fondo y participan del effet de réel. Se entrecruza la historia particular e individual con la Historia con mayúscula, desde el reinado de Alfonso XII, el levantamiento del movimiento Katipunan, la guerra hispano-estadounidense, a la ocupación americana a raíz del Tratado de París y a la nueva tutela colonial. Estos acontecimientos son percibidos desde “adentro”, desde la perspectiva de los protagonistas y del mismo narrador que se autodefine como filipino.
….Con la alusión a los “franceses de avant guerre”, a los franceses de antes de la Primera Guerra Mundial, el lector de la década del veinte entiende que el narrador le es contemporáneo y que propone una analepsis de varias décadas, remontando a 1870 o a 1871, o sea, a aquel “año terrible” que corrió entre agosto de 1870 y julio de 1871 según el poemario de Víctor Hugo L’année terrible, publicado en 1872, que describe los estragos de la guerra franco-prusiana, la derrota de Sedan y la Comuna de París. La construcción en ocho capítulos de la novela es estrictamente cronológica. En 1870 o 1871 nace Cayo, cuyas infancia y adolescencia están descritas en el primer capítulo. El capítulo segundo se centra en los primeros años como tenedor de libros en la casa comercial del británico Mr. Sanders, después de graduarse Cayo de contador en San Pedro.
….Es también el periodo de iniciación al amor con su prima Mónica, o Moning, en casa de quien se aloja en San Pedro. El punto de partida de tal relación sentimental es “cierto incidente que ocurrió un domingo por la mañana, día de Pascua de Resurrección del año 1897” (p. 17), en plena misa. El narrador omnisciente evoca el estallido de la revolución filipina en Cavite, en agosto de 1896, y el pánico que los rumores acerca de los avances de los revolucionarios y de las represiones de las autoridades crean entre los habitantes de San Pedro, aunque “nada había ocurrido que revelase la posibilidad de que aquellos habitantes pensaran secundar el movimiento” (p. 17). Se va estableciendo una forma de juego de correspondencias entre Historia e historia: la agitación revolucionaria acompaña, cuando no autoriza, la inédita agitación de los sentidos de Cayo Malínao, hasta entonces hermético a la voluptuosidad. Cuando la irrupción en plena misa de un sampedrino que anuncia la llegada de revolucionarios genera un movimiento de pánico en la iglesia, Cayo protege inocentemente a Moning del barullo del tropel. La guapa joven se desmaya y Cayo la toma en sus brazos, llegando a tocarle el pecho. El contacto corporal provoca en Cayo, por primera vez, un despertar sentimental y sexual del que él mismo queda sorprendido. Aunque el narrador insinúa que Moning posiblemente haya fingido el desmayo para obligarle al tímido y pasivo Cayo a tomar una iniciativa, Cayo acepta el proyecto matrimonial que le impone la madre de Moning, escandalizada al descubrir a su hija en brazos masculinos. El noviazgo iniciado en 1897 dura un año, el tiempo para Cayo de adquirir una casa y los muebles del hogar, casándose los enamorados en 1898. De nuevo, la Historia parece acompañar la historia, puesto que “Cayo y Moning se casaron a fines de abril del año siguiente, la víspera del día en que Dewey echó a pique la escuadrilla de Montojo en aguas de Cavite” (p. 21): el encuentro sexual de la noche de bodas viene asociado con el conflicto hispano-estadounidense. Si bien los trastornos históricos no parecen afectar de inmediato la vida de Cayo, el juego de correspondencias anuncia destrucción y derrota, un “echar a pique” ineludible para el protagonista, sugiriendo la idea de un destino funesto, de un fatum del que Cayo no podrá escapar.
….La realización de aquel fatum se perfila en el capítulo 3, después de una prolepsis de 20 años, años “lentos, monótonos, uniformes” (p. 21). De hecho, no parece haber pasado nada nuevo en la vida rutinaria de Cayo:
….El capítulo 3 se articula en torno a la transformación de aquel “esbozo” en una pasión que ocupa y habita totalmente a Cayo. En esta gradación, surgen primero las ganas de vivir una “aventura” (p. 24) que le permita escapar del estancamiento de su mediocre y aburrida vida; luego aparecen los sueños estrafalarios de una vida fastuosa en Nueva York, en la que se imagina millonario y seductor; acaba sumiéndose en un mundo de fantasía, en “cuadros tan vividos y reales, que en ocasiones quedábase como alejado, costándole trabajo salir de su mundo de ensueño” (p. 26). Se aclara entonces el título de la novela para el lector, quien legítimamente se preguntaba qué “aventura” podía vivir un personaje tan pasivo y tedio: la “aventura” remite a la pasión, “un deseo avasallador”, “una idea fija”, “una obsesión irresistible” (p. 26), que solo espera la oportunidad de realizarse.
….Si el capítulo 3 remite a la preparación del drama con la metamorfosis interior del protagonista, el capítulo 4 describe la oportunidad de la realización de la “aventura”. El narrador lo anuncia con una forma de suspenso que excita la curiosidad el lector: “Y el diablo, que nunca duerme, al decir de los místicos, se encargó de disfrazarse de casualidad y de buscarle y prepararle la ocasión propicia” (p. 27). De nuevo, la Historia refleja el crescendo psicológico de Cayo, pues el momento en que el protagonista vive su obsesión, en 1920, Filipinas vive otra obsesión, la del lucro, con la fiebre especulativa del azúcar. De “aquella lluvia de oro” (p. 27) llega a ser partícipe Cayo Malínao, gracias a un ex compañero del colegio que le solía entonces humillar, Vicentito Martínez. Vicentito representa el contrario exacto, el doble simétricamente opuesto de Cayo: muy despierto, alegre, osado, de pocos escrúpulos, gran amigo de todos los placeres. Es la encarnación en ojos de Cayo del aventurero que quisiera ser. Si Cayo nunca logró medrar por falta de inteligencia, de imaginación y de iniciativa, Vicentito es un acomodado diputado gracias a su carisma, su habilidad y su astucia.
….Por casualidad, da con Cayo y, arrepentido de haberle maltratado antaño, tomándole lástima, lo invita a una de sus espléndidas noches de fiesta. Con aquel doble negativo, Cayo realiza la “aventura” tan anhelada, descubriendo una vasta amplitud de placeres. La cena espléndida en el restaurante más fino de San Pedro, con manjares y bebidas exquisitas: “cocktail con caviar en tostadas, puré de espárragos, pescado al gratin, pavo relleno, ensalada rusa, mangas tempranas heladas y sorbete de fresas. De vinos, López de Heredia blanco, Champagne Pommery, y Benedictino con el café. ¡Un banquetazo!” (p. 32). El juego en buena compañía en la casa de la viuda Ganes. La música jazz y el baile en el cabaret “La Mujer Moderna”, donde “fueron los héroes de la fiesta, los parroquianos que más brillaron aquella noche, Vicentito con luz propia, Cayo con el reflejo de la de su amigo” (p. 40). Por fin, las mujeres, con la más guapa de las bailarinas de aquel cabaret, Cándida, la misma protagonista de La Carrera de Cándida.
….Los cuatro primeros capítulos conforman la primera parte de la narración, con un crescendo que culmina con la realización de las aspiraciones tardías del protagonista. Los cuatro últimos capítulos, que corresponden a la segunda parte, relatan la caída provocada por el vicio, construyéndose la narración como díptico simétrico. Cada capítulo de la segunda parte marca así una etapa en la degeneración, hasta la destrucción final. El capítulo 5 describe la rápida adicción al juego. Esta fase eufórica hace eco a la euforia general de la bonanza del azúcar: el éxito en el juego de Cayo responde a las fortunas fácilmente ganadas con la especulación. Sin embargo, Cayo comienza a perder. Con todo, sigue jugando hasta la ruina definitiva, robando repetitivamente dinero de la caja de Mr. Sanders y manipulando las escrituras de los libros:
….El capítulo 7 se centra en el descubrimiento de todo lo que Cayo había procurado disimular: el juego, los robos, las mentiras. Tal caída hace eco a la caída abrupta de las cotizaciones de azúcar, respondiendo a la crisis de Cayo y a su pánico la “crisis económica, ‘el pánico de 1920’, que comenzó con la baja de las sedas en el Japón y acabó afectando todos los artículos de comercio del mundo” (p. 64). Los términos con que el narrador describe a los especuladores del azúcar valen también para la desesperación de Cayo: comparten la misma “debacle”, el mismo “crugir de huesos y rechinar de dientes” (p. 64). La crisis del azúcar precipita la caída de Cayo, puesto que Mr. Sanders, cuyo negocio también se ve afectado, exige la remisión de los saldos pendientes. Ello le obliga a Cayo a confesar que tales saldos han sido jugados y perdidos. Le es imposible a Cayo rembolsar el total debido, pese a la venta de todos sus pobres bienes. Las súplicas y lágrimas de Moning tampoco logran ablandar la severidad de los administradores ingleses de la casa comercial. Cayo es considerado como un delincuente.
….El capítulo final se presenta como el lógico desenlace de aquella trayectoria. Condenado por la justicia, Cayo sufre una última humillación que acaba definitivamente con su dignidad, o sea, la marcha de la vergüenza por San Pedro hasta el barco que lleva a los condenados a Manila: “Cayo atravesó la calle Real, pasando frente al local vacío donde estuvo el Grill (que tronó de mala manera en los primeros días de la crisis) y donde tuvo inicio ‘su aventura’” (p. 75). Se acabó la “aventura”. Incluso solo ocupa los pensamientos de Cayo el arrepentimiento: “Cayo tuvo una idea bizarra: la de que él no tenía derecho a procurar eludir ningún detalle de su castigo, por doloroso que fuera” (p. 75). También se acabó porque anuncia la muerte del protagonista la puerta de la penitenciaría que se cierra para siempre jamás: “A Cayo se le antojó que había entrado en una sepultura, y que aquel ruido era el de la losa que la cerraba y la sellaba para siempre...” (p. 77). El escarmiento es total: la evocación de la tumba sella la narración.
….La tensión entre ficción y realidad, como vemos, no solo responde a la necesidad de crear el effet de réel. También informa sobre la interioridad del personaje: los sucesos históricos filipinos marcan y ritman las etapas cruciales de la vida de Cayo, haciendo de él un elemento que está destinado a comunicar sobre/a definir algo de la philippineness. De forma que el destino del protagonista es también un destino filipino. Podemos interpretar la novela de Gómez Windham como una apropiación por el autor del género de las scènes de vie, pero en aras de la exploración de una idiosincrasia nacional.
….Al respecto, cabe subrayar la trascendencia del narrador omnisciente, cuya presencia se afirma ante el lector. Aunque permanece totalmente anónimo, el narrador comparte sus pensamientos y comenta las costumbres que describe como rasgos culturales genuinamente filipinos. Por ejemplo, explica los motivos del largo noviazgo de Cayo como “una costumbre muy arraigada en las clases media y baja de Filipinas” (p. 20), la de exigirle al novio que “levantara y amueblara su casa antes de formar el nuevo hogar” (p. 20), lo cual resulta dificultoso para el modesto Cayo, emblemático de la muy pequeña burguesía urbana. Asimismo, el narrador explica la poca inteligencia y pasividad de Cayo por la manera de criar a los varones, de educarlos como “‘niños mimados’ que tanto abundan en Filipinas, reyes absolutos, ídolos indiscutibles del hogar, a quienes no destetan hasta los cuatro años ni les ponen la primera cartilla en las manos hasta los diez o doce, ni les administran jamás reprensión o castigo alguno” (p. 8). Por fin, la aceptación resignada del castigo final también tiene que ver con una idiosincrasia filipina, en este caso con la horma prehispánica por un lado y la influencia del catolicismo por otro:
….En realidad, más allá del personaje central de Cayo, cada protagonista remite a la figura emblemática de un tipo psicológico filipino, encargándose el narrador de generalizar explícitamente el caso particular que va observando a una forma de philippineness. Lo ilustra el retrato de Moning, al comentar el narrador la eficiencia y diligencia con las que procura solucionar los problemas de su marido y la quiebra de su hogar. En realidad, el narrador define una forma de Volksgeist femenino, recurriendo al discurso de observadores extranjeros para reforzar su explicación:
….Esta construcción del relato mediante varias voces y con discursos dentro del discurso es característica de la obra de Gómez Windham, quien recurre frecuentemente a relatos engastados8. Las diferentes voces narrativas permiten darles vida a los cuadros de costumbres descritos por el narrador principal “desde fuera”, permitiendo simultáneamente que también estén percibidos e interpretados “desde adentro”, por los mismos protagonistas. Por su parte, los relatos engastados autorizan digresiones en las que surgen nuevos protagonistas, los cuales a su vez animan y aumentan la comedia humana narrada. La trayectoria de Cayo representa así una suerte de ocasión, de pretexto, para retratar a más tipos humanos inscritos en la realidad filipina de finales del siglo 19 y comienzos del 20: el comerciante anglosajón, el joven inspector de policía, la viuda que procura ganarse la vida más o menos decentemente, la campesina seducida convertida en cabaretista, el hombre político corrupto, labradores, usureros, religiosos, etc. Como en la obra de Balzac, tenemos una galería de personajes diferentes que alternan para conformar un todo, la sociedad filipina de provincias. Como en la obra de Balzac, aparecen incluso en varias novelas; es el caso de Cándida. El lector de La Carrera de Cándida ya conoce la trayectoria de la joven desde su pueblito a la ciudad de San Pedro, así como las circunstancias que la llevaron al cabaret “La mujer moderna”9. En La aventura de Cayo Malínao, se entera de los detalles de su nueva vida de bailarina y prostituta, muy rápidamente evocada en la primera novela, completando la segunda el propósito de la primera. Desde luego, tales procedimientos narrativos contribuyen a crear una ficción “verdadera en los detalles”, en palabras de Balzac, y muestran la gran maestría de Gómez Windham en reformular la “augusta mentira” desde una perspectiva filipina.
….Eso no le impide a Gómez Windham describir rasgos psicológicos que rebasan lo filipino y adquieren un alcance universal. La descripción de los pensamientos de Cayo cuando surge la crisis de los cuarenta años desemboca en una verdad aplicable a todos los cuarentones:
….Aquel genio creativo le permite reinventar tradiciones literarias desde (y para) Filipinas. Lo ilustra La aventura de Cayo Malínao por insertarse en la temática, ya clásica en la literatura universal, de la pasión por el juego. La exploración detenida de la adicción, de las emociones, de la desesperación que suscita el juego en la novela recuerda a El jugador de Dostoievski. La ilusión de controlar el juego y la idea de un destino implacable que hace irrisorias las esperanzas del jugador evocan La dama de Picas de Pushkin. Pensamos también en Los jugadores de Gogol y las estafas que van planeando, o en Afortunado en el juego de Hoffmann, en que la suerte inicial del jugador termina siendo su ruina, a raíz de un terrible revés de la fortuna. Como estas obras, la novela de Gómez Windham estudia la superstición del aficionado al juego, el carácter patológico de su pasión y la enajenación que produce. Cayo padece la misma obsesión, oscilando sus estados de ánimo en función de las ganancias y pérdidas, hasta la catástrofe final. Desde luego, ésta recuerda la desesperación de Raphaël de Valentin, quien piensa en el suicidio en la La piel de Zapa por Balzac.
….En La aventura de Cayo Malínao, el juego se presenta como la manifestación del funesto fatum que le condena al protagonista. En el primer capítulo ya, el narrador insinúa el futuro vicio del joven, al describir su fascinación por la mesa donde está instalado su padre, en el barco de regreso a San Pedro. Compara aquella escena con un cuadro de Rembrandt:
….En el prólogo de 1842 a la primera edición de la Comédie humaine, Balzac dice defender un propósito moral: “[...] tal parte del fresco representa un grupo culpable y entonces la crítica condena su inmoralidad, sin llamar la atención sobre la moralidad de otra parte destinada a formar el contraste perfecto”. Como hemos recalcado, resulta difícil observar en La aventura de Cayo Malínao aquella “moralidad de otra parte destinada a formar el contraste perfecto” con el fresco de la inmoralidad. La novela presenta una galería de defectos y vicios que parecen inevitables, en la medida en que no solo nadie se libra de ellos, sino que parecen triunfar de la virtud y del Bien. Resuenan con el funcionar de la sociedad filipina, descrito como cruel para los más débiles.
….Efectivamente, la vida de Cayo es la ocasión para observar, de forma casi documental, mecanismos de dominación anclados en la realidad filipina de la época. Cabe subrayar que el narrador se limita a describirlos, sin denunciar ni acusar. Sin embargo, las injusticias y arbitrariedades van acumulándose desde el capítulo primero, invitándole al lector a una mirada crítica al orden social filipino. El narrador asocia así la pobreza de los padres de Cayo con el sistema del “pacto de retro” que les impide reunir un capital suficiente como para prosperar:
Tal le acontecía a la “Narda”, que así se llamaba la criada prófuga. Para pagar una deuda de cincuenta pesos contraída tiempo atrás por su madre con la Viuda de Ganes, había entrado a servir en la casa de ésta. Ganaba un salario de cuatro pesos mensuales, pero como ponían a su cuenta la ropa que le daban, aunque fuera de desecho, y el valor de los platos o vasos que rompía y el de los cubiertos, servilletas, etc. que se perdieran en la casa, resultaba que, al cabo de dos años de trabajar como una bruta, la obligación, lejos de haberse extinguido, había aumentado. Desesperada de llegar a ver jamás el fin de aquello, se decidió por la huida como el medio de liquidación más expedito (p. 56).
….El mismo teniente Olmo, el único protagonista en pretender luchar contra el vicio en San Pedro, resulta ambivalente. Su rectitud, su apego a la ley, su entusiasmo por defender el orden, esconden en realidad una tremenda ambición. Su objetivo principal no es capturar a delincuentes, sino conseguir “una nota muy halagüeña y favorable en su nota de servicios” (p. 54). Además de ser calculador como los demás personajes, es orgulloso, fatuo y arrogante. Es por “amor propio” (p. 54) por lo que manda cerrar la timba de la viuda Ganes: ésta tiene fama de ser “inexpugnable” (p. 54) y, como sobreentiende el narrador, Olmo espera ganar honores y gloria con su hazaña.
….Asimismo, los hombres políticos participan de las estructuras inequitativas de la sociedad filipina. Los caracterizan la inmoralidad y el egoísmo, aunque pretenden defender el bien común y el interés general. Sin nombrarlo, el narrador describe un sistema pervertido, basado en el clientelismo. A través del retrato del diputado Vicentito Martínez, también pinta a un político dedicado a sus placeres personales antes que al servicio público:
….De hecho, actúan de forma interesada e hipócrita, ocultando sus verdaderas intenciones. El mismo Cayo revela una doble faz, aunque en dos etapas diferentes de su vida, la del hombre plácido y moderado primero, la del jugador empedernido y mentiroso luego. Esta ambivalencia la intuye el tío del joven:
— No hay que fiar — decía el sastre, un tagalo muy cazurro: — Yo conocí a un tal Pacífico Cordero que pegaba a su mujer con bejuco... (p. 14)
….La omnipresencia del vicio invita a una reflexión bastante pesimista sobre el carácter filipino. La constante duplicidad de los protagonistas nos evoca el ensayo El laberinto de la soledad, publicado en 1950, en el que Octavio Paz expone la teoría de las “máscaras mexicanas” para explicar la idiosincrasia mexicana: “Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa”11. Según Paz, aquellas máscaras son mecanismos de defensa frente a una sociedad dura y hostil. Aunque en La aventura de Cayo Malínao, no correspondan a tal reacción automática de preservación, sí podemos considerar las máscaras como la manifestación de una idiosincrasia filipina.
….En el capítulo cuarto de su ensayo, titulado “Los hijos de la Malinche”, Paz presenta la inclinación a la disimulación del mexicano como la actitud “de gente dominada que teme y que finge frente al señor”12. Si bien se refiere la novela de Gómez Windham a mecanismos de dominación que generan frustración y resignación, interpreta la disimulación desde una perspectiva moral principalmente, por lo que la galería de las máscaras presentadas adquiere un valor más filosófico que antropológico. Ello permite pensar lo humano a partir de sus zonas grises, en las que las máscaras se convierten en una verdad, la verdad de la mentira. La narración desenmascara a los protagonistas y revela la verdad disimulada detrás de las apariencias, o sea, las ambiciones, las pasiones, los vicios, no sin cierta brutalidad. Pone de relieve una doble moral que afecta no solo a los individuos sino a la sociedad entera. Ahora bien, al pintar la omnipresencia de las máscaras, muestra que ésas son una verdad ineludible. En eso consiste también la “augusta mentira” según Gómez Windham, en ver en la mentira una verdad ontológica. Tal demostración no es explícita; le incumbe al lector interpretar las peripecias y trayectorias descritas. Por lo que La aventura de Cayo Malínao también remite al cuento filosófico. La comedia filipina de Gómez Windham es así, al mismo tiempo, la comedia de lo humano.
….La mentira de la ficción apunta a una verdad pesimista, según la cual el mal está anclado tanto en la sociedad como en los seres. A todos acaba corrompiendo inevitable y necesariamente, como lo ilustra el plácido Cayo Malínao que, pasados los cuarenta, se entrega de pronto al vicio. El apellido Malínao, que quiere decir “tranquilo”, “en calma”, en realidad ha escondido una pasión devastadora que lleva a la desdicha y a la muerte. La “augusta mentira” tal y como la reformula Gómez Windham consiste precisamente en mostrar las máscaras en que descansa la comedia social y en revelar las verdaderas motivaciones del alma. Si bien ciertos críticos como Maxime Perret definen la Comédie humaine como “el análisis del corazón humano por un moralista”13, nos parece que Gómez Windham se aleja de aquel modelo, al procurar exponer principalmente el triunfo de la doble moral que impera en la sociedad filipina. Además, la narración muestra una moral en acción que, como consecuencia, no puede ser unívoca. Asimismo, crea a personajes depravados demasiado simpáticos como para ser considerada del todo como obra moralista.
….Aunque la interpretación de la “augusta mentira” por Gómez Windham le lleva a hacer un inventario de los vicios y virtudes de su tiempo, retratando a sus contemporáneos a través de sus pasiones, nos parece más pertinente definir a Gómez Windham como a un “historien des moeurs”, un historiador de las costumbres, rol que, por cierto, asumió el mismo Balzac. Fue el cronista de su época cuyas verdades escondidas exploró y desveló. Al respecto, el siguiente fragmento del elogio fúnebre a Balzac por Víctor Hugo nos parece definir adecuada y precisamente aquel trabajo de historiador de las costumbres filipinas realizado con talento por Gómez Windham en su obra narrativa:
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1 H. de Balzac (1855), Oeuvres complètes, París, Alexandre Houssiaux éditeur, vol. 1, pp. 26-27.
2 A. Gallo, “La novelística de Guillermo Gómez Windham: una “comedia humana” filipina”, Transmodernity. Journal of Peripheral Cultural Production of the Luso-Hispanic World, 2014, vol. 4, núm. 1, pp. 136-153. Accedido el 22 de agosto de 2019, https://escholarship.org/uc/item/1nq0k0d3
3 G. Gómez Windham, La aventura de Cayo Malínao. Los ascensos de Inspector Rojo. Tía Pasia, Iloílo-Barcelona, Editorial Catalana, 1924. Después de cada cita, mencionaremos las páginas-fuente entre paréntesis.
4 A. Gallo, “Guillermo Gómez Windham: líneas bio-bibliográficas y unos poemas”, Humanities-Diliman, 2010, vol. 7, núm. 2, pp. 4-5, accedido el 23 de agosto de 2019,
http://journals.upd.edu.ph/index.php/humanitiesdiliman/article/viewArticle/1985
5 A. Gallo, ob. cit.
6 A. Gallo, “La novelística de Guillermo Gómez Windham: una “comedia humana” filipina”, ob. cit., p. 148.
7 El subrayado es nuestro.
8 E. Sinardet, “Dévoiler et démasquer: l’art de la confidence dans les nouvelles de La carrera de Cándida (1921) du Philippin Guillermo Gómez Windham”, en S. Crinquand, V. Liar (ed.), Confidences, Dijon, Éditions Universitaires de Dijon, collection Écritures, 2019, pp. 127-139.
9 E. Sinardet, “Du bonheur américain au malheur philippin: La carrera de Cándida (1921) de Guillermo Gómez Windham (1880-1957)”, en F. Aubès, C. Lepage (ed.), Crisol, núm. 4 Imaginer et représenter le bonheur, février 2019, accedido el 22 de agosto de 2019, http://crisol.parisnanterre.fr/index.php/crisol/article/view/72/83
10 El subrayado es nuestro.
11 O. Paz, El laberinto de la soledad, edición de Enrico Mario Santí, Madrid, Cátedra, 2004, p. 164.
12 Ibid., p. 210.
13 M. Perret, “L'«avant-propos» de La Comédie humaine et le XVIIe siècle littéraire français”, L’année Balzacienne, 2013, núm. 14, p. 308. La traducción es nuestra.
14 P. Petitier, “Balzac, ‘historien des mœurs’”, en N. Mozet, P. Petitier (ed.), Balzac dans l’Histoire, París, SEDES, Collection du Bicentenaire, 2001, p. 95.
15 Victor Hugo, “Discours prononcé aux funérailles de M. Honoré de Balzac, le 21 août 1850”, en Oeuvres complètes, Politique, París, Robert Laffont, Collection Bouquins, 1985, pp. 326-328. La traducción es nuestra.