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Revista Filipina
Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Invierno 2018, volumen 5, n
úmero 2
PDF: La imaginación popular filipina…


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LA IMAGINACIÓN POPULAR FILIPINA
EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN


VIRGILIO ALMARIO

(Traducción del inglés por Esther Zarzo)


Vivo en una zona de clase media-alta en la gran Manila llamada Ferndale Home, antaño un área boscosa con abundantes helechos. Es una zona perteneciente al barangay (la unidad política más pequeña de Filipinas, similar a una aldea) de Pasong Tamo, nombre del enclave del primer conflicto armado entre las fuerzas españolas y los filipinos revolucionarios en el estallido de la Revolución filipina de 1896, la primera revolución contra el colonialismo en Asia. Pasong Tamo y sus alrededores debieron ser una remota área boscosa y, en aquel momento, difícilmente accesible desde el centro de la administración colonial de Manila, de ahí su elección como escondite de un importante grupo revolucionario liderado por Andrés Bonifacio, fundador de la revolución, apodado “El Supremo”.
      Hoy, Pasong Tamo está poblado tanto por zonas residenciales de clase media, del estilo de Ferndale Homes, como por comunidades ocupas ilegales, en la misma proporción. Al igual que el resto de Metro Manila, está pavimentada y congestionada, con varias tiendas y centros comerciales en cada esquina, y con un mínimo de vegetación en macetas aquí y allá. Mi esposa decidió trasladarse a Ferndale Homes desde una zona cercana por estar relativamente libre del ruido mundano del tráfico y del comercio, por su seguridad y por la eficacia de su administración. Aunque se parecen, hay tres diseños de vivienda que siguen el modelo de la arquitectura antillana a la moda californiana. Las calles llevan nombre de árboles —quizás para recordar a los aldeanos la perdida selva tropical de Pasong— aunque todos de origen occidental, como el roble, el arce, el nogal americano, el abedul, el tilo, el sicomoro, el nogal común, el álamo de Norteamérica, y el fremont (es el que mejor recuerdo porque la familia de mi hija mayor vive ahora en Fremont, California). Como no hay transporte público en la aldea, cada familia posee al menos dos automóviles. En una mañana cualquiera puedes ver autos de todos los modelos de Toyota, Honda, Ford, Volvo, BMW, Mercedes Benz, en caravana hacia las oficinas de los centros de negocio de Manila. O los autobuses escolares, cargados de niños con uniformes deportivos de costosas escuelas privadas.
      La zona está muy limpia, fumigada una vez al mes y con suministro eficiente de agua y electricidad. Tenemos tres clubs y un parque arbolado con piscina e instalaciones deportivas. La basura se recoge todos los días sin falta. El teléfono rara vez falla y hay tanto línea de internet como televisión por cable. Cada casa tiene al menos dos ordenadores personales y los niños en edad escolar tienen conocimientos informáticos a nivel de usuario. Todos se entretienen con videojuegos o navegan por internet durante su tiempo libre. Si quieren, hay un cibercafé justo al salir de las puertas de la zona. Los fines de semana, se escuchan los televisores sintonizados en la CNN, la NBA o la Copa del Mundo, ETV o HBO. Dado que la mayoría de los propietarios son católicos, celebramos la Navidad y el Año Nuevo, como las demás comunidades. Pero también preparamos Halloween con un concurso para premiar la mejor decoración, mientras los niños se reúnen para jugar a “truco o trato”. Excepto para los vegetarianos, todos servimos pasta, pizza, hamburguesas o perritos calientes durante la fiesta. Cuando no nos apetece la comida de nuestra asistenta, pedimos servicio a domicilio de McDonalsd's, Pizza Hut, KFC, Yellow Cab o Burguer King. Hace poco se propuso acondicionar uno de los clubs como capilla, ya que suele utilizarse para celebrar la homilía dominical y la mayoría de los propietarios parecen no estar dispuestos a asistir a misa en cualquiera de las al menos tres iglesias católicas que hay a pocos minutos a las afueras de Ferndale Homes. Escuchamos misa en inglés. Hablamos inglés durante las reuniones del club, y todos los carteles dentro de la aldea están escritos en inglés.
      En resumen, mi familia y vecinos están contentos con las comodidades de la cultura global norteamericana.
      Si sales de Ferndale Homes, debes atravesar la avenida Holy Spirit antes de llegar a la gran avenida de la Commonwealth, que es la arteria principal hacia el norte de Metro Manila. La avenida Holy Spirit lleva el nombre de la escuela Holy Spirit, una escuela confesional para niños de clase media y alta que se encuentra en el otro extremo de la calle. Hace veinte años solía ser una calle bastante tranquila sin nombre, delineada a ambos lados por acacias de sombra y árboles de caoba. Ahora es una urbe, núcleo comercial repleto de todo tipo de tiendas y comercios, cuatro cajas de ahorros, dos gasolineras, un pequeño hospital, cinco clínicas dentales, un gimnasio, tres peluquerías, cinco salones de belleza, dos guarderías, un centro de idiomas coreano, dos farmacias, dos ferreterías, una casa de empeños, una capilla protestante, dos tiendas de delicatessen, cibercafés, tiendas de mascotas, tiendas de coches y ordenadores, supermercados, y restaurantes de comida china, italiana, japonesa, india, coreana, española y estadounidense. Sobreviven algunos viejos árboles, cuyos troncos, como los postes eléctricos, están casi siempre remachados de carteles y tiras de aluminio o madera de anuncios clasificados. La jungla de los negocios en la avenida Holy Spirit refleja de alguna manera la imagen cosmopolita y global de la actual Manila.
      El año pasado decidí pasar unos días en Mindanao, y visité el lago de Sebú, en la provincia de Cotabato. El lago de Sebú es un destino turístico famoso porque es el asentamiento central de los t'boli, uno de los grupos minoritarios más pintoresco de Filipinas. Entiendo que la zona está protegida por ley para preservar la bella cultura indígena de los t'boli. Era la primera vez que visitaba el lago de Sebu, aunque había leído libros y artículos periodísticos sobre la atmósfera casi prístina que rodea el lago de montaña, y siempre me maravillaron las fotografías en color de los exquisitos bailes, disfraces, adornos y objetos artísticos de los t'boli.
      Desde el aeropuerto de la ciudad General Santos, un aeropuerto que, según me dijeron, fue construido con ayuda financiera de los Estados Unidos, alquilé una furgoneta Mitsubishi con aire acondicionado en Koronadal, la ciudad más cercana al lago de Sebú. No pude evitar fijarme en las casas y establecimientos al borde de la carretera. La mayoría de las casas estaban hechas de bloques huecos con techos de hierro galvanizado. Eran como las casas de las afueras Manila. Se supone que Koronadal viene de una palabra bilán que, como es sabido, fue el asentamiento ancestral de los bilanes. Sin embargo, no pude discernir ninguna señal bilán alrededor. Carteles publicitarios de Coca-Cola y otros refrescos embotellados, de productos enlatados y manufacturados en Manila, de cerveza San Miguel, de cigarrillos estadounidenses, campos de maíz y arroz, campos de sandías y huertos de mangos. Como el mismo V. S. Naipul habría dicho, ni las verduras huelen a bilán, ni los frutos saben a bilán, ni las flores silvestres son de bilán. En cambio, huele a fertilizantes y pesticidas importados. Sientes un calor global y un abraso que envuelve todo el campo.
      Esa noche tuve un regusto a bilán a través de un programa nocturno. Un empleado de la ciudad especializado en danzas tribales que vestía un atuendo bilanés (porque estaba con un grupo de teatro de Manila) nos enseñó algunos pasos tradicionales al ritmo de instrumentos musicales, grabados en una cinta de casete. Luego explicó que Koronadal está actualmente dominada por migrantes de Panay, una isla de la región de Bisayas, por lo que la política y los negocios en la ciudad están controlados por ilongos, el nombre del grupo lingüístico dominante en Panay. La ciudad en sí misma es como una pequeña porción de Manila. Pregunté por los bilanes y los ilongos me indicaron confusamente una zona montañosa alejada de la ciudad. A la mañana siguiente, alquilé de nuevo la camioneta y puse rumbo al lago de Sebú. Como esperaba, tomamos una carretera ascendente entre las colinas. Aunque en general el camino está asfaltado, las colinas de alrededor están desnudas, excepto en áreas de cultivo de cogonal y pequeños campos de arroz, maíz o verduras. Hay unas cuantas chozas de paredes de bambú y techos de hierba de cogón. Unos pocos carabaos descansando bajo unos árboles. Unos pocos pajaritos entrando y saliendo por mi ventana. Esperaba más de la naturaleza.
      Cuando nos acercábamos al lago, de repente noté una gran casa a unos pocos metros de la carretera. Construida de hormigón, con techos de hierro y sombreada por árboles recién plantados, accedía a una magnífica panorámica de las colinas circundantes y adyacentes. Obviamente, pregunté si era la residencia vacacional del alcalde o de algún político local importante. Y la respuesta me decepcionó. Pues fue construida por un turista europeo a quien le encantó el lugar y decidió quedarse. Pero ¿no se supone que el lago de Sebú y sus colinas circundantes son tierras ancestrales de los t'boli? ¿Quién le dio permiso a un extranjero para construir una mansión en una tierra ancestral? Nuestros guías ilongos respondieron vagamente que el extranjero compró los derechos a los mismos t'boli, que necesitaban el dinero. Todavía no he verificado si tales transacciones son legales. Más tarde descubrí que los extranjeros no sólo son dueños de mansiones en el lago de Sebú. Sino que el propio lago, el hermoso lago en sí, es también una zona de pesca y, con ello, una importante fuente de sustento para los t'boli. El lago está actualmente cubierto de piscifactorías que dejan, eso sí, estrechos pasajes para las pequeñas embarcaciones turísticas. Podría pensarse que los t'boli están sobreexplotando el lago, si no fuera por el hecho de que las grandes piscifactorías son también propiedad de los extranjeros, incluidos los ciudadanos no-t'boli de Filipinas.
      Nos detuvimos en un restaurante con amplias vistas al lago. Nos sirvieron tilapia, una especie de carpa, criada en el lago y considerada la tilapia más dulce de todo el archipiélago. Luego, dos jóvenes doncellas t'boli nos entretuvieron con danzas tradicionales acompañadas de gongs. Aún ahora, resuenan en mi mente las campanitas tintineantes que adornaban sus prendas. Pero las jóvenes bailarinas t'boli parecían desnutridas. Así como los demás jóvenes que aguardaban silenciosamente sentados en las esquinas. Cuando saqué mi billetera para darles unos pesos a las bailarinas, pude sentir claramente el repentino brillo en sus ojos. Sentí el brillo incluso en los ojos de los delgados y silenciosos chicos del rincón. ¿Por qué no estaban en la escuela? ¿Por qué perdían el tiempo mirando turistas como nosotros?
      Después de eso, entramos en una tienda de curiosidades. Compré algunos recuerdos hechos a mano. Como dije en broma a nuestro guía ilongo, para contribuir a la economía local. Entonces, noté que los muchachos estaban en la puerta de la tienda, mirándonos en silencio. Sin decir una palabra, me acerqué y les di unos pesos a cada uno y se fueron corriendo alegremente. Me sentí tan desgraciadamente impotente. Eran tan pobres. Recuerdo entonces los viejos ifugaos en el lado de las terrazas de arroz de Banaue, proclamado patrimonio internacional por la Unesco. Con su atuendo nativo, sosteniendo lanzas o gongs, se acercaron a los turistas y pidieron posar para las fotos de recuerdo con su maravillosa terraza de arroz al fondo para ganar unos pocos pesos. O los bayaos de pelo rubio, conocidos como los gitanos del mar del sur de Filipinas, que de repente aparecieron en masa y mendigaron en las calles de Manila. Los nativos de mi país sufren pobreza. Como la mayoría de la gente en Filipinas, las circunstancias los obligan a vender o abandonar su tierra ancestral, su orgullo, su alma.
      En resumen, ¿cuál es la aspiración cultural de Filipinas? En pocas palabras, debe contener necesariamente las imágenes del desarrollo urbano y rural que acabo de esbozar a través de mis anécdotas personales, y afirmar o negar los deseos y sueños que estas imágenes evocan en la imaginación popular. Las personas en las ciudades, sin excepción, participan diariamente en una vida dictada por imaginarios intereses globales. Las personas en las áreas rurales, debido al ritmo acelerado de homogenización cultural de los centros urbanos, las intensivas migraciones laborales, la educación nacional y las tecnologías de la información y la comunicación, pronto se verán afectadas por lo mismo.
      La televisión, por ejemplo, se está convirtiendo en una fuente importante de la imaginación popular. Estudios de mercado calculan que un filipino medio pasa veintiuna horas a la semana frente a la televisión. Dado que los televisores son más asequibles y las transmisiones por satélite llegan a las aldeas e islas más remotas del archipiélago, las antenas de televisión sobresalen en los tejados oxidados de las comunidades urbanas más pobres, en las cabañas de nipa y en los lejanos barangays. Le sigue de cerca la radio, que todavía es mucho más barata de comprar y mantener, como medio de comunicación de masas. Además, la televisión como medio tecnológico más difundido es más eficaz que la radio en la transmisión de mensajes e imágenes de internet a la audiencia masiva. Las empresas comerciales, a pesar de la actual crisis fiscal, invierten más en anuncios de televisión y los políticos participan cada vez más en programas de entrevistas para promocionarse y difundir sus ideas sobre temas e inquietudes nacionales. Incluso el lenguaje de la gente se ve instantáneamente afectado por cualquier frase pronunciada por Kris Aquino, Vic Sotto o cualquiera de sus presentadores de televisión favoritos.
      Sin embargo, ¿qué puede ofrecer la televisión a las masas? De las seis estaciones de transmisión principales y nacionales, el Canal 2 de ABS-CBN y el Canal 7 de GMA son las mejor calificadas. Tienen el mayor alcance a nivel nacional y se han extendido recientemente a otros países, en especial a los Estados Unidos. ABS-CBN incluso establece centros regionales que producen sus propios segmentos entre programas de difusión nacional y enriquecen sus noticiarios nacionales con historias exclusivas y entrevistas de sus respectivas áreas. Los equipos periodísticos de ABS-CBN y GMA recorren Manila las 24 horas del día y están listos para cubrir eventos importantes en cualquier punto del país. Las dos estaciones, por lo tanto, no solo lideran, sino que utilizan las últimas innovaciones tecnológicas para brindar los noticiarios más completos y creíbles todos los días (lo que, por supuesto, agrava la ya decreciente circulación de periódicos). Además, ABS-CBN tiene una estación de cable hermana, ANC, que comenzó como una versión local de CNN, pero que ha demostrado ser muy efectiva para cubrir eventos políticos. ANC puede suspender el resto de sus programas diarios, como en el caso de la votación final de casi un día completo en los procedimientos de juicio político del congreso contra la presidenta Gloria Macapagal-Arroyo, y dedicar la estación (y atraer a toda la nación) a dicho evento.
      Al utilizar las últimas innovaciones tecnológicas, ABS-CBN y GMA no sólo dependen de los dispositivos y técnicas disponibles en el mercado global, especialmente en Estados Unidos, sino que también instruyen a sus gerentes y programadores en la implementación de modelos exitosos a nivel mundial. ANC, por ejemplo, como una imitación de CNN, incluso inspira a sus informantes y reporteros a emular ciertas personalidades de CNN. La situación es más acusada en la forma y el contenido de los programas populares propagados por dichas estaciones principales. Sus programas de variedades y de entrevistas locales son muy sensibles a lo que triunfa en los Estados Unidos. Los programas cinéfilos están inspirados en las historias de Hollywood. Kris Aquino es una Oprah Winfrey más atractiva pero menos imaginativa. Los programas de telebasura, a pesar de tener presupuestos más pequeños, intentan ser tan emocionantes como los estadounidenses.
      Un hecho aún más lamentable es la inclinación de la televisión filipina a dirigir los éxitos de taquilla y series estadounidenses. En los primeros momentos de la historia de la televisión del país, un alto porcentaje de los programas de televisión diarios se importaban de los Estados Unidos. En la década de los setenta del siglo pasado, las películas animadas japonesas superaron a Disney y Hannah Barbera y promovieron el gusto por el anime japonés entre los jóvenes filipinos, hasta hoy. En la década de los noventa, las telenovelas mexicanas sincronizadas con los labios en filipino atrajeron masivamente a nuevos adictos, abrieron la audiencia filipina a las telenovelas no estadounidenses y llevaron a la aparición y popularidad de las series románticas de origen chino y coreano. Curiosamente, la locura por las telenovelas hechas en México, Taiwán chino o Corea del Sur de alguna manera desafía a los productores locales a invertir dinero y talento para las telenovelas filipinas mejor escritas y producidas. Sin embargo, las producciones locales sólo pueden igualar a las mexicanas o coreanas en cuanto variaciones de la fórmula estadounidense de amor y way of life.
      Como medio de comunicación, la televisión magnifica lo que enfoca. A través de sus noticias, e incluso a través de sus telenovelas locales, que inevitablemente se basan en la pobreza y en todos los males del país, por una parte sensibiliza sobre las pesadillas de los filipinos; y por otra, al mismo tiempo ofrece la esperanza para la modernidad y el consumismo disponible en los centros de cultura global, de los que carece Filipinas. Los otros medios de comunicación, pero también el lamentable sistema neocolonial de educación privada y pública, acaban ofreciendo los mismos deseos y sueños al pueblo filipino. Todo lo anterior fomenta valores contrarios a los objetivos nacionalistas declarados, el desdén hacia los funcionarios y las políticas del gobierno, y las motivaciones individualistas e instintivas de supervivencia, es decir, ser un burócrata corrupto, un eficiente empresario con gran margen de beneficios, hacer dinero mediante empresas ilegales, un médico, una enfermera o un cuidador auxiliar para trabajar en el extranjero, o una empleada doméstica o un trabajador de la construcción en el extranjero.
      Las corrompidas obsesiones de la imaginación popular se traducen, y empeoran, por políticas gubernamentales equivocadas. Hay un abandono total de las industrias locales y la agricultura. En cambio, se sigue ciegamente el asesoramiento global, se promulgan leyes para la liberalización inmediata del comercio sin las redes de seguridad adecuadas para las empresas nacionales. Y como si se quisiera aprovechar el gran mercado de mano de obra barata en esos centros globales, el congreso planea implementar un proyecto de ley que estipule el uso del inglés como el único medio de instrucción en todos los niveles educativos, aunque esto no solo viola la actual política educativa bilingüe, sino lo más importante: el mandato constitucional de desarrollar el filipino como idioma nacional. En un informe del comité de educación de la cámara de representantes, se dijo que los congresistas estaban convencidos de que “el cambio al inglés aumentará la posibilidad de que los estudiantes filipinos alcancen competitividad global y aumenten la comprensión en temas orientados al inglés como en matemáticas y ciencias”. Por supuesto, los congresistas son apoyados por una encuesta reciente que muestra claramente que la gran mayoría de los padres y estudiantes quieren aprender inglés como la clave para un futuro mejor como trabajadores migrantes o como operadores de centros de llamadas.
      Mientras tanto, intento esbozar en mis anécdotas personales, que no hay casi nada en nuestro entorno cultural actual que pueda disuadir o al menos disminuir la ansiedad por los deseos globales en la imaginación popular filipina. Trabajar en el extranjero parece ser la única forma de salir de la pobreza abyecta y generalizada. Los principales políticos no ofrecen ninguna alternativa viable y, con mayor frecuencia, contribuyen a la corrupción adicional de la imaginación popular. El amor al país o la mentalidad cívica sólo significan sacrificio supremo y perpetuar la pobreza. ¿Por qué gastar dinero en preservar deteriorados lugares del patrimonio nacional? ¿Por qué producir espectáculos culturales originales cuando importar series estadounidenses es mucho más fácil y más barato? ¿Qué tiene de bueno ser filipino?
      Por otro lado, los repetidos fracasos de los movimientos contrahegemónicos y nacionalistas en Filipinas, tanto por parte del gobierno como por las organizaciones no gubernamentales, duplican con creces el continuo atractivo del éxito en los centros culturales globales. De hecho, incluso los principales partidos políticos de la oposición ahora son apóstoles de la globalización y se alían con los intereses estadounidenses. Tanto es así que las verdaderas metas políticas y culturales alternativas se limitan a los bloques izquierdistas y comunistas, a menudo desacreditados, que también se dividen en pequeñas facciones. El desafío nacional en Filipinas, y en muchos países pobres y pequeños del mundo, sigue siendo lo que los líderes de la Revolución filipina de 1896 intentaron: liberar la imaginación nacional y popular, y dirigirla hacia su individualidad. y autosuficiencia.