
El Consejo de los Dioses
(fragmento)
José Rizal
(José Rizal nació en Calamba el 19 de junio de 1861, y cursó estudios en el Ateneo Municipal de Manila donde obtuvo su Bachillerato en Artes en 1877. Ganó varios premios en certámenes escolares, promovidos por el Liceo Artístico de Manila, por sus obras dramáticas Junto al Pasig y El Consejo de los dioses, y su poema A la juventud filipina. En Madrid obtuvo la Licenciatura en Filosofía y Letras así como el título de Doctor en Medicina. Publicó en Alemania su primera novela Noli me tangere en 1887, y cuatro años más tarde, en Bélgica, su segunda novela, El filibusterismo. En España, fue uno de los más conceptuosos colaboradores de la revista La solidaridad. Este héroe nacional filipino fue fusilado el 30 de diciembre de 1896. Esta obra fue escrita por Rizal en 1880 cuando apenas tenía 19 años, en conmemoración del aniversario de Miguel Cervantes, y ganó el único premio en el concurso Liceo Artístico Literario de Manila.)
*Autoretrato de cuando era estudiante en el Ateneo.
ACTO ÚNICO
JUPITER, sentado en el trono de oro y piedras preciosas y, llevando en la mano el cetro de ciprés, tiene a sus pies el águila, cuyo plumaje de acero refleja mil diversos colores; los rayos, sus terribles armas, yacen en el suelo. A su derecha está su esposa, la celosa JUNO, con refulgente diadema y el vanidoso pavo real. A su izquierda, la sabia PALAS (Minerva), hija y consejera, adornada de su casco y terrible égida, ciñendo el verde olivo y sosteniendo gallardamente su pesada lanza. Formando severo contraste está Saturno acurrucado y mirando desde lejos tan hermoso grupo. En gracioso desorden hállase la hermosa VENUS, recostada en un lecho de rosas, coronada de oloroso mirto, y acariciando al AMOR; el divino APOLO, que pulsa blandamente su lira de oro y nácar y jugando con las ocho MUSAS, mientras MARTE, BELONA, ALCIDES, y MOMO cierran aquel círculo escogido. Detrás de JUPITER y JUNO se hallan HEBE y GANIMEDES. Hacia el lado derecho de JUPITER se halla la JUSTICIA, sentada en su trono, teniendo en las manos sus atributos.
Escena I
Los dioses y las diosas y las ocho musas mencionados. Llegan la musa TREPSICORE primeramente, y después las NINFAS, las NAYADES y las ONDINAS, bailando y esparciendo flores al son de las liras de APOLO y de ERATO, y de la flauta de EUTERPE. Después de la danza, todos se colocan a ambos lados del escenario.
Escena II
(Dichos y MERCURIO)
MERCURIO: He cumplido ya tus mandatos, soberano Padre; Neptuno y su corte no pueden venir, pues temen perder el imperio de los mares, a causa del actual arrojo de los hombres; Vulcano aun no ha terminado los rayos que le encargaste para armar al Olimpo, y los está concluyendo; en cuanto a Plutón...
JUPITER (interrumpiendo a Mercurio): ¡Basta! Tampoco los necesito. Hebe, tú, Ganimedes, repartid el néctar para que beban los inmortales. (Mientras Hebe y Ganimedes llevan su cometido, llegan Baco y Sileno, éste a pie y aquél montado en una burra con el tirso en la mano y verdes pámpanos en las sienes, cantando:)
El que vivir desea
Y divertirse,
Abandone a Minerva;
Mis viñas cuide...
MINERVA (en alta voz): ¡Silencio! ¿No ves que el poderoso Jupiter ha de hablar?
SILENO: ¿Y qué? ¿Se ha enfadado el vencedor de los Titanes? Los dioses toman el néctar: por consiguiente, puede cualquiera expresar su alegría de la manera como le plazca; pero ya veo que mi discípulo te ha ofendido y tomas por pretexto...
MOMO (con voz socarrona): Defiéndele, Sileno, por que no digan que tus discípulos son unos impertinentes.
MINERVA trata de replicar, pero JUPITER la contiene con un gesto. Entonces manifiesta MINERVA su desprecio con una sonrisa tan desdeñosa, que altera la delicada severidad de sus hermosos labios. Después de tomar todos los dioses de la inmortal bebida, comienza a hablar.)
JUPITER: Hubo un tiempo, excelsos dioses, en que los soberbios hijos de la Tierra pretendieron escalar el Olimpo y arrebatarme el imperio, acumulando montes sobre montes; y lo hubieran conseguido, sin duda alguna, si vuestros brazos y mis terribles rayos no los hubieran precipitado al Tártaro, sepultando a los otros en las entrañas de la ardiente Etna. Tan fausto acontecimiento deseo celebrar con la pompa de los inmortales, hoy que la Tierra, siguiendo su eterna carrera, ha vuelto a ocupar el mismo punto en su órbita, donde giraba entonces. Así que yo, el soberano de los dioses, quiero que comience la fiesta con un certamen literario. Tengo una soberbia trompa guerrera, una lira, y una corona de laurel esmeradamente fabricadas: la trompa es de un metal que, que sólo Vulcano conoce, más precioso que el oro y nácar, labrada también por el mismo Vulcano; pero sus cuerdas, obra de las musas, no conocen rivales; y la corona, tejida por las Gracias, del mejor laurel que crece en mis jardines inmortales, brilla más que todas la de los reyes de la Tierra. Las tres valen igualmente, y el que haya cultivado mejor las letras y las virtudes, ése será el dueño de tan magníficas alhajas. Presentadme, pues, vosotros, el mortal que juzgáis digno de merecerlas.