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Tomo X, no.3,
Invierno 2006-2007

Director:
Edmundo Farolán



En este número:

Editorial/Indice

La historia
de la escena filipina
fragmentos
Segunda Parte
(Cecilia Quiros Cañiza)

El Consejo de los Dioses
fragmento
(José Rizal)

Reseña verídica de
la revolución filipina
( Emilio Aguinaldo y Famy)

Gen. Emilio Aguinaldo
(1869-1964)
Drama histórico
(Edmundo Farolán)

La revolución filipina
fragmento
(Apolinario Mabini)

Arte visual y poesía:
Brazos abiertos

de Paulina Constancia
(Andrea Gallo)

Cartas de
nuestros lectores









Todos los derechos reservados /
Copyright © 2007 Revista Filipina,
Edmundo Farolán

diseño/webmaster:
Edwin Lozada
GENERALÍSIMO EMILIO AGUINALDO (1869-1964)
Drama histórico
Edmundo Farolán



NARRADOR:
Generalísimo Emilio Aguinaldo. El decía: "La verdad está siempre encima de toda la decepción y la falsedad de este mundo." Durante toda su vida, existía un montón de detractores que escribieron y hablaron falsedades contra este hombre, y en particular, en su papel extraordinario durante la Revolución Filipina de 1896. Pero Aguinaldo, hombre humilde, hombre religioso, rehusaba confrontarse ante estos críticos porque sabía que un día, la historia, la historia verídica y objetiva, le vindicaría.

Escena 1.

La escena comienza en un estado de alegría, movimiento, efluvio. Hoy es el día de la Independencia Filipina. Hora: 1600. Día: 12 de junio 1898. Lugar: Kawit, Cavite. En el fondo: la casa solariega de Aguinaldo. Aguinaldo se levanta orgulloso en su balcón. En ambos lados, la bandera filipina. El generalísimo está acompañado por sus consejeros y visitantes especiales, en particular, el delegado norteamericano, el Coronel Johnson, representante del Almirante Dewey. Bullicios, aplausos, música alegre, cohetes explotando con frecuencia, todo en un ambiente festivo.Todo el auditorio en pleno alboroto. Los actores participan con los espectadores a celebrar esta ocasión. *Nota para el director escénico: Hay que preparar a los espectadores para que participen en toda la acción escénica. Todo el auditorio está lleno de banderas filipinas, y las calles están llenas de soldados, veteranos victoriosos de la guerra contra los españoles. En medio de los generales de la revolución, Aguinaldo, 29 años, manda leer a Rianzares Bautista, 68 años, la Acta de la Proclamación de la Independencia del Pueblo Filipino.

BAUTISTA: Proclamamos y declaramos con solemnidad en nombre de los habitantes de Filipinas que tienen el derecho de ser libres e independientes; que son libres de toda obediencia de la corona de España; y que toda relación con ella anulada...teniendo firme la confianza en la protección de la Providencia Divina,
garantizamos el apoyo de esta declaración nuestras vidas, fortunas, y la posesión mas sagrada que tenemos: EL HONOR! Firmada por: Rianzares Bautista, Aurelio Tolentino, Felix Ferrer, Felipe Buencamino, Fernando Canon, Ladislaw Diwa, L.M. Johnson, Mariano Trías, Artemio Ricarte, Baldomero Aguinaldo, Mariano Noriel, Pantaleón García, Esteban San Juan, Felipe Topacio, Juan Caillas, Daniel Tirona...

Continúa leyendo otros nombres. Mientras tanto, los espectadores y los actores en el auditorio empiezan a gritar "MABUHAY SI HENERAL AGUINALDO! MABUHAY ANG KALAYAAN FILIPINAS! VIVA AGUINALDO! VIVA FILIPINAS!"El himno nacional filipino se toca y todos cantan:

“Tierra adorada/hija del sol de Oriente/su fuego ardiente/en ti latiendo está.Tierra de amores/ del heroísmo cuna/ los invasores/ no te hallarán jamás.En tu azul cielo, en tus auras/ en tus montes y en tu mar/esplende y late el poema/ de tu amada libertad.

Tu pabellón que en las lides/ la victoria iluminó/ no verá nunca apagados sus estrellas ni su sol.Tierra de dichas, de sol y amores/ en tu regazo dulce es vivir/es una gloria para tus hijos/ cuando te ofenden por ti morir!”

Otra vez se oyen gritos:VIVA FILIPINAS! VIVA AGUINALDO!
MABUHAY ANG FILIPINAS! MABUHAY ANG KALAYAAN! MABUHAY SI AGUINALDO!

Aguinaldo ahora se levanta solo en el balcón, las luces del auditorio y la música empiezan a disminuir junto con el festejo. Cuando todo es silencio, sólo a Aguinaldo se enfoca en el centro del balcón. Los otros actores hacen MUTIS. Los espectadores y actores en el auditorio toman sus asientos. Cuando todos están sentados y las luces en el auditorio se apagan, Aguinaldo, solo, con un foco especial iluminando su presencia, dirige las siguientes palabras, con su normal modestia, tono tranquilo, pero con mucha deliberación:

Escena 2.

AGUINALDO:
La historia de la humanidad: avaricia, egoísmo.
La historia de las naciones: imperialismo,expansionismo, violencia. Más que todo, la violencia, las guerras, la crueldad entre hombre y hombre. La fuerza y los fuertes explotando a los débiles.

Nosotros los filipinos hemos sido víctimas y títeres de las naciones que se enorgullecen de llamarse "democráticas": España. Los Estados Unidos de Norteamerica. Éramos los filipinos, los peones en sus guerras. Ellos decidieron, teorizaron, planearon, y nosotros, los pobres explotados, luchamos sus guerras. Idealismo. Todo por el idealismo. El idealismo de aquel sueño de que si se pudiese existir algún ideal que se llamara "democracia" enseñada a nosotros por estos extranjeros.

Pero ya era demasiado tarde cuando nos dimos cuenta de que nos manipulaban. Hoy día, los extranjeros nos siguen manipulando con su propaganda de la democracia y la libertad. Sí, compatriotas filipinos, la democracia y la libertad. Pero no para nosotros. Para ellos. La democracia y la libertad para ellos, los blancos,y no para nosotros, los indios. Cuando los blancos hablan de la "libertad de los pueblos del mundo", quieren decir la libertad suya, la libertad blanca, la democracia de los blancos del mundo.

Yo era joven, demasiado joven. Éramos en aquel tiempo los idealistas, los jóvenes idealistas. Agoncillo, Basa, Tolentino, Ferrer, Canon. Creíamos sinceramente al cabrón viejo Dewey cuando nos dijo: "Los Estados Unidos hemos llegado a Filipinas para proteger a los nativos y soltarles del yugo de Espana!"

Los Estados Unidos de Norteamérica es riquísima en sus territorios, su dinero. No necesitan colonias. Creíamos al viejo Almirante Dewey, gringo victorioso contra la armada naval de los ineptos españoles en la Bahía de Manila.

¿Por qué? Porque éramos jóvenes, jóvenes e idealistas. Luego, nos dimos cuenta de la manipulación maquiavélica, política. Derramamos nuestra sangre india para proteger los interese de los blancos, los blancos con sus pieles delicados, los blancos pieles de los conquistadores norteamericanos.

Escena 3.

La escena traslada a otra parte del escenario. Aquí vemos al joven Aguinaldo, 29 años, recibiendo los honores de un
Generalísimo a bordo el OLYMPIA. El Almirante Dewey, 62 años, le saluda junto con una sección de los guardias marinas de honor.Después de las ceremonias, los dos se sientan y hablan.

AGUINALDO: ¿Es verdad que envió Vd. todos esos telegramas al Consul Pratt en Singapur, asegurando la independencia filipina bajo la protección naval de los Estados Unidos?

DEWEY: Claro que sí. Nuestro propósito de venir a Filipinas es protegeros de España. No hay duda alguna de parte nuestra sobre el asunto del reconocimiento de la independencia filipina por los Estados Unidos. Todo lo que pedimos es que Vd. convenza y urja a los filipinos que se levanten contra los españoles y que lo hagan en una campaña corta y decisiva.

AGUINALDO: (en voz baja y modesta) Los acontecimientos hablarán por sí mismos. Nuestro problema de momento es material. No tenemos bastantes armas. Todavía estoy esperando el primer envío de armas del Cónsul Wildman de Hong Kong. No podré comenzar la campaña hasta que lleguen estas armas.

DEWEY: Tenemos que hacer algo urgente sobre ese asunto. Lo que voy a hacer para Vd. es enviar un barco en seguida a Hong Kong para sacar esas armas. Mientras tanto, utilicen las armas confiscadas de los barcos de guerra de los españoles, y los 62 fusiles y municiones traídos por el Petrel de Corregidor.

AGUINALDO: Gracias Almirante. (Pausa. Con un tono tranquilo y modesto, pero con una deliberación aguda y directa.) Antes de salir de Hong Kong, la colonia filipina allí tuvimos una junta donde discutimos la posibilidad de que, después de la derrota española, los norteamericanos no reconocerán nuestra independencia, y la posibilidad también de que sucederá otra guerra, esta vez contra los norteamericanos. Naturalmente, los norteamericanos nos derrotarán. Hemos sufrido mucho en las batallas contra los españoles. Además, faltamos armas y municiones y claro, los norteamericanos, con sus armas superiores y abundantes municiones, nos derrotarían fácilmente. Siento mucho por esta franqueza, pero mi pregunta es ésta: en su opinión, ¿tiene alguna base estas preocupaciones nuestras?

DEWEY: (Riendo con urbanidad.) Me alegro que sea Vd. franco y abierto conmigo. Yo creo que los filipinos y los nortemericanos debieran actuar como amigos y aliados, ¿no cree Vd.? Debemos quitar todo obstáculo en este camino hacia una alianza mutua, es decir, toda duda y todas las dificultades. Le aseguro a Vd. que los Estados Unidos reconocerán la Independencia del pueblo filipino, garantizado por la palabra de honor de los nortemericanos que vale mucho más que cualquier acuerdo escrito por los españoles, como lo que pasó hace poco en el pacto de Biak na Bato.
Además, yo creo que sería menester que la bandera filipina se alzara a la vez que la de los Estados Unidos para ganar el respeto y la estima de las otras naciones.

Las luces desaparecen de esta escena. El foco ahora al NARRADOR


Escena 4.

NARRADOR:
La perfidia norteamericana. Perfidia y traición. Los norteamericanos después de este acontecimiento con Aguinaldo, se sentaron tranquilos en sus barcos en la Bahía de Manila mientras sus "pequeños hermanos morenos" lucharon sus batallas contra los españoles. Pero nuestro general actuaba de buena fe. Tomó las armas y municiones de los yanquis y siguió la lucha porque pensaba en la patria, pensaba en nuestra independencia. Fue un hombre de honor, un hombre de su palabra. Creía que los demás fueron como él --honrado. Nunca jamás pensaba que los norteamericanos iban a faltar a su promesa. No le ocurría ni pensaba en decepciones. Idealismo. Naiveté, ¿quizás? Cuando habló con sus consejeros en Hong Kong, tenía aún esa fe en los Estados Unidos.

Apunta a otra parte del escenario donde se ilumina una escena que toma lugar en una casa en Hong Kong. Los exilios están discutiendo planes para la independencia filipina. La fecha: 4 de mayo 1898.


Escena 5.

AGUINALDO:
Tengo absoluta confianza en el espíritu norteamericano. Su historia y su tradición lo prueba. Los norteamericanos lucharon por su independencia y la abolición de la esclavitud. Han sido siempre los campeones y libertadores de los pueblos oprimidos.

AGONCILLO:
Estoy de acuerdo. Creo que los Estados Unidos reconocerán nuestra independencia. En Cuba, ¿acaso no declararon la guerra contra España para liberar al pueblo cubano? No veo cómo actuarían de otra manera en nuestro caso.

SANDIKO:
Tienes razón. Si el gobierno norteamericano propone llevar a cabo los principios fundamentales de su constitución, es muy improbable que colonicen o anexen las islas. Yo creo que reconocerán nuestra independencia.

ALEJANDRINO:
No lo sé. Soy un poco sospechoso. Es un riesgo, creo yo. Un gran riesgo confiar totalmente en los norteamericanos. Un peligroso riesgo, creo yo, aceptar su invitación en lo que llaman una "lucha común" contra los españoles. Pero parece que no tenemos otro remedio. No tenemos armas; no perdemos nada. Además, son los únicos dispuestos a vendernos armas y municiones, y la ayuda de algunas tropas.

AGUINALDO:
Dewey quiere que volvamos a Filipinas para urgir a los filipinos levantarse contra los españoles. Nos aseguró su cooperación en cuanto a las armas y municiones que necesitamos. Me dijo que aunque él no tenía la autorización, sin embargo y sin duda me aseguró que nuestra libertad está garantizada como la de Cuba, con la única condición que cooperemos con ellos.


Escena 6.

NARRADOR:
Los cubanos. Y mira lo que pasó a Cuba. Comunista y antiamericano. Otra vez, otra perfidia norteamericana contra los cubanos. Otra vez, la cuestión del expansionismo, el expansionismo norteamericano. El chauvinismo blanco, la arrogancia intelectual, la intimidación de los fuertes contra los debiles--estos son los instrumentos de los yanquis en los países del Tercer Mundo.

Volviendo ahora a la escena filipina. Pues, como se esperaba, los Estados Unidos le dio la espalda a Filipinas. Su moto, "Libertad a Cuba", no se aplicó en Filipinas. El presidente McKinley no supo lo que sucedió después porque murió durante su presidencia en manos de un asesino. Filipinas fue víctima de lo que se llamó ”Manifest Destiny" que algunos de sus consejeros como Teodoro Roosevelt y Russell Alger inventaron para justificar el abandono de la política extranjera estadounidense de "no intervención" en los asuntos de otras naciones. He aquí algunos comentarios de unos "distinguidos" norteamericanos sobre su política de expansión, o mejor dicho, en términos más bien eufemísticos,
"la política del destino americano". Primero, el Capitán Mahan:

Los actores están situados en diferentes partes del auditorio. Foco especial a cada uno cuando llega su turno de hablar.

MAHAN:
La expansión norteamericana no era un complot premeditado. Nuestros deseos no tenían nada que ver con ningún complot. Fue cosa natural, necesaria e irreprimible.

NARRADOR:
Ahora canta el Secretario del Interior, John M. Hay.

HAY:
Ningún hombre, ningún partido político podría luchar con éxito contra una tendencia cósmica.

NARRADOR:
Otro expansionista yanqui, Chauncey Dephew, dijo con certeza lo que era el destino norteamericano.

DEPHEW:
Está en nuestra sangre ansiar posesiones coloniales; ningún poder mundial puede impedirlo.

NARRADOR:
Y ahora, el joven impetuoso, el secretario auxiliar del departamento de Marinas, que después llegó a ser presidente, Teodoro Roosevelt.

ROOSEVELT: (con puño cerrado, rabioso)
El presidente McKinley no tiene firmeza en sus decisiones. Es necesario una guerra contra España para liberar a Cuba. No importa los intereses comerciales!

NARRADOR:
Otro miembro del gabinete, el Secretario de Guerra, Russell Alger, general en la guerra civil estadounidense.

ALGER:
El Presidente McKinley debe declarar la guerra contra España. Si no lo hace, sería un gran error. Se arruinará no solamente su reputación como presidente, sino también la reputación del partido republicano. No importa los deseos del pueblo norteamericano. El congreso debe declarar guerra sin su consentimiento.

NARRADOR:
Pues, en fin, el congreso norteamericano declaró la guerra contra España por el asunto de Cuba, con el apoyo de McKinley, gracias a los consejos de su gabinete de expansionistas. Pero lo que no adivinaba McKinley fue el hecho de que la guerra cubana, a pesar de su propaganda de la libertad de los cubanos oprimidos por España, etcétera, dio justificación al astuto Roosevelt y compañía a hacer lo mismo en el Pacífico. La excusa ahora fue que era necesario prevenir un ataque de la flota española estacionada en Filipinas contra la costa pacífica de los Estados Unidos. Es decir, una justificación sin que lo sepa McKinley, para tomar control de las Islas Filipinas. Sí, damas y señores, la astucia norteamericana!

Pero ¡qué gran broma porque todo el mundo sabía que la flota española en el Pacífico no valía para nada! Eran unos tres o cuatro barquitos de guerra que no podían ni viajar entre isla e isla en Filipinas.¿Cómo entonces podía viajar esta flota hasta la costa pacífica de los Estados Unidos y más aún atacarla? Mucho antes de la guerra Hispano-Norteamericana, los expertos navales de Asia ya habían dicho que la flota española en Manila era deplorable y que estuvo compuesta de viejos y decrépitos barcos de guerra incapaces de cruzar el Pacífico. La flota no ejercía ninguna amenaza a la costa norteamericana. La victoria de Dewey contra Montojo ya fue concluido mucho antes de la actual batalla en la Bahía de Manila.

Filipinas, geográficamente, fue muy ideal. La puerta a la expansión del Oriente. Y los Estados Unidos, siempre expansionista, siempre andando con negocios, veía al Oriente como otro gran negocio

Sí, señores, Filipinas, el trampolín para luego saltar y dominar el mercado asiático.

El profesor George Taylor en su libro America en el Nuevo Pacífico tiene esto que decir.

TAYLOR: (Tono de profesor.)
China y Japón tenían que entrar en el mercado mundial para nuestro beneficio.

NARRADOR:
Lo mismo fue pronunciado por W.H. Seward.

SEWARD: (Mirando hacia el porvenir, con un tono profético.)
Asomamos hacia un estado más sublime que lo del progreso nacional --la expansión de nuestras riquezas y el agrandecimiento rápido de nuestros territorios. El comercio internacional nos ha traído los antiguos continentes, y han creado necesidades para nuevos puestos y conexiones. Quizás, colonias allá! (Apuntando al horizonte.)

NARRADOR:
Puedo seguir con numerosos comentarios de los políticos expansionistas que hablaron del sueño norteamericano, el sueño de la expansión económica, pero ya hemos oído bastantes comentarios que servirán de base para seguir con
este pequeño documentario histórico del Generalísimo Aguinaldo, víctima de circunstancias, víctima de la historia filipina. Víctima porque era el presidente en esta época y claro, responsable de las derrotas, angustias, frustraciones y sufriemientos del pueblo filipino, y siendo el caudillo, como decía el Presidente Truman, "the buck stops here".

Además, cuando consideramos el hecho de que la historia filipina fue escrita por los historiadores filipinos influenciados por los Estados Unidos, uno se da más cuenta de por qué los americanos siempre han sido los "buenachones" en las historias escritas sobre Filipinas, y los españoles, siempre los malvados.

Y así que nuestro héroe era, en realidad, el antihéroe de estos historiadores. Sí señores, Aguinaldo, el martirio, llevaba en sus hombros los errores cometidos por sus compatriotas. Aguinaldo, el peón de las fuerzas imperialistas.

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